entre el fentanilo y el aumento de la
violencia en Argentina
Daniel Adler
Infobae, 20 Mar,
2024
Nos encontramos en
un país agobiado por niveles de violencia inimaginables un tiempo atrás, donde
los mensajes mafiosos ya son moneda corriente y hay ciertas zonas que se
encuentran completamente dominadas por los narcoterroristas. Rosario es sólo la
punta del iceberg: estamos ante la presencia de pequeños narcoestados en
nuestro territorio nacional, que llegan incluso al segundo y al tercer cordón
del Conurbano bonaerense.
La explicación
sobre el camino que ha conducido a este presente marcado por la violencia en
Argentina es multicausal: muchos años de inacción, corrupción, falta de
actualización de las fuerzas de seguridad, políticas poco claras en el combate
al terrorismo, fronteras porosas que permiten sin problema alguno el ingreso de
los narcos y, por supuesto, el consumo de drogas.
Es necesario
detenerse en este último punto porque existe un vínculo estrecho entre el
aumento de la violencia en el país y el consumo y tráfico de drogas,
particularmente el fentanilo, que ya se expandió a niveles preocupantes por
toda la región y representa mucho más que una amenaza para la Argentina: es la
llave al infierno para nuestros jóvenes.
Se trata de un
potente analgésico opioide sintético creado en Bélgica en 1959 y aprobado para
su uso médico en los Estados Unidos en 1968 para tratar el dolor intenso,
principalmente después de una cirugía y en las etapas avanzadas del cáncer. Se
calcula que es 100 veces más adictiva que la morfina, 50 veces más potente que
la heroína y 40 veces más fuerte que la cocaína.
Al igual que
ocurre con otras drogas de venta con receta, su uso indebido ha sido motivo de
preocupación durante mucho tiempo. Sin embargo, en los últimos años se ha
observado un enorme crecimiento de su producción ilícita en laboratorios
clandestinos: una dosis de sólo 2 mg. puede ser letal, y se calcula que el 70%
de las muertes a nivel mundial por sobredosis está relacionado con el consumo
de fentanilo.
Esta droga activa
un tipo específico de receptores nerviosos en el cerebro, lo que produce una
alteración en la percepción del dolor y de las emociones. De esta manera, se
genera de manera inmediata un flujo importante de dopamina, que a su vez
ocasiona altos niveles de dependencia y síndrome de abstinencia.
Su consumo
problemático es muy grave porque desarrolla degradación física y la pérdida de
lazos sociales y ámbitos familiares. Es conocida como la “droga zombie” porque
genera disquinesia, una condición que se caracteriza por los movimientos
musculares involuntarios y alucinaciones visuales y auditivas.
El principal
productor de fentanilo en el mundo es China, que exporta la sustancia a México,
que se encarga de que llegue a toda Sudamérica. Los cárteles de Jalisco Nueva
Generación y de Sinaloa son los traficantes más importantes de esta droga a
nivel mundial.
Los cárteles de la
droga comenzaron a incursionar en el negocio del fentanilo combinado con otras
sustancias por su bajo costo y su alto nivel de adicción. Sin ir más lejos, en
los Estados Unidos un sólo kilo de fentanilo puede generar ganancias de hasta
USD 32 millones.
Si bien la
principal ruta de la droga desde México es hacia el norte, el tráfico de esta
sustancia crece de manera exponencial en Europa y, en menor medida, en
Sudamérica. Sin embargo, las estadísticas sobre el consumo y los estragos que
está haciendo en la región son limitadas y poco claras, por lo que a las
autoridades se les dificulta el diseño de estrategias y políticas claras para
combatir este problema.
El fentanilo ya
está fuertemente arraigado en el país y es habitual que se lo utilice para
“cortar” otras drogas, aumentando su gramaje y potenciando sus efectos y su
dependencia. Algunas de las sustancias que se suelen mezclar con fentanilo, a
pesar de que los consumidores por lo general lo desconocen, son: cristal,
cocaína, efedrina, pasta base, heroína y marihuana.
Esta droga también
se consume bajo una nueva versión, denominada carfentanilo, que es hasta 100
veces más potente que el fentanilo “original”. El primer antecedente grave por
consumo de esta sustancia en la Argentina, que la hizo “famosa” a nivel
nacional, tuvo lugar en febrero de 2022, cuando murieron 24 personas y decenas
resultaron intoxicadas a raíz de la ingesta de cocaína adulterada con esta
droga, que fue comercializada en localidades del norte bonaerense.
No es casualidad
el aumento en el consumo del fentanilo y sus derivados con el aumento de la
violencia que acecha a Rosario y a toda la Argentina. Por supuesto, el consumo
expone que los narcoterroristas están cada vez más asentados en el país, pero
por otro lado estos opioides les produce niveles muy altos de agresividad a los
delincuentes.
De esta manera,
ellos gozan de una ventana sobre la ciudadanía: no sólo cuentan con el factor
sorpresa y táctico por estar empuñando un arma, sino que también tienen un
nivel extremadamente alto de salvajismo y violencia producido por esta droga.
En síntesis, es un gran potenciador del accionar criminal.
Al igual que en la
psicología, en la criminalística aceptar el problema ya es una gran parte de la
solución, por eso celebro que desde el Ministerio de Seguridad se esté abordando
el problema.
En ese sentido, se
deben seguir estrategias multidisciplinarias firmes para frenar la porosidad de
nuestras fronteras, encontrar los búnkeres que ya están asentados en nuestro
territorio, reconstruir el tejido social para que los jóvenes elijan el camino
del trabajo y el crecimiento personal, y concientizar sobre los peligros del
fentanilo.
El narcotráfico
corrompe todo lo que toca, por eso hay que tomar acciones y medidas constantes
pero finas y estratégicas, siendo respetuosos y realistas con la situación que
debemos enfrentar. No podemos dejar pasar más tiempo. Es posible ganar esta
lucha.