El mayor castigo para quienes no se interesan por la política, es que serán gobernados por personas que sí se interesan. (Arnold Toynbee)
martes, 28 de febrero de 2023
lunes, 27 de febrero de 2023
ENTREVISTA SOBRE EL NARCOTRÁFICO EN ROSARIO
Por ANDREA
CALAMARI
Seul, 26 de
febrero de 2023
Maximiliano Nicolás Pullaro (Hughes, 1974) es politólogo egresado de la
Universidad Nacional de Rosario y militante radical desde siempre. Actualmente
es diputado provincial y fue uno de los principales impulsores en la
construcción del frente opositor al PJ en Santa Fe, que se lanzó en enero de
este año y busca integrar al Frente Progresista con Juntos por el Cambio.
Su mayor desafío
en política lo tuvo entre 2015 y 2019, cuando fue ministro de Seguridad bajo el
mandato del gobernador socialista Miguel Lifschitz. Afirma que durante su
gestión “combatió al delito de frente” y “puso a los delincuentes contra la
pared”. Fue reconocida a nivel nacional su participación como testigo en el
juicio contra la banda de Los Monos.
Es parte del
sector interno de la UCR que lidera Martín Lousteau y en 2021 fue uno de los
cuatro precandidatos a senador nacional por Santa Fe de Juntos por el Cambio:
quedó segundo en la interna, a pocos votos de la lista ganadora que encabezó
Carolina Losada. Es el primer dirigente santafesino en lanzarse explícitamente
a competir por la gobernación este año, está recorriendo la provincia y se hizo
un rato para charlar con Seúl sobre el escenario electoral y, fundamentalmente,
sobre la grave situación de la seguridad pública. A continuación, una síntesis
de nuestra charla, editada y emprolijada para darle más claridad.
¿Cómo está la
situación en Rosario?
Está muy grave. Se
han visto hechos de los que no teníamos registros anteriormente, como el
secuestro de un chico que no tenía absolutamente ningún vínculo con la
organización criminal, que lo levantan en una calle, lo trasladan unas cuadras,
lo ejecutan fuera de la cancha de Newell’s Old Boys y le ponen un papel con un
mensaje mafioso en el bolsillo trasero. Ese tipo de límites que tienen las
organizaciones narco criminales nunca se había visto. Y eso tiene que ver con
el desmantelamiento del sistema de seguridad pública que existió durante la
gestión del gobierno peronista de Omar Perotti, que no llegó con un plan. Los
pasos que fueron dando los diferentes ministros fueron de una punta de la
banquina a la otra, desde la conducción política y la reforma policial hasta el
autogobierno de la Policía, que son dos modelos antagónicos del sistema de
seguridad. El de [Marcelo] Saín, que proponía una reforma profunda, y el de
[Rubén] Rimoldi, que proponía una contrarreforma profunda, pasando por [Jorge]
Lagna que fue un híbrido entre ambas cosas. Ese desmantelamiento del sistema de
seguridad nos lleva a la situación de
hoy de mucha impunidad. Y la impunidad trae aparejado el corrimiento
permanente de límites, cosa que en mi gestión, al menos en delitos de tal
magnitud, no se veía.
Decís que se
corrió un límite pero alguien te podría replicar que las organizaciones narco
criminales no nacieron con Perotti, que no son nuevas. Incluso al socialismo,
en 2012, el entonces diputado nacional Andrés Larroque lo acusó de
“narcosocialismo”.
Es real que no
nacen con Perotti pero tampoco nacen con el socialismo. La génesis de la narco
criminalidad en Argentina comienza a gestarse y a consolidarse desde el
2002-2003 en adelante. Hay un dato que es real. En primer término, nosotros en
nuestra gestión habíamos logrado detener a la inmensa mayoría de las primeras,
segundas y terceras líneas de estas organizaciones criminales: Los Monos fueron
detenidos en mi gestión, Alvarado, los Funes, los Caminos, los Bay, los Romero.
Los más fuertes en el hampa fueron desmantelados. En segundo término, se había
controlado el Servicio Penitenciario y los crímenes no sucedían desde ahí. Y en
tercer término, un dato objetivo comparado con el año anterior al que entré al
Ministerio de Seguridad: se bajó el homicidio a la mitad en Rosario y teníamos
la mitad de homicidios de los que tenemos hoy. Hubo un proceso objetivo de
caída y de baja del delito desde el año 2015 al año 2019. Después hubo un
aumento considerable, consecutivo y permanente. El año pasado hubo 290
asesinatos: estamos en el doble de lo que tuve yo en mi último año.
Hoy la Policía es
un cuerpo sin forma porque se quebraron los cuadros intermedios, entonces es
muy difícil que tenga conducción en este momento.
A eso me refiero
cuando hablo de desmantelamiento del sistema de seguridad: se desestructuró y
se rompió la Policía, se la quebró. Hoy la Policía es un cuerpo sin forma
porque se quebraron los cuadros intermedios, entonces es muy difícil que tenga
conducción en este momento. Se dejaron de llevar adelante investigaciones
complejas. Te preguntaría a vos qué organización criminal le tocó desmantelar
al gobierno de Omar Perotti y es probable que no me puedas responder porque no
existe, no fueron contra ninguna organización criminal.
Y el Servicio
Penitenciario, en esta lógica del gobierno policial o de autogobierno, terminó
siendo manejado por las fuerzas de seguridad, por los agentes del Servicio
Penitenciario y no por la política. Y eso trajo descontrol. Hoy la inmensa
mayoría de los delitos se cometen desde la cárcel y eso es responsabilidad del
gobernador, que tomó una serie de decisiones de manera incorrecta y lo que
terminó detonando es el sistema de seguridad pública en la provincia.
No te voy a pedir
que seas intérprete de Perotti, pero él hizo su campaña prometiendo paz y
orden, ¿por qué suponés que hizo lo que describís? ¿Creía que ese era el modo
de controlarlo?
