viernes, 25 de octubre de 2024

NO FUÉ UN GENOCIDIO


 Sr. Presidente

 

Por Mauricio Ortín *

La Prensa, 24.10.2024

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Publicamos este artículo, pues contiene varios conceptos que compartimos y merecen ser conocidos. Sin embargo discrepamos en los aspectos éticos que toda guerra involucra; al respecto, nos remitimos a otro artículo que esclare los límites morales que todo conflicto bélico debe reconocer, pues el fin no justica los medios.

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Mienten o no tienen conciencia del disparate que dicen y del daño que hacen, los que afirman que en la década del ’70, en la Argentina, hubo un genocidio. Y como no lo hubo, tampoco hay víctimas ni victimarios de un crimen semejante.

Lo que hubo en esa década fue una guerra. Una guerra publicitada, declarada e iniciada por bandas terroristas de izquierda con el propósito confeso de hacerse del poder del Estado.

 

Bandas que, con apoyo internacional, que se tradujo en hombres y logística, principalmente de Cuba, pusieron en jaque al gobierno constitucional y a la sociedad toda a través de atentados homicidas, secuestros extorsivos y toma de cuarteles.

La respuesta del presidente Juan Perón fue contundente: el exterminio uno a uno de los que él llamó sicópatas. Con ese fin creó la Triple A y dejó la directiva, a su sucesora en el cargo, de enviar a las Fuerzas Armadas a aniquilar la insurrección.

 

El gobierno militar surgido del golpe de Estado del 24 de marzo de 1976 ni inventó, ni inició nada; más bien, con idéntica manera de hacer la guerra al que propuso Perón alcanzó el objetivo expreso propuesto por éste: el exterminio de las bandas terroristas.

Los represores también peleaban por su vida; es decir, aniquilaban para no ser aniquilados. Los Montoneros y el ERP mataban policías y militares por el mero hecho de desempeñarse como tales. ¿Será que alguien estima que lo sensato debió ser que los militares se echaran al suelo a esperar que los subversivos los capen? Pues sí, muchos. Entre ellos, gente de la iglesia, de la prensa, legisladores y, peor aún, los que tienen la sagrada tarea de impartir justicia o, mejor dicho, esos señores a los que, en la Argentina, se les llama jueces.

 

Sí, porque los jueces de la Corte Suprema, a instancias del presidente Néstor Kirchner y de su jefe de gabinete, el ministro Alberto Fernández, luego de un golpe de Estado a la Corte Suprema cuya conformación había heredado del presidente Fernando de la Rúa (depuesto también en un golpe de Estado civil), apretó a los nuevos integrantes de ese alto tribunal para que, violando la Constitución Nacional, habilitaran la figura penal de Plan Sistemático de Exterminio de la Población Civil para poder imputar de ese delito a los militares, policías y civiles que, cumpliendo órdenes del gobierno constitucional y el de facto, hicieron la guerra a los subversivos.

Un disparate histórico que tergiversa los hechos burdamente y un disparate jurídico que conforma la comisión del delito de lesa humanidad contra los perseguido.

 

Quieren sentar jurisprudencia para que, reprimir a terroristas de izquierda (porque no es la forma de reprimir sino la represión en sí a los terroristas lo que castiga), sea un delito de lesa humanidad que, en el caso argentino, se encuadraría dentro de un genocidio.


FECHA DE INICIO

El marxismo, mediante el terror y la propaganda, le puso fecha al inicio del “genocidio” y eligió el 24 de marzo de 1976.

Los motivos son obvios. Esconder los propios crímenes que cometieron durante la democracia y posar de inocentes víctimas camuflándose de demócratas.

Más justo hubiera sido elegir el comienzo del “genocidio” y terrorismo de Estado el 20 de junio de 1973 (fecha de la masacre de Ezeiza). Pero no era conveniente a los ex terroristas ni convenía tampoco a los políticos (peronistas, fundamentalmente) que quedarían pegados a la represión.

 

Lo más fácil, traidor, infame, injusto, ilegal y cobarde era elegir como chivo expiatorio a las Fuerzas Armadas y de Seguridad cargándoles toda la responsabilidad de las muertes y destrucción ocurrida.

El cuento de que el golpe de Estado y la represión que conllevó se hizo para implementar un plan económico de entrega del país es un sonsonete falso que se repite sistemáticamente sin el menor respaldo empírico.

Lo cierto es que la represión, por izquierda y por derecha, la inició Perón y que la situación económica a comienzos de 1976 era desesperante.

 

También, cierto es que la Iglesia y casi todos los partidos políticos apoyaron el golpe y que prestaron militantes para ocupar cargos públicos. Es más fácil encontrar una aguja en un pajar que una sola crítica del cura Bergoglio al gobierno militar.

El objetivo bélico y político de las derrotadas bandas terroristas de izquierda de los años ’70 (destruir a las Fuerzas Armadas y de Seguridad para imponer la dictadura del proletariado), en parte, se hace realidad desde el gobierno de Kirchner hasta hoy mismo.

 

Los ejecutores son los jueces y fiscales. Los políticos, los curas, los periodistas, los estudiantes, los sindicalistas…en fin, la sociedad, en su mayoría, asiste impasible a semejante espectáculo decadente. ¿Usted también, Sr. presidente Milei?

 

* Mauricio Ortín

Miembro del Centro de Estudios en Historia, Política y Derechos Humanos de Salta