“El peronismo vació el concepto de justicia
social”
Carlos Pagni
La Nación, 27 de
abril de 2024
Las categorías con
las que hasta hace poco se analizaba la política quedaron viejas. Al tratar de
explicar la irrupción de Javier Milei en la escena nacional y su llegada a la
presidencia, el politólogo Rodrigo Zarazaga confiesa que se siente describiendo
la realidad a través de la física mecánica en un mundo que debe ser abordado
desde la teoría cuántica. Apoyado en la metáfora, señala que el enfoque
socioeconómico habitual solo podrá dar cuenta de una parte de la realidad
política actual.
“No solo los
politólogos estamos desconcertados. También lo está la clase política –dice
Zarazaga, sacerdote jesuita, doctor en Ciencia Política por la Universidad de
California y licenciado en Filosofía y Teología–. Te pongo un ejemplo. A los
150 alumnos de la maestría que damos en el CIAS les preguntamos cómo se sentían
frente a la realidad y, en una respuesta abierta, el 85% se reconoció
‘desorientado’. Creo que a todos nos pasa algo parecido”.
Rector e
investigador principal del CIAS (Centro de Investigación y Acción Social), y
creador de la Escuela de Liderazgo Político de ese instituto universitario,
Zarazaga sostiene que el cambio de paradigma no es solo un fenómeno local. Se
verifica a lo largo del globo. Una de las características de este cambio, en su
mirada, es el retroceso de lo colectivo en función de los deseos y las
reivindicaciones individuales.
“Hay en el mundo
un fenómeno de fragmentación y polarización, dos factores relacionados,
vinculados a la vez con el auge de las redes sociales –dice–. Hay algo en las
redes que es matemático. En una red social vos sos una terminal, y es lógico
que en promedio tengas menos likes que los otros. Cuando te comparás, siempre
estás en desventaja. Ahí hay una insatisfacción que busca una reivindicación
que es muy individual. Todos quieren el mismo desayuno que tomaste vos en
Francia y subiste a Instagram. O las zapatillas nuevas que posteaste. Las
distintas democracias no pueden dar respuesta a esa gran demanda, que responde
a una exaltación desmedida del individuo”.
En contacto
directo con el terreno y con los sectores más desprotegidos de la población,
Zarazaga afirma que Milei expresa el quiebre del orden político derivado de la
crisis de 2001, basado en la intervención del Estado como agente de contención
social, y cuyo agotamiento derivó en una suerte de vaciamiento del concepto de
justicia social.
“En 2001 se
termina de expresar el agotamiento de un modelo –sostiene–. El proceso empieza
décadas antes, pero con las reformas de los años 90 y la crisis de 2001 se
termina de romper lo que era una economía con sustitución de importaciones e
ideal de pleno empleo, que acaba con índices de 25% de desempleo y más del 50%
de pobreza e informalidad. De aquel 2001 surgió un determinado orden. Vino una
recuperación con Duhalde y el kirchnerismo, que aprovecha el boom de las
commodities y establece la contención social que no existió en los 90. Hay un
orden pos 2001 en el que se da una contención social por medio del gasto en
bienestar y en ayudas directas personales. Y si los sindicatos mediaban por el
trabajador formal, los movimientos sociales lo hicieron por quienes están en la
informalidad. Ese orden, que no se altera con Macri, me parece que se quiebra
con Milei”.
–¿Cuáles serían
las razones?
–Veo dos fenómenos
que conviven. Por un lado, el instaurador de ese orden, el kirchnerismo, sufre
en los últimos años un proceso de vaciamiento de los conceptos fundamentales de
ese orden basado en la idea de un Estado presente. Sin embargo, la gente que
vive en la pobreza no lo percibe presente. Hay un vaciamiento del concepto de
la justicia social. Hoy la esperanza de muchos pasa por que el hijo dure en el
hogar y no lo atrape la esquina antes de los quince años. Mucha más esperanza
que eso no hay. Entonces, ¿de qué justicia social hablamos? ¿Qué oportunidades
tiene mi hijo? También se desdibuja la idea de la educación pública. La escuela
aparece ante los pobres como un lugar vacío. Un lugar donde los hijos van poco,
donde los docentes faltan, donde no se enseña. Entonces, conceptos
fundamentales de quienes instauraron el orden pos 2001, como el Estado
presente, la justicia social o la educación pública, aparecen más vacíos. El
movimiento popular donde estaba el apoyo de los pobres pierde representación,
sobre todo entre los jóvenes. Y ahí viene esto otro, que es un fenómeno que
excede a la Argentina, donde hay un reclamo por la realización de derechos individuales
a los que los sistemas no pueden responder.
