Sr. Presidente
Por Mauricio Ortín
*
La Prensa,
24.10.2024
....................
Publicamos este artículo, pues contiene varios conceptos que compartimos y merecen ser conocidos. Sin embargo discrepamos en los aspectos éticos que toda guerra involucra; al respecto, nos remitimos a otro artículo que esclare los límites morales que todo conflicto bélico debe reconocer, pues el fin no justica los medios.
...................
Mienten o no
tienen conciencia del disparate que dicen y del daño que hacen, los que afirman
que en la década del ’70, en la Argentina, hubo un genocidio. Y como no lo
hubo, tampoco hay víctimas ni victimarios de un crimen semejante.
Lo que hubo en esa
década fue una guerra. Una guerra publicitada, declarada e iniciada por bandas
terroristas de izquierda con el propósito confeso de hacerse del poder del
Estado.
Bandas que, con
apoyo internacional, que se tradujo en hombres y logística, principalmente de
Cuba, pusieron en jaque al gobierno constitucional y a la sociedad toda a
través de atentados homicidas, secuestros extorsivos y toma de cuarteles.
La respuesta del
presidente Juan Perón fue contundente: el exterminio uno a uno de los que él
llamó sicópatas. Con ese fin creó la Triple A y dejó la directiva, a su
sucesora en el cargo, de enviar a las Fuerzas Armadas a aniquilar la
insurrección.
El gobierno
militar surgido del golpe de Estado del 24 de marzo de 1976 ni inventó, ni
inició nada; más bien, con idéntica manera de hacer la guerra al que propuso
Perón alcanzó el objetivo expreso propuesto por éste: el exterminio de las
bandas terroristas.
Los represores
también peleaban por su vida; es decir, aniquilaban para no ser aniquilados.
Los Montoneros y el ERP mataban policías y militares por el mero hecho de
desempeñarse como tales. ¿Será que alguien estima que lo sensato debió ser que
los militares se echaran al suelo a esperar que los subversivos los capen? Pues
sí, muchos. Entre ellos, gente de la iglesia, de la prensa, legisladores y,
peor aún, los que tienen la sagrada tarea de impartir justicia o, mejor dicho,
esos señores a los que, en la Argentina, se les llama jueces.
Sí, porque los
jueces de la Corte Suprema, a instancias del presidente Néstor Kirchner y de su
jefe de gabinete, el ministro Alberto Fernández, luego de un golpe de Estado a
la Corte Suprema cuya conformación había heredado del presidente Fernando de la
Rúa (depuesto también en un golpe de Estado civil), apretó a los nuevos
integrantes de ese alto tribunal para que, violando la Constitución Nacional,
habilitaran la figura penal de Plan Sistemático de Exterminio de la Población
Civil para poder imputar de ese delito a los militares, policías y civiles que,
cumpliendo órdenes del gobierno constitucional y el de facto, hicieron la
guerra a los subversivos.
Un disparate
histórico que tergiversa los hechos burdamente y un disparate jurídico que
conforma la comisión del delito de lesa humanidad contra los perseguido.
Quieren sentar
jurisprudencia para que, reprimir a terroristas de izquierda (porque no es la
forma de reprimir sino la represión en sí a los terroristas lo que castiga),
sea un delito de lesa humanidad que, en el caso argentino, se encuadraría
dentro de un genocidio.
FECHA DE INICIO
El marxismo,
mediante el terror y la propaganda, le puso fecha al inicio del “genocidio” y
eligió el 24 de marzo de 1976.
Los motivos son
obvios. Esconder los propios crímenes que cometieron durante la democracia y
posar de inocentes víctimas camuflándose de demócratas.
Más justo hubiera
sido elegir el comienzo del “genocidio” y terrorismo de Estado el 20 de junio de
1973 (fecha de la masacre de Ezeiza). Pero no era conveniente a los ex
terroristas ni convenía tampoco a los políticos (peronistas, fundamentalmente)
que quedarían pegados a la represión.
Lo más fácil,
traidor, infame, injusto, ilegal y cobarde era elegir como chivo expiatorio a
las Fuerzas Armadas y de Seguridad cargándoles toda la responsabilidad de las
muertes y destrucción ocurrida.
El cuento de que
el golpe de Estado y la represión que conllevó se hizo para implementar un plan
económico de entrega del país es un sonsonete falso que se repite
sistemáticamente sin el menor respaldo empírico.
Lo cierto es que
la represión, por izquierda y por derecha, la inició Perón y que la situación
económica a comienzos de 1976 era desesperante.
También, cierto es
que la Iglesia y casi todos los partidos políticos apoyaron el golpe y que
prestaron militantes para ocupar cargos públicos. Es más fácil encontrar una
aguja en un pajar que una sola crítica del cura Bergoglio al gobierno militar.
El objetivo bélico
y político de las derrotadas bandas terroristas de izquierda de los años ’70
(destruir a las Fuerzas Armadas y de Seguridad para imponer la dictadura del
proletariado), en parte, se hace realidad desde el gobierno de Kirchner hasta
hoy mismo.
Los ejecutores son
los jueces y fiscales. Los políticos, los curas, los periodistas, los
estudiantes, los sindicalistas…en fin, la sociedad, en su mayoría, asiste
impasible a semejante espectáculo decadente. ¿Usted también, Sr. presidente
Milei?
* Mauricio Ortín
Miembro del Centro
de Estudios en Historia, Política y Derechos Humanos de Salta