de los formadores
Alfil, 21 diciembre, 2018
Por Javier Boher
Finalmente, con casi seis meses de demora, se
presentaron los primeros resultados de la Evaluación Enseñar, destinada a los
estudiantes de último año de profesorados de casi todo el país. Sin
diferenciación entre distritos, es sólo una previa para calmar a los
responsables de la educación en cada provincia.
La evaluación Enseñar es el segundo paso dentro de un
diagnóstico encarado por los responsables de la educación del país desde la
asunción del presidente Macri. El primer paso fue la evaluación Aprender, que
se dirigió a los alumnos de los distintos niveles de la educación obligatoria.
El de ahora, sobre los futuros educadores. El tercero y último es el que falta,
sobre los docentes que están en actividad.
Los datos que se difundieron desde el Ministerio de
Educación de la Nación no desentonaron respecto a las malas marcas logradas en
los Aprender. De lo poco que se pudo conocer, el 40% de los estudiantes de
profesorado evidenciaron problemas respecto a la lectoescritura y a las
estrategias pedagógicas que se pueden implementar en el aula.
Si se accede al detalle del documento se puede
observar un dato no menor: el peor rendimiento está entre los estudiantes de
los profesorados de nivel primario, justamente los que tendrán a su cargo los
años más importantes para la formación de la persona.
Por supuesto que esto se enmarca en una realidad mucho
más larga, que debe buscarse en políticas implementadas hace y durante años.
Suponiendo que los evaluados en 2017 hubiesen estado cursando en tiempo y
forma, serían casi en exclusividad un producto de un sistema educativo que hizo
implosión después de diciembre de 2001.
En aquellos años de crisis la educación pasó a un
segundo plano, con docentes mal pagos, mal formados y peleando para no caer en
la pobreza. Lo que siguió no implicó una reversión del daño, sino sólo una mano
cosmética para esconder que a ninguno le interesaba realmente lo que pasara con
los niños y adolescentes.
Los planes fueron entregar computadoras sin capacitar
a los docentes en el uso de las TICs (con el claro negociado por detrás),
modificar los nombres de los eventos (como el “Día de la Raza” por el “Día del
respeto y la tolerancia entre los pueblos”) y flexibilizar los criterios de
evaluación, “porque los chicos son todos distintos y no se los puede evaluar a
todos por igual”.
Córdoba, después de unos primeros años de premiar a la
militancia y los amigos con cargos en el ministerio de educación (¿cómo
olvidarse del inefable Ricardo Jaime como viceministro del área?) hoy la
provincia parece haberse decidido a encarar una serie de reformas que -aunque
no logren resolver todos los problemas- mostraron sus frutos en los buenos
resultados de la evaluación Aprender.
Pese a todo, hay datos que no se pueden pasar por alto
en lo referido a la educación. La obsolescencia de la propuesta pedagógica de
numerosos institutos privados de formación docente (controlados en su mayoría
por la Iglesia Católica) atenta contra las nuevas destrezas que requieren los
docentes, no sólo en cuestiones técnicas sino también en lo referido al manejo
de grupos y las nuevas problemáticas sociales de una realidad cada vez más
diversa y heterogénea.
Hay otras tres cuestiones muy íntimamente ligadas
entre si que afectan el nivel de los futuros docentes. En primer lugar, los
bajos sueldos en comparación al resto de los trabajadores (especialmente los
públicos). Eso genera el segundo problema: que los sectores con mejor formación
de base esquiven la docencia. En la vereda opuesta, los sectores bajos de la
sociedad ven en esto una posibilidad de ascenso social, estabilidad laboral y
prestigio que otras generaciones de su familia no tuvieron.
En tercer y último lugar, el corrimiento de los
educadores de vocación y la irrupción de los “trabajadores de la educación”,
que no ven en los niños a futuros ciudadanos sino a una herramienta para
extorsionar a los gobiernos por mejoras salariales. La expulsión de alumnos
desde las escuelas públicas a las privadas ha dejado a los dirigentes
sindicales como “socios” en el diseño e implementación de políticas, cuando
sólo deberían velar por los derechos de docentes y alumnos.
Falta conocer los detalles de la evaluación.
Lamentablemente, aunque Córdoba obtenga buenos resultados, lo que se conoce
hasta ahora de todo el país es desalentador. Y aún peor es el tiempo que puede
llevar revertirlo.