Seprin, 11 FEB, 2016
Lo más interesante de la denuncia contra Milagro Sala
por narcotráfico es que es de 2014. Dos años durmiendo la siesta el Poder
Judicial.
La visibilización de los casos judiciales que
involucran a Milagro Sala ha puesto en escena la supuesta relación de la otrora
poderosa dirigente social con redes de narcotráfico.
Tanto la diputada del Frente gobernante, Elisa Carrió
como el reconocido militante político jujeño, Carlos Santillán denunciaron
relaciones de la detenida con el narcotráfico. Mientras que el “Perro” evitó
precisiones, “Lilita” identificó una relación entre la expiquetera y “carteles
bolivianos”. Información que no se corresponde con la realidad. Por el momento,
en el caso boliviano, se trataría más de organizaciones familiares de
penetración local que de carteles u organizaciones que ejecutan varios tramos
en el proceso de tráfico y por lo que se sabe, no tendrían relación con la
piquetera. Por el contrario existe una fuerte disputa con los peruanos en ese
sentido.
La supuesta relación entre Milagro Sala y el
narcotráfico podría estar vinculada a los peruanos, quienes son los verdaderos
protagonistas de la década ganada y no a los bolivianos.
Un poco de historia
Luego de los atentados del 11S, entre las acciones de
prevención exterior dispuesta por la Administración Bush se identificó la
denominada Triple Fontera entre Argentina, Brasil y Paraguay como un foco de
actividad del terrorismo internacional. Con la colaboración de los gobiernos
nacionales se aisló a personas sospechosas y se reforzó la seguridad en toda la
región.
Como resultado de esas decisiones uno de los fenómenos
económicos más espectaculares que asistimos los argentinos fue la paulatina
instalación de talleres textiles que estaban asentados en Bolivia pero ante la
imposibilidad de ingresar sus prendas a las grandes ciudades por la región de
la Mesopotamia optaron por trasladar directamente sus operaciones. De ahí el
surgimiento de mega ferias como La Salada.
El otro fue la desarticulación de las redes del
tráfico para consumo local de drogas provenientes de Bolivia que se produjo en
el mismo momento en que se fortalecieron los carteles peruanos. Durante los
años 2003 y 2005 se desarrollaron grandes luchas entre narcos peruanos y
bolivianos por las rutas terrestres del Norte de Argentina.
El otro factor que influyó en Jujuy y todo el país fue
que en 2003 definitivamente Perú superó a Bolivia en la producción de hoja de
coca.
El ascenso de Milagrito
En cuanto a lo que involucra a Milagro Sala su ascenso
político coincidió con el desplazamiento de un tipo tradicional de acción
política y social que había desarrollado en Jujuy el Perro Santillán durante
los años previos a la crisis de 2001. Presionado por el Estado, la Justicia y
la Policía provinciales el dirigente clasista “se corrió” del escenario
público. Arrinconado por una veintena de procesos judiciales que resultaban una
amenaza cierta de terminar preso.
A eso se sumaron las decisiones ilegales del
Ministerio de Trabajo que permitieron arrebatarle mediante el fraude el
sindicato de trabajadores municipales SEOM, el triunfo en el dominio de la
calle por parte de de patotas rompehuelgas comandadas por Milagro Sala y
apañadas por el Poder Ejecutivo, protegidas por la Justicia y las fuerzas de
Seguridad, sellaron el destino de Jujuy.
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Una de las tantas agresiones que sufrió Carlos “Perro”
Santillán en manos de las bandas de Milagro Sala.
Una de las diferencias metodológicas de los narcos
peruanos y bolivianos era que estos últimos no vendían sus productos en las
rutas, sino más bien, destinaban sus esfuerzos por hacerlos llegar a las
grandes ciudades. De esta manera y bajo su imperio durante los años 90 era raro
encontrar asentamientos de narcotraficantes en ciudades como Salta,Tucumán,
Santiago del Estero y otras ubicadas en los corredores de traslado de cocaína.
Fenómeno que sí comenzó a observarse desde 2003 y principios de 2004.
Donde primero estalló el cocinado de cocaína y el
consumo local fue en la ciudad de San Salvador de Jujuy.
La estructura original de Milagro Sala, que en los
años 2000 era una simple delegada gremial de Contaduría de la Gobernación de
Jujuy se asentó en la organización sindical ATE pero su fuerza de choque
recuerdan los jujeños, eran bandas barriales de roba coches, pequeños ladrones
y barrabravas de clubes de fútbol. Aun cuando ya consolidaba su Poder en 2005 y
se encaminaba en convertirse en el “buen salvaje” del presidente Néstor
Kirchner, seguía rodeada por una banda de malandras que actuaban como su
seguridad personal.
Sobre esa estructura de marginales, además de la
penetración del Poder Judicial y las fuerzas de seguridad, los peruanos garantizaron
las rutas de ingreso y traslado, y por cuya tarea pagaban en cocaína que luego
se vendía localmente. Así florecieron las cocinas en todas las ciudades.
Los bolivianos y peruanos vuelven a disputar el
territorio
En los últimos tiempos, las organizaciones narco
bolivianas aparecen vinculadas a los colombianos, mientras que a los peruanos
se les ha encontrado relación directa con los mejicanos, en especial con el
cartel de Sinaloa.
