la Iglesia, la
democracia
SE Mons. Giampaolo
Crepaldi
Obispo emérito de
Trieste
[Publicamos el
Editorial escrito por Mons. Crepaldi para el número del "Boletín de
Doctrina Social de la Iglesia", revista de nuestro Observatorio,
actualmente en distribución. ]
Este número del
"Boletín" dedicado a la democracia nace de la inspiración ofrecida
por la Semana social de los católicos italianos en Trieste (3-7 de julio de
2024), pero la coherencia de las contribuciones es tal que garantiza una
reflexión no ocasional y destinado a perdurar en el tiempo. En estas líneas
pretendo llamar su atención sobre dos aspectos o propósitos que caracterizan
este número del Boletín. Están bien vinculados entre sí.
El primero se
refiere a las Semanas Sociales y a esta Semana Social. Al examinar las
recientes intervenciones eclesiásticas y, sobre todo, la práctica de la Iglesia
y del mundo católico en general, queda muy claro que la democracia parece
haberse convertido en el objetivo principal del compromiso católico en la
sociedad y en el bien mayor que debe defenderse. Se puede decir que la validez
indiscutible de la democracia es un dogma nuevo. Volviendo aquí al título
general de este número, parece que la democracia se ha convertido en la forma
de gobierno tal como la consideraba la Iglesia, en el fundamento del gobierno y
de toda la vida social. Las razones están relacionadas con el cambio en curso
en la teología (especialmente en la teología moral), que desdeña las cuestiones
de principio o doctrinales, consideradas abstractas, favoreciendo al mismo
tiempo una praxis existencial que permitiría una relación más viva con los
demás con fines pastorales. Sucede así que la participación en la vida
democrática se vuelve incluso más importante que los contenidos que, a través
de dicha participación, se aprueban y deliberan. También sucede que ya no
importa con quién se colabora en la vida democrática, sino que basta con
colaborar y se hace posible hacerlo con todos. Ocurre también que, para no
dificultar demasiado la participación democrática, evitamos indicar los
"principios no negociables" que la harían verdadera y buena pero que
pondrían obstáculos a la colaboración. Ya se ha difundido (y se enseña) la idea
de que es importante participar, estar ahí, caminar junto a los demás, sobre la
base de una fraternidad previa a la diferenciación de opciones religiosas y
políticas. Ésta es una de las muchas aplicaciones empíricas del "giro antropológico"
en teología.
Esta forma de
razonar y operar parece haberse apoderado también de las Semanas Sociales,
llevándolas a resultados muy diferentes de los que tuvieron en los años 1990,
en el momento de su relanzamiento después de las incertidumbres posconciliares
sobre estas cuestiones. Como describí en mi libro-entrevista a Stefano Fontana,
el relanzamiento se produjo bajo la presión de otro relanzamiento, el de la
Doctrina Social de la Iglesia querida por Juan Pablo II. Para Italia el punto
de demarcación fue la conferencia eclesial de Loreto de 1985 y sobre todo el
directorio de pastoral social "Evangelizar lo social" aprobado por la
Conferencia Episcopal Italiana en 1991. La reanudación de las Semanas Sociales,
después de un largo período de abandono, tomó lugar en este contexto, es decir,
como evangelización de lo social, como aplicación de un corpus doctrinal, con
clara identidad de propuesta cultural, como momento y lugar de puesta en
práctica de una formación transmitida, tal como prevé el documento
"Evangelizar a los social", por una serie de sujetos eclesiales
designados al efecto (pienso en escuelas de formación para el compromiso social
y político, cursos específicos de grado y máster sobre la doctrina social de la
Iglesia, etc.). Esto permitió, aunque no de forma totalmente satisfactoria y
con todas las dificultades que un relanzamiento de este tipo implicaba,
garantizar una presencia visible, católicamente identificable, doctrinalmente
fundamentada, instrumento de evangelización y expresión del valor público de la
Iglesia. Religión católica.
Hoy la situación
ya no es ésta. Eventos recientes de la Semana Social, por ejemplo Cagliari
(2017) o Taranto (2021), han colocado el evento en un contexto muy diferente.
Se prefirió diluir las referencias doctrinales, suavizar las visiones
específicamente católicas, abrirse a muchas otras colaboraciones seculares,
asumir puntos de vista ajenos a la tradición de la Doctrina Social de la
Iglesia, hasta asumir la responsabilidad social. y a veces ideológicas por sí
solas. Al abordar cuestiones actuales, como la medioambiental, nos hemos
adaptado para colaborar en objetivos preestablecidos por la opinión pública que
es objeto de educación ideológica masiva. Este parece ser también el contexto
de la Semana Social de la Democracia. Existe, por tanto, el riesgo de que se
confirme una visión de la democracia que hoy es popular, escapando al difícil
trabajo de excavación, incluso de principio y doctrinal, a la luz de la
tradición tanto de la reflexión razonadora como del magisterio eclesial. Es
probable, pero no deseable, que la Iglesia de Trieste diga poco de lo suyo y
mucho de lo que el mundo quiere oír. De este modo se podría confirmar la visión
que presenté al inicio de una democracia considerada como algo bueno y evangélico
en sí mismo, a lo que aún se puede dar adhesión y compromiso.
La democracia
actual, que podríamos definir como democrática liberal, está corroyendo la
realidad misma del pueblo mientras lo llama retóricamente soberano, como lo
demuestra Bernard Dumont en su artículo publicado en este número. Es posible
que olvidemos las enseñanzas sobre la democracia que nos transmitió León XIII
(ver el artículo de Guido Vignelli) o Giuseppe Toniolo (artículo de Silvio
Brachetta) o que utilicemos el término como un "perchero" donde
colgar sus diversos significados sin distinguir entre ellos (artículo de
Calogero D'Ugo). Lo principal que hay que evitar -pero es muy probable que la
Semana Social de Trieste no lo haga- es no distinguir entre democracia en el
sentido clásico y democracia en el sentido moderno, como hace Danilo Castellano
en estas páginas respondiendo a una entrevista. con Don Samuele Cecotti.
Precisamente esta distinción motiva el título de este número del
"Boletín": para la visión clásica y católica la democracia es una
forma de gobierno, para la moderna es, por el contrario, el fundamento del
gobierno. Por último, también es necesario aclarar claramente el concepto de
"democracia económica", como hace Marco Ferraresi en su artículo.
Véase G. Crepaldi
(con S. Fontana), La Iglesia italiana y el futuro de la Pastoral Social,
Cantagalli, Siena 2017.