la prueba de
radiocarbono, el lienzo del siglo I y las monedas sobre los ojos de Cristo
Gerardo Di Fazio
Infobae, 22 Sep,
2023
“El primer día de
la semana va María Magdalena de madrugada al sepulcro cuando todavía estaba
oscuro, y ve la piedra quitada del sepulcro. Echa a correr y llega donde Simón
Pedro y donde el otro discípulo a quien Jesús quería y les dice: ‘Se han
llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto.’ Salieron
Pedro y el otro discípulo, y se encaminaron al sepulcro. Corrían los dos
juntos, pero el otro discípulo corrió por delante más rápido que Pedro, y llegó
primero al sepulcro. Se inclinó y vio las vendas en el suelo; pero no entró.
Llegó también Simón Pedro siguiéndole, entra en el sepulcro y ve las vendas en
el suelo y el sudario que cubrió su cabeza, no junto a las vendas, sino plegado
en un lugar aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había
llegado el primero al sepulcro; vio y creyó.”
Este texto del
Evangelio de Juan (20. 1-8) narra el episodio de la resurrección de Jesús del
entre los muertos. Y su descripción es clara, habla de dos prendas: un
“sudario” y unas “vendas”.
Desde hace varios
siglos, en la catedral de la ciudad italiana de Turín se conserva un gran
lienzo de 4,3 m de largo y 1,1 m de ancho, sobre su fondo blanco amarillento
aparecen manchas borrosas de tonos marrones, desde lejos se pueden observar los
contornos vagos de una figura humana. La tradición dice que este es el Santo
Sudario del mismo Jesucristo, la Sábana Santa que narran los evangelios.
Por demás está
decir que enumerar todo lo acontecido por esta reliquia insigne llevaría más de
un libro; por lo tanto acá realizaremos un sucinto memorial de los hechos en
torno a este misterioso lienzo, muy venerado por unos y denostado por otros
dado que se cumple un aniversario de la exposición del Santo Sudario que se
realizó el 21 de septiembre de 2002 por el cardenal arzobispo de Turín Mons.
Severino Poletto, tras muchos años de estar guardado en su cofre.
El primer registro
que se tiene de este lienzo es del siglo XIV en la ciudad de Lirey, cerca de
París, en la finca del conde Geoffroy de Charny. Hacia atrás en el tiempo,
todas las conjeturas son posibles: el conde se llevó a la tumba el secreto de
cómo llegó hasta él esta prenda. En 1375 fue exhibida en una iglesia local como
el verdadero Santo Sudario de Cristo. El obispo local Henri de Poitiers
amonestó al párroco por exhibirla como tal. Pero su sucesor, Pierre d’Arcy,
recibió permiso del Papa Clemente VII para mostrar la Sábana Santa, aunque como
un ícono ordinario, como un cuadro, un objeto de simple veneración, pero no
como la verdadera mortaja del Salvador.
Uno de los
herederos del conde de Charny regaló el Santo Sudario a su amiga la duquesa de
Saboya, cuyo marido, Luis I de Saboya, construyó un hermoso templo para la
reliquia en la ciudad de Chambéry. Años después, la dinastía Saboya reinó en
Italia.
Aunque se
mostraron sudarios falsos en diferentes ciudades, sólo éste fue percibido como
verdadero por la conciencia popular de las masas. Se quemó tres veces y
sobrevivió milagrosamente, aunque quedaron “heridas” que se observan a simple
vista, dado que fueron emparchadas con otros trozos de tela por manos de
monjas. Al ocurrir este hecho, para quitarle el hollín lo lavaron varias veces
con agua caliente, y así y todo, la imagen permaneció.
En el invierno de
1578, el anciano arzobispo de Milán, Carlos Borromeo (más tarde canonizado por
la Iglesia católica), tenía la intención de viajar desde Milán a Chambéry para
venerar el Santo Sudario. Para evitar que el anciano cruzara los Alpes con
temperaturas gélidas, se la llevaron. El encuentro tuvo lugar en Turín, en la
Catedral de San Juan Bautista, donde, con la bendición del obispo, descansa actualmente.
En el siglo XVIII, tropas revolucionarias de Francia bajo el mando de Bonaparte
destruyeron la catedral de Chambéry, y el sudario permaneció en Turín, dado que
una vez venerado por Carlos Borromeo nunca fue devuelto.
