entre Milei y Villarruel
Por Santiago
González
La Prensa,
21.11.2024
El presidente
Javier Milei puso finalmente al descubierto su ruptura política con la
vicepresidente Victoria Villarruel, luego de una larga serie de tensiones que
se remontan a la noche misma en la que hace un año la fórmula integrada por
ellos se impuso en la segunda ronda electoral.
En una entrevista
periodística, Milei dijo que “Villarruel no tiene ningún tipo de injerencia en
la toma de decisiones. No participa de las reuniones de gabinete”, algo que
resultó evidente desde un principio. Menos evidente fue la segunda parte de la
afirmación presidencial, la que sostuvo que fue la vicepresidente la que
decidió no participar: “Hace mucho tiempo que decide no participar en las
reuniones de gabinete”, dijo el mandatario, para dejar sentado enseguida que el
único diálogo que mantienen “es lo que se necesita institucionalmente para cumplir
con nuestros roles.”
Pero lo más
interesante de la inesperada manifestación presidencial fueron las razones que
esgrimió para justificar ese distanciamiento: “Ella, en su visión, en muchas de
las cosas que nosotros hacemos, está más cerca del Círculo Rojo, de lo que ella
llama la alta política, y que nosotros llamamos la casta”. Es interesante
porque permite contrastar la opinión presidencial con los gestos, las actitudes
y las declaraciones expuestos públicamente por la vicepresidente desde que asumió
esas funciones. Permite discernir a qué se opone Milei cuando toma distancia de
su compañera de fórmula.
Hay una primera
línea que tiene que ver con la actividad en la defensa de las víctimas de la
violencia terrorista de los setenta, algo que Villarruel viene desplegando
desde hace décadas, prácticamente en soledad, tanto en foros nacionales como
internacionales, y sobre lo que ha expuesto en su condición de abogada en
conferencias, artículos y un par de libros. Esa trayectoria, que la proyectó a
la arena pública, y que llevó a Milei a elegirla como socia política en los
inicios de La Libertad Avanza, explica su decisión de incorporar a Claudia
Rucci, hija del sindicalista José Ignacio Rucci, asesinado por Montoneros, como
secretaria de derechos humanos del Senado que ella preside.
Esa designación,
junto a la decisión de retirar un busto de Néstor Kirchner emplazado en un
pasillo de la cámara alta, fueron las primeras decisiones, digamos cargadas
políticamente, adoptadas por Villarruel. Que pueden sumarse a su defensa de la
familia tradicional, y su repudio de la ideología de género. Y que no parecen
formar parte de la agenda del Círculo Rojo o de la casta, como afirma el
presidente, sino todo lo contrario.
GRANDES GESTAS
Otra línea de
actividad pública que caracteriza a la vicepresidente, y que mucho tiene que
ver con lo anterior, pero también con su condición de hija de un militar
prestigioso y veterano de Malvinas, es su continua recordación de las grandes
gestas militares argentinas, y de las fechas cercanas al corazón y la memoria
de los miembros de las fuerzas armadas y de seguridad. No hay aniversario
castrense ni fecha patria que pase desapercibido en la actividad de Villarruel
en las redes sociales.
Recordemos que
durante la campaña Milei anunció repetidamente que Villarruel iba a tener algún
tipo de injerencia en el diseño de las políticas de defensa y seguridad de su
gobierno, algo que finalmente no sucedió por la imprevista incorporación de
Patricia Bullrich y de Luis Petri al gabinete, y que la vicepresidente
sobrellevó con disciplinado estoicismo pero sin dejar de hacer sentir su
cercanía, como dijimos, con la familia militar.
En una corriente
más distendida, se ha visto a la vicepresidente participar, y disfrutar, de
muchas fiestas tradicionales argentinas en varios lugares del interior del
país, montando a caballo, y luciendo indumentaria típica. Pero casi siempre, en
todos esos viajes, haciéndose tiempo para visitar algún emprendimiento
productivo, alguna empresa pequeña o familiar a cuyos esfuerzos brinda
reconocimiento y ayuda a promover.
