Carlos Daniel Lasa *
La Prensa, 28.06.2020
Antonio
Gramsci (1891-1937) quería emular con su filosofía la homogeneidad doctrinal
que percibía en el catolicismo de su tiempo.
Vivimos en una sociedad
descreída que, sin embargo, no duda de la existencia de un demonio llamado
"fascismo". En verdad, esta categoría demonológica nada tiene que ver
con el fascismo histórico del dictador italiano Benito Mussolini. Este nuevo
demonio tiene un solo padre: Antonio Gramsci.
En efecto, pese a su
filosofía "historicista", Gramsci dio lugar, curiosamente, a la idea
de un fascismo "eterno". Como ya dije, este fascismo no es el de
Mussolini cuya filosofía, al igual que el marxismo de Gramsci, está embebido
del actualismo de Giovanni Gentile. Pasa que Gramsci da un paso hacia adelante
identificando al fascismo con toda la "cultura occidental no moderna"
(ya volveré sobre este punto más adelante).
Veamos. No pocos marxistas
han sostenido que Gramsci no fue marxista. A mi juicio, no les falta razón. Sin
la influencia de Giovanni Gentile, Gramsci no hubiera podido elaborar el
concepto de "sociedad civil" distinto al del marxismo-leninismo, como
tampoco tener una noción diversa de "hegemonía".
De acuerdo al materialismo
histórico de Marx, la conciencia del hombre está determinada por el
"objeto" (en este caso, por las "relaciones de producción":
dime cómo produces los bienes materiales y te diré cómo piensas). Gentile, en
su escrito La filosofia di Marx, invierte la cuestión. Para Gentile, es el
"espíritu", son las ideas, las que configuran la realidad histórica.
Esta tesis filosófica
gentiliana es asumida por el autor de los Quaderni dal carcere. De allí se
explica que, para Gramsci, la historia no sea "historia económica"
sino historia de las relaciones ideológico-culturales de la vida espiritual,
"historia de concepciones de mundo". ¿Qué es esto sino el
materialismo disociado de la economía? ¿Y qué otra cosa es esta disociación más
que el actualismo de Gentile?
LA IDEOLOGIA
De esta tesis filosófica se
desprende la prioridad que Gramsci otorga a la "sociedad civil"
respecto del Estado. Para él, el marxismo sólo va a poder afirmarse en
Occidente presentándose como una "concepción de la realidad superior,
integral y única". De allí que reemplace la fórmula "materialismo
histórico" por la de "filosofía de la praxis".
Como ya lo expresé, esta
visión lo conduce a sostener que, dentro del desenvolvimiento histórico, la
instancia determinante es la "ideología", la concepción de mundo. De
allí se entiende que la "dirección cultural" tenga prioridad por
sobre la orientación política. Y así como la "filosofía de la praxis"
reemplaza la idea de "materialismo histórico", también la idea de
"capitalismo-burgués" es sustituida por la idea de
"modernidad".
Antonio Gramsci apunta a una
revolución cultural que consiste en "modernizar" a Occidente. ¿Qué
significa esto?
La idea de
"modernización" la extrae de un escrito de Benedetto Croce titulado
Storia d"Europa nel secolo decimonono. La modernidad es una concepción que
se caracteriza por establecer el "fin" de la vida dentro de la vida
misma, y por el deber de acrecentar y enaltecer esa vida, alcanzando la plena
liberación del hombre (Milano, Adelphi edizioni, 1991, pp. 31-32).
Esta es la concepción de la
existencia que, según Gramsci, debe inspirar una "nueva religión".
Pero se tratará de una religión reducida a una función socio-política,
encargada de re-ligar, de establecer una férrea unidad entre los intelectuales
y los simples mortales (la masa).
Para que esto suceda, se
hace imprescindible una gran reforma intelectual y moral. Esta reforma va a
estar unida estrechamente a la noción gramsciana de "hegemonía". La
transformación debe proponerse alcanzar "un mismo sentido común"
(recordemos a Gentile: en el pueblo italiano, el fascismo debe procurar un solo
pensar, un solo querer y un solo sentir).
Ahora bien, ¿cuál es el
enemigo que esta visión moderna tiene que enfrentar? El enemigo ya no es el
capitalismo burgués, sino lo que Croce denomina la "vieja religión",
o sea, la religión cristiana (la "cultura occidental no moderna" que
mencioné renglones más arriba). El catolicismo, nos dice Croce, propone como
fin una vida ultramundana, considerando a la instancia histórica como una
simple preparación. Ese mas allá, como ya sabemos, se alcanza mediante la
observación de los diez mandamientos y de la perfección evangélica (cfr.
ibidem, p. 32).
