que debes conocer
sobre la Iglesia Católica y la política
Por Nicolás de
Cárdenas
Aciprensa, 3 de
mayo de 2023
El Arzobispado de
Toledo ha publicado un documento con orientaciones doctrinales, de
discernimiento y de juicio sobre la acción de los laicos católicos que buscan
la santidad a través de la vocación política.
La monografía ha
tenido muy presente el "Instrumento de trabajo pastoral sobre persona,
familia y sociedad” aprobado por la Conferencia Episcopal Española.
La Archidiócesis
Primada de España responde así a una de las conclusiones del Congreso Nacional
de Laicos celebrado en 2020, que apostaba por animarlos a participar en la vida
pública.
1 La Iglesia no
tiene programa político, pues todo compromiso "debe partir de la respuesta
fiel a una llamada personal y ha de ser guiado por la luz de la fe y por el
Evangelio”.
Como afirmó San
Juan Pablo II en “Novo milenio ineunte”: “No se trata, pues, de inventar un
nuevo programa. El programa ya existe. Es el de siempre, recogido por el
Evangelio y la Tradición Viva. Se centra, en definitiva, en Cristo mismo, al
que hay que conocer, amar e imitar”.
2 La vocación
política se inscribe en la “misión específica de los fieles laicos: dilatar el
Reino de Dios” gestionando las realidades temporales y “re-ordenándolas”.
En este sentido el
laico cuenta con la Doctrina Social de la Iglesia (DSI), “que forma parte
esencial del mensaje cristiano”, pues “no hay solución a la cuestión social
fuera del Evangelio”.
3 La Iglesia
Católica entiende que la autoridad política y su ejercicio, que se expresa en
los poderes públicos, “son una pieza clave en la edificación de la sociedad”.
4 Los católicos
tienen legitimidad para intervenir de forma activa y protagonizar los procesos
de cambio social “desde el diálogo, la razón y la fe, superando el
enfrentamiento”, sabiendo que “Jesucristo es el Señor de la historia”.
5 La DSI contiene
una concepción integral de la persona, la familia y los elementos que
estructuran la sociedad y “aspira a ser orientación y estímulo para la acción”.
Los laicos
católicos están llamados “al anuncio de ese ‘orden’ en su verdad, bien y
belleza”, pero también “a la denuncia del desorden” y a formular propuestas de
raigambre cristiana.
6 El documento
reivindica que los cristianos “contamos con plena legitimidad para presentar
nuestras propuestas públicas”, que sólo deberían ser juzgadas por sus efectos
potenciales o reales y no por su procedencia.
Además, para la
Iglesia Católica “la libertad política no está ni puede estar basada en la idea
relativista, según la cual todas las concepciones sobre el bien del hombre son
igualmente verdaderas y tienen el mismo valor”.
7 Desde el
punto de vista del marco jurídico-institucional, la Iglesia Católica entiende
que la política “está al servicio de la persona, de la familia y de la sociedad
y no al revés”. En consecuencia, se rechaza el estatalismo y el totalitarismo.
Además, se
considera que “el bien común es el fin de la comunidad política” y que “contar
con un proyecto de nación a largo plazo forma parte del mismo”. Por tanto,
afirma el documento, “no es admisible el separatismo”.
8 La Iglesia
valora la democracia como fórmula de elección y sustitución de gobernantes.
Sin embargo, “se
exige que esté bien fundamentada" para que no se convierta en "una
forma de totalitarismo encubierta" o en una “dictadura del relativismo”.
En este sentido,
se insta “a disentir de una concepción del pluralismo en clave de relativismo
moral”, ya que la vida democrática necesita principios éticos que “no son
negociables”.
9 Son muchos los
lugares de la vida política en los que puede estar involucrado un católico. En
ellos “son frecuentes las tentaciones de egoísmo, corrupción, arribismo e
idolatría del poder”.
Sin embargo, eso
“no justifica lo más mínimo ni la ausencia de los cristianos en la arena
pública ni su escepticismo sobre este decisivo ámbito de la actividad humana”.
10 La Iglesia
exige a los partidos “democracia interna, la mayor transparencia posible y la
rendición de cuentas en su funcionamiento”.
Al tiempo, rechaza
la partitocracia “que busca copar las instituciones públicas” y el partidismo,
entendido como “el sometimiento” de los afiliados y cargos públicos “a la
ideología del partido y a las órdenes de su máximo responsable”.
11 El católico con
posibilidad de elaborar políticas públicas debe buscar la promoción de la
dignidad de la persona, la defensa de la vida, la atención a los pobres,
establecer una perspectiva de familia o alertar sobre la crisis demográfica.
Otras áreas de
interés esencial son el trabajo, impulsar una “consideración moral de la
economía” y promover las áreas educativa y cultural que “constituyen la mejor
inversión pública y privada de una sociedad”.
12 La Iglesia
Católica no se confunde con la comunidad política "ni está ligada a
sistema político alguno”. Aunque están al servicio del hombre y la sociedad,
ambas son independientes. Este fin se cumplirá con mayor eficacia “cuanto más
sana y mejor sea la cooperación” entre ellas.
13 La Iglesia
Católica no tiene como misión constituir partidos políticos ni sindicatos. La
presencia de los laicos no es unívoca y “ninguna propuesta política concreta
agota la riqueza del Evangelio”.
14 Respecto de la
presencia de clérigos en actividades políticas, la Iglesia “cuida de que sus
pastores no asuman una actividad de representación política pública”, como está
establecido en el “Directorio para el ministerio y vida de los presbíteros”.
Por su parte, el
Código de Derecho Canónico establece que los laicos deben evitar “presentar
como doctrina de la Iglesia su propio criterio”, más en cuestiones opinables.
En la medida en
que los laicos asumen tareas de representación eclesiástica, han de
deslindarlas del ejercicio de la actividad política; más aún aquellos que
forman parte de la curia pastoral.
15 Los católicos
en política deben tomar conciencia de que se trata de una llamada a la santidad
que exige una adecuada formación y cultivar el espíritu de servicio, la humildad,
la valentía, la astucia o la amabilidad.
Dentro de la
variedad de opciones legítimas, han de saber entre ellos que “es más fuerte lo
que nos une que los que nos separa”.
Además, se subraya
que es necesario distinguir entre el error, “que siempre debe ser rechazado”, y
la persona que yerra, que merece respeto por su dignidad.
16 Por último, el
documento propone una serie de directrices para la acción política, como que
“la caridad no es sólo el principio de las micro-relaciones”, sino también de
las relaciones sociales.
Se anima a actuar
desde el diálogo “creando una cultura del encuentro” y también teniendo en
cuenta la posibilidad de la cruz, la persecución y el martirio, como le sucedió
a Santo Tomás Moro, patrono de los políticos.
Los católicos que
trabajan en el ámbito político deben dirigirse con prudencia “para discernir en
cada circunstancia el verdadero bien y elegir los medios adecuados” de tal
forma que se alcance el mayor bien posible o procurando la mayor limitación de
daños.
El último criterio
de acción es el de realizar los cambios “desde dentro, mediante reformas
paulatinas, nunca a través de la revolución que sólo trae males mayores”.