Yo creo que el
gobernador no tenía idea de cómo se administraba la seguridad pública y que
subestimó mucho la situación de seguridad. Y al subestimarla, escuchó a
personas que tenían diagnósticos equivocados y terminó chocando rápidamente. Lo
que yo entiendo es que él intentó pactar con el delito. Hay teorías de
criminólogos que dicen que la Policía debe regular el delito para que no traiga
violencia, y a esa teoría la repiten quienes él designó primero en el
Ministerio de Seguridad. Cuando hablo de pacto con el delito no digo un pacto
de corrupción, digo que hay teorías internacionales que plantean la regulación
del delito, cosa con la que estoy completamente en contra. Al delito se lo
combate en todas sus expresiones y no se negocia, no se regula, se lo combate
de frente, que fue la política que yo llevé adelante.
Pero bueno, hay
teorías que dicen que, para bajar la violencia, la única manera es que haya un
doble pacto: el pacto civil policial y el pacto policial criminal. Entiendo que
lo que se quiso hacer fue eso. No tengo pruebas pero vi acciones. En los
primeros meses del gobierno de Perotti se desmantelaron los pabellones de alto
perfil, donde yo había puesto a los presos más peligrosos de la provincia para
tenerlos en un régimen diferente, en donde se reducían muchas garantías (tema
de telefonía, tema de visitas, temas de contactos, temas del monitoreo
permanente de los presos), pero nosotros nos asegurábamos que desde ahí no
cometiesen delitos.
[ Si te gusta lo
que hacemos y querés ser parte del cambio intelectual y político de la
Argentina, hacete socio de Seúl. ]
Cuando se
desmantelan esos pabellones de alto perfil a mí me hace pensar que algo más
hubo porque, si no, eso no tenía lógica. Cuando durante 36 meses prácticamente
no se persigue ninguna organización criminal, porque no se las persiguió… Nadie
me puede nombrar una organización criminal que haya desmantelado Perotti o el
gobierno de Perotti o los funcionarios de Perotti. ¿Por qué? Porque no hubo. ¿Y
por qué no hubo? Porque, a mi criterio, hubo un pacto. Se entendía que dejarles
consolidar el territorio iba a traer una baja de violencia. Y para mí es todo
lo contrario, la única manera en que se baja la violencia es enfrentar al
delito y mostrarles que no hay impunidad. No hablo de que hubo corrupción acá,
no digo que los narcos le llevaban un bolso al gobernador o a los funcionarios,
digo que lo que sucedió es que las organizaciones criminales empezaron a correr
los límites porque se sintieron con la libertad de hacer lo que quisieran. Esa
responsabilidad es del peronismo santafesino. No de Perotti, del peronismo
santafesino, que llegó al gobierno sin ningún tipo de plan.
Cuando entrevisté
al intendente Pablo Javkin dijo: “Rosario muestra todas las insuficiencias que
tiene la Argentina a la hora de enfrentar un delito complejo. Lo que sucede en
Rosario es lo que sucede en toda la Argentina, sólo que la disputa territorial
se manifiesta de forma más violenta porque acá no hay un gerenciamiento de la
violencia como en otros lugares, que en general lo hace la policía”. ¿Creés que
es así, que es un fenómeno nacional o que hay una particularidad acá?
No, no comparto el
diagnóstico en lo más mínimo, en lo más mínimo. Lo que sucede en otros
territorios no lo sé ni yo ni Pablo Javkin ni el gobierno actual, si se negocia
o no se negocia, si lo regula la policía o no, eso nadie lo puede saber. En
otros lugares también hay altos niveles de violencia pero acá, y esto que quede
claro, hay organizaciones locales, no organizaciones internacionales. ¿Tienen
contacto con organizaciones internacionales? Sí, pero acá no está operando ni
el Comando Capital ni el Comando Vermelho ni el Cartel de Cali. No, acá el
problema es la violencia territorial. Entonces, nacionalizar el problema que
tenemos es errarle al diagnóstico. No digo que no pueda existir, pero
diferenciemos los problemas, son cosas distintas. El problema visible de las
muertes (lo que sale todos los días, la pelea en el territorio) no son carteles
internacionales, son bandas locales con algún vínculo con carteles
internacionales pero que no responden a la lógica de narcotráfico de
exportación ni de importación, responden a la lógica de microtráfico, de
narcomenudeo. No son peleas por quién mete la droga en Europa. De los 290
muertos que tuvimos el año pasado, nombrame uno que sea porque el tipo estaba
exportando droga a Europa o a Estados Unidos.
Acá el problema es
la violencia territorial. Entonces, nacionalizar el problema que tenemos es
errarle al diagnóstico.
Entonces, hay un
error de enfoque, no digo que lo otro no pase, ¿está claro? Pasa, pero son dos
fenómenos distintos que se combaten con herramientas distintas. Para el
problema Rosario tenemos la Justicia Provincial, que tiene que avanzar, y
avanza cuando la acompaña el Poder Ejecutivo, y para lo otro tenemos la
Justicia Federal. Entonces, el que te diga eso no tiene idea lo que está
pasando y no piensa y no estudia. Hay que estudiar este tema, hay que estudiar
en profundidad la circulación de la violencia que tenemos en Rosario, no
podemos decir lo que se nos ocurre porque nos estamos equivocando. Contra la
violencia territorial es contra lo que tenemos que pelear. ¿Con qué lo
peleamos? Con las herramientas que tenemos acá: con la Policía organizada, que
es lo que se ha roto, con las investigaciones profundas, que las hacés con el
Ministerio Público de la Acusación, porque acá tenés excelentes fiscales, y lo
hacés haciéndote cargo de controlar el Servicio Penitenciario. Con esas tres
cosas se logra reducir la violencia como yo la logré reducir. Después, desde
luego que vamos por lo otro: vamos por el lavado de activos, que es
fundamental, vamos por las organizaciones internacionales, a ver qué rol
cumplen acá en el puerto. Y ahí viene la segunda discusión: qué es
responsabilidad de la Nación y qué es responsabilidad nuestra. La
responsabilidad de la Nación es que la droga no entre, la droga entra. Segundo,
¿quieren venir a acompañar en la lucha contra la violencia? Bueno, para eso
necesitamos policía, equipamiento y prevención.
Fuiste ministro de
seguridad durante la gestión de Patricia Bullrich en Nación, ¿cómo fue la
relación?