En 1898 se celebró
en París una exposición internacional de arte religioso. Hacia allá viajó la
Santa Sábana, presentándola como una creación mal conservada de antiguos
artistas cristianos. El sudario estaba colgado como un cuadro y antes de que
cerrara la exposición decidieron fotografiarlo. El 28 de mayo, el arqueólogo y
fotógrafo aficionado Secondo Pia tomó dos fotografías. Un negativo resultó
estropeado y al otro, de 60x50 cm, la tarde del mismo día que tomó la imagen lo
metió en líquido revelador. Pia quedó enmudecido: sobre el fondo oscuro del
negativo se reveló un retrato fotográfico en positivo de Cristo. Secondo Pía
permaneció toda la noche en contemplación reverente, sin apartar la vista del
retrato de Cristo, que tan inesperadamente apareció en el laboratorio
fotográfico de su casa. Es decir: lo que se veía colgado es un negativo
fotográfico. Y esa novedad causó revuelo, dado que era una época en la que la
humanidad se estaba alejando de la fe, algo muy parecido a lo que acontece hoy
en día. Secondo Pia percibió la aparición de Cristo en una placa fotográfica
como un milagro.
Posteriormente, el
Santo Sudario de Turín fue fotografiado repetidamente y sometido a rayos X y
radiación infrarroja. Fue estudiado por criminólogos, peritos forenses,
médicos, historiadores del arte, historiadores, químicos, físicos, botánicos,
paleobotánicos y numismáticos. Se convocaron congresos sindonológicos
internacionales (la palabra Síndone significa sudario).
La creencia de que
lo que está estampado sobre el Santo Sudario de Turín no está hecho a mano, no
es obra de un artista y tiene signos de gran antigüedad se ha vuelto universal
entre los científicos de diferentes puntos de vista y nacionalidades. Los
criminólogos más exigentes no encontraron nada en el Santo Sudario que pudiera
refutar la historia del evangelio sobre el sufrimiento, la muerte en la cruz,
el entierro y la resurrección de Cristo; su investigación sólo complementa y
aclara las narrativas de los cuatro evangelistas. Alguien llamó al Santo
Sudario de Turín el “Quinto Evangelio”.
Pero a finales de
1988 se realizaron estudios sobre la tela del sudario según el método del
radiocarbono. El resultado fue que la edad del Santo Sudario de Turín es de
sólo 600-730 años, es decir, no debe fecharse al comienzo de la era cristiana,
sino en la Edad Media, entre los años 1260-1390
El Arzobispo de
Turín aceptó estos resultados y afirmó que el Santo Sudario era una reliquia de
inestimable valor, pero no que era la Sábana de Cristo.
Pero lo extraño es
que el Santo Sudario refleja detalles anatómicos del cuerpo humano que los
maestros medievales no conocían. Y, finalmente, no existen restos de pintura o
trazos de pincel asociados a la imagen de la Sábana Santa de Turín. Sólo en un
lugar del borde está ligeramente manchada de pintura, tal vez cuando Durero
hizo una copia en 1516.
Luego de la
datación por radiocarbono, surgieron las siguientes dudas:
El primer hecho
que habla claramente a favor del antiguo origen de el Santo Sudario en el Medio
Oriente es la tela en sí: es de lino, tejida en un patrón en zigzag de 3 por 1.
Estas telas se fabricaban en el Medio Oriente, en particular en Siria, durante
los siglos II-I antes de Cristo y se hicieron hasta finales del siglo I. Aceptando
los cálculos de radiocarbono sobre la edad de la Santo Sudario y su origen
europeo cristiano tardío, es inexplicable dónde y cómo apareció en los siglos
XIII-XIV un tejido elaborado con un método perdido hacía más de mil años.
La antigüedad de
la Santo Sudario se evidencia, además, en las huellas de las monedas que
cubrían los ojos del Difunto, según se encontró. Se trata de monedas muy raras,
acuñadas alrededor del año 30 d.C., en la que la inscripción “Emperador
Tiberio” (“Tiberious Kaicaroc”) está mal escrita: dice Caicaroc. Los
numismáticos no conocían las monedas con este error hasta la publicación de
fotografías del Santo Sudario de Turín. Sólo después de esto se descubrieron
cinco monedas similares en diferentes colecciones. Es imposible imaginar que
los falsificadores de la Edad Media hubieran pensado en utilizar monedas
extrañas del siglo I.
La antigüedad del
Santo Sudario se evidencia, asimismo, en la precisión detallada de cómo
quedaría un cuerpo luego de una crucifixión romana y el ritual funerario judío.
