martes, 16 de mayo de 2023

16 CLAVES

 

que debes conocer sobre la Iglesia Católica y la política

 

 

Por Nicolás de Cárdenas

 

Aciprensa, 3 de mayo de 2023

 

El Arzobispado de Toledo ha publicado un documento con orientaciones doctrinales, de discernimiento y de juicio sobre la acción de los laicos católicos que buscan la santidad a través de la vocación política.

 

La monografía ha tenido muy presente el "Instrumento de trabajo pastoral sobre persona, familia y sociedad” aprobado por la Conferencia Episcopal Española.

 

La Archidiócesis Primada de España responde así a una de las conclusiones del Congreso Nacional de Laicos celebrado en 2020, que apostaba por animarlos a participar en la vida pública.

 

1 La Iglesia no tiene programa político, pues todo compromiso "debe partir de la respuesta fiel a una llamada personal y ha de ser guiado por la luz de la fe y por el Evangelio”.

 

Como afirmó San Juan Pablo II en “Novo milenio ineunte”: “No se trata, pues, de inventar un nuevo programa. El programa ya existe. Es el de siempre, recogido por el Evangelio y la Tradición Viva. Se centra, en definitiva, en Cristo mismo, al que hay que conocer, amar e imitar”.

 

2 La vocación política se inscribe en la “misión específica de los fieles laicos: dilatar el Reino de Dios” gestionando las realidades temporales y “re-ordenándolas”.

 

En este sentido el laico cuenta con la Doctrina Social de la Iglesia (DSI), “que forma parte esencial del mensaje cristiano”, pues “no hay solución a la cuestión social fuera del Evangelio”.

 

3 La Iglesia Católica entiende que la autoridad política y su ejercicio, que se expresa en los poderes públicos, “son una pieza clave en la edificación de la sociedad”.

 

4 Los católicos tienen legitimidad para intervenir de forma activa y protagonizar los procesos de cambio social “desde el diálogo, la razón y la fe, superando el enfrentamiento”, sabiendo que “Jesucristo es el Señor de la historia”.

 

5 La DSI contiene una concepción integral de la persona, la familia y los elementos que estructuran la sociedad y “aspira a ser orientación y estímulo para la acción”.

 

Los laicos católicos están llamados “al anuncio de ese ‘orden’ en su verdad, bien y belleza”, pero también “a la denuncia del desorden” y a formular propuestas de raigambre cristiana.

 

6 El documento reivindica que los cristianos “contamos con plena legitimidad para presentar nuestras propuestas públicas”, que sólo deberían ser juzgadas por sus efectos potenciales o reales y no por su procedencia.

 

Además, para la Iglesia Católica “la libertad política no está ni puede estar basada en la idea relativista, según la cual todas las concepciones sobre el bien del hombre son igualmente verdaderas y tienen el mismo valor”.

 

7 Desde el punto de vista del marco jurídico-institucional, la Iglesia Católica entiende que la política “está al servicio de la persona, de la familia y de la sociedad y no al revés”. En consecuencia, se rechaza el estatalismo y el totalitarismo.

 

Además, se considera que “el bien común es el fin de la comunidad política” y que “contar con un proyecto de nación a largo plazo forma parte del mismo”. Por tanto, afirma el documento, “no es admisible el separatismo”.

 

8 La Iglesia valora la democracia como fórmula de elección y sustitución de gobernantes.

 

Sin embargo, “se exige que esté bien fundamentada" para que no se convierta en "una forma de totalitarismo encubierta" o en una “dictadura del relativismo”.

 

En este sentido, se insta “a disentir de una concepción del pluralismo en clave de relativismo moral”, ya que la vida democrática necesita principios éticos que “no son negociables”.

 

9 Son muchos los lugares de la vida política en los que puede estar involucrado un católico. En ellos “son frecuentes las tentaciones de egoísmo, corrupción, arribismo e idolatría del poder”.

 

Sin embargo, eso “no justifica lo más mínimo ni la ausencia de los cristianos en la arena pública ni su escepticismo sobre este decisivo ámbito de la actividad humana”.

 

10 La Iglesia exige a los partidos “democracia interna, la mayor transparencia posible y la rendición de cuentas en su funcionamiento”.

 

Al tiempo, rechaza la partitocracia “que busca copar las instituciones públicas” y el partidismo, entendido como “el sometimiento” de los afiliados y cargos públicos “a la ideología del partido y a las órdenes de su máximo responsable”.

 

11 El católico con posibilidad de elaborar políticas públicas debe buscar la promoción de la dignidad de la persona, la defensa de la vida, la atención a los pobres, establecer una perspectiva de familia o alertar sobre la crisis demográfica.

 

Otras áreas de interés esencial son el trabajo, impulsar una “consideración moral de la economía” y promover las áreas educativa y cultural que “constituyen la mejor inversión pública y privada de una sociedad”.

 

12 La Iglesia Católica no se confunde con la comunidad política "ni está ligada a sistema político alguno”. Aunque están al servicio del hombre y la sociedad, ambas son independientes. Este fin se cumplirá con mayor eficacia “cuanto más sana y mejor sea la cooperación” entre ellas.

 

13 La Iglesia Católica no tiene como misión constituir partidos políticos ni sindicatos. La presencia de los laicos no es unívoca y “ninguna propuesta política concreta agota la riqueza del Evangelio”.

 

14 Respecto de la presencia de clérigos en actividades políticas, la Iglesia “cuida de que sus pastores no asuman una actividad de representación política pública”, como está establecido en el “Directorio para el ministerio y vida de los presbíteros”.

 

Por su parte, el Código de Derecho Canónico establece que los laicos deben evitar “presentar como doctrina de la Iglesia su propio criterio”, más en cuestiones opinables.

 

En la medida en que los laicos asumen tareas de representación eclesiástica, han de deslindarlas del ejercicio de la actividad política; más aún aquellos que forman parte de la curia pastoral.

 

15 Los católicos en política deben tomar conciencia de que se trata de una llamada a la santidad que exige una adecuada formación y cultivar el espíritu de servicio, la humildad, la valentía, la astucia o la amabilidad.

 

Dentro de la variedad de opciones legítimas, han de saber entre ellos que “es más fuerte lo que nos une que los que nos separa”.

 

Además, se subraya que es necesario distinguir entre el error, “que siempre debe ser rechazado”, y la persona que yerra, que merece respeto por su dignidad.

 

16 Por último, el documento propone una serie de directrices para la acción política, como que “la caridad no es sólo el principio de las micro-relaciones”, sino también de las relaciones sociales.

 

Se anima a actuar desde el diálogo “creando una cultura del encuentro” y también teniendo en cuenta la posibilidad de la cruz, la persecución y el martirio, como le sucedió a Santo Tomás Moro, patrono de los políticos.

 

Los católicos que trabajan en el ámbito político deben dirigirse con prudencia “para discernir en cada circunstancia el verdadero bien y elegir los medios adecuados” de tal forma que se alcance el mayor bien posible o procurando la mayor limitación de daños.

 

El último criterio de acción es el de realizar los cambios “desde dentro, mediante reformas paulatinas, nunca a través de la revolución que sólo trae males mayores”.