las contradicciones emergen
Por Jorge Raventos
La Prensa,
21.11.2024
El Día de la
Soberanía, el 20 de noviembre, el presidente Javier Milei decidió trazar una
frontera para dejar del otro lado a su vicepresidenta, Victoria Villarruel.
Interpretó en una entrevista que ella observa “lo que nosotros hacemos (…)
mucho más cerca del círculo rojo y de lo que ella llama la alta política, que
es lo que nosotros llamamos la casta”. La vice, así, quedó separada del
“nosotros” y estampada en el campo contrario, el que los ideólogos y
cancerberos que flanquean al Presidente designan como “la gente de mal”. Milei
aclaró, además, que la vice “no tiene ningún tipo de injerencia en la toma de
decisiones”.
POR SORPRESA
La crudeza de los
juicios presidenciales sobre Villarruel tomó de sorpresa incluso a quienes
estudian los entresijos de la animada vida interna libertaria, más que nada
porque no pudieron reconocer ningún motivo inmediato del estallido.
Se sabía que las
relaciones entre el titular del Ejecutivo y su ocasional o eventual vicaria
habían perdido la calidez de los tiempos de campaña y que el enfriamiento
estaba apenas contenido por el protocolo; se sabía también que la rama femenina
del entorno inmediato del Presidente se refrena habitualmente menos que Milei
al referirse a Villarruel.
Lilia Lemoine, que
suele ser vocera de esas atmósferas, fue la que semanas atrás definió a
Villarruel como “la peor vicepresidenta de la historia” y hace apenas unos días
confesó que en esos círculos se llamaba a la vice “Vichacruel”.
Vale recordar que
Karina Milei afrontó personalmente el bochorno de pedir disculpas ante el
embajador de Francia por declaraciones de Villarruel que, alrededor de temática
futbolística, evocó actitudes colonialistas francesas. Y también que la
decisión de la vice de reivindicar la figura de María Estela Martínez de Perón
y descubrir un busto de ella en el Senado no obtuvieron precisamente aplausos
del establishment oficialista.
¿QUE HIZO ESTA
VEZ?
Pero, ¿que hizo de
malo esta vez Villarruel para desencadenar la repentina evacuación
presidencial? Durante la –finalmente breve- presidencia de Arturo Frondizi, el
humorista Landrú publicaba en su revista Tía Vicenta una foto en primer plano a
toda página del vicepresidente Alejandro Gómez, con un breve epígrafe: “¿A mí
por qué me miran?”. Se sospechaba que Gómez conspiraba contra Frondizi. De
hecho, esa atmósfera lo llevaría a abandonar su cargo. Suele ocurrir que,
merecidamente o no, los vicepresidentes generen suspicacias en quienes fueron
sus compañeros de fórmula o entre sus amigos.
“A veces parece
que los vicepresidentes se aburren y empiezan a hacer estupideces”, teorizó el
diputado Bertie Benegas Lynch, uno de los principales mosqueteros de Milei.
A veces no hace
falta que los vices hagan algo especial para despertar sospechas: alcanza con
que desplieguen una agenda de viajes y encuentros destinada a mantener y
acrecentar sus propios respaldos en la sociedad. Habitualmente los vices son
personalidades políticas que no se resignan al caricaturizado destino de tocar
la campanilla del Senado y esperan continuar su trayectoria durante y después
de cumplir las funciones para las que fueron elegidos. Es comprensible que lo
hagan y nada hay de cospirativo, en principio, en esos movimientos.
Pese a que durante
la campaña lucía más sólida que Milei (y a veces operaba como intérprete para
centrar las declaraciones del candidato), Villarruel esperó con paciencia que
se consolidara la figura de su compañero de fórmula Milei. Recién después que
se garantizaron la participación en la segunda vuelta permitió que sus
seguidores directos enarbolaran algunas banderas con su nombre en los actos. A
partir de esa iniciativa debió soportar la resistencia de Karina. Fue de esa
pulseada entre mujeres fuertes que surgió la ocurrencia de describir a Milei
como “el jamoncito” de un sándwich femenino. Es probable que la vice
sobrevalorara entonces su papel y ahora esté recibiendo el vuelto.
Es probable
también que algunos dirigentes opositores, que se apuraron a buscar compromisos
con ella, cometieran el mismo error; o el complementario: restarle envergadura
y durabilidad a la figura presidencial.
En este instante,
con las variables económicas más acuciantes bajo control, halagado por Donald
Trump y tratado amistosamente por Elon Musk, Milei se siente con fuerza como
para mantener una ofensiva, jaquear a quienes considera peligrosos y desplegar
con amplitud sus fuerzas. Su ideólogo de cabecera, Agustín Laje, había definido
el momento en su discurso ante “el brazo armado” de los libertarios, la
organización Fuerzas del Cielo, que acaba de constituirse: “Los años que vienen
son (…) de mucho combate, porque las verdaderas contradicciones políticas por
fin están emergiendo, podemos identificar perfectamente a la gente de bien y a
la gente de mal; sabemos quién está en cada bando por primera vez en la
historia”.
“NO SOMOS LO
MISMO”
Villarruel debería
analizar, pues, en qué bando está. “No pensamos igual –había descripto Lilia
Lemoine-; Javier es liberal libertario, ella es conservadora de derecha”.
El mileísmo parece
ofrecerle a la vice la chance de que se independice, se autonomice y
eventualmente arme una fuerza propia…fuera de La Libertad Avanza. El partido
tiene que estar en manos de los, digamos, puros: de la gente de bien.
El problema es
que, aun si Villarruel tomara ese ofrecimiento ahora (lo que difícilmente
ocurra, porque ha evidenciado que no carece de paciencia estratégica), no
cesaría su situación institucional. Ella es vicepresidente con la misma
legitimidad con que Milei es presidente: encabezaron la misma boleta y sacaron
la misma cantidad de votos. Ella todavía está allí, como el dinosaurio de
Augusto Monterroso.
El empujón a
Villarruel es, probablemente, un adelanto de la ofensiva con la que Milei
espera llegar a consolidar, durante 2025 y especialmente a partir de las
elecciones de medio término, una fuerza hegemónica apoyada sobre un vínculo
privilegiado con Estados Unidos, una ampliación considerable de su fuerza
parlamentaria y de su influencia política y la fragmentación opositora, que
vaticina y estimula polarizando con Cristina Kirchner (que fuerza al peronismo
no K a buscar una alter nativa diferente) y aislando y disgregando al Pro,
erosionando su base de operaciones porteña.
¿Y si el tironeo
con Villarruel resulta una amenaza de división de su propia fuerza? Villarruel
no ganaría nada importante escindiéndose antes de la campaña de las
presidenciales de 2027. Ella tiene buenas cifras en las mediciones de opinión
pública, a menudo mejores que las de Milei. Pero el liderazgo es de Milei. Y
ella lo sabe.
ULTIMA INSTANCIA
En última
instancia esta partida no termina hasta la última mano. Y el que maneja el mazo
es el Presidente. Todo dependerá de cómo se le dé el juego durante el período
que le resta.