miércoles, 10 de agosto de 2016

SERVICIO MILITAR: UN TEMA POLÉMICO



Por José Antonio Riesco
Instituto de Teoría del Estado

-Aunque el proyecto de eliminación definitiva del servicio militar –promovido por la Subsecretaría de Juventud (Piter Robledo)¨aún está verde” el asunto admite discusión.”-
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El llamado “servicio militar” obligatorio –en cumplimiento del mandato que prescribe el art. 21 de la Constitución Nacional-- fue establecido en 1901 por la ley 4301del Congreso, acorde a un proyecto de Pablo Riccheri, eminente general de la Nación. Eran los días de una situación tensa en nuestras relaciones con los vecinos, y además como una forma de llevar adelante dos objetivos: a) intensificar el arraigo de los descendientes de la inmigración que tanto bien le venía haciendo al desarrollo del país; y b) ayudar a la juventud vernácula en una formación básica que ayudara a su desempeño positivo en el país de que era parte.

O sea que a la preparación de eventuales contingentes “armados”” (v. CN cit.) el ”servicio” presentaba una dimensión cultural en eso de ayudar a la “socialización secundaria” de los jóvenes, si es que usamos una expresión propia de la Sociología del Conocimiento (cf. Berger-Luckmann, p. 174). Con ello, lograr su incorporación a una sociedad –mejor, a una nación--  signada, en todo lo posible, por el orden que  brindan las instituciones, y por una convivencia con signo moral.

En esta oportunidad no incursionamos en la problemática técnico-militar específica, sobre la cual no quiero oficiar de mero entrometido. Si digo, como simple ciudadano, que si en verdad tendremos “defensa” habría que remozar la estrategia y las tácticas. También los equipos; sabido es que en estos tiempos se tornan obsoletos a gran velocidad. El “matagatos” ya no alcanza.

En el largo tiempo, por las filas de las Fuerzas Armadas tuvieron su experiencia mu chos miles de argentinos –ya como conscriptos ya como oficiales y suboficiales. Cada uno contó o puede contar una ristra de hechos y antecedentes y un anecdotario de datos de uno y otro sentido. Pero nadie podría negar el saldo positivo de dicha trayec toria. Y si hubo una porción de negativos, siempre fue eso, una porción y no otra co sa, aunque en esto mucho influyó el desmadre político en una etapa ya superada. Los pueblos fuertes y prósperos no miran hacia atrás, salvo para honrar a sus próceres.

Fue cuando el poder militar desbordó los límites institucionales y se lanzó a ser el principal actor de la política. Frente a lo cual cedió el control judicial y democrático. Hoy esa condición parece superada, mientras nada bien le hace a los intereses nacionales este demasiado extenso ciclo de hibernación de nuestra capacidad de seguridad fundamental en lo exterior. De todos modos no ha desaparecido, como lo demostró el en tusiasta aplauso de la ciudadanía  --en los principales puntos del país--  ante el paso marcial de las agrupaciones militares desfilando el 9 de julio último.

La cuestión que surge se refiere a si hay una conexión sustantiva entre las necesida des de la sociedad –además del tema “defensa y seguridad”—por un lado, y lo que puede aportar el “servicio militar”. ¿Cómo actuamos los argentinos y en qué venimos fallando..? Pues, somos una sociedad “anómica”, donde la disciplina social brilla por  ausencia, y donde el orden moral y jurídico está sustituido por la “ley del vivo”. En las relaciones humanas, comerciales, laborales o profesionales, en el tránsito y en el deporte, quien no ejerce eficazmente “la viveza” está perdido o se bate en retirada. El  precio es un país decadente, infectado por la corrupción pública y privada; de ahí que somos cualquier cosa menos “lo que debemos ser”.

No es un problema de sectores (desocupados, etc.) sino global. La indisciplina social está consumiendo la virilidad cívica y ética de las nuevas promociones de la comuni dad y se ha tornado un hábito generalizado en los menores y en los  mayores. En la  Argentina no hay disciplina en la calle, en la escuela, en los conventos, en la universi dad, en la función pública y a veces tampoco en los cuarteles.

Vale, entonces, pensar si un “servicio militar” concebido con un programa, sustan cialmente renovado, de formación de los contingentes jóvenes, puede ser un instru mento para ayudarlos a superar los vicios de la “ley del vivo”. ¿Cómo sería la Argenti na si durante una década o más de los institutos pertinentes egresaran miles de jóve nes preparados para vivir y actuar el medio social con una actitud positiva respecto a lo que es y debe ser la disciplina social..? Una formación que, junto a la preparación para actos específicamente militares, hoy más cerca de la tecnología moderna que  del “salto de rana”, les haga sentir como natural y dominante una existencia donde el orden y la emulación estén por encima de las tentaciones antisociales y antinacio nales de ”la viveza”.                            

Es verdad que hay que imaginar casi todo de nuevo, con una capacitación de los en cargados del asunto (oficiales, suboficiales, docentes, personal civil, etc.) acorde a la pretensión arriba indicada. En lo cual vale tomar en cuenta lo que enseñan los liceos militares y los modelos de otros países. Para que el destino del “servicio” no termine  en el afán de eliminarlo que hoy parecer emerger; sin olvidar que la supresión, sancionada ejecutivamente en 1994 fue, más que una decisión constructiva, la impron ta oportunista de un caudillo político.

Formar las generaciones para un orden democrático, respetando su entidad psico- espiritual, es una tremenda y urgente demanda de las entrañas del pueblo. Sólo por  vía de la disciplina social, asumida como modalidad de vida por argentinos libres, podremos superar la tiranía, a veces inconsciente, de la “ley del vivo”. Y avanzar hacia el ambicioso horizonte que nos demanda la nacionalidad.-
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Referencia:  Berger-Luckmann: La construcción social de la realidad. (Amorrortu editores) – Ver otros proyectos sobre el asunto.-.