lunes, 30 de junio de 2025

EL ESTADO Y LA LIBERTAD


Mons. Héctor Aguer

La Prensa, 29.06.2025

 

En todo país, la organización social incluye la institución del Estado, que ha de armonizarse con las diversas instituciones constituidas por los ciudadanos. La historia muestra cómo en todos los tiempos se ha verificado esa armonía o su contrario, lo cual identifica las características del Estado en las distintas épocas y regiones del mundo.

 

El Estado puede erigirse en una soberanía abusiva, que puede alcanzar la figura de la dictadura y aun la tiranía. Hay ejemplos históricos desde la antigüedad. En esos casos, las instituciones, familias e individuos quedan a merced de la omnipotencia estatal, la que puede ejercerse en diversos grados.

 

Dentro de la estructura del Estado cabe el orden militar, las Fuerzas Armadas, cuyo designio principal es la defensa nacional, y que por la resolución del Estado asumen un rol ofensivo y se entrenan en el arte mortífero de la guerra. Esta es una de las posibilidades humanas.

 

GUERRAS MUNDIALES

Guerra y paz jalonan la historia: en el ámbito interior de cada país, en las relaciones internacionales, y cuando estas son múltiples, en lo que se ha llamado “guerras mundiales”. Así, por ejemplo, hablamos de la Primera y la Segunda Guerra Mundial. Los medios de comunicación, desde los más elementales hasta los más sofisticados, y recientes, registran esas situaciones y muchas veces asumen una posición. Detrás de todo esto se mueven el dinero y los más diversos intereses.

 

Los sucesos mencionados pueden, asimismo, ser interpretados en términos religiosos, ser vistos desde el orden sobrenatural, y en su relación con la vida de la Iglesia. Iglesia y Estado: la relación de estas dos realidades constituye uno de los capítulos más interesantes de la Historia.

 

El liberalismo, desde sus orígenes modernos, que están en la Revolución Francesa de 1789, se caracteriza por su índole individualista; el individuo es una especie de Dios. El Estado, entonces, se ha visto siempre como opresivo. El liberalismo tiene su historia y sus matices.

 

El siglo XIX conoció un supuesto “liberalismo católico”, que es una contradicción en sus términos. La doctrina católica es un “tertium quid” por elevación, entre el estatismo –realizado duramente en los regímenes comunistas- y las diversas formas de liberalismo.

 

En la concepción católica, entonces, el Estado ocupa su lugar en la organización de la sociedad. En cambio, el protestantismo en sus diversas formas y etapas, se encuentra más cerca del liberalismo. De allí el equívoco acerca de la libertad, una bandera agitada especialmente en las revoluciones.

 

Un caso prototípico es la Revolución Rusa de 1917, de la que surgieron los diversos regímenes comunistas, en los que la libertad es menoscabada y hasta suprimida.

 

El absolutismo estatista prepara, misteriosamente, la ruina de la libertad. En una recta organización social, el Estado y la persona cumplen con la respectiva función, y se asocian para constituir la prosperidad y la felicidad del pueblo. El liberalismo y su fórmula “neoliberal” pretenden liquidar al Estado. Una utopía dañina.

HIJOS DE CUATRO PATAS


Perfil, 29-6-2025

 

La inesperada aparición de Javier Milei en el programa "El troncal de las mascotas", del canal de streaming Neura, sorprendió este domingo cuando llegó con su perro Conan, padre de sus otras cuatro mascotas bautizadas con nombres de economistas austríacos: Milton, Murray, Robert y Lucas. Acompañado por su hermana Karina Milei, quien llevó a su perro Thor, anunciaron una donación destinada a dos refugios de animales.

 

“Acá está Conan, ¿viste que es de verdad? Son buenitos, pero muy territoriales. Con humanos no, pero con otros perros sí”, explicó el primer mandatario, que llegó al lugar con un mameluco de YPF —el que suele usar cuando está con sus “hijitos de cuatro patas”—, al justificar el uso de correa.

 

Dejando de lado el foco en los animales, el líder libertario aprovechó el espacio para hablar sobre la actualidad política. Lo que el mandatario volvió a repetir, como dijo hace unos días en un acto por la campaña bonaerense, fue: “Quiero hacer a Argentina grande, y estamos teniendo el mejor gobierno de la historia”.