En este orden debe
colocarse su reciente visita a una muestra de la fábrica argentina de armas
Bersa, en la que algunos quisieron adivinar un intencionado contraste con la
manía importadora de costosas armas y equipos que anima a la ministra de
Seguridad. Manía importadora, por describirla benévolamente, que constituye en
sí misma una fiesta tradicional del Círculo Rojo y de la casta, pero que lejos
de irritar al primer mandatario y su triángulo de hierro acaba de ser
refrendada con la aprobación de un protocolo para el empleo de complejos y
seguramente onerosos sistemas de reconocimiento facial, muy propios de
gobiernos autoritarios y probablemente violatorios de algunos derechos civiles.
Todos esos gestos
y comportamientos de Villarruel, bastante triviales si bien si los mira,
incomodaron al triángulo, cuyo modelo organizacional es más bien atómico: un
núcleo de alta potencia en torno del cual gira disciplinadamente todo lo demás,
y en el que no hay lugar ni comodidad para los electrones libres. Pero ni
separadamente ni en conjunto estas prácticas superaron el impacto de dos
episodios tan puntuales como diferentes entre sí, uno relacionado con Francia y
otro con la ex presidente María Estela Martínez.
El primero tuvo
que ver con el fútbol. Arrancó por un canto tribunero sobre la integración
racial del seleccionado francés, que impulsó una exigencia de disculpas del
Elíseo a unos jugadores que lo corearon en un vestuario, entre los que estaban
Enzo Fernández y Lionel Messi. Villarruel respondió con un tuit: “Argentina es
un país soberano y libre. Nunca tuvimos colonias ni ciudadanos de segunda.
Nunca le impusimos a nadie nuestra forma de vida. Pero tampoco vamos a tolerar
que lo hagan con nosotros. Argentina se hizo con el sudor y el coraje de los
indios, los europeos, los criollos y los negros como Remedios del Valle, el
Sargento Cabral y Bernardo de Monteagudo. Ningún país colonialista nos va a
amedrentar por una canción de cancha ni por decir las verdades que no se
quieren admitir. Basta de simular indignación, hipócritas. Enzo yo te banco,
Messi gracias por todo! ¡Argentinos siempre con la frente alta! ¡Viva la
Argentinidad!”
La hermana del
presidente, que parece tener un interés particular por la relación con Francia,
corrió a la embajada del país europeo a pedir disculpas por el tuit de
Villarruel, que lejos de retractarse lo mantiene fijado en su cuenta hasta el
día de hoy. Como sea, la disculpa tuvo efecto porque Milei conservó su asiento
en la inauguración de los Juegos Olímpicos en París, y pudo sacarse muchas
fotos con el presidente Emmanuel Macron, en esa capital, más tarde en Buenos
Aires, en Olivos y la Casa Rosada, y por fin en Brasil durante la reunión del
G20. Pero no consiguió mucho más que eso.
Aparte de mantener
su posición de principal opositor al acuerdo de libre comercio entre el
Mercosur y Europa (que de todos modos no nos interesa, pero esa es otra
historia), Macron se ocupó de infligirle la humillación de homenajear a las dos
monjas francesas que se asociaron al terrorismo vernáculo y terminaron muertas
en el marco de la represión conducida por la junta militar. Lo que Macron
convenientemente olvidó, y el periodista Ricardo García se ocupó de recordar,
es que fueron asesores franceses en contraterrorismo (ex miembros de la OAS de
Raoul Salan) los que señalaron a la junta la presencia de las monjas y la
condujeron hasta ellas.
JUSTICIA POLITICA
El segundo episodio
fue uno de los actos de justicia política más relevantes en lo que va del
siglo: la visita afectuosa, humanitaria, que Villarruel hizo a la octogenaria
ex vicepresidente, y ex presidente, María Estela Martínez de Perón en su casa
de Madrid. Martínez asumió la presidencia en 1975, a la muerte de su esposo,
luego de que su renuncia fuera rechazada por la dirigencia política y militar
del momento. Mujer sencilla y sin experiencia política, supo sin embargo tomar
las decisiones que un país sumido en el caos reclamaba imperiosamente: el
sinceramiento de la economía (hoy recordado como Rodrigazo) y el combate
legalmente conducido contra el terrorismo (decreto de aniquilación). A las dos
les puso su firma, que no es poco si se lo compara con lo que vino después.
