criticó el MeToo y se encendió el detector de
varones no deconstruidos
Claudia Peiró
Infobae, 30 Sep,
2023
De galán en su
juventud a actor consagrado en la madurez; así podría resumirse la trayectoria
del español José Coronado (66). Actualmente es uno de los actores de moda en la
Madre Patria -y gracias al streaming, conocido también entre nosotros-,
protagonista de series muy exitosas como “Entrevías” y “Vivir sin permiso”, y
de películas como “El hombre de las mil caras” (2016) o, unos años antes, la
imperdible “El Lobo” (2004), donde hace dupla con Eduardo Noriega, en una trama
sobre la ETA.
La semana pasada,
se habló mucho de él, pero no por el cine, sino porque hizo unas declaraciones
que, aunque desataron la furia del feminismo extremo, son representativas del
sentir de muchísimos varones -y mujeres- que están hasta la coronilla de la
perspectiva de género.
Resulta que, como
se estaba estrenando una película suya, Coronado dio varias entrevistas a
medios españoles. En una le preguntaron: “¿Cómo ha vivido la revolución del
Metoo?”
Respuesta: “Me
parece terrible todo eso. Me niego a ser un borrego y asentir sin más a lo que
dice el gran ministro o la gran ministra de turno. Yo me sigo basando en mis
principios, en mi educación, en cómo he crecido y soy consciente de que no le
he hecho daño a nadie. Y me niego, por ejemplo, a no ayudar a una chica a subir
el bolso a un avión. Si soy más alto y más fuerte, lo voy a hacer. ¿Y por qué
no voy a decirle a una mujer lo guapa que está? Todo depende del contexto y de
tu mentalidad. Y si lo haces con educación, eso le da alegría a la vida. Si no,
nos vamos a convertir en unos putos robots”.
Verdades a puño.
Pero, claro, de inmediato se activó el detector de varones no deconstruidos y
una jauría de feministas andrófobas, hombres vergonzantes y gente amarga en
general se lanzó contra el señor que tuvo el atrevimiento de rechazar las
etiquetas de micro-machista, machista o violador en potencia con que el
“terrible” MeToo estigmatiza al género masculino.
El primero en
reaccionar fue el propio periodista que se creyó en la obligación de corregir
al desviado: “Pero el MeToo ha dejado claro que las cosas tenían que cambiar”,
le dijo. “Sin duda, pero no nos pasemos de frenada -le contestó Coronado-, no
perdamos ni la alegría, ni el humor, por Dios, que es lo que nos caracteriza a
los españoles. Basta ya de cogérsela con papel de fumar para todo”. Expresión
que significa: “Ser demasiado puntilloso con el cumplimiento de las normas” o “fácil
de escandalizar”. Ambas definiciones valen para describir el clima que han
instalado las denunciantes, los identitarios y los woke.
Atacado en los
titulares -”polémicas declaraciones”; “contradictorias declaraciones” o
directamente “declaraciones machistas”- José Coronado no se desdijo -y ojalá
siga resistiendo- y hasta se atrevió a insistir en otra entrevista: “Quiero
decirle a una mujer que está guapa o cederle el paso sin que nadie me llame
agresor ni machista”.
Más frases que
dejó el actor: “Mi rebeldía es también actuar conforme a como pienso, a pesar
de todos los cambios que estamos sufriendo en la sociedad, me rebelo siendo yo
mismo, no cayendo en el borreguismo de la gente, hoy tan habitual.”
“Ah, lo
políticamente correcto”, le dijo este periodista, más ubicado que el anterior.
Respuesta de
Coronado: “Sí. Está en todo ya, en todo. Estamos entrando en un mundo de
borreguismo ante el que yo me rebelo. Y lo hago porque creo que tengo armas
para ello, porque, sobre todo, lo que tengo es educación y respeto por el
prójimo. Y con educación y respeto yo aún creo que todos podemos llegar a
cualquier lado”.
O sea: no tengo
por qué deconstruirme, no necesito reeducación, porque he sido bien educado.
