“La prolongación de una cuarentena ruinosa
para millones de personas puede terminar en una rebelión social”
Infobae, 22 de mayo de 2020
El economista y ex
integrante de Montoneros, Mario Firmenich, hizo públicas una serie de
consideraciones sobre la continuidad del aislamiento social, preventivo y obligatorio
que decretó el presidente Alberto Fernández, y los altos riesgos de su
prolongación, la que puede generar una reacción violenta de la sociedad.
“Nadie discute que la
decisión de la cuarentena total adoptada antes de que el coronavirus se
propagara fue una decisión correcta. Pero todos sabemos que sería suicida
mantener la cuarentena durante un tiempo indeterminado, paralizando todas las
actividades sociales y económicas”, advirtió Firmenich.
En este sentido, el
economista coincide con la afirmación de que “una caída económica se recupera
pero una vida perdida no”. Sin embargo, alertó sobre el alto riesgo cuando se
trata de pequeñas pymes, de trabajadores autónomos, de comercios familiares y
microempresas que permiten la subsistencia día a día de millones de personas.
“En estos casos es la ruina familiar y personal, incluyendo la muerte por
múltiples motivos de muchos miembros de estas familias desamparadas. Es ingenuo
creer que con un subsidio temporal de 10.000 pesos se evitan esos dramas”,
afirmó.
En su documento, publicado
en la Agencia Paco Urondo, el ex integrante de Montoneros, advierte sobre la
existencia de un riesgo evidente en caso de continuar con el aislamiento: “La prolongación indefinida de una
cuarentena ruinosa para millones de personas para ‘mantener achatada la curva’
puede terminar en una rebelión social contra la cuarentena por el estado de
necesidad. El resultado sería un contagio masivo con millares de muertes,
perdiéndose el logro de minimizar los fallecidos y con una debacle socioeconómica”.
A continuación, los
principales conceptos de su artículo:
La cuarentena exitosa ¿hasta cuándo?
Nadie discute que la
decisión de la cuarentena total adoptada antes de que el coronavirus se
propagara fue una decisión correcta. Pero todos sabemos que sería suicida
mantener la cuarentena durante un tiempo indeterminado, paralizando todas las
actividades sociales y económicas.
Si bien es cierta la
afirmación de que una caída económica se recupera pero una vida perdida no, la
afirmación deja de ser cierta cuando no se refiere a la macroeconomía sino a la
pequeña actividad de trabajadores autónomos, comercios familiares y microempresas
que permiten la subsistencia día a día de millones de personas, porque en estos
casos es la ruina familiar y personal, incluyendo la muerte por múltiples
motivos de muchos miembros de estas familias desamparadas.
Es ingenuo creer que con un
subsidio temporal de 10.000 pesos se evitan esos dramas.
Una Nación de 3 millones de
Km cuadrados y un pueblo de 45 millones de personas en medio de una crisis
nacional y global no puede ser conducido como una sala de terapia intensiva.
La
continua postergación del “pico de la curva” es un alerta de que algo no está
bien previsto. Se ha comentado que la predicción “científica” es que en
Argentina se contagiarán con el coronavirus 250.000 personas. Pero, si después
de casi dos meses de cuarentena no se han contagiado ni 8.500, ¿tendremos
semiparalizado al país durante 56 meses más esperando el contagio de otros
241.500 argentinos? Hay algo absurdo en estas predicciones “científicas”.
Existe un riesgo evidente:
la prolongación indefinida de una cuarentena ruinosa para millones de personas
para “mantener achatada la curva” puede terminar en una rebelión social contra
la cuarentena por el estado de necesidad. El resultado sería un contagio masivo
con millares de muertes, perdiéndose el logro de minimizar los fallecidos y con
una debacle socioeconómica.
Es imperioso modificar la
estrategia para aprender a convivir con el coronavirus manteniendo una baja
tasa de contagios. Parece de sentido común que si el virus penetra por los
ojos, la nariz y la boca, el problema se soluciona cubriéndose los ojos, la
nariz y la boca. Para decirlo con cierta ironía, si se fuera obligatorio para
todos andar en la vía pública con un casco de moto, podríamos estar todos
trabajando normalmente con un casco de moto en la cabeza.
Aun cuando se impusiera ya
mismo una salida de la cuarentena con todos los medios apropiados de control
sanitario, el gobierno debería enfrentar una situación socioeconómica que ya es
ruinosa. Se impone como urgente necesidad un programa económico de
reconstrucción y reactivación económica que no puede limitarse a imprimir
cantidades ilimitadas de billetes.
La reactivación económica
Si la gestión de la pandemia
finaliza exitosamente, la realidad postpandemia será una desolación económica y
social, con más del 50% de la población en estado de pobreza, incluyendo
probablemente un incremento de la población excluida del sistema, con
inexistencia de los puestos de trabajo tanto formales como informales que
permitían a millones de argentinos sostener su nivel de vida, con inexistencia
de capital privado para la creación de nuevos emprendimientos, sin financiación
internacional para suplir la falta de capital privado nacional, con un déficit
fiscal mayúsculo y una inflación real muy superior a la previa a la pandemia.