Ya que el negocio está en expansión no son raras las
operaciones de los mejicanos en alianza con narcos bolivianos como los de Santa
Cruz de la Sierra que son los dueños de las rutas selváticas que llevan a los
puertos brasileños. Pero en general se respetan las alineaciones con los
peruanos.
La diversificación de las rutas ha convertido a
Bolivia en un centro de acopio de cocaína peruana que luego es transportada a
Brasil con destino a Europa.
Un kilo de cocaína peruana vale en ese país entre 500
y 800 dólares; ya en territorio boliviano su costo se ubica entre los 1200 y 1500
dólares. Puesta en Manaos el kilo cuesta cinco mil dólares y en Europa, según
la calidad, entre 35 y 50 mil dólares. En Bolivia un kilo de cocaína local de
altísima calidad también vale 500 dólares. Esa distorsión es la que genera
parte del “problema”.
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Sellos de laboratorios de narcotráfico boliviano.
El cambio de modelo de negocios que pasó, en los
últimos 20 años, de grandes productores que realizaban toda la operación a
pequeños sobrevivientes locales, facilitó la especialización de las diversas
etapas. Tal el caso de la existencia de quienes se dedican únicamente al
traslado y el aporte de la logística. Así se ha corroborado, mediante la
identificación de “sellos de origen” en decomisos, la aparición de mercadería
que viaja en la modalidad de pool. Pequeños productores que se asocian para
darle volumen y rentabilidad a los envíos.
La buena calidad de la cocaína boliviana y la
necesidad de traficar en cooperativas de transporte ha fortalecido la
metodología de identificar los envíos con sellos de calidad y origen, lo que a
su vez, mediante las confiscaciones, permite realizar la trazabilidad de los
productos. Por ello es que puede decirse que han comenzado a operar nuevamente
en el país.
La estructura jujeña y la operación narco en Argentina
La importancia de la frontera seca de Jujuy como lo es
también Orán en Salta o Puerto Rico y Jardín América en Misiones (donde existen
al menos 60 pasos clandestinos) es que, independientemente del contrabando vía
avionetas, es mediante la vía terrestre la forma más económica y segura para
ingresar droga que termina en un container camino a Europa o convertida en paco
en manos de un pibe del conurbano.
Operaciones como Arroz Blanco demuestran que en
Argentina operan organizaciones mejicanas como el Cartel del Norte del Valle
(un desprendimiento del Cartel de Cali) pero utilizan el territorio al efecto
del traslado de cocaína a Europa por vía marítima aunque también resultaba un
paraíso por la facilidades del gobierno de la expresidente Cristina Férnandez,
en el lavado de activos.
Tal el caso del detenido por la autoridad colombiana
en Argentina, Alejandro Gracia Álvarez. Alias “Gato Seco” era un verdadero
gestor dedicado a reubicar con identidades falsas a narcos Colombianos.
“Gato Seco” se había convertido en un experto en la
adquisición de CEDINES, mecanismo legal para el lavado de dinero aprobado por
el Congreso Nacional argentino por impulso de la viuda de Kirchner.
Distinta es la operación de Los Monos en la ciudad
argentina de Rosario, que aparece como una organización sin vínculos
internacionales, con dedicación casi exclusiva en la venta local pero con
algunas ramificaciones menores en otras ciudades del ámbito metropolitano del
Gran Buenos Aires.
Sin embargo se han detectado ciertas relaciones con el
cartel Oficina de Envigado, herederos del famoso Cartel de Medellín. Lo cuál
suena lógico si se considera que Oficina de Envigado son herederos de la
estructura de Pablo Escobar especializados en la coordinación de organizaciones
locales con penetración callejera en la venta, traslado, cocinado, etc. de
cocaína.
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Aumenta el decomiso de cocaína boliviana en el NOA.
Pero en general, tanto en Rosario como en el conurbano
bonaerense y los grandes conglomerados de las ciudades argentinas como Tucumán
y Córdoba, sólo se trata -aunque poderosas-, de pandillas callejeras más que de
carteles al carecer de la organización y el poder de las redes criminales como
las existentes en México, Perú o Colombia. Y como se dijo más arriba, en el caso
boliviano, en la actualidad más que de carteles se trataría de organizaciones
familiares regionales; en un tipo de estructuras más rudimentarias que
necesitan de socios locales.
La reconversión productiva que está sufriendo Bolivia
como la que ocurre en la región de Cochabamba, donde el cultivo de coca está
desplazando a la tradicional horticultura, genera una sobre oferta de materia
prima que a su vez se traslada en la necesidad de encontrar nuevos mercados.
Por eso Argentina y en especial el noroeste argentino
se convierten nuevamente en territorio de disputa, ya sin Milagro Sala en el
medio. Desarticular la estructura de apoyo territorial y las complicidades
judiciales y de las fuerzas de Seguridad, es la gran batalla que le espera al
gobernador Gerardo Morales y a la Argentina toda.
Guillermo Bertoldi | Publicado originalmente en Hora22
y Jujuyaldia/Noesnoticia.com