Como lo ha sido la inmensa mayoría de los varones, contra lo que sostiene el
femi-fanatismo. Basta de acusar al género masculino, de condenarlo a priori,
sin juicio, de amedrentar a los varones, de cancelarlos y amordazarlos.
Coronado trató de
ovejas a todos los demás. Y razón no le falta. De hecho, muchos, y muchas, se
pusieron el sayo y salieron en rebaño a cruzarlo. Un colega, un tal Guillermo
Toledo, directamente lo insultó en redes. Sin mucha originalidad lo trató de
“facho” (facha, como dicen en España).
Pero cuando Coronado
dice que tuvo una buena educación “gracias a los principios instalados” por su
familia y por su entorno, está desafiando el relato del feminismo de tercera
ola que inventa un machismo estructural, generalizado, precisamente cuando éste
ha dejado de existir.
“Quiero poder
dejar pasar a una mujer delante de mí, cederle el paso sin que nadie me llame
agresor, ¡o que digan de mí lo que quieran!, machista... pero, perdóname, yo
creo que no es eso”, dijo el actor, y su alegato puede bien ser el de la inmensa
mayoría de los hombres. Describió muy bien el clima que se vive por culpa de
este feminismo desaforado: “Esto me da miedo y me da mucha pena. Lo hablo con
mis hijos, sobre todo con mi hija, que tiene 20 años. Y ahora van con miedo a
todo”.
Un diario aseguró
que el actor recibió “numerosas críticas por su posicionamiento sobre el
machismo” y que “sus palabras sobre la violencia hacia la mujer” habían
generado “un gran revuelo”. Es el típico recurso del que no tiene argumento:
responder a lo que no se dijo, ya que las palabras del actor nada tienen que
ver con la violencia hacia la mujer, como perversamente quieren insinuar. Por
caso, una escribió: “Una de las 48 mujeres asesinadas este año fue acuchillada
frente a su hija de 3 años (...) Pero por favor, José Coronado, siéntate aquí y
sigue contándome lo difícil que es todo para tí ahora”.
Cada vez que
alguien critica a las feministas, ellas sacan a relucir un femicidio; en este
caso, haciendo una perversa asociación entre la seducción y la violencia de género.
Para el feminismo andrófobo, el galanteo es sí o sí el primer paso hacia el
homicidio conyugal…
“La controversia
está servida en un asunto tan delicado como la violencia hacia las mujeres”,
escribió otro diario. Claramente, ese asunto “tan delicado” no era el motivo de
la controversia, pero muchos medios están colonizados por la ideología de
género. La gente, en cambio, reaccionó de otra manera: muchos respaldaron a
Coronado por su valentía, ya que nada requiere más coraje hoy que contradecir
al MeToo. Otros lo elogiaron por no “sucumbir al feminismo radical”. “Decir la
verdad se ha vuelto revolucionario”, escribió uno.
“No ha entendido
nada” fue otro título que le dedicaron, en un artículo que sostenía que el
#SeAcabó se ha convertido en el nuevo #MeToo español tras el beso no consentido
de Luis Rubiales a Jenni Hermoso. ¿Es que acaso no vieron el video de la
jugadora matándose de risa del piquito con Rubiales? Colgándose del brazo de él
como novia que va al altar, y sumándose al coro “¡beso! ¡beso!” del resto del
equipo para alentar a Rubiales a repetir el gesto ¡y es él el que se niega!!!
Sin embargo, presionada por las funcionarias feministas, Hermoso fue a
denunciar a su “agresor sexual”... Tiene razón Coronado: el #MeToo es terrible
y el #SeAcabó lo es más todavía. Terrible e hipócrita.
Lo de Coronado,
dicen, es la “reacción patriarcal” al #SeAcabó… Pacientes, le vuelven a
explicar al rebelde que “un piropo no deseado puede incomodar a una mujer y eso
sí es machista”. Uau. Y hay más: “Sostener una puerta a una mujer por el hecho
de serlo, y no a un hombre, es machista”. Sin comentarios.