"Creo que lo
que hubo no va a volver. Y creo que Cristina Kirchner también entiende eso. Que
hay una clase dirigente que no puede deslindar responsabilidad"
–¿De dónde viene
la frustración política del presente? Si uno pudiera cuantificarla, ¿viene más
de los pobres-pobres o de gente que se siente desalojada del lugar que creía
ocupar?
–Para mí, de la
clase media-baja, de la clase media que cayó, que no pudo mantener el boom de
consumo que vino y se fue con el kirchnerismo. Esa es la franja que pivotea
electoralmente. Entonces, vos tenés un votante de esa clase media, media caída,
como quieras llamarlo, que en 2011 votó a Cristina y en 2015 votó a Macri. Sin
ese voto, María Eugenia Vidal no hubiera podido ganar en la provincia de Buenos
Aires. Y ahí aparece algo impensable. Aparecen los primeros signos de lo que
vemos hoy. En 2015 hubo una penetración de Cambiemos en el Conurbano, que
después no logra sostener por las fallas de la gestión económica.
–¿Cómo afecta esto
al peronismo? ¿Absorberá la derrota de 2023? ¿Va a haber una renovación?
–Yo creo que lo
que hubo no va a volver. Y creo que Cristina Kirchner también entiende eso. Que
hay una clase dirigente que no puede deslindar responsabilidad. Algunos
peronistas dicen: “Bueno, cuando fracase la antipolítica van a volver a
buscarnos a nosotros”. Yo creo que no. La sociedad ya no vuelve para atrás
porque es una sociedad que cambió. Tampoco declararía muerto al peronismo. Es
capaz de reciclarse. Pero si no se recicla, si no pasa por un proceso como el
de la renovación peronista, le puede pasar lo que le pasó al PRI, que hoy
representa al 18% del electorado mexicano, y para derrotar a López Obrador tiene
que asociarse con el PRD y el PAN, que es su enemigo histórico.
–¿Cómo afecta este
proceso político a Juntos por el Cambio? Porque Milei tiene la capacidad de
derrotar a los dos.
–Sí, por eso digo
que estamos en un orden pos 2001. Por azar o habilidad, Milei captó mejor a la
sociedad y se quedó con parte del electorado de ambos, especialmente esa clase
media que pivotea, y que a Milei le puede pivotear también... Pero si hoy el
kirchnerismo sufre un proceso en el cual se va autoagotando, a Cambiemos lo
absorbe Milei.
–Absorbe una
parte, porque los radicales parecen no estar totalmente absorbidos. Carrió
parece no estar absorbida. ¿Expresaba Juntos por el Cambio algo distinto de la
oposición al kirchnerismo? Porque puede pasar que se le quita el kirchnerismo y
se dispersa.
–Creo que
expresaba algo más, pero no supieron ofrecer una propuesta coherente de ese
“algo más”. Si lo hubieran logrado, no se hubiese abierto el lugar para Milei.
Creo que expresaban algo más que antikirchnerismo. Decir lo contrario no sería
justo con el recorrido de Macri, que fue bastante más exitoso que lo que el
peronismo quiere aceptar. De ese “algo más” se adueña Milei desde el discurso
de la antipolítica. Esto de “la casta”.
–¿El de Milei es
un diagnóstico veraz? ¿Hay en la Argentina una casta?
–La hay en todos
los países del mundo.
–No hablo de una
elite, sino de una casta. Es decir, un grupo con intereses propios desconectado
de la representación, que termina representándose a sí mismo y a sus propios
intereses.
–Milei da con algo
que está presente y por eso se convierte en exitoso. La sociedad ve lo que él
describe de la misma manera. Uno ve una cantidad de privilegios no solo de la
política, sino también del empresariado, del sindicalismo, de los movimientos
sociales. Y como la propuesta económica encuentra un límite y fracasa, esos
privilegios se hacen más patentes. Si los programas económicos hubieran sido
exitosos, la sociedad hubiera sido más indiferente a ellos.
"La
solidaridad y el individualismo existen en todos los grupos sociales. Eso sí,
en el mundo de la pobreza todo se hace más patente"
–¿Cuánto tiene que
ver la corrupción en la percepción de una casta?