Para Gramsci, entonces, la
guerra cultural se debate entre dos concepciones de vida: la cristiana y la
inmanentista. La concepción cristiana de la vida, para el italiano, es opresora
y enemiga de la libertad. Por eso propone un proceso de descristianización de
la sociedad occidental.
FASCISMO Y ACTUALISMO
Dije al comienzo que el
fascismo del que se habla hoy en día no es el fascismo histórico, sino el
creado por Gramsci. Pese a esto, como ya lo expresé, el verdadero fascismo
histórico de Benito Mussolini, guarda un parentesco estrechísimo con la
posición de Gramsci. Los dos tienen un tronco común: el actualismo, o sea, la
filosofía del devenir.
Sucede que este
"actualismo", como acertadamente lo señala Del Noce, puede tener dos
interpretaciones. Por una parte, puede ser pensado como síntesis de todas las
filosofías que ha dado Occidente. Esta lectura ha sido elaborada desde la
categoría de "resurgimiento" (conservar lo recibido, pero dándole una
nueva forma). Por otra parte, puede ser entendido como revolución total, o sea,
como ruptura radical con toda filosofía cultivada hasta el momento. Esta
segunda vía supone el abandono definitivo de la verdad. Consecuentemente, el
discurso "filosófico" pasa a convertirse en instrumento de poder (la
filosofía como ideología).
Gentile siguió la primera
vía; Gramsci, la segunda. Por eso no estuvieron juntos en la misma opción
política, aunque sí convinieron en la matriz anti-metafísica e histórica de su
concepción. Y otro dato que queda en claro, además, es que, jamás de los
jamases, ni Gentile ni Mussolini van a admitir la existencia de un Dios,
distinto del mundo, Creador y Redentor.
En realidad, como lo refirió
el destacado historiador del fascismo italiano, Renzo De Felice, el fascismo ha
sido un movimiento verdaderamente revolucionario. A la luz de lo que venimos
analizando, se entiende esta afirmación.
Pero he aquí otra de las
contradicciones y sorpresas que nos muestra la historia de las ideas. El
abandono, por parte de Gramsci, del materialismo dialéctico e histórico, y la
consecuente asunción del actualismo, lo conducen a convertir al fascismo en una
concepción de la realidad identificada con el cristianismo, por lo menos en un
punto. ¿Qué punto? En el fondo, él estaba buscando esto: añoraba suministrarle
a su filosofía la universalidad y homogeneidad doctrinal que advertía en el
bando contrario.
El cristianismo, de acuerdo
a su concepción, está situado en el punto opuesto a su filosofía del devenir o
de la praxis. De ahora en más, será fascista todo aquel que ose cuestionar la
filosofía de la praxis o del devenir; todo aquel que pretenda recordarle al
hombre que su fin último no está en la historia sino en la eternidad; todo
aquel que cultive la búsqueda de la racionalidad interna de lo real, afirmando
el primado de la teoría por sobre la praxis.
¿Logró Gramsci su objetivo?
Ciertamente.
¿Con qué resultados? Engels,
en su escrito Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana,
refiere la derivación de esta postura: "...la filosofía dialéctica acaba
con todas las ideas de una verdad absoluta y definitiva y de un estado absoluto
de la humanidad, congruente con aquella. Ante esta filosofía, no existe nada
definitivo, absoluto, consagrado; en todo pone de relieve lo que tiene de
perecedero, y no deja en pie más que el proceso ininterrumpido del devenir y
del perecer. Y lo que ha perecido es el entero mundo de los valores".
La absolutización de la
dialéctica por parte de Gentile (y, a posteriori, también de Gramsci) ha
conducido al nihilismo. Nada ha quedado en pie: ni siquiera el ideal
revolucionario. La propia revolución se ha suicidado. Y dentro de este compacto
mundo nihilista, formado por un sólido sentido común de la nada, solo queda en
pie la vida del único yo (que soy yo) y sus siempre inacabables e insaciables
deseos.
Mi causa, como refería
Stirner en la Introducción a su escrito El único y su propiedad, "no es
divina ni humana, no es ni lo verdadero, ni lo bueno, ni lo justo, ni lo libre,
es lo mío, no es general, sino única, como yo soy único".
En realidad, el fascismo
gramsciano, por mediación del actualismo, ha conducido al propio marxismo a su
suicidio. Como podrá advertirse, pues, no vivimos dentro de una cultura
anti-fascista. El presente es el estadio final de una cultura
"esencialmente" fascista que ha dejado al pensamiento humano huérfano
de toda verdad.
En definitiva, somos los
testigos/víctimas del naufragio de una sociedad empobrecida, presa de la más
compacta ideología concebida en términos de la pura fuerza.
* Doctor en Filosofía por la
Universidad Católica de Córdoba.