Por Héctor A. Huergo
En el debate
parlamentario por la expropiación de YPF brilló por su ausencia un tema crucial
para el presente y el futuro de la economía nacional: los biocombustibles. En
estas líneas intentaremos poner las cosas en su lugar.
En realidad, lo más
importante viene de afuera. Pero lo que se haga aquí (y se supone que ahora YPF
va a cumplir un rol destacado en toda la gestión de la energía) jugará un rol
clave.
¿Qué es lo que viene
de afuera? En primer lugar, conviene recordar que los granos atraviesan un
ciclo de altos precios, en lo que tiene mucho que ver la disparada del petróleo
desde los albores del siglo XXI. Hace diez años el barril valía 20 dólares. Hoy
supera los 100. Esto impacta en los costos, no solo por la incidencia de los
combustibles para sembrar, proteger los cultivos, cosechar y transportar.
También influye en el costo de los fertilizantes, que derivan de la
petroquímica. Hoy la agricultura es mucho más cara que hace diez años, a pesar
de que el aumento de los rindes y la reducción del uso de combustibles gracias
a la siembra directa han incrementado la eficiencia de todo el proceso. En
particular, en la Argentina ,
donde se concentra la nueva oleada de la revolución tecnológica.
Pero el aumento del
precio del petróleo también incide en los precios agrícolas, ya que a partir de
los 50 dólares el barril tiene un efecto casi lineal de arrastre sobre la
cotización del maíz. Esto es consecuencia de la posibilidad de obtener un
sustituto de la nafta como el etanol que se obtiene de la fermentación del
maíz. La batalla por la independencia energética en los Estados Unidos promovió
este nuevo uso, de modo tal que en pocos años la elaboración de etanol se
convirtió en el destino más importante para el cereal que le dio su nombre al
emblemático Corn Belt.
Hoy, el 35% de la
cosecha estadounidense se fermenta para etanol. Todos los demás destinos se
mantienen estables: desde el uso como grano forrajero hasta el almidón
industrial y la exportación. Lo único que ha crecido es el maíz para etanol.
Esto es crucial, porque en la última década los rindes se han disparado. En
otras palabras, de no ser por el etanol, sobrarían 130 millones de toneladas de
maíz. Son 6 cosechas argentinas completas. Recordemos que la Argentina es el segundo
exportador mundial de este grano.
¿Qué tiene que ver
esto con nosotros, si aquí hacemos ocho hectáreas de soja por cada una de maíz?
Tiene que ver, porque si no existiera este uso los precios del Corn Belt serían
mucho más bajos. Entonces los farmers abandonarían el maíz y se pasarían a
soja, provocando la baja de la oleaginosa.
¿Se entiende ahora
porqué es tan importante el etanol? Y es igualmente importante que aquí
empecemos a digerir parte del maíz que hoy se destina a exportación, ingresando
en la era del etanol para cortar la nafta, que ya no abunda. Y cada vez va a
escasear más, si la economía sigue creciendo a buen ritmo como en los últimos
años.
Pero además de esto
del maíz/etanol allá y acá, la
Argentina ha hecho una contribución muy importante a los
precios agrícolas con su política de biodiesel. Hoy se elaboran 3 millones de
metros cúbicos de biodiesel en las plantas aledañas al Paraná. Un tercio se
consume internamente. Si no existiera esta joven industria, otro sería el
precio del aceite (materia prima del biodiesel) en el mercado internacional.
En el mismo sentido,
es fundamental encontrar una solución frente a la represalia española, que
trabará el ingreso de biodiesel argentino a su territorio. La alternativa del
incremento del corte en el mercado interno al 10% es un buen paliativo, así
como generar rápidamente un B20 para la agricultura y el transporte (los
motores están preparados para ello).
Es de esperar que
estos temas ingresen pronto en la agenda de la nueva YPF.
Clarín, 5-5-12