–Si la política
pierde la referencia al otro, y me parece que la perdió, si el político deja de
preguntarse para quién hace política, necesariamente termina en un proceso de
corrupción. Porque si estás encerrado en vos mismo, lo que buscás es tu
enriquecimiento. Creo que la sociedad advirtió esto y por eso Milei tuvo éxito.
–Acá hay dos
novedades, sobre todo para un católico como vos. Una es el individualismo en el
mundo de los pobres. Esto que describen algunos sociólogos sobre un pobre que
se interpreta a sí mismo como una especie de emprendedor, que no quiere que el
Estado lo asista, que pierde la idea de solidaridad. La otra es que haya pobres
que no votan peronismo. ¿Como ves esto?
–Pienso que en la
Iglesia siempre hubo una idealización del mundo del pobre. Es decir, me parece
que la solidaridad y el individualismo existen en todos los grupos sociales.
Eso sí, en el mundo de la pobreza todo se hace más patente. La crueldad del que
roba a su propio vecino se hace más cruda, la solidaridad del que parte el
paquete de arroz para que coma su vecino también se hace más patente. Dicho esto,
lo que lo noto en la sociedad es que lo colectivo va perdiendo peso en nuestras
vidas. Los partidos pesan menos para la vida política, la Iglesia pesa menos en
la vida comunitaria, la organización comunitaria también se diluye. Creo que
los rasgos más individualistas se van haciendo cada vez más fuertes.
–¿Cuánto tiene que
ver eso con la crisis?
–Me parece que las
cosas se dan más bien al revés. Primero el fenómeno es la disolución de lo
colectivo, la disolución de las instituciones, y la política es una dimensión
más en la que se expresa eso. Todas las instituciones están en crisis. La
Iglesia, el matrimonio, los partidos, y la política también.
–¿Es con el
gobierno de Alberto Fernández que los pobres empiezan a ver como un mito la
idea del Estado presente, la idea de la asistencia del sector público?
–Viene de antes,
desde el triunfo de Macri de 2015. Gana Macri, gana Vidal en la provincia de
Buenos Aires y Grindetti gana Lanús, capital del peronismo, el distrito en el
que Perón había sacado más votos en la historia. Valenzuela gana en Tres de
Febrero, Ducoté en Pilar. Yo conocí un puntero con el escudo peronista tatuado
en la espalda que trabajaba para el intendente de Cambiemos. Es decir, ya había
algo ahí. Había una lealtad que había cambiado.
–Milei inaugura un
discurso muy novedoso, agresivo con lo que era el consenso del discurso público
en general, cuya formulación más audaz es “la justicia social es un delito”. Y
eso generó una reacción que a mí me llama la atención por lo tímida. ¿Cómo ve
este fenómeno alguien que mira a la sociedad desde el punto de vista de la
doctrina social de la Iglesia?
–Primero, decir
que la justicia social…
–La respuesta me
interesa desde dos dimensiones. Uno, desde el punto de vista del concepto y
otro, desde el punto de vista de las relaciones institucionales. Porque uno
mira, por ejemplo, el comportamiento del Papa y es nítido. No piensa igual,
pero tampoco se quiere pelear con Milei y trata de tener algún vínculo y de
amigarse.
–Una cosa es una
afirmación de campaña. Pero creo que esta no lo fue. Creo que las posiciones
son irreconciliables porque el problema, en el fondo, no es con Francisco o con
la Iglesia católica. Ahí el problema está en leer el mensaje del Evangelio. La
de Milei es una afirmación que va en contra del mensaje del Evangelio. Entonces
no hay manera, te estás metiendo con mis fundamentos. No puedo establecer un
vínculo a partir de eso.
–¿Y vos qué
densidad le ves a ese planteo?
–Como te digo,
creo que hay ahí algo más que un eslogan de campaña. Está lo que él expresa
como anarcocapitalista. Y es algo que resulta contradictorio con el mensaje del
Evangelio. Y me parece además que existe esa misma concepción en gran parte de
quienes lo votaron. Finalmente, el peronismo vació el concepto de justicia
social, y hoy hay una base de antagonismo frente a ese concepto que está en el
Evangelio.
– Con Milei
aparece el factor religioso como parte de la política, como justificación de
una posición política. En este caso, en relación al judaísmo. A un sacerdote
como vos, ¿qué le representa esa mezcla de dos órdenes que mucha gente mantiene
separados?