Con mucha tensión
permanente, porque nosotros reclamamos mucho más de lo que nos daban, pero
indudablemente teníamos mucha mejor coordinación de la que hay ahora entre dos
gobiernos del mismo signo político. Nosotros coordinábamos, nos peleábamos,
pero coordinábamos todo el tiempo… A ver, nos peleábamos… Nosotros teníamos un
problema y, obviamente, exigíamos más. ¿Y Nación qué hacía? Tenía problemas en
todo el país e iba regulando los conflictos, como debe ser.
¿Ustedes pedían
más qué?
Más investigación,
más estructura de la Justicia Federal, más policías de prevención, federales,
gendarmes, prefectos. Y Nación te daba lo que podía, no lo que pedíamos. Pero sí
coordinaba mucho con nosotros y eso tenía un efecto. Yo tenía 240 móviles en
Rosario en algunos momentos patrullando y Nación me ponía 20 pero estaban a
cargo mío, no hacían lo que querían. Yo sabía dónde estaban, qué era lo que
estaban haciendo, y en función de eso reforzaba otro lugar con mi Policía. Yo
tenía el planeamiento estratégico de la seguridad pública en el día a día, hora
tras hora, las 24 horas del día los siete días de la semana. Hoy eso no pasa,
los gendarmes hacen lo que quieren, la Policía Federal no sabe qué hace,
tampoco la Prefectura. ¿Y qué sucede cuando nadie controla lo que hacen los
demás? Nadie hace nada, o hace lo que cree que tiene que hacer, que quizás no
es lo que te indique el mapa del delito o la estadística criminal. Nadie estudia
lo que pasa. Como nadie estudia, todos gritan fuerte y el que más fuerte grita
parece que es el más escuchado, el que dice la barbaridad más grande parece que
tiene razón o que es el más valiente.
Vos estudiaste
Ciencia Política y no es lo más común dedicarse a los temas de seguridad cuando
venís de las carreras de ciencias sociales, ¿no? Suele prevalecer una visión un
poco anti fuerzas de seguridad y la acción policial se mira con desconfianza.
¿Cómo fue tu elección por la seguridad?
Comencé a trabajar
en la Legislatura en el 2007, fui diputado provincial posteriormente y, cuando
me anoté en las comisiones, lo hice en las de Vivienda y de Presupuesto.
Después explota el problema de seguridad y me puse a estudiar porque yo tenía
la responsabilidad de, por lo menos, hacer algún aporte en la principal
problemática que cinco años antes no era identificada por la sociedad
santafesina. Empecé a estudiar y así fue como me involucré, pero nunca me
hubiera metido en seguridad, yo quería trabajar temas blandos, políticas
sociales, políticas de salud, eso me gustaba a mí. Y obviamente tenía
prejuicios sobre las fuerzas de seguridad pero me di cuenta de que estaba
equivocado, completamente equivocado. Los hombres y mujeres de las fuerzas de
seguridad son producto de los gobiernos y del Estado que tenemos, que las ha
dejado desamparadas porque nadie las formó, nadie las capacitó, y les pedimos
mucho: que arriesguen su vida, que pierdan su vida. Cuando deje de existir esa
hipocresía en los gobiernos, vamos a tener mejores policías.
Ahora sos
precandidato a gobernador, pero no por el Frente Progresista Cívico y Social,
estás en Juntos por el Cambio. ¿Qué pasó con el Frente en el 2019, por qué el
peronismo ganó esa elección?
Ganó el peronismo
porque el Frente Progresista y Juntos por el Cambio fuimos divididos, que es lo
que en esta oportunidad no va a suceder. Nosotros vamos a ir juntos en un
frente político de los partidos que quieren cambiar la provincia de Santa Fe,
donde está el PRO, el Partido Socialista, la UCR, la Coalición Cívica, el
Partido Demócrata Progresista. Para el 2023 vamos todos juntos, ya está sellada
esa alianza. En el 2019 fuimos divididos, si vos sumás los votos de Juntos con
el Cambio más los del Frente Progresista le ganábamos por 15 puntos al PJ, pero
fuimos divididos y perdimos por 4.
¿Se vive como un
fracaso lo del Frente?
Yo no creo que
haya sido un fracaso, lo que representó el Frente Progresista fue un momento de
la República Argentina y tuvo una vida muy importante, desde 1995 hasta el 2019,
donde trabajamos para cambiar la provincia. Después el radicalismo entendió que
tenía que ser parte de una alternativa nacional que le ponga freno al
kirchnerismo en todos lados y por eso nosotros entendimos que había un objetivo
superior que era no solo el gobierno de la provincia sino un aporte que
debíamos hacer para que el kirchnerismo en el Congreso no haga todo lo que
veíamos en el año 2021 que pretendía hacer.
Durante mucho
tiempo el Frente Progresista se quiso posicionar como por fuera de esa división
a nivel nacional y decían: en Santa Fe hay otra realidad, una estructura
electoral diferente y no nos caracterizamos por ser el anti peronismo o el anti
kirchnerismo, sino que somos otra cosa. ¿Eso cambió a partir de la muerte de
Miguel Lifschitz en 2021?
No, lo que pasa es
que el Frente Progresista era la composición de diferentes partidos políticos y
la realidad nacional fue mutando. Nosotros en el año 2003 fuimos con Moreau y
el socialismo fue con Elisa Carrió; en 2007 nosotros fuimos con Lavagna y el
socialismo con Elisa Carrió; en 2011 nosotros fuimos con Ricardo Alfonsín y el
socialismo con Hermes Binner; en 2015 nosotros fuimos con Macri y ellos con
Margarita Stolbizer; en el 2019 nosotros volvimos a ir con Macri y ellos fueron
con Lavagna. Nosotros éramos parte un frente político provincial pero en el
orden nacional trabajamos el lineamiento del partido.
El radicalismo
siempre fue un partido que tuvo muchas críticas al kirchnerismo, y no ahora,
sino desde aquellos momentos de oro.
