Por Jorge Martín
Flores
La Prensa,
28.04.2024
En tanto “Gesta
religiosa”, Malvinas es escuela de ejemplos, de referentes de vida, de héroes y
santos, que supieron es su grado encarnar virtudes morales y teologales, las
cuales consumaron en un sacrificio amoroso ofrecido a Dios y la Patria.
Estos ejemplos de
nuestros héroes, tanto vivos como muertos, son un faro luminoso y seguro para
nuestra vida personal, familiar y social. Las historias de los héroes de
Malvinas, son un canto al amor verdadero, que es un amor unido al sacrificio y
constituye un ejemplo supremo y cabal de patriotismo desinteresado hacia el
bien común temporal y trascendente de la Patria.
El espectro
arquetípico es gigante. Por ello, decidimos traerle al lector al menos estos
tres casos relevantes, invitando a que más allá de los mencionados, investiguen
y hallen las historias y los referentes que más los conmuevan y movilicen para
dejarse transformar por esta escuela amorosa, por este inmenso tesoro ejemplar
e inagotable que se llama: Malvinas.
PRIMER EJEMPLO
El Mayor de la
Fuerza Aérea Argentina, Juan José Falconier. Pertenecía al Escuadrón Fénix, con
cuyos aviones valientemente, sin capacidad defensiva y sin capacidad de
eyección, realizaban misiones muy arriesgadas de reconocimiento del terreno y
de las posiciones enemigas, destacándose especialmente en los llamados “vuelos
fantasmas” los cuales servían de engaño, de señuelo para distraer la atención
de los radares de las fragatas inglesas y de los aviones Sea Harriers que, al
lanzarse en su persecución, dejaban el campo libre para el ataque de nuestros
aviones de caza sobre la flota invasora.
En una misión
arriesgada del Escuadrón Fénix, su avión Learjet fue derribado por un misil
inglés, cayendo en las Islas Borbón, Gran Malvina. Aquí el mayor Falconier
junto a sus compañeros, ofrecían sus vidas por amor a la Patria. Antes de
partir a las Islas Malvinas se despedía de su familia con la siguiente carta
para sus hijos, la cual constituye una herencia de valores, coraje y fe.
“A Ñequi y Mononi:
Su padre no los abandona, simplemente dio su vida por los demás, por ustedes y
vuestros hijos… y los que hereden mi Patria.
Les va a faltar mi
compañía y mis consejos, pero les dejo la mejor compañía y el más sabio
consejero, a Dios; aférrense a El, sientan que lo aman hasta que les estalle el
pecho de alegría, y amen limpiamente, que es la única forma de vivir la
"buena vida", y cada vez que luchen para no dejarse tentar, para no
alejarse de ÉL, para no aflojar. Yo estaré junto a ustedes, codo a codo
aferrando el amor. Sean una "familia", respetando y amando a mamá,
aunque le vean errores, sean siempre solo "uno", siempre unidos. Les
dejo el apellido: Falconier para que lo lleven con orgullo y dignifiquen, no
con dinero ni bienes materiales, sino con cultura, con amor, con belleza de las
almas limpias, siendo cada vez más hombre y menos "animal" y por
sobre todo enfrentando a la vida con la "verdad", asumiendo
responsabilidades, aunque les "cueste" sufrir sinsabores, o la vida
misma.
Les dejo:
– Muy poco en el
orden material
– un apellido:
"Falconier", y
– a DIOS (ante
quien todo lo demás no importa)
Papá
Para que mis hijos
lo lean desde jóvenes y hasta que sean viejos, porque a medida que pasen los
años, adquieran experiencia, o tengan hijos, le irán encontrando nuevo y más
significado a estas palabras que escribí con amor de padre”.
SEGUNDO EJEMPLO
El gendarme
integrante del escuadrón Alacrán y sargento ayudante Ramón Gumersindo Acosta,
quien luego de salvar a sus camaradas le escribía un 2 de junio de 1982 a su
hijo de 12 años el siguiente testamento: “Querido hijo Diego, ¿qué tal
muchacho? ¿Cómo te encuentras?
Perdóname que no
me haya despedido de ti, pero es que no tuve tiempo, por eso es que te escribo
para que sepas que te quiero mucho y te considero todo un hombrecito y sabrás
ocupar mi lugar en casa cuando yo no estoy. Te escribo desde mi posición y te
cuento que hace dos días íbamos en un helicóptero y me bombardearon, cayó el
helicóptero y se incendió, murieron varios compañeros míos, pero yo me salvé y
ahora estamos esperando el ataque final. Yo salvé tres compañeros de entre las
llamas. Te cuento para que sepas que tienes un padre del que puedes sentirte
orgulloso y quiero que guardes esta carta como un documento por si yo no
vuelvo: o si vuelvo para que el día de mañana cuando estemos juntos me la leas
en casa.
Nosotros no nos
entregaremos, pelearemos hasta el final y si Dios y la Virgen permiten nos
salvaremos. En estos momentos estamos rodeados y será lo que Dios y la Virgen
quieran.
Recen por nosotros
y fuerza hasta la victoria final.
