Paul Samuelson
(Premio Nobel de Economía)
Quiéranlo o no, gobiernos de todas partes -y esto incluye bancos centrales, tesoros y entes reguladores de los mercados financieros- tendrán ineludiblemente que meterse y tratar de curar las graves heridas nuevas de nuestros sistemas financieros.
Pregunta importante: ¿deberían los roles del Estado limitarse a (1) fijación por los bancos centrales de las tasas de interés oficiales de corto plazo sobre los bonos públicos más cortos (y más seguros); y (2) programas limitados de corto plazo de gasto presupuestario deficitario?
En altibajos usuales de los ciclos económicos, estas armas convencionales funcionan bastante bien. Pero no le bastaron al Japón de hace unos años. Y tampoco alcanzaron cuando fueron utilizadas, a regañadientes, en la Gran Depresión de 1929-1939.
Hoy el mundo atraviesa una estanflación híbrida: empleo y ganancias débiles y aceleración inflacionaria.
Esto nos lleva a lo que aprendieron los economistas en la Gran Depresión. El New Deal de Roosvelt cayó lentamente en la cuenta de que tenía de crear una Corporación de Reconstrucción de las Finanzas. El rol de la CRF era hacerse cargo de inversiones de riesgo, aun cuando finalmente algunas dieran pérdidas. Pérdidas en el presupuesto del Tesoro, sí. Pero ganancias en el crecimiento del empleo y el PBI en el período 1933-1939.
La CRF bajo otros nombres -Corporación de Préstamos para Propietarios de Viviendas o lo que sea- son instrumentos que una prudente Economía Mixta probablemente tendrá que usar con cautela a fin de abortar o acortar la enfermedad de una depresión maligna de largo plazo.
No hay regla perfecta para las necesarias intervenciones del Estado. A modo de un diccionario imperfecto me atrevo a mencionar algunas consideraciones prudentes:
1. Los compradores de viviendas más irresponsables, que entraron en compras que nunca hubieran podido pagar, no deben ser compensados por su estupidez.
2. Los prestamistas más descuidados -sean agentes hipotecarios deshonestos, o Bear Stearns, o Merril Linch- no deben ser tomados como un todo. Sólo sus mejores colaterales, los que pueden estar ilíquidos temporariamente por el pánico financiero, deben ser absorbidos por el Estado.
3. La mayoría de las propuestas surgidas hasta ahora en EE.UU. y Europa sólo dieron alivio de corto plazo a acreedores y deudores. Esto sólo posterga el día fatídico; sería ayuda de largo plazo sólo en la dudosa esperanza de que los precios inmobiliarios vuelvan a subir pronto. Lo cual pasa por alto una verdad básica. Dado que los edificios para hogares y empresas son, ellos mismos, de larga vida, hay que aceptar que por un considerable número de años, los mercados inmobiliarios puedan todavía ser mercados declinantes.
(Extractado de: Clarín, 23-3-08)
(Premio Nobel de Economía)
Quiéranlo o no, gobiernos de todas partes -y esto incluye bancos centrales, tesoros y entes reguladores de los mercados financieros- tendrán ineludiblemente que meterse y tratar de curar las graves heridas nuevas de nuestros sistemas financieros.
Pregunta importante: ¿deberían los roles del Estado limitarse a (1) fijación por los bancos centrales de las tasas de interés oficiales de corto plazo sobre los bonos públicos más cortos (y más seguros); y (2) programas limitados de corto plazo de gasto presupuestario deficitario?
En altibajos usuales de los ciclos económicos, estas armas convencionales funcionan bastante bien. Pero no le bastaron al Japón de hace unos años. Y tampoco alcanzaron cuando fueron utilizadas, a regañadientes, en la Gran Depresión de 1929-1939.
Hoy el mundo atraviesa una estanflación híbrida: empleo y ganancias débiles y aceleración inflacionaria.
Esto nos lleva a lo que aprendieron los economistas en la Gran Depresión. El New Deal de Roosvelt cayó lentamente en la cuenta de que tenía de crear una Corporación de Reconstrucción de las Finanzas. El rol de la CRF era hacerse cargo de inversiones de riesgo, aun cuando finalmente algunas dieran pérdidas. Pérdidas en el presupuesto del Tesoro, sí. Pero ganancias en el crecimiento del empleo y el PBI en el período 1933-1939.
La CRF bajo otros nombres -Corporación de Préstamos para Propietarios de Viviendas o lo que sea- son instrumentos que una prudente Economía Mixta probablemente tendrá que usar con cautela a fin de abortar o acortar la enfermedad de una depresión maligna de largo plazo.
No hay regla perfecta para las necesarias intervenciones del Estado. A modo de un diccionario imperfecto me atrevo a mencionar algunas consideraciones prudentes:
1. Los compradores de viviendas más irresponsables, que entraron en compras que nunca hubieran podido pagar, no deben ser compensados por su estupidez.
2. Los prestamistas más descuidados -sean agentes hipotecarios deshonestos, o Bear Stearns, o Merril Linch- no deben ser tomados como un todo. Sólo sus mejores colaterales, los que pueden estar ilíquidos temporariamente por el pánico financiero, deben ser absorbidos por el Estado.
3. La mayoría de las propuestas surgidas hasta ahora en EE.UU. y Europa sólo dieron alivio de corto plazo a acreedores y deudores. Esto sólo posterga el día fatídico; sería ayuda de largo plazo sólo en la dudosa esperanza de que los precios inmobiliarios vuelvan a subir pronto. Lo cual pasa por alto una verdad básica. Dado que los edificios para hogares y empresas son, ellos mismos, de larga vida, hay que aceptar que por un considerable número de años, los mercados inmobiliarios puedan todavía ser mercados declinantes.
(Extractado de: Clarín, 23-3-08)