por
Enrique Guillermo Avogadro
12-9-20
"Si
no consigues presentar batalla cuando estás
con
la espalda contra la pared, perecerás".
Sun
Tzu
¿Cómo se negocia con un
libro en la mano -la Constitución Nacional- con gente que viene con un revólver
a robar, matar y destruir? ¿Qué hicieron las democracias europeas ante la
maquinaria militar de Adolfo Hitler?
Evidentemente, los
argentinos, siempre tan estatistas, no merecíamos tener un país propio y hoy,
por una serie secular de actos suicidas, lo hemos perdido. A quien dude, le
bastará con ver qué ha ocurrido -las tomas de tierras, el separatismo de los
mapuches, la liberación de presos, el crecimiento exponencial del narcotráfico
y la cesión del poder territorial a las bandas, la guerra contra el campo y la
falta de clases por exigencia de los gremios- desde que un importante
porcentaje de los ciudadanos, justificadamente descontentos con el fracaso
económico del gobierno anterior, optó por reponer al kirchnerismo en el poder
y, así, transmutar a Cristina Fernández de multiprocesada saqueadora a
verdadera emperatriz.
Obligado por los compromisos
que asumió al ser designado vicario, Alberto Fernández devalúa su palabra,
profundiza la grieta que parte en dos a la sociedad para enterrar en ella
cualquier viso de autoridad presidencial, convierte en una mera fantasía la
pregonada unidad nacional y fracasa en todos los objetivos que busca. El primero
y más palpable es, después de 178 días de "cuareterna", la
incontenible propagación del virus y el crecimiento exponencial de los
fallecimientos; más grave es, sin duda, la bomba atómica que el desmesurado
confinamiento ha detonado sobre el tejido económico-social, que todavía no
percibimos en toda su magnitud. Pero también lo es la tan auto-celebrada
renegociación con los acreedores externos, que en realidad fue una resignación
total a las pretensiones de éstos.
El Gobierno no ha sido capaz
de esbozar un plan económico -deberá presentarlo al FMI cuando renegocie la
deuda-, pese a que ya resulta esencial para cualquier tentativa de recuperar la
confianza en su gestión; de todas maneras, el cambio absurdo y prepotente de
las reglas de juego por decreto -Vicentín, la hidrovía, las telecomunicaciones,
la prensa libre, el impuesto "solidario" a la riqueza, el
teletrabajo, la energía, el transporte y las low-cost, etc.- obviamente
conspiran contra esa necesidad. Y la frustrada tentativa de llevar a Gustavo Beliz
como Presidente del BID contra un candidato de Donald Trump para el cargo; si
éste ganara las elecciones norteamericanas de noviembre, será otra piedra en el
zapato.
Por si eso fuera poco, abre
nuevos frentes de conflicto, cada vez más graves: insulta al Ejército
ordenándole borrar un homenaje (un simple tuit)
a dos oficiales asesinados por la guerrilla en democracia "para no
agredir a ciudadanos" mientras tolera manifestaciones de Montoneros y ERP,
avanza a tambor batiente sobre la Justicia y el Procurador General,recorta
jubilaciones para continuar expandiendo el Estado parasitario e inútil,
enfrenta a las provincias con la Ciudad de Buenos Aires, genera roces
permanentes con todos los países amigos, y esta semana debutó con un fuerte
desacato de la Policía de la Provincia de Buenos Aires.
Se ha especulado acerca de
la probabilidad de que haya sido el propio Gobierno el autor ideológico de la
insubordinación para tener una justificación, por endeble que resulte, para
obedecer a la Vicepresidente y recortar fondos a la Ciudad; si eso fuera
verdad, Alberto Fernández y su equipo, una recua de fracasados e inútiles,
habría demostrado una precisión tal como para hacer hoyo en uno. Y si fue la
propia Cristina Fernández quien soterradamente encaminó la protesta hacia la
residencia del Presidente para ayudar a su ahijado el Gobernador, el daño que
ha infligido a ambos, que cedieron bajo presión a un justo reclamo, es
irreparable. El miércoles, la Argentina estuvo allí a un tris de una
confrontación armada que podría haberla dejado regada con sangre: mientras los
efectivos se manifestaban, algunos movimientos sociales y políticos fogoneaban
una contramarcha para apoyar al Gobierno; es fácil imaginar qué hubiera podido
pasar entonces.
De todas maneras, resultó inexplicable que dos
teóricos perjudicados directos por la desobediencia policial -Axel Kiciloff, y
su Ministro de Seguridad, Sergio "rambito" Berni- festejaran en
público el final de la crisis, ya que se habilitarán nuevos reclamos de los
empleados públicos, comenzando por el personal de salud, tanto en Buenos Aires
cuanto en otras provincias; ¿a qué otro manotazo recurrirá el Gobierno en ese
caso?
Pese al enorme recorte ordenado sobre las
finanzas de la Ciudad, el gran beneficiado de todo esto es, obviamente, Horacio
Rodríguez Larreta quien, con su presentación del jueves, se transformó en el
gran líder de la oposición; resulta por cierto ponderable, a pesar de haber
pecado de excesiva ingenuidad en su relación con el Ejecutivo central, su
mesura y sus modales en la respuesta a la puñalada trapera que recibió del
Presidente para satisfacer el irracional odio de Cristina Fernández. Ahora, la
Corte Suprema deberá ponerse los pantalones y restablecer las cosas a su justo
cauce, como también debe hacer, antes de que sea demasiado tarde, con la
modificación en la conformación del Consejo de la Magistratura y con el
vengativo traslado de los magistrados que procesaron o tendrán que juzgar a la
delincuencial Vicepresidente.