Un gran abrazo a
tu madre y a tu hermana – cuídalos muchos, como un verdadero Acosta. Estudia
mucho.
¡VIVA LA PATRIA!
Papá”.
TERCER EJEMPLO
Traemos la
historia del soldado Carlos Mosto, a quien apodaron “el curita” y “el ángel de
los pozos”. Mosto se la pasaba haciendo el bien a sus camaradas y encargándose
de sus necesidades físicas y espirituales. Entrerriano, nacido en Gualeguaychú,
era estudiante avanzado de medicina. Se ofreció como voluntario para defender a
la Patria. Tenía 23 años. Allí, integró la sección del mayor Baneta, que se
instaló en el ex cuartel de los Royal Marines en Moody Brook. Asistió a un
camarada herido alcanzado por una esquirla, salvándole la vida. Hay un hermoso
video filmado en las islas donde los protagonistas de la escena son
entrevistados por Eduardo Rotondo. Su compañero refleja un rostro de alegría e
iluminación cada que vez que menciona que fue salvado por el “soldado Mosto”.
Mientras que él con total humildad y sin considerarse digno de algún mérito,
responde con total naturalidad y simpleza al entrevistador. Mosto era así,
habitualmente, virtuosamente: Renunciando a su descanso, relevando guardias,
visitando las trincheras y velando por cada uno de sus compañeros, sacándoles
sonrisas, levantándoles el ánimo, con un chocolate, con un café caliente, pero
especialmente con la lectura del Santo Evangelio que llevaba siempre bajo su
brazo y con la oración del Santo Rosario.
En una carta
escrita a su familia y citada por Nicolás Kasanzew, decía lo siguiente: “Vieja,
no reces por mí, porque yo estoy con Dios; rezá por las madres y las novias
inglesas, que nunca van a ver llegar a sus hijos y sus novios... Yo, cuando
llegué acá, me puse en las manos de Dios y que se hiciera en mi la voluntad de
Él, no la mía. Lo único que yo le pedí fue que le enseñara a mis viejos a vivir
sin mí... Estoy muy orgulloso de estar acá, estoy orgulloso de mi jefe, el
mayor Baneta, orgulloso de ser de los primeros en ver un 25 de mayo flamear mi
bandera en las islas; nunca la había visto tan linda, como la veía ahora...
Mami, estoy de guardia, escribiéndote desde un manantial de una belleza
incomparable y pienso: ¿por qué no podemos vivir en amor?... Mirá, tengo un
francotirador, que cada vez que salgo, me tira. No le he visto la cara y no se
la quiero ver. Porque no quiero odiar a nadie. Los hombres no saben vivir sin
odiar, no saben vivir en el amor. Pedile a Dios que los ilumine... Viejo, no
rezongues por la plata, seguí ayudando a Cáritas, que es lo único que te va a
dejar algo valioso... Ayer recibí el Evangelio que les había pedido, ahora soy
feliz porque estoy completo. Tengo la Palabra y se las leo a mis camaradas...
Doy gracias a Dios de ser como soy y poder levantar a mis compañeros... Recen
para que esto se termine (...)”.
El 7 de junio
logró hablar por teléfono a su casa. Sus últimas palabras fueron: “Mami, estén
siempre unidos y recen mucho”.
El 11 de junio
había terminado su guardia y fue a llevar café a sus compañeros que estaban en
el pozo de zorro. Uno de ellos le pide azúcar. Carlitos regresa a buscarla.
Estando dentro del cuartel del Royal Marines recibe un bombardeo enemigo que lo
conduce a la muerte junto a dos compañeros más. Había convertido lo pequeño en
grande. Había muerto como había vivido: Sirviendo a los demás.
“Por la Patria y
por Cristo bien valía la pena morir -afirmó su madre en entrevista al
corresponsal de guerra y VGM Nicolás Kasanzew- Yo respeto su decisión, él fue
como voluntario y murió por su ideal. Todos tenemos que creer eso: que las
Malvinas son nuestras. Y estando nuestros caídos allá, con más razón.”
JALONES DE
SOBERANIA
Uno no puede
permanecer indiferente ante semejantes testimonios. Estás palabras “son
palabras que valen porque están rubricadas con la vida y con la sangre”, al
decir del Padre Alberto Ignacio Ezcurra, quien se ofreció voluntariamente como
capellán de guerra durante el conflicto del 82, pero al no ser convocado se
dedicó a asistir a las familias de los combatientes en continente, siendo un
puntal fundamental para transmitir el sentido espiritual que revistió la Gesta
del Atlántico Sur.
Como podemos ver,
nuestros héroes son los verdaderos jalones de soberanía en el Atlántico Sur y
en las moradas eternas, conquistando la gloria al precio de su sangre
derramada, la cual fue unida desde la fe a la Pasión y Muerte de Nuestro Señor
Jesucristo y como tal, al Verdadero, Único y Santo Sacrificio de la Redención.
Que desde el cielo
y en eternas guardias donde interceden por nosotros cada día y desde donde
esperan la Resurrección del último día, nos permitan hacer carne la máxima
evangélica que afirma que “No hay mayor amor que dar la vida por los amigos”
(Jn. 15-13).