Por José Antonio Riesco
“-El gobierno
puede perder autoridad y marchar hacia una crisis de poder si no responde con
energía legal a las agresiones verbales y/o físicas de los agentes del
anti-sistema político”.(Linz)
“-Dejar avanzar el
patoterismo de los grupos violentos en los ámbitos públicos y sociales
deteriora la autoridad del gobernante y lo torna débil y sumiso para sostener
los intereses legítimos de la sociedad”. (B. Pelayo)
El nuevo gobierno, electo el día 22 del cte. en su rama Ejecutiva,
se corresponde con las previsiones de la Constitución y las
leyes. En ese marco jurídico dispone de todas las competencias propias del
cargo; pero no las que se le ocurra fraguar
para su uso y abuso.
Autoridad y Anomia
Su signo principal es que el resultado electoral cerró el ciclo de
una monarquía descontrolada y corrupta, y que, en su lugar, el nuevo debe
actuar con las atribuciones y limitaciones propias de una república
democrática. Esto, en un país donde es importante la proporción de habitantes y
gobernantes con el hábito de ignorar o transgredir las reglas. De ahí, como
principal capítulo, surge la necesidad de reconstruir la autoridad del Estado,
hacerlo con habilidad y firmeza, con las previsiones de la Constitución , pero hacerlo.
El estudio, encuestas de por medio, sobre la condición “anómica”
de nuestra sociedad (vivir ignorando las normas básicas), de que fueron
autores Daniel Zovatto (politólogo), Antonio M. Hernández (constitucionalista)
y el especialista Mora y Araujo (comunicación social), hace una década, se
reiteró en 2014. Al menos en sus resultados. Allí se dijo y se dice, que el 83%
de la población cree que, en muchos respectos, a los argentinos nos encanta existir
y actuar al margen de las leyes.
En las conclusiones señaló
que en los primeros lugares en las transgresiones están los magistrados, los
funcionarios y policías, sin excluir a otros. Ese carácter anómico incluye,
como causa o efecto, la propensión individualista de muchas personas, de alto
medio y bajo rango.. Los argentinos alardeamos –a veces con verdad, otras
no-- de ciertas virtudes, aunque a cada
momento veneramos a la “ley del vivo”, una suerte de mística pagana y popular.
Carecemos, en buena medida, de disciplina social, que es la
condición básica de los pueblos fuertes. Nos fascina lo fácil, de rendimiento
alto e inmediato, en el trabajo, el comercio y en los estudios. Con esta
realidad tendrá que enfrentarse el nuevo Presidente que, si no la mira desde un
lugar adecuado, recuperando la autoridad de la democracia, con sentido ético y
legal, será mejor que se dedique a otra cosa.
“-No puede conseguirse ningún progreso verdadero con el ideal de
facilitar las cosas”. H. Keyserling)
Vale recordar que, a diferencia del Absolutismo, donde la ley
suprema era la voluntad del monarca, más los privilegios de los miembros de la Corte , con las revoluciones
liberal-burguesas de los siglos XVII y XVIII, esa situación, aún gradualmente,
dio un vuelco. Se afirmó la independencia de los jueces y del poder
legislativo, mientras el rey retenía las funciones ejecutivas, el mando de las
fuerzas armadas y el manejo de las relaciones exteriores.
Personalidad o personalismo
Más adelante, al sancionarse los sistemas “constitucionales” quedó
sentado un principio fundamental: la ley pasó a ser obligatoria para los
miembros de los tres poderes, de manera conjunta con las obligaciones de los
ciudadanos comunes. Con ello nació el Estado de Derecho. En este escenario
siempre fue decisiva la personalidad del Jefe de Estado.
En la Argentina
hubo, antes de la Ley
8871 (sufragio) Presidentes con esos quilates, aunque las cosas se desfiguraron
con el reconocido “personalismo” de Hipólito Irigoyen pese a su fe en la
democracia; una modalidad que también exaltó Juan Perón. Más actualmente, con los últimos doce años,
vivimos y soportamos una experiencia extrema de dicha modalidad: apenas
instalado el régimen K. el y la titular de la Presidencia procedió,
de manera creciente, asumiendo los plenos poderes de un dictador. Lo
denunciaron los politógos, la prensa y finalmente Mirta Legrand.