–No sé hasta dónde
se expresa en él ese mandato religioso que asume tener. Él se siente en una
misión, habla de “las fuerzas del cielo”. Pero esto no necesariamente tiene que
ser coherente con su propuesta política. Porque en el Antiguo Testamento tenés
a muchos profetas que hablan de la atención al pobre, a la viuda, al huérfano.
Por eso te diría que me desconcierta.
–Ahora voy al
mismo tema, pero con vos ¿Cómo es un sacerdote politólogo? ¿Hasta dónde es
cura? ¿Hasta dónde es politólogo?
– Creo que ese es
un problema más de los demás que mío. Me lo preguntan mucho mis empresarios
amigos, por ejemplo. Yo no lo veo como una antinomia. Yo no puedo entender la
política si no es en relación a los otros, si no es como servicio. Por más que
a vos te resulte ingenuo. Y no creo en la política que no se pregunta qué está
haciendo por los demás. Bueno, eso está completamente en línea con el mensaje
del Evangelio. Todo el Evangelio es Jesús que da la vida por los demás. Y que
dice que la vida tiene sentido cuando amás al prójimo. Llevar eso al análisis
político, a la formación de políticos, me parece que es completamente
sacerdotal. No le encuentro una contradicción o una competencia entre los
tiempos que le dedico a una cosa y a la otra. Sí, a veces uno tiene que decir
“no, esa misa no te la tomo” porque tengo que terminar este paper. Pero con el
paper creo que estoy haciendo una contribución también.
"Veo un
riesgo enorme en invalidar la contención social por el componente discrecional
que tienen las cooperativas"
–¿Qué papel cumple
la religión en la condición emocional de los pobres y qué rol tiene en la
pobreza lo emocional? Es algo que se mira muy poco.
–No entiendo la
pregunta.
–Por ejemplo,
cuando dicen que el pobre no trabaja en parte por la depresión que tiene
alguien en esa situación. ¿Hay una dimensión emocional de la situación del
pobre?
–Yo tengo amigos
íntimos ricos y amigos íntimos pobres. Y los ricos me dicen que los pobres no
trabajan, pero lo que veo es que los pobres trabajan mucho más que los ricos.
Mucho más. Y no sé por qué existe la idea de que el pobre no se deprime. De
hecho, ves en la pobreza trayectorias de vida que se quiebran. Madres que no
logran sostener una familia y la abandonan, que se van a la calle. Me parece
que no hay manera de que la pobreza extrema no haga mella en tu equilibrio
emocional. Uno de los lugares a los que voy es un basurero. Terminás
normalizando la basura. Terminás incorporando el olor. No hay manera que eso no
te haga mella.
–Planteaste que
después de 2001 hay como una especie de reposición del Estado. Se aprovecha la
bonanza de esa época para generar un sistema de distribución de beneficios y transferencia
de ingresos. Ahora, al mismo tiempo, aparecen entonces fenómenos de
delincuencia organizada, el narco, etc. Da la impresión de que esa reposición
del Estado no fue perfecta.
–Es un Estado de
bienestar minimalista. Y vuelve como Estado ilegal también. Aun así, tenías un
Estado de bienestar basado en la idea de que el acceso a los derechos sociales
te los daba tu inserción en un trabajo formal. Eso ya no vuelve. Lo que quedó
es una contención social para el que está fuera del mundo del empleo. Pero la
presencia estructural del Estado sigue en retirada.
–Ahora, a partir
de este gobierno, parecería que la forma en la que el Estado se ha aproximado a
los pobres está puesta en cuestión.
–Volvemos al
principio de la conversación. Lo que está en cuestión es cuál es o va a ser el
nuevo orden. Porque el macrismo básicamente respetó el modo de relación con la
pobreza instaurado por el kirchnerismo. Siguieron funcionando la misma
contención social y los mismos mediadores. Ese orden hoy está en cuestión.
–El Gobierno
sostiene que hay un sistema de atención a la pobreza viciado por la corrupción.
Tiene que ver con la intermediación de los movimientos sociales. Hay una
especie de énfasis puesto en disolver cooperativas para establecer una relación
directa entre el Estado y la gente. ¿Tiene esto algún viso de viabilidad?
¿Hasta dónde ese diagnóstico es cierto y había una política social viciada?
