Ignacio Fidanza
LPO, 23-8-24
El ex presidente
manda a sus senadores a votar un aumento de las jubilaciones que sus diputados
rechazaron y luego celebra cuando el actual presidente lo veta. No está claro
si es una presión o hace cualquier cosa. Los trolls del asesor del presidente
tratan al ex presidente de corrupto y después de que apoya el veto no saben si
tienen que seguir pegándole, felicitarlo o hacerse los boludos. Que les sale
bien.
La diputada
oficialista visita en la cárcel a Astiz y posa en el medio de genocidas como si
fueran los campeones de la Champions League, con la misma sonrisa que exhibe
para sacarse selfies con patitos en la cabeza. La oposición arma una comisión
para investigarla y en la primera reunión la diputada denuncia a sus compañeros
de bloque que la acompañaron en la excursión al terrorismo de Estado.
El asesor del
Presidente se juega la vida en la partida de los 100 mil millones de fondos
reservados, pero cuando los diputados se disponen a tratarlos, se va a esquiar.
El Presidente se juega el superávit en el aumento a los jubilados, pero cuando
los senadores se deciden a votarlo, nadie del gobierno los llama. El jefe de
Gabinete prefiere recibir a embajadores y el gobierno no tiene ministro del
Interior. Default político de un presidente que extiende el laissez faire a la
única materia que ni a Adam Smith se le ocurrió dejar suelta.
El peronismo un
día celebra el caos del gobierno de Milei y al siguiente festeja como los
libertarios ningunean a Macri. Pero sigue sin hacer autocrítica por su fracaso
económico, ni aceptar públicamente que el déficit y la inflación son malos. El
partido de poder de la Argentina sirve para aglutinar a la oposición, pero no
es alternativa de gobierno por falta de propuesta y equipo económico.
Se queman todos
los papeles en la Argentina Manaos, pero hay un denominador común: la
berretización generalizada que impide tener una conversación seria.
El peronismo un
día celebra el caos del gobierno de Milei y al siguiente festeja como los
libertarios ningunean a Macri. Pero sigue sin hacer autocrítica por su fracaso
económico, ni aceptar públicamente que el déficit y la inflación son malos.
El Gordo Dan, El
Trumpista, Snake y una larga sucesión de personajes de comic clase B, debaten
de igual a igual -y por momentos desde arriba- con ex presidentes, senadores y
gobernadores. Milei publica ilustraciones suyas hiperrealistas en las que
aparece como un león musculoso que gobierna la nueva Roma, pero los presidentes
de la región lo ningunean al extremo de ni siquiera recibirlo. Nunca pasó.
Extraño Imperio
que no manda sobre nadie y no tiene plata para pagar el sueldo de sus militares
o el asfalto de sus rutas. Roma se hizo desde las rutas.
Y así nos
encaminamos a una espléndida bifurcación: la mitad de los economistas que
apoyan el actual modelo dicen que si no devalúan explota todo y la otra mitad
dice que si devalúan explota todo. La conclusión es obvia.
No hay reservas,
en lo que va del año la deuda externa sumó 70 mil millones de dólares, la
pobreza supera el 50 por ciento largo, la industria y la construcción están en
el fondo del mar. No hay inversión pública en nada. El superávit es en realidad
deuda con eléctricas, gasíferas, cajas de jubilaciones provinciales y coparticipación
de la Ciudad, pero Toto Caputo está para el premio Nobel.
Y ahora vamos
marchando sin pensar a un sistema de boleta única que el peronismo quiere
porque sin líder nacional se repliega sobre los territorios y el gobierno
acepta porque está preso de su discurso contra la casta. Entonces, sin
enganche, es probable que La Libertad Avanza haga pésimas elecciones locales y
otra vez tengamos un Presidente sin sistema, que es lo que estamos viviendo.
El peronismo ganó
la elección en primera vuelta, pero el segundo y el tercero se juntaron para el
ballotage y tenemos a un presidente que sacó 56 por ciento de los votos, pero
no llega a los 40 diputados ni a los 10 senadores. El costo de eso lo vimos en
estos días, de muchos trolls y pocas nueces.
El peronista Juan
Manuel Olmos propone eliminar el ballotage y que en todo caso si ningún
candidato gana en primera vuelta, los legisladores electos funcionen como
colegio electoral para formar gobierno, así el presidente que surja tiene una
mínima gobernabilidad, que es la fibra que tocó Macri encadenando apenas dos
votaciones contra Milei. "Es una idea, puede haber otra, pero ya no queda
gente con ganas de hablar en serio en la Argentina", se lamenta Olmos.
La idea entonces
de un presidente que trabaje cada día y debata ideas con paciencia y rigor, que
no insulte, que no tenga un ejército rentado de injuriadores profesionales, que
tenga un gabinete que gestione todas las áreas del Estado en base a metas
objetivas y con sensibilidad social, asoma como revolucionaria.
Pero claro, detrás
de toda esta distorsión evidente de la política, emerge la voluntad de una
mayoría de vivir en una Argentina capitalista, de un orden en base al mérito y
el trabajo. Un deseo que cuando vemos viejos vicios en los nuevos actores
libertarios y hasta viejos actores con viejos vicios reciclados en el poder, el
interrogante que surge ante la impostura es si la Argentina está preparada para
una nueva desilusión. O dicho de otra manera: ¿Es posible construir algo serio
si no hablamos en serio?