Alberto Buela (*)
Desde comienzos del siglo XXI, para poner
una fecha emblemática, merced a los diferentes mass media podemos
obtener una información inmediata sobre casi todo lo que ocurre en el mundo.
Esto se hace más ostensible con los grandes personajes hoy vigentes, tal es el
caso del Papa Francisco al que disfrazaron de indio en Canadá cuando fue a
pedir perdón por los crímenes cometidos por la Iglesia entre 1910 y 1945.
Siendo el peor de todos, el haber sacado a los niños de los brazos de sus
padres indios para adoctrinarlos en el catolicismo y la lengua francesa en
asilos y escuelas para pobres.
El mayor logro de la propaganda
anticristiana, que viene desde hace rato, es hacer creer a la conciencia
católica que se crea responsable de todos los males del mundo moderno: pedofilia, perversiones, corrupción,
explotación, violencia contra las mujeres, etc. Y acaba de lograr del mismísimo
Papa un perdón internacional por hechos lamentables, pero relativos no
absolutos.
Luego de pedir semejante perdón, en ese
mismo acto, tendría que haber hablado sobre la palabra de vida eterna que
es Cristo como salvación de todo hombre (indio o no), sin embargo abandonó su
función y tarea y se sumó a la propaganda mundial anticatólica. No hubo ni
siquiera una palabra al santo obispo Laval que convirtió a ese país.
Es cierto que nadie puede dar lo que no
tiene, y este pobre Papa al carecer de una sólida formación teológica, se
comporta más como un sociólogo. Pero que ignora el mundo de lo sagrado.
Seguramente, que después en privado habrá seguido hablando de Cristo, pero a la
inmensa masa de la población mundial este mensaje no llegó. Y por ende, no
existió.
Sobre todo los canadienses, se habrán
quedado pensando que la Iglesia católica es una porquería, que los curas son un
sarta de violadores y las monjas una pervertidas. Que los indios son una
maravilla y que los argentinos son unos pelotudos, que salen a pedir perdón por
hechos que no cometieron. ¿O, acaso, el Papa no es argentino?
Cuando fue electo Bergoglio como Papa
escribimos un artículo y grabamos en vídeo titulado Un Papa argentino “mamma
mía”. Y no nos equivocamos.
Podrá pedir perdón por todo el mundo,
desde el Muro de los lamentos en Israel, pasando por los campos de
concentración, hasta los indios en el Canadá, podrá bendecir los matrimonios
homosexuales, podrá cerrar la boca ante el católico de Joe Biden que es
abortista manifiesto, podrá darle la comunión a un presidente divorciado,
abortista y mentiroso consuetudinario, todo lo cual le dará crédito en los mass
media, pero lo que no puede hacer es recuperar la sacralidad de la Iglesia. Eso
no lo puede hacer, porque él ignora lo sacro, y como dijimos antes, nadie puede
dar lo que no tiene.
La Iglesia ha entrado en un proceso de
decadencia que, para no irnos muy atrás, podemos situar a finales del
pontificado de Pío XII (1958). Realizó un concilio, el Vaticano II (1962-1965),
que quiso ser pastoral y terminó siendo dogmático, y así fue desapareciendo la
vieja liturgia, los viejos dogmas y las viejas costumbres, para terminar instalando
principios, usos y costumbres indeterminados, en un relativismo que todo lo
puede. En definitiva, se transformó en un gran naranjal donde cada católico
toma la naranja que más le piacce. Los yanquis lo llaman catholic
cafe que suena mejor que naranjal.
Los católicos están convencidos que a la
Iglesia no le va a pasar nada porque la asiste el Espíritu Santo, y mientras
tanto “ajo y agua”, a joderse y aguantarse.
arkegueta