viernes, 29 de julio de 2022

FRANCISCO, UN DESLIZ NO BUSCADO


                           Alberto Buela (*)

 

Desde comienzos del siglo XXI, para poner una fecha emblemática, merced a los diferentes mass media podemos obtener una información inmediata sobre casi todo lo que ocurre en el mundo. Esto se hace más ostensible con los grandes personajes hoy vigentes, tal es el caso del Papa Francisco al que disfrazaron de indio en Canadá cuando fue a pedir perdón por los crímenes cometidos por la Iglesia entre 1910 y 1945. Siendo el peor de todos, el haber sacado a los niños de los brazos de sus padres indios para adoctrinarlos en el catolicismo y la lengua francesa en asilos y escuelas para pobres.

 

El mayor logro de la propaganda anticristiana, que viene desde hace rato, es hacer creer a la conciencia católica que se crea responsable de todos los males del mundo moderno: pedofilia, perversiones, corrupción, explotación, violencia contra las mujeres, etc. Y acaba de lograr del mismísimo Papa un perdón internacional por hechos lamentables, pero relativos no absolutos.

 

Luego de pedir semejante perdón, en ese mismo acto, tendría que haber hablado sobre la palabra de vida eterna que es Cristo como salvación de todo hombre (indio o no), sin embargo abandonó su función y tarea y se sumó a la propaganda mundial anticatólica. No hubo ni siquiera una palabra al santo obispo Laval que convirtió a ese país.

 

Es cierto que nadie puede dar lo que no tiene, y este pobre Papa al carecer de una sólida formación teológica, se comporta más como un sociólogo. Pero que ignora el mundo de lo sagrado. Seguramente, que después en privado habrá seguido hablando de Cristo, pero a la inmensa masa de la población mundial este mensaje no llegó. Y por ende, no existió.

 

Sobre todo los canadienses, se habrán quedado pensando que la Iglesia católica es una porquería, que los curas son un sarta de violadores y las monjas una pervertidas. Que los indios son una maravilla y que los argentinos son unos pelotudos, que salen a pedir perdón por hechos que no cometieron. ¿O, acaso, el Papa no es argentino?

 

Cuando fue electo Bergoglio como Papa escribimos un artículo y grabamos en vídeo titulado Un Papa argentino “mamma mía”. Y no nos equivocamos.

Podrá pedir perdón por todo el mundo, desde el Muro de los lamentos en Israel, pasando por los campos de concentración, hasta los indios en el Canadá, podrá bendecir los matrimonios homosexuales, podrá cerrar la boca ante el católico de Joe Biden que es abortista manifiesto, podrá darle la comunión a un presidente divorciado, abortista y mentiroso consuetudinario, todo lo cual le dará crédito en los mass media, pero lo que no puede hacer es recuperar la sacralidad de la Iglesia. Eso no lo puede hacer, porque él ignora lo sacro, y como dijimos antes, nadie puede dar lo que no tiene.

 

La Iglesia ha entrado en un proceso de decadencia que, para no irnos muy atrás, podemos situar a finales del pontificado de Pío XII (1958). Realizó un concilio, el Vaticano II (1962-1965), que quiso ser pastoral y terminó siendo dogmático, y así fue desapareciendo la vieja liturgia, los viejos dogmas y las viejas costumbres, para terminar instalando principios, usos y costumbres indeterminados, en un relativismo que todo lo puede. En definitiva, se transformó en un gran naranjal donde cada católico toma la naranja que más le piacce. Los yanquis lo llaman catholic cafe que suena mejor que naranjal.

Los católicos están convencidos que a la Iglesia no le va a pasar nada porque la asiste el Espíritu Santo, y mientras tanto “ajo y agua”, a joderse y aguantarse.

 

(*) buela.alberto@gmail.com

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