Como no bastó con
las críticas de los medios, apareció Ángela Rodríguez, “Pam”: la número dos de
Irene Montero, funcionaria que llegó a decir que no hace falta un registro de
violadores porque “todos los varones lo son”. En esta ocasión, su comentario
también fue ofensivo: “No tengo pruebas pero tampoco dudas de que cada vez que
un hombre se queja de que ya no podrá piropear a una mujer por nuestra
exagerada reacción lo que hacía no era precisamente piropear. Queridos Joses,
llamar guapo a alguien no es un problema. ¿Seguro que fue eso?”
Otro comentario de
Coronado fue su referencia a los “daños colaterales” de toda esta movida. “¿Qué
daños colaterales?”, le preguntaron. “Para mí, el sentido del humor. O la
cortesía y la seducción sana, que también están bajo sospecha. Ahora tenemos
que andarnos con cuidado con todas estas cosas”, respondió.
¿En qué momento el
feminismo se convirtió en esta inquisición hacia el varón? ¿En este ataque
contra la masculinidad en toda la regla? La heterosexualidad es el nuevo
blanco; se entiende, hay que buscar otro enemigo porque el patriarcado no
existe, se cayó hace rato y no fue por una guerra de mujeres contra varones
sino por la evolución de las sociedades y gracias a acciones mixtas,
iniciativas de hombres y mujeres, no concesiones arrancadas por “ellas” a los
varones explotadores, según el relato en boga.
La atracción entre
sexos opuestos, al banquillo de los acusados. No es una realidad dictada por la
biología, dicen, sino una imposición arbitraria. El sustento y la síntesis del
patriarcado. La pareja varón-mujer no es el resultado natural de uno de los más
sublimes sentimientos humanos -el amor- y del instinto de reproducción, sino
una norma impuesta, un sistema de esclavitud para la mujer, una herramienta de
dominación del hombre.
El historiador y
sociólogo francés Emmanuel Todd publicó en 2022 un ensayo -”Où en sont-elles?”
(¿En qúe andan ellas?)- en el que hace un repaso de todos los estudios
antropológicos sobre las sociedades humanas desde el comienzo de los tiempos y
de ellos surge claramente que “la monogamia, la pareja heterosexual, el eje
varón-mujer, es la estructura dominante estadísticamente en la especie Homo
sapiens desde su aparición hace 200 ó 300 mil años”. “La familia nuclear es
casi tan vieja como la Humanidad”, concluye.
Pero para el
feminismo radicalizado, el matrimonio heterosexual es un invento del monoteísmo
y del capitalismo. No importa que la antropología y la etnografía hayan echado
por tierra hace tiempo ese planteo. La heterosexualidad no es una construcción,
ni mucho menos una conspiración de los varones contra la mujer; tampoco una
imposición de la Iglesia que, como sabemos, en el relato mainstream del
feminismo de tercera ola, tiene la culpa de todo.
El discurso
anti-hétero, que en un tiempo era tímido, solapado, incluso negado, hoy es
vociferado por el lesbo feminismo y el transgenerismo, corrientes que han
copado el discurso en base a un falso relato. En agosto de 2020, se publicó en
Francia un libro cuyo título es Moi les hommes, je les déteste (Yo a los
hombres los detesto), un ensayo que los medios calificaron como “inofensivo”.
Si es contra los varones no es discurso de odio. Si un hombre mata a una mujer
es porque odia a todo el género femenino. A la inversa, no.
Otras perlas que
han dejado las referentes de esta corriente extrema son, por ejemplo: “No tener
marido me [preserva] de ser violada, golpeada, asesinada” (Alice Coffin,
referente LGBT en Francia); “la heterosexualidad no es la manera natural de
vivir la sexualidad, sino una herramienta política y social de subordinación de
las mujeres a los hombres” (Beatriz Gimeno, ex directora del Instituto de la
Mujer de España); “la pareja heterosexual es un factor de riesgo para la vida
de las mujeres” (referente argentina del NiUnaMenos); “¿cómo puede alguien
seguir siendo heterosexual?” (Maia Mazaurette, periodista francesa); “es
escandaloso que el 75% de las mujeres prefieran la penetración a la
autoestimulación” (la ya citada Ángela Rodríguez Pam, secretaria de Estado de
Igualdad de España).