–Lo que describís
es el orden kirchnerista de protección social, que lleva al Estado a un nivel
de gasto inédito.
–No me interesa
tanto el tema del gasto, sino la metodología.
–Ahí voy. Ese gran
gasto social de doce puntos del PBI forma la contención social, evita el
estallido. Si querés, con los movimientos sociales. Bueno, en todo eso, la
mayoría de los programas son universales. La AUH, por ejemplo, es poco
cuestionable.
–¿Hay entonces una
especie de mito en pensar que en todo hay una mediación o que alguien se queda
un vuelto?
–Sí, hay un gran
mito. La AUH tiene cuatro millones y medio de beneficiarios, es universal. Vos
vas y te anotás en el Anses. Puede aparecer un puntero que te diga “yo te
acompaño”, pero es universal y está medio aceptada. De hecho, Milei ha
aumentado la AUH. También sería un mito decir que Milei está destrozando todos
los planes. Ahora, entre esos planes universales, casi al mismo tiempo que la
AUH, sale lo que fue el Argentina Trabaja. Y ahí sí, porque la oferta es menor
que la demanda, hay discrecionalidad. Alguien tiene que anotarte y aparecen los
movimientos sociales. Este es el programa que, en general, el que no conoce
este mundo llama “los planes”. Pero ese componente discrecional lleva a
invalidar toda contención social. E, incluso, como se producen desmanejos,
lleva a cuestionar toda mediación social. Toda mediación de los pobres. Y ahí
veo las dos cosas. Primero, veo un riesgo enorme en invalidar toda la
contención social por el componente discrecional que tienen estas cooperativas.
Y también en invalidar a todos los referentes comunitarios y buscar que
desaparezcan. Porque los dos componentes son fundamentales. No podés, en este
país y con este nivel de pobreza, no tener alguna contención social. Cargártela
toda por ese componente discrecional me parece una barbaridad. Y es más, me
parece que hace bien Milei en aumentar la AUH y la tarjeta Alimentar, pero no
te podés cargar a todos los referentes comunitarios. Lo que uno ve en el
territorio es que lo que hay de organización comunitaria es la frontera con el
narco. Por otro lado, hay una cosa muy curiosa. Las empresas pueden tener director
de relaciones institucionales, lobbistas, y la política puede tener operadores,
pero parece que a los pobres hay que eliminarles todo líder comunitario, todo
intermediario. Ese espacio que dejan libre estoy seguro que lo va a ocupar el
narcotráfico.
–La idea que está
detrás de esa pretensión es la de un Estado que puede llegar eficientemente a
todos como un ente racional. ¿Vos creés que eso es posible o resulta utópico?
–Es una fantasía.
Me parece que nos olvidamos de que son lugares marcados con un componente de
segregación. Ni el transporte público ni la seguridad llegan. Allí vos
necesitás a alguien que te permita hacer pie. Y no entiendo por qué se ve a
todo referente, a todo líder comunitario o líder de club o comedor, como
alguien negativo. Puede ser un vehículo para que el Estado haga pie. Me parece
muy abstracta la idea de un Estado imparcial, weberiano, que llega y se hace
presente en las 6000 villas que tenemos sin ese enchufe que es el referente.
Más allá de esto, estamos de acuerdo en que existen punteros, que existen los
Chocolate.
–Hay aparte un
problema, diría legal-administrativo, en torno a por qué derivás recursos del
Estado a través de fulano y no de mengano. ¿Por qué a este puntero sí le doy y
a este otro no? ¿Qué legitimidad legal tiene ese tipo para administrar recursos
públicos?
–Sí, es un
problema real. Sin embargo, cuando hice ese programa de reparto de alimentos
durante la pandemia [#SeamosUno] descubrí que en casi todos los barrios
populares y villas hay referentes comunitarios que no son punteros. Es un grupo
de señoras organizando un comedor, organizando un apoyo escolar. Ahí es donde
me parece que corrés el riesgo de, por tirar el agua sucia, perder algo valioso
y necesario.
"Lo que uno
ve en el territorio es que la organización comunitaria es la frontera con el
narcotráfico"
–¿Qué está pasando
hoy en el mundo de los pobres con el ajuste económico? Cuando hablo de ajuste
no me refiero a Milei solamente. Me refiero al ajuste del último año derivado
de la inflación.
