martes, 18 de junio de 2024

LA SEMANA SOCIAL DE TRIESTE

 


la Iglesia, la democracia

 

SE Mons. Giampaolo Crepaldi

Obispo emérito de Trieste

 

[Publicamos el Editorial escrito por Mons. Crepaldi para el número del "Boletín de Doctrina Social de la Iglesia", revista de nuestro Observatorio, actualmente en distribución. ]

 

Este número del "Boletín" dedicado a la democracia nace de la inspiración ofrecida por la Semana social de los católicos italianos en Trieste (3-7 de julio de 2024), pero la coherencia de las contribuciones es tal que garantiza una reflexión no ocasional y destinado a perdurar en el tiempo. En estas líneas pretendo llamar su atención sobre dos aspectos o propósitos que caracterizan este número del Boletín. Están bien vinculados entre sí.

 

El primero se refiere a las Semanas Sociales y a esta Semana Social. Al examinar las recientes intervenciones eclesiásticas y, sobre todo, la práctica de la Iglesia y del mundo católico en general, queda muy claro que la democracia parece haberse convertido en el objetivo principal del compromiso católico en la sociedad y en el bien mayor que debe defenderse. Se puede decir que la validez indiscutible de la democracia es un dogma nuevo. Volviendo aquí al título general de este número, parece que la democracia se ha convertido en la forma de gobierno tal como la consideraba la Iglesia, en el fundamento del gobierno y de toda la vida social. Las razones están relacionadas con el cambio en curso en la teología (especialmente en la teología moral), que desdeña las cuestiones de principio o doctrinales, consideradas abstractas, favoreciendo al mismo tiempo una praxis existencial que permitiría una relación más viva con los demás con fines pastorales. Sucede así que la participación en la vida democrática se vuelve incluso más importante que los contenidos que, a través de dicha participación, se aprueban y deliberan. También sucede que ya no importa con quién se colabora en la vida democrática, sino que basta con colaborar y se hace posible hacerlo con todos. Ocurre también que, para no dificultar demasiado la participación democrática, evitamos indicar los "principios no negociables" que la harían verdadera y buena pero que pondrían obstáculos a la colaboración. Ya se ha difundido (y se enseña) la idea de que es importante participar, estar ahí, caminar junto a los demás, sobre la base de una fraternidad previa a la diferenciación de opciones religiosas y políticas. Ésta es una de las muchas aplicaciones empíricas del "giro antropológico" en teología.

 

Esta forma de razonar y operar parece haberse apoderado también de las Semanas Sociales, llevándolas a resultados muy diferentes de los que tuvieron en los años 1990, en el momento de su relanzamiento después de las incertidumbres posconciliares sobre estas cuestiones. Como describí en mi libro-entrevista a Stefano Fontana, el relanzamiento se produjo bajo la presión de otro relanzamiento, el de la Doctrina Social de la Iglesia querida por Juan Pablo II. Para Italia el punto de demarcación fue la conferencia eclesial de Loreto de 1985 y sobre todo el directorio de pastoral social "Evangelizar lo social" aprobado por la Conferencia Episcopal Italiana en 1991. La reanudación de las Semanas Sociales, después de un largo período de abandono, tomó lugar en este contexto, es decir, como evangelización de lo social, como aplicación de un corpus doctrinal, con clara identidad de propuesta cultural, como momento y lugar de puesta en práctica de una formación transmitida, tal como prevé el documento "Evangelizar a los social", por una serie de sujetos eclesiales designados al efecto (pienso en escuelas de formación para el compromiso social y político, cursos específicos de grado y máster sobre la doctrina social de la Iglesia, etc.). Esto permitió, aunque no de forma totalmente satisfactoria y con todas las dificultades que un relanzamiento de este tipo implicaba, garantizar una presencia visible, católicamente identificable, doctrinalmente fundamentada, instrumento de evangelización y expresión del valor público de la Iglesia. Religión católica.

 

Hoy la situación ya no es ésta. Eventos recientes de la Semana Social, por ejemplo Cagliari (2017) o Taranto (2021), han colocado el evento en un contexto muy diferente. Se prefirió diluir las referencias doctrinales, suavizar las visiones específicamente católicas, abrirse a muchas otras colaboraciones seculares, asumir puntos de vista ajenos a la tradición de la Doctrina Social de la Iglesia, hasta asumir la responsabilidad social. y a veces ideológicas por sí solas. Al abordar cuestiones actuales, como la medioambiental, nos hemos adaptado para colaborar en objetivos preestablecidos por la opinión pública que es objeto de educación ideológica masiva. Este parece ser también el contexto de la Semana Social de la Democracia. Existe, por tanto, el riesgo de que se confirme una visión de la democracia que hoy es popular, escapando al difícil trabajo de excavación, incluso de principio y doctrinal, a la luz de la tradición tanto de la reflexión razonadora como del magisterio eclesial. Es probable, pero no deseable, que la Iglesia de Trieste diga poco de lo suyo y mucho de lo que el mundo quiere oír. De este modo se podría confirmar la visión que presenté al inicio de una democracia considerada como algo bueno y evangélico en sí mismo, a lo que aún se puede dar adhesión y compromiso.

 

La democracia actual, que podríamos definir como democrática liberal, está corroyendo la realidad misma del pueblo mientras lo llama retóricamente soberano, como lo demuestra Bernard Dumont en su artículo publicado en este número. Es posible que olvidemos las enseñanzas sobre la democracia que nos transmitió León XIII (ver el artículo de Guido Vignelli) o Giuseppe Toniolo (artículo de Silvio Brachetta) o que utilicemos el término como un "perchero" donde colgar sus diversos significados sin distinguir entre ellos (artículo de Calogero D'Ugo). Lo principal que hay que evitar -pero es muy probable que la Semana Social de Trieste no lo haga- es no distinguir entre democracia en el sentido clásico y democracia en el sentido moderno, como hace Danilo Castellano en estas páginas respondiendo a una entrevista. con Don Samuele Cecotti. Precisamente esta distinción motiva el título de este número del "Boletín": para la visión clásica y católica la democracia es una forma de gobierno, para la moderna es, por el contrario, el fundamento del gobierno. Por último, también es necesario aclarar claramente el concepto de "democracia económica", como hace Marco Ferraresi en su artículo.

 

Véase G. Crepaldi (con S. Fontana), La Iglesia italiana y el futuro de la Pastoral Social, Cantagalli, Siena 2017.