El radicalismo
siempre fue un partido que tuvo muchas críticas al kirchnerismo, y no ahora,
sino desde aquellos momentos de oro: cuando teníamos crecimiento a tasas chinas
nosotros decíamos que iban a explotar la economía y dábamos los porqué, en el
momento en que se le pagó cash al Fondo lo dijimos. El radicalismo siempre
estuvo parado en el mismo lugar, lo que pasa es que el Frente Progresista era
una alianza anterior a Cambiemos. Cambiemos es una alianza de 2015 y el Frente
Progresista hacía 20 años que estaba constituido en Santa Fe, pero el
radicalismo nunca estuvo en el orden nacional junto al socialismo.
Y además en Santa
Fe, al principio el PRO estuvo referenciado con algunos dirigentes peronistas.
Ellos arrancan con
una alianza con actores muy fuertes del Peronismo Federal, exactamente, y
nosotros seguíamos siendo lo mismo: una alianza que aglutinaba la mayor parte
del no peronismo en el territorio. Después el radicalismo se sumó a Cambiemos
en 2015 con el PRO y bueno, ahí empezaron las contradicciones. Mirá, en ese
momento, antes del ballotage, yo hago una nota en el diario La Capital diciendo
que iba a votar a Macri y eso me generó mucho ruido en el seno del Frente
Progresista. A mí ya me habían propuesto que sea ministro de Seguridad, Miguel
[Lifschitz] ya era gobernador electo pero todavía no habían pasado las
elecciones nacionales. Yo dije que iba a votar a Macri, que iba a trabajar para
que Macri sea presidente. Nosotros siempre estuvimos en el mismo lado: en el
orden nacional siempre estuvimos donde estaba el radicalismo y en el orden
provincial también. Lo que pasa que en el 95 primero lideramos nosotros [a la
Alianza Santafesina, antecedente del Frente Progresista], lideró Usandizaga dos
elecciones y después lideró Hermes Binner. Fue así el proceso político.
Y ahora el armado
que se está haciendo electoralmente en Santa Fe que es como un frente de
frentes. Lo que va a pasar en Santa Fe ¿puede ser anticipo de algo que puede
pasar a nivel nacional?
Ojalá. La inmensa
mayoría de los partidos de este frente vamos a trabajar en Juntos por el Cambio
en el orden nacional. Algunos entienden que hay que hacer un esfuerzo para ser
opositores en Santa Fe y todavía no han definido si van a estar en Juntos por
el Cambio o no, pero éste es nuevamente un frente provincial, yo no puedo
condicionar al resto de los partidos. Sí puedo intentar convencerlos de que
vengan a Juntos por el Cambio pero no condicionarlos. No te puedo asegurar que
todos los partidos vayan a estar en Juntos por el Cambio pero, si me toca
liderar el frente, voy a hacer todo el esfuerzo para que todos estemos en
Juntos por el Cambio. Pero la prioridad en este momento es ganar la provincia
de Santa Fe.
¿Por qué querés
ser gobernador?
Porque hay muchas
deudas pendientes y siento que es el momento de trabajar fuertemente para
gestionar bien la Provincia, sacarla adelante, y para que todos estos partidos
políticos que pretendemos cambiar podamos mostrarle a la sociedad que podemos
tener buenos gobiernos. A mí me toca estar en un lugar, no porque lo haya
buscado sino por la experiencia construida en la gestión pública en temas
difíciles sobre los cuales me animo a hablar y me animo a administrar. Y con la
seguridad pública no creo que nadie te hable con la claridad.
Hacés mucho
hincapié en la seguridad. Si sos gobernador, ¿qué pasa si no logras combatir la
inseguridad o se agrava?
No va a pasar. Yo
administré la seguridad y bajé la violencia a la mitad, sé lo que hay que hacer.
Lo que no a mí no me vas a escuchar decir es que vamos a estar bien en materia
de seguridad, lo que digo es que vamos a estar mucho mejor. Va a haber una Policía ordenada, conducida,
que va a saber qué objetivo tiene todos los días que sale a la calle, un
Servicio Penitenciario controlado, y a los delincuentes los vamos a volver a
poner contra la pared, como los tenía yo, no como sucede ahora que los
delincuentes tienen contra la pared al Estado. Entonces, a la pregunta tuya te
digo: no va a pasar. Yo voy a hacer bajar el delito. Ahora, para llevarlo a
niveles de estabilidad necesitás ocho años, pero que vamos a estar el doble de
mejor de lo que estamos ahora, te lo puedo asegurar porque ya lo hice.
Hay temas que cada
tanto vuelven a la agenda. ¿Cuál es tu opinión sobre el uso de las Taser o la
despenalización de la droga?
Con las Taser
estoy completamente de acuerdo porque tiene que ver con el uso progresivo de la
fuerza. Para someter a una persona que está cometiendo un delito, hoy un
policía tiene, en primer término, la fuerza física; en segundo término, en
algunos casos, tiene la tonfa; y en tercer término tiene la 9 milímetros, que
mata. Con las pistolas Taser, que no matan, agregás un punto en el uso
progresivo y racional de la fuerza. Estoy cien por ciento de acuerdo.
Con respecto a la
despenalización de la droga, estoy completamente en contra.
Con respecto a la
despenalización de la droga, estoy completamente en contra. Vuelvo a lo que
decía antes, creo que nadie estudia y todos hablan. Nadie estudia las
diferentes experiencias que han existido en el mundo y fundamentalmente nadie
compara países como los nuestros. Todos te hablan de países nórdicos que han
tenido algún tipo de experiencia, pero también la experiencia de ahí es que
están cerrando cárceles porque se cometen cada vez menos delitos, entonces no
podés comparar. La marihuana que se consume hoy tiene 400 componentes químicos
que a quien la consume le daña el lóbulo frontal del cerebro, haciéndole perder
capacidad de raciocinio, provocándole desinterés, desatención y falta de
razonamiento. Nadie se pone a estudiar qué daño hace la marihuana. ¿Vos viste
el ejemplo de Uruguay? ¿Funcionó eso, se llevó adelante? Entonces no hablemos,
todo acá parece lindo. ¿Pero me vas a decir que el Estado tiene hoy la
capacidad de administrar la droga? ¿Qué droga vamos a despenalizar? ¿La
marihuana, las drogas sintéticas, la cocaína? ¿De qué estamos hablando?
Entonces digo no, es categórico, estoy completamente en contra.
Pensando en las
próximas elecciones, ¿cómo ves a los dirigentes a nivel nacional, los de tu
partido y los de Juntos por el Cambio en general?
