El peronismo no
existe más.
Por Claudio Chavez
Infobae, 2 de
Enero de 2021
Cuando Alberto
Fernández asuma la conducción nacional del peronismo y Máximo Kirchner el de la
provincia de Buenos Aires, se habrá coronado de manera incontrastable el final
anunciado: el peronismo no existe más. Algo que se viene observando desde hace
más de quince años.
¿Es esto bueno o
malo? Ni bueno, ni malo, es lo que es. Así pasó con el mitrismo, el roquismo,
el radicalismo y naturalmente con el peronismo. La historia se abre paso de
manera similar al proceso de destilación: algunas sustancias se evaporan y
otras se condensan. Fin. Se trata de entender y no de juzgar.
La diosa Clío,
implacable cuando considera que ya es tiempo, cerró una etapa y lo hizo a su
modo, dando señales que algunos percibieron y otros no. Hoy se muestra brutal y
descarnada. ¡Ya es hora! ¡No va más!
La muerte siempre
es difícil de aceptar especialmente cuando los mayores se van dando cuenta que
quedan solos. Los peronistas sin peronismo y los antiperonistas sin enemigos.
De manera que unos y otros se las arreglan para no velarlo. Unos creen que es
posible resucitarlo y otros creen que el kirchnerismo es peronismo. Fatal
coincidencia.
El kirchnerismo
El kirchnerismo es
una formación política que ya lleva diecisiete años y se ha ganado su lugar en
la historia argentina. De modo que requiere una aproximación más rigurosa.
Hunde sus raíces
en el giro a la izquierda que el peronismo realizó a comienzos de los sesenta
en pleno auge de la Guerra Fría, cuando el marxismo asomaba como una
posibilidad creíble y Perón declaraba: ¨La revolución mundial va hacia formas
socialistas; es legítimo asociarse a Rusia…¨. Por la misma época, el exiliado
se aproximaba a los Países No Alineados, perdiendo sentido su Tercera Posición,
pues los no Alineados habían dejado de serlo, al caer en manos del mariscal
Tito, Mao Zedong y Fidel Castro, es decir, la izquierda.
El general Perón
en el exilio y en sus ansias de volver al poder cobijó en su movimiento a la
derecha que venía de origen y a la izquierda en ascenso, categorías políticas
centrales por aquellos años, en la Argentina y el mundo. Lo que hizo creer en
la década del 60, y está escrito en miles de textos, que este movimiento, auto
titulado nacional, con características policlasistas era además poliideológico.
Error conceptual que en la década del 60 se transformó en error estratégico.
En el peronismo de
origen, desde que Perón apareció en la Secretaría de Trabajo, el marxismo y la
lucha de clases se transformaron en los enemigos a vencer. En las elecciones de
1946, fecha fundacional del Justicialismo, Perón enfrentó a la izquierda
reunida en la Unión Democrática y a los grupos de poder y grandes diarios que
en términos generales siempre han tenido una mirada progresista, hasta el día
de hoy. El mismísimo embajador norteamericano, Spruille Braden, era progre, su
principal asesor, presente en la Argentina por aquellos años, era Gustavo Durán
un ex oficial del ejército republicano y miembro del Partido Comunista español.
Para decirlo claramente Perón fue identificado en la Argentina y en el mundo
como la manifestación personal y política de la centro derecha.
Ciertamente sumó
militantes de un amplio espectro ideológico, pero no conformaron corrientes
orgánicas dentro del partido. Fueron cooptados uno a uno. La línea la marcaba
Perón al crear de un día para otro el partido Peronista. En definitiva la
esencia del peronismo, en lo que a cuadrante político corresponde, fue la derecha
y eso lo tuvieron claro la Iglesia, las FF.AA. y los gremios, razón de su
apoyo.
En la década del
60 esto cambió. Un sector de la intelectualidad argentina atravesada por la
moda marxistoide mundial y el castrismo se acercó al peronismo. El General exiliado
les dio cabida.
