Carlos Escudé
Obsérvese que, a diferencia de otras grandes regiones, los diversos nombres por los que se conoce a la nuestra develan su origen mestizo: América latina, Iberoamérica, Hispanoamérica, Lusoamérica. Los términos “latino”, “hispano”, “luso” e “íbero” refieren directamente a Europa. Incluso “América” (también usado por Estados Unidos, pero sin adjetivo indentitario) tiene su origen en el nombre de un lúcido navegante italiano al servicio de las coronas de España y Portugal.
Esta filiación, por otra parte, se condice con la condición de “madre patria” y mae pátria que los manuales escolares latinoamericanos adjudican a sus antiguas metrópolis. A diferencia de la memoria de la Conquista, que produce gran escozor en sectores indigenistas, en la mayoría de nuestros países este romántico punto de referencia genero pocos resentimientos.
Sin jamás habérselo propuesto, los reinos ibéricos prohijaron una nueva civilización allende el Atlántico, de la que -Guerra Civil Española por testigo- no son parte.
Aunque nuestras burguesías explotan a sus clases populares como en ninguna otra de las grandes regiones del mundo, no será desde aquí que se desencadene la guerra holocáustica que termine con la especie humana.
Con sus luces y sombras, nuestra novísima civilización es un actor relativamente benigno de la comunidad global. Es bicentenario de su nacimiento se aproxima. Sin renunciar a la corrección de sus imperfecciones históricas, es hora de rendir tributo a su grandeza.
(Extractado de La Nación, 13-6-08)
Obsérvese que, a diferencia de otras grandes regiones, los diversos nombres por los que se conoce a la nuestra develan su origen mestizo: América latina, Iberoamérica, Hispanoamérica, Lusoamérica. Los términos “latino”, “hispano”, “luso” e “íbero” refieren directamente a Europa. Incluso “América” (también usado por Estados Unidos, pero sin adjetivo indentitario) tiene su origen en el nombre de un lúcido navegante italiano al servicio de las coronas de España y Portugal.
Esta filiación, por otra parte, se condice con la condición de “madre patria” y mae pátria que los manuales escolares latinoamericanos adjudican a sus antiguas metrópolis. A diferencia de la memoria de la Conquista, que produce gran escozor en sectores indigenistas, en la mayoría de nuestros países este romántico punto de referencia genero pocos resentimientos.
Sin jamás habérselo propuesto, los reinos ibéricos prohijaron una nueva civilización allende el Atlántico, de la que -Guerra Civil Española por testigo- no son parte.
Aunque nuestras burguesías explotan a sus clases populares como en ninguna otra de las grandes regiones del mundo, no será desde aquí que se desencadene la guerra holocáustica que termine con la especie humana.
Con sus luces y sombras, nuestra novísima civilización es un actor relativamente benigno de la comunidad global. Es bicentenario de su nacimiento se aproxima. Sin renunciar a la corrección de sus imperfecciones históricas, es hora de rendir tributo a su grandeza.
(Extractado de La Nación, 13-6-08)