Yo pertenezco al
espacio político de Martín Lousteau, creo que es el político más brillante que
hoy tenemos en la República Argentina y ojalá se decidiese por una candidatura
que nos representara en el orden nacional, pero él entendió que era mejor ser
candidato a Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Yo me sentiría muy
cómodo si Martín liderara un proceso político nacional. Repito, es la persona
con mayor claridad conceptual que he conocido después de Raúl Alfonsín, en ese
lugar lo tengo: me siento contenido en sus declaraciones, en su mirada sobre el
rol del Estado, en la forma que plantea la eficiencia, cómo estudia los temas.
Ojalá existieran muchos más dirigentes como Martín.
Pero en 2023 no va
a ser candidato a presidente.
Él no va a ser
candidato a presidente, pero imaginate que va a influir mucho sobre la decisión
de a quién nosotros vamos a apoyar. Yo tengo excelente relación con Patricia
Bullrich, excelente relación con Horacio Rodríguez Larreta y muy buena relación
con Gerardo Morales, que hoy son los tres candidatos o precandidatos de nuestro
espacio, pero indudablemente va a ser una definición que tomemos en el orden
nacional como espacio político, y desde luego también en el orden provincial en
función de nuestro marco de alianzas. Si nuestro marco de alianzas acá es con
sectores del PRO que apoyan a Patricia Bullrich, lo hablaremos con Lousteau, lo
hablaremos con [Emiliano] Yacobitti y ellos respetarán la realidad que tenemos
acá. Si nuestro espacio de alianza son sectores del PRO cercanos a Larreta y
ellos van con Morales, lo charlaremos también, pero siempre va a ser un espacio
de consulta que tendremos con el orden nacional.
¿Cómo creés que se
le gana al kirchnerismo en 2023?
Con todos los
espacios políticos de Juntos por el Cambio compitiendo en una PASO, y que esa
PASO sea potente, que pueda tener matices, pero que salgamos fortalecidos de la
misma forma que salimos en 2021 en la provincia de Santa Fe, donde tuvimos
cuatro candidatos a senador nacional y a quienes no nos tocó ganar acompañamos
a quien ganó y le pegamos una paliza como hacía años que no le pegábamos al
kirchnerismo.
Desde que volvió
la democracia en el 83, el peronismo no gana en Rosario. ¿Hay chances de que
eso pase ahora?
No, no hay
ninguna. A ver, chances hay siempre: si nosotros nos equivocamos mucho y ellos
aciertan mucho, sí, pero parecería que nosotros no nos estamos equivocando
porque construimos un espacio mayoritario desde los sellos. Ahora, a ese
espacio mayoritario que construimos en la provincia y en Rosario, hay que
ponerle los mejores nombres. Y de esa PASO van a surgir los candidatos que
posiblemente sean los próximos intendente y gobernador. Hoy yo no veo ninguna
posibilidad de que perdamos Rosario porque hicimos bien las cosas en el armado,
y cuando vos tenés un buen equipo es difícil perder por más que no tengas el
mejor jugador. Vamos a ganar. Tiene que haber una PASO muy potente en Rosario
también, con matices. El socialismo tendrá su candidato, Pablo [Javkin] irá de
candidato o tendrá su candidato, y nosotros vamos a tener nuestro candidato.
lunes, 20 de febrero de 2023
ENEMIGOS DE PUELCHES Y PEHUENCHES
Los intereses en
la cuestión mapuche, Argentina y Chile.
POR ANDREA GRECO
DE ALVAREZ (*)
La Prensa,
19.02.2023
"Considerándose
con derechos a los terrenos que hacen la confluencia de dichos ríos (Diamante y
Atuel) cedieron en la posesión de ellos para el establecimiento del mismo
fuerte y población por las ventajas que resultarán de asegurarlos así de sus
enemigos,y fomentar su comercio con nosotros". (AHM, Gobierno, Carp. 30,
Doc. 49) Así se expresa el artículo tercero del Parlamento que el 1 de abril de
1805 se produjo en el sur mendocino entre el capitán Telles Meneses y 23
caciques y 11 capitanejos puelches o pampas y pehuenches. Quiénes eran sus
enemigos: los pueblos originarios del otro lado de la cordillera que se habían
establecido en el sur del Río Colorado y desde allí los atacaban por medio de
malones o malocas. Estos pueblos, hoy llamados mapuches (nos remitimos a Zavala
2001), habían irrumpido en el sur de Mendoza desestabilizando la situación de
cierto equilibrio y tranquilidad que se había logrado._
Los nombres Chile
y Argentina
Se sostiene que no
es posible hablar de Argentina y de Chile porque no existían los estados nación
o repúblicas que hoy llevan estas denominaciones. Sin embargo, cualquiera que
empiece a revisar la documentación histórica se encontrará que la denominación
"argentina" para referirse a las tierras cercanas (abajeñas) al Río
de la Plata o las más distantes (arribeñas) se empleaba al menos desde principios
de 1600, luego de que Martín del Barco Centenera que había transitado por estas
tierras a fines del siglo XVI publicara en 1602 su poema titulado La Argentina.
Por otra parte, lo mismo sucede del otro lado de la cordillera donde el nombre
de Chile además de ser la denominación de la Capitanía, se utilizaba con
frecuencia, por ejemplo, uno de los nombres que recibían los araucanos o
mapuches era el de "pueblos de Chile"._
En el mismo
Parlamento que citábamos más arriba se lee: "9. Que el señor Presidente de
Chile (o sea el Capitán general) cuide de que no vayan a sus tierras personas
que a pretexto de cambalachear los roban (...) 11. Que todo lo pactado se diese
cuenta a este Superior Gobierno (o sea al Virrey) y a dicho señor Presidente de
Chile para que lo hagan saber y cumplir en sus respectivos distritos: e
igualmente al Rey de quien se reconocieron fieles vasallos". Años más
tarde, en 1867, el Cacique Calfucurá escribe en carta a Mitre "Estaba en
Chile y soy chileno y ahora hace como treinta años que estoy en estas
tierras". (Archivo y Museo Mitre)._
Son los mapuches
del siglo XXI los que reniegan de ser chilenos o argentinos.