Vale la pena acotar que es
erróneo y engañoso calcular el índice general de precios al consumo promediando
precios de productos cuyas ventas estuvieron prohibidas. Si la producción
automotriz del mes de abril fue ¡CERO!, carece de sentido promediar un “aumento
cero” del precio de los automotores. La inflación real durante la cuarentena es
la del alza de los precios de los productos esenciales, siendo lo relevante el
alza de precios de alimentos y productos básicos.
Es una obviedad decir que el
gobierno deberá desarrollar múltiples políticas públicas destinadas a
reconstruir (más que reactivar) un tejido económico-social que ha sido
destruido.
En este sentido, debería ser
obvio también que no se saldrá de la depresión económica regalándole un pobre
plato de comida a la mitad de los argentinos. Lo necesario es invertir para
generar emprendimientos económicos que regeneren los millares de empleos que
han desaparecido.
Sólo así se podrá recomponer
también las finanzas públicas y controlar la inflación.
Plan de Reactivación
¿Reactivando las
deformaciones estructurales preexistentes?
Todos sabemos que la crisis
social, laboral y económica de Argentina no nació con el coronavirus. El
aparato productivo que se ha destruido durante la cuarentena no era
precisamente un ejemplo virtuoso de productividad y sostenibilidad, ni de
justicia social, ni de vanguardia tecnológica, ni de eficiencia.
A la hora de “reactivar la
economía”, ¿se reactivará el sistema ineficiente, injusto, insostenible,
dependiente, excluyente y atrasado que existía antes? No debería ser así.
Un plan de emergencia nacional
debería ser pactado en el Consejo Económico y Social.
Como suele decirse, las
crisis presentan oportunidades de transformación para mejorar la realidad
preexistente. No deberíamos desperdiciar esta oportunidad.
No existe un movimiento popular políticamente
organizado capaz de ser un motor político generador de propuestas estratégicas
e impulsor de las transformaciones estructurales necesarias
Los planes de emergencia
socioeconómica para el corto plazo deben ser concebidos como los primeros pasos
de un proyecto largo plazo. Para ello, es necesario primero definir los rasgos
estructurales del Proyecto Nacional y a partir del mismo adoptar un conjunto de
medidas aptas para salir de la emergencia pero que estarían comprendidas en la
maqueta del proyecto de largo plazo.
La necesidad de superar la
actual impotencia del movimiento popular para impulsar un nuevo Pacto
Constituyente para el desarrollo de un Proyecto Nacional
Hace algunas décadas hablar
de movimiento popular en Argentina era sinónimo de hablar del Movimiento
Peronista.
Sin embargo lo que existe
hoy como “peronismo” no es un movimiento políticamente organizado. Basta con
mencionar algunas evidencias básicas que definían al peronismo: “El Peronismo
es un movimiento de masas y el Partido Justicialista es sólo una herramienta
electoral”
“La Doctrina Justicialista
es humanista y cristiana”.
“La columna vertebral del
peronismo es el movimiento obrero organizado”.
“El Movimiento Peronista es
la organización nacional de masas que se estructura en cuatro ramas: política,
sindical, femenina y de la juventud”.
“Primero la Patria, después
el Movimiento y por último los hombres”.
“En la Nueva Argentina
justicialista hay una sola clase de hombres, que son los que trabajan”.
No creo necesario alargar
este texto demostrando que la realidad social, económica y política actual de
nuestra Patria y de nuestro Movimiento, consecuencia no sólo de la depredación
de la dictadura sino también de 37 años de democracia, lo que incluye 22 años
de gobiernos democráticos peronistas, es incompatible con estas realidades
representativas de lo que fue el Movimiento Peronista.
Hoy, en cambio, el
movimiento popular incluye a millones de compatriotas excluidos del sistema,
desocupados crónicos en un país desindustrializado, cuyas organizaciones
sociales de carácter gremial carecen de pertenencia política a un Movimiento
Nacional como era el peronismo y cuyos referentes militantes son de una muy
variada pertenencia político-organizativa.
Por otra parte, la
organización de los militantes políticos del peronismo tiene una lógica
básicamente electoralista que, además, suelen operar fuera del Partido
Justicialista.
La clase trabajadora
sindicalmente organizada en la CGT se ha reducido cuantitativa y cualitativamente,
se ha dividido en varias centrales sindicales, sus obras sociales están en
crisis y las 62 Organizaciones no tiene ninguna presencia política.
En suma, el movimiento
popular hoy en día no es sinónimo del movimiento de las masas peronistas políticamente
organizadas. No existe un movimiento popular políticamente organizado capaz de
ser un motor político generador de propuestas estratégicas e impulsor de las
transformaciones estructurales necesarias.
Esto plantea la necesidad y
la obligación moral y política de construir una unidad programática transversal
del movimiento popular entre dirigentes de diversos sectores, abarcando los
espacios sociales y políticos que representan, por ejemplo, el Movimiento
Evita, la Cámpora, los sindicatos, los intendentes del Gran Buenos Aires, los
gobernadores, las organizaciones sociales o los pequeños empresarios.