Los proscriptores,
esto es el antiperonismo, debieran, también, hacerse cargo de esto. Como decía
el general Aramburu: acá nos equivocamos todos.
Pícaramente, Perón
aseguraba que, no obstante esta variopinta generalidad, peronistas éramos
todos. Claro, al comienzo fue una gracia, al final una tragedia. Cuando los
echó del partido y luego de la Plaza, fue tarde. Como guerrilla perdieron
fuerza, como expresión ideológica no, y siguieron colgados del peronismo
genérico.
Siempre
estuvieron, es una realidad ideológica, política y cultural argentina. A la
caída del Muro de Berlín no se escondieron más tras la monserga de la Tercera
Posición, asumieron lo que siempre fueron: marxistas mistongos.
El prototipo del
kirchnerista modelo es Horacio Verbitsky, Montonero, Camporista y autor de
algunos discursos de Esteban Righi. Como dice en su libro ¨Vida de Perro¨ dejó
de ser peronista luego de Ezeiza, cuando el general tomó partido contra las
organizaciones armadas. Esto es, cuando Perón volvió a las fuentes, a su
origen, la derecha. Un ejemplo basta para pintar de cuerpo entero la ideología
del kirchnerismo.
Dice Verbitsky
sobre el problema central de aquellos años, la idea de socialismo nacional: ¨Es
una expresión que se emparenta con lo que luego Hugo Chávez plantearía sobre el
socialismo del siglo XXI, es decir el reconocimiento de una matriz socialista
que luego cada nación podría adaptar con sus propias características. Eso era
lo que entendíamos nosotros. Perón cuando hablaba del socialismo nacional,
hablaba de la socialdemocracia sueca, noruega, un divague que no tenía nada que
ver.¨
El kirchnerismo
retomó, en el siglo XXI, la tradición cultural de las organizaciones guerrilleras,
pero sin armas. La derrota que le infringió el Ejército Nacional no tuvo ni
tiene vuelta atrás y frente a la caída del Muro de Berlín se centraron en la
interpretación de la historia, los derechos humanos y la alteración de valores,
instalando centralmente un relativismo moral y un igualitarismo discursivo
demoledor de la espina dorsal de la Patria, tal cual lo viene realizando el
progresismo mundial con quien se han asociado. Lo que el progresismo pone en
juego, es la vida, la familia y el trabajo. En estos puntos han encontrado
amigos insospechados del ámbito político y cultural argentino responsables de
que el kirchnerismo gobierne.
Llegados al poder,
su relato tiene raíces. En su linaje histórico cultural se entrecruzaban varias
corrientes: Rodolfo Puiggros, Juan J. Hernández Arregui, Arturo Jauretche, John
W. Cook. Contemporáneos de menor jerarquía son Felipe Pigna, Pacho O´Donnel,
Marcelo Gullo, Pablo Vázquez, Eduardo Anguita, Aracelli Bellota, entre otros,
que desde el Instituto Dorrego procuraron institucionalizar el relato
kirchnerista.
Por otro lado, y
más independientes, Osvaldo Bayer y Norberto Galasso. Todos ellos abrevan en
los estudios historiográficos de la década del 60. Ningún aporte novedoso salió
de sus escritos que no sea una revalorización unilateral del sesentismo
violento. No hay que olvidar a los Ministros de Cultura del kirchnerismo todos
provenientes de la izquierda: Torcuato Di Tella, José Nun, Jorge Coscia y
Teresa Parodi y menos a quien de manera directa manejó los medios de
comunicación oficial, Tristán Bauer.
El kirchnerismo
desmontó la identidad peronista de origen que fue la derecha popular con base
obrera y empresarial productiva, para transformarla en una corriente
progresista encarnada en sectores medios intelectualizados con base en sectores
sociales improductivos y marginales.
Los que se sientan
herederos del peronismo de origen o de algo parecido tendrán por delante una
tarea ciclópea: empezar de nuevo desde la vereda de enfrente, no hay avenida
del medio.