–Hay un deterioro
con inflación. Volvió a ser tema. En la estrategia de supervivencia de los
pobres, la inflación volvió a ser el tema principal. Noté el incremento de
gente en los comedores que nosotros atendemos. Va en aumento. Ya en diciembre
nosotros teníamos un incremento muy grande de la lista de espera. Hay gente que
va por primera vez a un comedor. Gente que no quiere ir. Lo mismo me pasó en la
pandemia con las cajas. Te dabas cuenta en la mirada, el tipo que se acerca con
vergüenza y bronca. Hay hasta una actitud física. Primero, lo ves rondar. Un
día pasa por enfrente y al tercero ya llega con el tupper, pero sin mirarte a
los ojos.
–Hay un lugar
común, razonable, que dice que si se tira mucho de la piola va a haber un
estallido, que esto se puede desbordar. ¿Vos creés que eso es verosímil? ¿Qué
percepción tenés del nivel de tensión social?
–Noto un nivel de
tensión. La licuación de los planes es un proceso que viene de los últimos dos
gobiernos enteros. Pero la gente tiene estrategias mixtas de supervivencia. Uno
de los grandes mitos, como te decía, es que no trabajan. Cobran el plan, pero
trabajan. Con una AUH quizá te alcance para tres paquetes de pañales. Con lo
cual, la gente cobra la AUH, por ahí cobra el Potenciar, cartonea y va al
comedor.
–El cartoneo
también cayó con la recesión.
–Sí. Y las changas
también cayeron notablemente. Yo noto alguna preocupación. El otro día, en un
comedor al que damos asistencia, las mujeres que lo coordinan nos transmitían
su miedo de que las saqueen, porque son las únicas que tienen mercadería en el
barrio. De todos modos, yo por ahora noto paciencia. Incluso en el sector más
bajo. La AUH da un piso y con los aumentos sigue dando un piso. Noto paciencia.
Por otra parte, me parece que si pensamos en un estallido, hoy no tendría la
forma que tuvo el de 2001. Va a ser más fragmentado.
–¿Los políticos
registran esto?
–No. Algunos
referentes del peronismo me dicen “la cosa no va a estallar porque nosotros no
estamos en eso”. Y yo pienso “puede estallar sin vos”, porque va a estallar
cuando los hijos soldaditos de una señora que no come vayan a reventar el
chino. A mí me preocupa que en el anarcocapitalismo de Milei, el anarquismo sea
el sustantivo y el capitalismo, el adjetivo. Nuestra estructura social no da
para la anarquía.
–¿Cuánto más se
incrementa, en medio de la necesidad, el recurso de vender droga?
–No lo sé. Pero
volvemos a lo mismo. Hay ahí dos fantasías o dos prejuicios. Uno es el que dice
“Son vagos y cobran planes”. No, el orden no es ese. Primero los dejamos sin
trabajo en los 90 y después les dimos planes. Entonces, cobran planes porque
los dejamos sin trabajo y no se pensó nada en ese momento. Y el otro mito me
parece que es el de “cortás los planes y van a ir a trabajar”. Pero cuidado,
vos tenés más o menos ocho millones de personas ahí. ¿Cuánto puede absorber el
mercado laboral? El chico de 16 años al que le cortaste el Progresar no puede
comprarse zapatillas y deja el secundario. ¿Pensás que va a poner un
emprendimiento, que va a vender budines de banana con canela o que va a ir de
caño? Indudablemente, cuando vos sacás un mínimo de bienestar…
–Lo más probable
es que se marginalice más.
–Sí. No va a ir a
vender alfajores. A veces noto en los medios una exaltación del
emprendedurismo. Sí, te podrá aparecer en Fuerte Apache un Tévez, te podrá
aparecer un emprendimiento exitoso de alfajores en una panadería de Itatí con
el apoyo de 25 mil empresarios, pero eso es la excepción, no la regla. La idea
de que corto los planes y van a trabajar no es real. La otra vez una mujer
tenía una entrevista de trabajo para limpiar baños y me pidió zapatos para
poder ir. Mirá la distancia. No tiene los zapatos para poder ir a la entrevista
de trabajo para poder limpiar baños. El problema nace en los 90, cuando se genera
esa gran masa de desempleados. No se pensó en cómo reciclarla, en cómo darle
oportunidades. Eso cristalizó en un mundo de informalidad. Pero los pobres no
quieren eso. Quieren participar del bienestar de la formalidad.