Con motivo de
celebrarse un nuevo aniversario de nuestra Independencia, cabe reflexionar
sobre un tema poco analizado.
En realidad, la
guerra de la independencia fue una guerra civil, entre dos concepciones. Por
eso, en los dos bandos enfrentados hubo españoles, y el ejército realista que enfrentó en el norte
a los patriotas del Río de la Plata, estuvo integrado en un 90 % por criollos e
indios.
Los reyes
borbónicos se habían apartado de la tradición hispánica; influidos por el
racionalismo, aplicaban el llamado despotismo ilustrado. Desde el Pacto de
Familia de 1761, España dejó de interesarse en América. Además, Napoleón
quiebra la unidad imperial, y los americanos temían ser negociados por la Junta
Central.
San Martín peleó
contra el invasor francés, pero no se ilusionaba con la victoria de Bailen.
Napoleón entró con 250.000 hombres y repuso en el trono a su hermano José.
Suponiendo que triunfara España con ayuda de Inglaterra, sería la victoria de
unos reyes ineptos; a las miserias de la Corte borbónica, Napoleón las resumía así: la madre era
adúltera, el padre consentido, el hijo traidor. Por eso, decidió combatir
por la independencia y salvar la verdadera España, en América.
No fue una
decisión personal, sino compartida por muchos nativos de este continente que
vivían en España. Lo explica San Martín: “En una reunión de americanos en
Cádiz, resolvimos regresar cada uno al país de nuestro nacimiento, a fin de
prestarle nuestros servicios en la lucha (carta a Castilla, 11-9-1848).
Con respecto al
sistema de gobierno, tuvo una posición pragmática, no tenía predilección por
ningún sistema teórico. En ocasión del Congreso de Tucumán, dijo que sea
cualquiera con tal que no vaya contra la religión, es decir que no sea malo en
sí mismo. Tuvo en una primera etapa simpatía por la república, dada la
experiencia de la corte española, pero en América, siempre postuló la
monarquía, desde que llegó hasta que se fue. También lo hizo en Chile y en
Perú.
De lo que no tenía
dudas es de la necesidad imperiosa de proclamar la independencia, sobre lo cual
insistía en sus cartas al representante de San Juan, Godoy Cruz. No todos
compartían esa visión. Alvear, siendo Director, en 1815, escribió dos pliegos a
las autoridades británicas, que se conservan en el Archivo Nacional, afirmando
que estas provincias desean pertenecer a Gran Bretaña. Cuando se concreta la
declaración, el 9 de julio, no queda satisfecho el general pues conocía las
gestiones que se realizaban para subordinar este territorio a Inglaterra o a
Portugal, y el acta solo se refería a Fernando VII, sus sucesores y metrópoli.
Por eso siguió presionando hasta que el 19 en reunión secreta, presidida por
Medrano, se agregó: y de toda otra dominación extranjera.
La propuesta de
Belgrano de coronar a un descendiente de los incas, formulada en sesión
especial el día 6 de julio, ha motivado algunas dudas. Algunos han creído identificar
al candidato en Dionisio Inca Yupanqui, educado en el Seminario de Nobles de
Madrid, que llegó a ser Coronel de Dragones en el Ejército español. Por cierto
que la conjetura es un recurso válido en la investigación histórica, siempre
que haya alguna evidencia concreta, que este caso no existe.
En cambio, se
conoce bien la existencia de Juan Bautista Tupac Amaru, hermano menor de
Gabriel Tupac Amaru, que encabezó la última rebelión indígena contra los
españoles, y que fue cruelmente ajusticiado junta a toda su familia. El único
que sobrevivió fue Juan Bautista, pues fue confundido con un reo común, pero
mantenido en prisión muchos años en distintas cárceles, hasta llegar a Ceuta,
en África. Allí lo encontró un sacerdote peruano, el P. Durán, quien lo ayudó a obtener la libertad y lo embarcó
rumbo a Buenos Aires, a donde llegó en 1812.
Las autoridades le
concedieron una pensión, y le encargaron que escribiera sus memorias que fueron
publicadas en 1824, en la Imprenta de Niños Expósitos. Este curioso personaje
falleció a los 88 años, y fue enterrado
en el cementerio de la Recoleta. Consta en las memorias que conoció a San
Martín y Belgrano, de modo que la propuesta del prócer mencionado no fue una
fantasía romántica, como creyeron algunos. Mitre, por ejemplo en su biografía
del creador de la bandera, lo critica duramente por estas ideas. Sin embargo,
era opinión general que habiendo reasumido su trono Fernando, y constituida la
Santa Alianza, no había seguridad de que fuese aceptado un gobierno republicano.
De allí que
promover una monarquía constitucional, encabezada por un descendiente de los
incas, era una idea sensata, y por eso la apoyó San Martín; sabemos lo que
costó en luchas fratricidas, optar por otra forma institucional.
En la actualidad,
sólo podrán sobrevivir como pueblos con identidad propia, aquellos que se
afiancen en sus propias raíces, descartando los cantos de sirena de modas y
costumbres ajenas, que se impulsan en el mundo globalizado. El alejamiento de
Gran Bretaña de la Unión Europea -que, en estos días, algunos ingleses quieren
modificar- debería ayudarnos a meditar sobre los riesgos de un
multiculturalismo que arrasa con las tradiciones para imponer con más facilidad
los intereses de grupos de poder concentrados.
Mario Meneghini
Publicado en el Informador Público, 7-7-23