Sin embargo, su
vida y su difícil gestión estuvieron rodeadas de una campaña de menosprecio y
calumnias, alimentadas para justificar el golpe militar que la destituyó y cuyo
propósito fundamental era subyugar el destino argentino a la geopolítica estadounidense,
con tres grilletes fundamentales: la desindustrialización, la deuda y la
represión ilegal del terrorismo. Martínez permaneció cinco años en prisión
domiciliaria, y desde entonces vivió y envejeció en Madrid, aislada, en
silencio, y aferrada a su fe católica y su lectura asidua del Kempis. Raúl
Alfonsín le ofreció una suma de dinero, que ella aceptó, para que se mantuviera
lejos del peronismo. No tuvo que esforzarse: el peronismo también prefirió
mantenerse lejos de ella.
Luego de la
visita, Villarruel emplazó en el Senado, en el lugar que antes ocupaba el busto
de Kirchner, uno de Martínez donado por el músico desaparecido Ricardo Iorio.
“En un día en donde se habla de lealtad, quisiera saber dónde están aquellas
personas que dejaron a una mujer cuyo apellido es Perón, a merced del
terrorismo al que combatió, del gobierno de facto que la encarceló y finalmente
de una clase política que la desterró”, dijo Villarruel en esa ocasión. “Acá no
vengo a ensalzar su gestión ni su gobierno, sino a cumplir con un acto de
reparación histórica hacia una mujer, que viuda y en soledad, debió soportar
más de 40 años de persecución y ostracismo. No somos pocos los argentinos que,
aun compartiendo en poco, en mucho o en nada sus ideas, valoramos el coraje y
el patriotismo con que afrontó la ingratitud y las ofensas de sus enemigos, que
no fueron pocos”, agregó.
Esta vez no fue
Karina la que acudió a enderezar el entuerto, sino el propio Milei, quien
respecto del homenaje dijo: “Yo no lo hubiera hecho”, y luego, con una mezcla
de ignorancia histórica y malicia interpretativa, describió la presidencia de
Martínez como un “espantoso gobierno que implicó no solo la Triple A y el
decreto de aniquilamiento y algunas aberraciones adicionales, sino que en el
medio sextuplicó la tasa de inflación y multiplicó por cinco la cantidad de
pobres”.
DIVERGENCIAS
Todo lo dicho
hasta aquí resume las divergencias visibles entre el presidente y su vice. Nada
parece identificar las preocupaciones o las actitudes de Villarruel con el
Círculo Rojo o con la casta, y todo parece orientarlas hacia una revindicación
del patriotismo, las costumbres y las tradiciones populares, la defensa de la
familia y el repudio de la ideología de género, el aliento al emprendimiento y
la producción propios, la adhesión honda a la fe católica, y el reclamo
insistente de unidad: “Confío en que los argentinos daremos los primeros pasos
hacia la necesaria pacificación nacional”, dijo. “El país está dividido y en
ruinas, no es posible ni siquiera soñar un gran proyecto de nación donde reinan
el odio y el enfrentamiento.”
¿Es a esto a lo
que se opone Milei? ¿Ésta es la alta política de Villarruel que le preocupa (y
de la que la vicepresidente nunca habló, al menos bajo ese rótulo)? Habría que
tomar debida nota, porque su descripción de la relación con su vice en los
términos apuntados al comienzo de esta nota constituye un anticipo de las
definiciones políticas que se esperan de un Presidente que hasta ahora sólo ha
venido hablando de números. Uno casi desearía que sólo fuese una cuestión de
celos, de vedetismo, de cartel, de omnipotencia: a Milei le cuesta aceptar que
un tercio de los votos que lo hicieron presidente los aportó su compañera de
fórmula, y que la mitad del éxito de sus medidas económicas se debe a que los
ciudadanos se las consienten.
Santiago González
* Periodista.
Editor de la página web gauchomalo.com.ar