¿Todos mapuches?
También se ha
escuchado por estos días que todos los pueblos originarios de la región se
volvieron mapuches. Sin embargo, como ha expuesto con solvencia el arqueólogo
Toro Bardeci, la idea de "tomar" elementos desde otras culturas
permite subrayar el carácter de sujetos activos de las sociedades receptoras. O
sea que puelches y pehuenches hayan adoptado la lengua de los mapuches, el
mapudungún, no significa que dejaran de existir como sociedades o grupos
étnicos diferenciados. Si así fuera, todos los actuales descendientes de
pueblos originarios quehablan a diario en español ya no serían, por esa sola
razón, pueblos originarios. Toro Bardeci sostiene, al hablar de las relaciones
de los pehuenches tanto con los mapuches como con los hispanos, que la
estrategia de los pehuenches "fue aprovechar su acabado conocimiento de
las rutas y pasos transcordilleranos, manteniendo un modo de vida móvil que les
permitía explotar recursos tales como sal y ganado, los que se encontraban
dentro de sus circuitos de circulación" (2018). De tal modo tuvieron
relaciones con ambos grupos pero mantuvieron sus diferencias conductuales. Pero,
además, salta a la vista la contradicción: ¿podrían los descendientes de
puelches y pehuenches sentirse parte del pueblo que combatióa sus antepasados?
¿Intereses
extranjerosocultos?
Si hablamos de
intereses parece interesante,al menos,hacer una observación, que podría
considerarse continuación del trabajo realizado por Gloria Godoy (2003),
visitandolos sitios en internet que reivindican pertenencia a la cultura
Mapuche._
El de mayor
permanencia en la web es el MIL Mapuche international link, con sede en el 6 de
Lodge Street en Bristol, Inglaterra fue fundado en 1996 y reúne mapuches de
Chile y Argentina que viven en Europa y pertenecen al Mapuche Inter?Regional
Council (Consejo Interregional Mapuche CIM). Esta nueva organización vino a
reemplazar al Comité Exterior Mapuche (CEM), organización que venía operando
internacionalmente desde enero de 1978 desde su base en la ciudad de Bristol.
La Fundación Rehue(que ya no existe) con sede en Amsterdam, Holanda, permitía
leer sus contenidos en inglés, castellano y holandés. El sitio Comunicaciones
mapuche xeg-xeg(que ya no existe) recibía, en su momento, aportes financieros
de Austria y Cataluña. El Proyecto Ñuke Mapupertenecía a "un programa de
investigación e información académico del departamento de Sociología de la
Universidad de Uppsala, Suecia". Desde el año 2000 cambió su nombre por el
de Centro deDocumentación Mapuche Ñuke Mapu, afirma que debe su funcionamiento
institucional del Fondo para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas de América
Latina y el Caribe (FILAC) y a su sostenimiento, mediante aportaciones al
capital social y concesión de subvenciones. Además de otros siete sitios con
finalidades sociales o culturales de diferentes regiones de Chile y ofrecidas
en español (Azkintuwe; Academia de la lengua Mapuche en Chile; Asociación
Mapuche de Temuco Kona Pewman; Comunidad Mapuche Autónoma Temucuicui;
Coordinadora de comunidades Mapuche en Conflicto Arauko-Malleko Weftun;
Coordinadora de hogares mapuche del sur; Centro de Estudios y Documentación Mapuche
Liwen), llama la atención la existencia de varios sitios web en idiomas
extranjeros. Le Royaume d'Araucanie et de Patagoniees un sitio que se ofrece en
francés, inglés y alemán. Asociaciones Mapuche "Ad Malen y Kaxawaiñ"
remite a una página en alemán que actualmente no funciona.
El Observatorio de
Derechos de los Pueblos Indígenas, ONG chilena de promoción, documentación y
defensa de los derechos de los pueblos indígenas. Se ofrece en español e
inglés. La Organización de Naciones y Pueblos No-representados(UNPO) es una
organización de pueblos que no están representados en organismos
internacionales como la ONU, se presenta en inglés y ruso. El Reseau
d'information et de soutien au people Mapuchees un grupo de solidaridad con el
pueblo Mapuche con base en Paris, Francia (francés). The Mapuche tokiUNiT Page,
ofrece informaciones de actualidad y sobre la cultura Mapuche, tiene sede en
Holanda (español e inglés)._
Esta observación
nos permite inferir que:podría haber importantes intereses internacionales
detrás del reconocimiento de tierras mapuches en el sur mendocino (tierras que
incluyen riquezas petroleras y minerales). Nos preguntamos: ¿seránesos grandes
intereses los que están detrás de las cesiones de tierras a mapuches?
Probablemente a esto responda el hecho de que las 7 nuevas resoluciones del
INAI que se conocieron el 8 de febrero, en las que se reconocen comunidades
wichis, ranqueles, kollas y qom de diferentes provincias, sin embargo en
ninguna de estas resoluciones se les reconoce la ocupación de tierras, tal como
sucede cuando el INAI resuelve sobre reclamos del pueblo mapuche._
En conclusión: La
documentación histórica no permite considerar al pueblo mapuche como originario
de Mendoza. También en los documentos encontramos las denominaciones Chile y
Argentina mucho antes de la constitución de los estados nacionales. Los pueblos
Puelche y Pehuenche mantuvieron rasgos identitarios a pesar de la imposición de
la lengua mapudungun. Finalmente, pareciera haber intereses extranjeros ocultos
detrás de las demandas y reclamos mapuches.