Un régimen que convirtió al Congreso en una “escribanía”, o sea un
órgano dependiente que, en las cosas fundamentales, se limitó a registrar los
proyectos y disposiciones del mandamás. Sin olvidar las maniobras para
transformar al Poder Judicial en algo semejante, son las que intentaron imponer
el modelo “oyarbide” a los fiscales,
jueces y camaristas. Lo más grave de esta distorsión de las instituciones es
que dicha política de poder tuvo una amplia base popular. Los dictadores nunca
lo hacen solos, se sostienen con su fuerza y artimañas, pero colgados de esa
mezcla de ingenuidad y obsecuencia de grandes conjuntos masificados.
Allí militan los indigentes y muchos que provienen de las clases
altas y de los estamentos profesionales. A unos y otros los recluta el carisma
de quien ejerce el poder a fuerza de habilidad y psicopatías, sea en forma
directa o usando groseramente a los “mecos”* privados y estatales. Sin excluir
el reparto de canonjías o dividendos mal habidos. Y que no ha sido una novedad
en nuestro derrotero político.
El nuevo titular del Ejecutivo, Mauricio Macri, no podrá eludir ciertas exigencias que pondrán
a prueba su personalidad política. No podrá
esperar que su presencia en un acto o un discurso cambie la historia, y sí contar
con asesores que no actúen con un juego propio al margen del conjunto, o sea que no existan como aplaudidores o
alcahuetes. Necesita Ministros de alta
capacidad (estadistas) y que siempre lleven “in mente” que su función es
técnica y, a la vez, imprescindible. que gobernar implica una misión política. Pero
en el buen sentido, es decir que quien se precie de”político” no puede serlo si
ignora cómo y por qué funciona la economía de la nación y en la salud moral y
física del pueblo.
La tecnocracia es útil, acaso indispensable, a condición de no
confundir el gobierno con un lavarropas automatizado. En su reciente perorata la Presidenta cesante
acaba de sostener que el Estado “no es una empresa” pero olvidó recordar que
tampoco es un chiquero.
Estos criterios incluyen –actualizándose como una sinergia-- las exigencia de aptitudes en el Ing. Mauricio
Macri para la negociación , las previsiones, la claridad en los medios y
objetivos, negarle privilegios a los favoritos y la parentela, visión de conjunto para la problemática
pública de un extremo al otro del territorio, serenidad ante los juicios duros
de la oposición y sin dejar de castigar los agravios vía judicial. Entender que
el cargo supone mucho poder en sus manos, aunque no el de la propiedad feudal
en los tiempos medievales.
Democracia, autoridad y patoterismo
Advertimos antes las dificultades que, para el gobierno (control
para los griegos), surgen del clima de anomia que es común y visible en buena
parte de la población. Está a la vista
en el auge de la delincuencia, pero mucho más en la problemática de la vida
cotidiana: en los negocios, la circulación peatonal y en vehículos, las
gestiones profesionales, la actividad de la burocracia, el comportamiento en
las instituciones educativas, etc.
El fenómeno tiene, asimismo, expresiones colectivas, ya que a
cierto nivel de desarrollo --con la proliferación de los grupos de diversa
entidad-- se dio el crecimiento de un
potencial calificado en los diversos campos de la realidad cultural, y
socioeconómica, o sea un pluralismo activo de actores que disponen de poder financiero y técnico. Algunos habilitados
para convocatoria de grandes recursos económico, dentro y fuera del territorio,
y otros fuerzas sociales de envergadura y medios para paralizar la producción o
los servicios públicos.
Unos y otros ocupan porciones importantes de poder que, aún no
figurando en la
Constitución , están en condiciones de ser causa efectiva para
distorsionar las competencias de las instituciones de la legalidad e imponer
sus objetivos (intereses) por sobre la autoridad de los órganos oficiales. En
la medida en que sus operaciones, con variedad de modos encubiertos, no sirven,
en general, a las necesidades comunes, se han ganado el mote de “grupos de
presión. No son una novedad, aunque cobran notoriedad, si se descubren sus
juegos y artimañas, afectando los intereses de la comunidad, sea la ciudad, la
región o la estructura nacional.
Ni dejar de advertir el notable aumento de cotización de las
propiedades “privadas” en Santa Cruz que ya generaron las obras de Lázaro Báez.
Todo con recursos públicos. A uno y otro rubro irregular lo protege y fomenta
la complicidad y la ausencia de autoridad de cada gobierno de turno. ¿El país
está listo para “el cambio”..??
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*Mecos :medios de
comunicación social.