Por supuesto, en la Edad Media no tenían conocimiento de los detalles de cómo
los romanos llevaban a cabo una crucifixión. Por ejemplo, dónde iban los clavos
de las manos: en la Edad Media se lo representaba con un clavo en medio de las
palmas. Pero en la Sábana se observa muy bien que el clavo estaba entre los
huesos cúbito y radio.
Es decir que la
datación del carbono abrió más dudas al respecto de esta pieza de tela.
Aparentemente, al
tomarse trozos de tela para la muestra del carbono, se hizo en los bordes de la
misma, y estos estaban altamente contaminados o fueron agregados con el paso de
los siglos. Por ejemplo, en 1508, el Santo Sudario fue llevado en una
peregrinación y luego se lo lavó para quitar el polvo del camino. Fue expuesto
a incendios en los años 1201, 1349, 1532 y 1934. Las huellas de estos
siniestros son visibles, incluidas unas gotas de plata fundida que cayeron
sobre la reliquia al derretirse el relicario que la contenía. Cómo ya se
señaló, ante cada incendio se lavaba la tela con agua caliente, algo que
también repercutió sobre ella.
Según el Evangelio
de Juan, al salir Jesús del Sepulcro luego de resucitar Pero el misterio
continúa. Dado que no hay trazos de pincel y pigmentos sobre la tela, ¿cómo se
formó esa marca de un cuerpo en ella? Esta simple pregunta logró, por ejemplo,
que el profesor ateo y librepensador de anatomía comparada Ives Delage o el
profesor ateo de cirugía P. Barbier creyeran en Cristo y se convirtieran en
apologistas y predicadores del Santo Sudario. Así, tanto los estudios médicos
forenses como los isotópicos de la Sábana Santa de Turín conducen al
reconocimiento del hecho de la Resurrección de Cristo. ¿Todos aceptan esto?
Obviamente no.
La inmensa mayoría
de los sindólogos aceptan la evidencia forense y criminológica que denota el
lienzo en cuestión, pero para explicar cómo fueron estampadas las imágenes en
él son necesarias otras explicaciones racionalistas y dejar de lado todo lo
sobrenatural.
Algunos sostienen
que, en realidad, Jesús no estaba muerto sino en estado comatoso, y con el frío
del sepulcro, sus heridas pudieron ir sanando y así es como quedaron
impregnadas en la tela. Teoría interesante, si no fuera porque también recibió
un lanzazo y en dos días, ninguna herida como las que sufrió Jesús pueden
cerrar y curarse; por más frío que haga en la tumba.
Como fuera, la
pieza del Sudario sigue ahí. Y también en Argentina existe una copia de él,
pero ni fue pintada, ni es una fotografía ni cosa que se le parezca. Es el
“Sudario de Santiago del Estero” una reliquia que se encuentra en la capital de
esa provincia argentina. Se cree que esta tela podría ser una de las envolturas
que se usaron para envolver al verdadero Sudario y, de modo extraño, la misma
imagen impresa en la Síndone se imprimió en ella. Sin embargo, es importante
destacar que la autenticidad de esta reliquia es altamente controvertida.
Las medidas de
esta “réplica” son prácticamente las mismas que las del Santo Sudario que se
encuentra en Turín. El presunto “original” mide 4,32 metros de largo por 1.10
de ancho; mientras que la de Santiago del Estero mide 4,40 m por 0,98 m. Y es
interesante conocer cómo llegó a la Argentina. Alrededor del año 1578, el Papa
Gregorio XIII donó una de las copias al rey de España. En 1585 (año de la
muerte de Gregorio XIII y la asunción de Sixto V) Felipe II decide enviarla a
las colonias de Sudamérica, más precisamente a Santiago del Estero, por ser
ésta la más antigua de las ciudades fundadas en la región. Al llegar, el lienzo
estuvo por mucho tiempo en la Iglesia de la Compañía de Jesús, hasta la
expulsión de la Orden de los Jesuitas en el año 1767. En ese momento pasó a la
Junta de Temporalidades, quien la puso en custodia con la Familia Díaz Gallo
hasta que ésta la entregó a la Orden de los Dominicos hacia 1794. Actualmente
el lienzo está resguardado en el Convento de Santo Domingo y se encuentra en
exposición en una capilla lateral del Templo de la Orden de la capital
santiagueña.
La Síndone sigue
suscitando dudas y controversias. Todavía queda mucho camino para recorrer en
busca de la verdad sobre este lienzo. Algo que, quizá, nunca encontremos.