* Doctora y
profesora en historia, titular de la cátedra de Historia Regional de los dos
Institutos de Profesorado en Historia de San Rafael (IES 9-011 y PT-215)
UN SUTIL ATAQUE A LAS INSTITUCIONES
DEMOCRACIA VERSUS
JURISTOCRACIA
La tendencia al
constitucionalismo
Aleardo Laría
Rajneri
El cohete a la
luna, FEB 19, 2023
Desde principios
del siglo actual se ha venido consolidando en el mundo anglosajón una fuerte
corriente crítica del derecho que denuncia los excesos en que incurren los
jueces que interpretan la Constitución al adoptar decisiones políticas
disfrazadas de argumentación jurídica, recortando de esta manera los poderes de
los Parlamentos. Estos textos no han sido traducidos al castellano, por lo que
han tenido escasa difusión en el mundo latinoamericano a pesar de que abordan
una problemática de rabiosa actualidad. El ensayo que ha alcanzado mayor
difusión es Hacia la juristocracia (Towards Juristocracy, Harvard University
Press, 2004) de Ran Hirschl, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad
de Toronto. El politólogo canadiense ha examinado las reformas constitucionales
que se han registrado en cuatro países —Israel, Canadá, la República de
Sudáfrica y Nueva Zelanda— y que han tenido como resultado la restricción
severa de la soberanía parlamentaria a través de la interpretación
constitucional. Esto ha permitido a los jueces constitucionales revisar
decisiones políticas importantes adoptadas en sede parlamentaria. En estos
cuatro países, salvo Sudáfrica, no se establecieron tribunales
constitucionales, sino que siguieron el modelo de los Estados Unidos, cediendo
la interpretación constitucional a la cúspide del Poder Judicial. En opinión de
Hirschl, este empoderamiento de la judicatura es una estrategia diseñada por
las élites políticas para someter las decisiones políticas sobre temas
sensibles al control de una suerte de tercera Cámara que revisa las medidas
adoptadas por las Cámaras de diputados y senadores bajo la cobertura de hacer
un estudio de constitucionalidad técnico y neutral.
¿Qué está
impulsando este movimiento que santifica los textos constitucionales? Ran
Hirschl argumenta que las élites políticas y económicas aceptan el activismo de
los jueces constitucionales porque “estiman que les conviene respetar los
límites impuestos por la intervención judicial en la esfera política”.
Considera que este entusiasmo por la neo-constitucionalización del derecho se
ve favorecido por la interacción entre tres grupos clave: las élites políticas
que buscan preservar su hegemonía aislando a ciertas políticas del cambio; las
élites económicas que lo ven como una forma de proteger el orden económico
basado en el mercado, y las élites judiciales, para quienes una mayor
constitucionalización aumenta su influencia política. Hirschl concluye que “el
empoderamiento judicial a través de la constitucionalización no se desarrolla
separadamente de las luchas sociales, políticas y económicas concretas que dan
forma a un sistema político, dado que las instituciones políticas y jurídicas
producen efectos distributivos diferenciales: privilegian a unos grupos e
individuos sobre otros”.
En la misma línea
del autor citado, la profesora húngara Béla Pokol, a través de su obra El Estado
juristocrático (The Juristocratic State, Budapest, 2017) denuncia que la
existencia de un derecho constitucional versus un derecho legislativo está
provocando una duplicación del sistema legal. Si bien el régimen democrático
—basado en las elecciones y en la competencia entre partidos políticos—
permanece, está siendo horadado lentamente por un sistema de decisiones de los
jueces constitucionales que apoyándose en unos principios abstractos dan lugar
a una nueva capa de legalidad. En este segundo sistema, no estamos ante
decisiones políticas abiertas, debatidas en los Parlamentos, sino que se
presentan de manera neutral, como simple resultado de la interpretación
constitucional. La Corte Suprema de los Estados Unidos, que ha estado a la
vanguardia de la remodelación de la ley en asuntos como el financiamiento de
campañas, la corrupción política, la manipulación y remodelación de distritos
electorales, es el ejemplo más conocido. En este país, donde ya no resulta
elegido Presidente el candidato que obtiene más votos en las elecciones, la
constitucionalización de la política electoral amenaza con hacer avanzar el
constitucionalismo a expensas de la democracia constitucional. Según Béla
Pokol, que ha estudiado el caso de Hungría, ese nuevo poder de los tribunales
constitucionales ha sido impulsado en los antiguos países comunistas por las
élites de poder estadounidenses que, en base al trabajo de los expertos y las
fundaciones norteamericanas, buscan la integración gradual de las
Constituciones de cada país en una suerte de Constitución global unificada.
Como resultado, desde finales de la década de 1980, una oligarquía
constitucional global muy unida se ha organizado progresivamente enfrentando a
los Parlamentos en los estados formalmente independientes, lo que ha dado lugar
a la aparición de una «juristocracia que desplaza a la democracia».
Contra el
constitucionalismo
Dentro de esta
línea de pensamiento se destaca Martin Loughlin, profesor de Derecho Público de
la London School Economist del Reino Unido, quien acaba de publicar un ensayo
bajo el título Contra el constitucionalismo (Again the Constitucionalism,
Harvard University Press, 2022) en el que argumenta que el constitucionalismo
no debe equipararse a la democracia constitucional. Afirma que el constitucionalismo
es un modo aberrante de gobernar que debe ser superado si se quiere mantener la
fe en una democracia constitucional por lo que en su libro defiende la
democracia constitucional contra el constitucionalismo. Su objetivo es mostrar
que el constitucionalismo no es una simple amalgama de valores liberales, sino
una filosofía de gobierno específica y profundamente conflictiva. Es una suerte
de ideología, al igual que el socialismo, el liberalismo o el anarquismo. En su
opinión el constitucionalismo se ha convertido rápidamente en la filosofía de
gobierno contemporánea más influyente del mundo y en el principal medio a
través del cual una élite aislada, mientras habla de labios afuera sobre los
reclamos de la democracia, puede perpetuar su autoridad para gobernar sin
contar con la voluntad popular. Esta tendencia mundial de empoderamiento
judicial a través de la constitucionalización de los derechos es uno de los
desarrollos gubernamentales más importantes de la era contemporánea. Armados
con poderes recién adquiridos, los tribunales constitucionales están
resolviendo una variedad de cuestiones políticas y de orden público que no hace
mucho tiempo habrían estado estrictamente fuera de los límites de su
jurisdicción. Una jurisdicción constitucional en constante expansión abarca
ahora «asuntos de absoluta y máxima importancia política que a menudo definen y
dividen a entidades políticas enteras».