Jeremy Stubbs,
director editorial adjunto de la revista francesa Causeur, hizo una reseña
crítica de esta visión neofeminista de la heterosexualidad: “Según los
ideólogos, el patriarcado no es simplemente una forma de organización
socioeconómica, ya sea feudal o capitalista. Se basa en la sexualidad. Los
hombres retienen a las mujeres por su sexo, persuadiéndolas de que se sienten
atraídas por los hombres a cuyos intereses, tanto sexuales como económicos,
deben servirlos”.
Recordemos la
tesis delirante de la antropóloga Priscille Touraille: el varón primitivo privó
a la mujer de alimento, de carne en particular, y eso explica la menor talla y
fuerza del sexo femenino… Aunque usted no lo crea.
O sea, abolir el
patriarcado es abolir la heterosexualidad. Por eso reaccionan con tanta
violencia cuando detectan un varón. Por eso es más escandaloso el beso de
Rubiales que la reincidencia de un violador. Por eso se persigue a los varones,
se los deconstruye, se penaliza la mirada y el deseo masculinos, se criminaliza
hasta el piropo. Como dice Coronado: la seducción está en problemas.
Los varones les
hacen creer a las mujeres que ellos las atraen. ¡Es una trampa! Quieren
esclavizarlas, explotarlas. Acá lo dice la (extrema) izquierda: machismo y
capitalismo son más o menos lo mismo. Eso sí, de momento sólo luchan contra el
primero; es fácil y sin riesgo.
Hoy este discurso
anti-hétero invade los claustros de todas nuestras universidades. Contamina la
ESI, la Ley Micaela y las “capacitaciones de género”.
El concepto de
heteronormatividad, que tantas cabezas huecas repiten sin pensar, apunta a
instalar esa teoría. Lo hétero determina las normas, que son opresivas obviamente.
Las redes se han
llenado de videos de chicas explicando cómo se liberaron de esta
heterosexualidad compulsiva, de esa obligación de sentirse atraídas por el sexo
opuesto… Videos que incitan a los jóvenes a reflexionar e interrogarse sobre su
sexualidad antes de que se la “imponga” la sociedad. Tutoriales para saber si
se es hétero u homo.
“La estrategia
para negar el carácter ‘natural’ de la heterosexualidad consiste en ver en ella
el resultado de la propaganda patriarcal”, dice Stubbs.
Si el lesbianismo
es la liberación, la mujer heterosexual es la contrarrevolucionaria, la
traidora a la causa. Duerme con el enemigo. Ni hablar de la que está feliz en
su rol de madre. Está sirviendo al patriarcado. No es por capricho que apelan a
la terminología “persona gestante”, “persona menstruante”, etc. Es la forma de
negar los roles femeninos.
Lo más grave es
que esta negación del binarismo sexual, este relato sobre la dominación
masculina están siendo inculcados a través de la ESI y desde preescolar. Se les
dice a chicos de 4, 5, 6 años que ser nena o varón es lo mismo, que él o ella
pueden ser lo contrario de lo que dice su naturaleza…
Es insólito, pero
quienes denuncian la heterosexualidad por obligatoria quieren imponer a la
fuerza el no binarismo. Por eso atacan a todo el que rechace el nuevo dogma.
Por eso se
lanzaron sobre José Coronado. Por animarse a ir contra la corriente.
En Twitter, ahora
Equis, alguien escribió que solo las mujeres podemos poner fin a este
despropósito. Y sí, como escribí hace un tiempo, llegó la hora de que las
mujeres defendamos la causa masculina. Y a los varones no deconstruidos.