Según Loughlin, el
texto fundacional del constitucionalismo es el conjunto de artículos
periodísticos de James Madison, Alexander Hamilton y John Jay recopilados en
The Federalist Papers, publicado en 1787. El constitucionalismo es una teoría
sobre la forma institucional considerada más apropiada volcada luego en un
documento escrito que denominamos Constitución. Ese texto, teóricamente está
redactado en nombre del pueblo y diseñado para contener los principios
esenciales sobre los que se funda el gobierno de un Estado. Se reconoce al
“pueblo” como autor de la constitución y la fuente última de la autoridad
gubernamental, pero como se señala en el Federalist 10, para “refinar y ampliar
la opinión pública”, las tareas reales de gobernar deben confiarse a un cuerpo
representativo “cuya sabiduría pueda discernir mejor el verdadero interés de su
país y cuyo patriotismo y amor de justicia será menos probable que la
sacrifique por consideraciones temporales o parciales”. Para el
constitucionalismo, una constitución no solo es una regulación del
funcionamiento de las instituciones, sino que es la representación simbólica de
la unidad nacional. En opinión de Loughlin, “impulsados por una revolución de
derechos que fortalece dramáticamente el poder de los jueces, estos desarrollos
han generado un concepto novedoso de legalidad constitucional que defiende una
constitución invisible de principios abstractos que está adquiriendo
rápidamente una influencia universal”.
En opinión de
Loughlin, “la Constitución no debería ser enaltecida con reverencia santurrona
y considerada como demasiado sagrada para ser tocada”. Si bien puede ser reivindicada
como la expresión autorizada de todos aquellos que la consintieron en su
tiempo, resulta más difícil extraer de un texto centenario la voluntad de las
generaciones posteriores. “Si el Poder Judicial debe estar sujeto a reglas y
precedentes estrictos, entonces el constitucionalismo comienza a parecerse a lo
que Paine llamó ‘la autoridad de los muertos asumida en un manuscrito’. En
forma coincidente, Thomas Jefferson, al adherir al principio de la soberanía
popular, sostenía que el pueblo debe conservar el poder de revisar
periódicamente la constitución y reafirmar su consentimiento. Por lo tanto,
propugnó incorporar en la constitución una cláusula de caducidad por la cual
debía renovarse cada generación lo que, según sus cálculos, significaba renovarla
cada diecinueve años. Sostenía que ‘si la ley fundamental del régimen se basa
efectivamente en la voluntad del pueblo, entonces una generación no debería
poseer el poder de obligar unilateralmente a otra; buscar hacerlo equivaldría a
un acto de fuerza, y no de derecho’”.
La Constitución
invisible
El otro rasgo
destacable del constitucionalismo norteamericano, seguido luego por la
jurisprudencia de la Corte Suprema argentina, es que encomienda al Poder
Judicial una tarea del todo novedosa, no prevista en la propia Constitución: la
de discernir cuál es la “verdadera” voluntad del legislador constituyente. Como
los textos constitucionales tienen declaraciones de intención y principios
abstractos (libertad, justicia, equidad), en ocasiones desactualizados por el
transcurso del tiempo, se genera una Constitución invisible, que solo aparece a
partir de la libre interpretación de los jueces constitucionales, que bajo esta
ficción se otorgan una amplia discrecionalidad en cuestiones de índole política
altamente conflictivas. En la práctica, los jueces constitucionales terminan
decidiendo como si fueran una tercera y última Cámara legislativa. El resultado
es el debilitamiento de la democracia, al establecer una primacía de los jueces
sobre el Congreso. En esta crítica no se cuestiona el ejercicio del poder de
control cuando se trata de revisar el cumplimiento de los requisitos formales
establecidos en la propia Constitución para el dictado de las leyes. Lo que se
critica es el avance de los jueces constitucionales sobre el contenido
intrínseco de las leyes dictadas por el Parlamento, dado que se trata de
decisiones políticas que pretenden ser sustituidas por otras enmascaradas bajo
disquisiciones jurídicas.
En la Argentina,
Carlos Nino, en su obra La constitución de la democracia deliberativa
(Editorial Gedisa, España, 1997) alertó tempranamente sobre el hecho de que el
papel de los jueces en el constitucionalismo puede erigirse en una suerte de
“elitismo epistemológico”. Señaló que “la perspectiva usual de que los jueces
están mejor situados que los Parlamentos y que otros funcionarios elegidos por
el pueblo para resolver cuestiones que tengan que ver con derechos parece ser
la consecuencia de cierto tipo de elitismo epistemológico. Este último
presupone que, para alcanzar conclusiones morales correctas, la destreza
intelectual es más importante que la capacidad para representarse y equilibrar
imparcialmente los intereses de todos los afectados por la decisión”.
Esta invasión de
las competencias legislativas es muy evidente en la jurisprudencia de la Corte
Suprema de la Nación. Por razones de espacio ofrecemos solo algunos ejemplos.
El caso más espectacular, sin duda, ha sido la “declaración de
inconstitucionalidad” de una norma clarísima impuesta en la reforma de 1994,
que establece la obligación de los jueces federales de revalidar su
nombramiento al cumplir 75 años. Carlos Fayt, que había sido nombrado en el año
1983, presentó un amparo para poder continuar en el cargo y en 1999 la Corte
declaró “la nulidad de la reforma introducida por la convención reformadora de
1994 en el art. 99, inc. 4, párrafo tercero y en la disposición transitoria
undécima al art. 110 de la Constitución Nacional”. Otra decisión trabucaire ha
sido la derogación de la ley de impuesto a las ganancias aplicable a los jueces
nacionales mediante el uso de una acordada (Acordada 20 del año 1996). Last but
not least ha sido la declaración de inconstitucionalidad de la ley 26.080
reguladora del Consejo de la Magistratura, disponiendo la vigencia de una ley
anterior derogada por el Congreso, una medida de tal audacia que no registra
antecedentes en el derecho comparado.
Frente a estos
inauditos avances sobre la soberanía parlamentaria, el profesor Martin Loughlin
ofrece una respuesta a la pregunta formulada hace muchos años por Bertolt
Brecht: “Todo poder viene del pueblo, pero ¿adónde va?”. Señala el jurista
canadiense que estamos descubriendo una respuesta desconcertante: “Los jueces
ahora tienen el poder de determinar las condiciones del derecho político y, al
hacerlo, se han arrogado el papel fundamental de supervisar el proceso político
de una nación”.