 

También, agregó: “Nos enfrentamos a un conjunto de soretes que no pueden aceptar que las cosas están saliendo bien, porque ellos necesitan que esto salga mal para que les vaya bien. Cuando le va mal al partido del Estado, le va bien a la gente. Y nosotros trabajamos para la gente, no para el partido del Estado”.

 

El líder libertario cuestionó a la oposición y aseguró: “El PBI crece un 5,8%, la pobreza baja al 31%, la indigencia al 7%, sacamos a 11 millones de personas de la pobreza, y ellos no muestran ningún dato”. Sostuvo que la oposición actúa con “mucha miserabilidad, bajeza, deseo de poder y esas cosas, pero solo saben obstruir y romper". Reiteró sus críticas al gobernador bonaerense Axel Kicillof, a quien llamó otra vez “Bobolof”, “pichón de Stalin” y “pigmeo maligno”. “Enfrente no tenés un rival, tenés un enemigo. Y ese tipo está dispuesto a matarte si es necesario", lanzó.

 

Seguido a eso, el mandatario contó un episodio que vivió en octubre del año pasado, cuando se enteró de hechos del Gobierno que derivaron en la salida de la entonces canciller, Diana Mondino, y la titular del ARCA, Florencia Misrahi. Esto ocurrió porque pasa mucho tiempo en las redes sociales, donde recibe muchas críticas.

 

“Te cuento cómo fue. Estaba revisando redes y apareció algo medio raro. Me escribió Lilia (por la diputada nacional Lemoine) y me dijo: ‘Che, acaba de salir esto’. Llamé a Toto y le pregunté: ‘¿Y esto?’. Él lo verificó con la titular de AFIP. Entonces le dije: ‘Pará, esto es una trampa para que a esta gente le cobren impuestos. Eso va contra mi filosofía’. Le avisé que ya la había echado. Esa es la ventaja de que uno esté todo el tiempo en las redes, monitoreando lo que pasa”, recordó sobre el primer caso.

 

Acerca de Mondino, recordó que se enteró también por X (ex Twitter) que Argentina, en una votación en Naciones Unidas, no votó en sintonía con Israel y Estados Unidos. “Para mí, eso es inadmisible. Si estoy alineado con Estados Unidos e Israel, mi voto tiene que estar claro. Me enteré, lo confirmé con mi hermana y me dijo: ‘Sí, votó así’. Llamé a Guillermo Francos y le dije: ‘Echala’. ¿Me comprendés?”, contó.

 

Entre las diferentes controversias que generó Javier Milei desde su irrupción en la política, una de las más llamativas tiene que ver con el origen de sus perros. Su vínculo con Conan, su primera mascota, y la decisión de clonarlo marcaron un costado íntimo y excéntrico del actual presidente.

 

Al morir Conan, el ahora mandatario decidió iniciar un proceso de clonación animal. El procedimiento fue realizado por la empresa PerPETuate, en Estados Unidos, a partir de muestras de tejido que Milei había conservado años antes. Incluyó técnicas de biotecnología avanzada, tuvo un costo de aproximadamente 50.000 dólares y duró varios meses.

 

De esa experiencia nacieron cinco cachorros, pero Milei siempre mostró cuatro: Milton, Murray, Robert y Lucas, todos mastines ingleses que considera las reencarnaciones de Conan.

 

Recientemente, el vocero Manuel Adorni dijo que en la quinta de Olivos “viven cinco perros”, aunque muchos dudaban que fueran más de cuatro, lo que alimentaba el misterio. Sin embargo, Milei presentó a Conan este domingo en un streaming, aclarando que es uno de los cinco y la reencarnación de su primer perro.

jueves, 26 de junio de 2025

LAS GUERRAS


 que está perdiendo la Argentina

 

Por José Luis Milia *

La Prensa, 26.06.2025

 

No son guerras con balas, pero duelen igual. Son guerras de ideas, de presencia, de imaginación estratégica. Mientras Brasil proyecta poder naval en un triángulo cuyos vértices son Recife, Namibia y el Polo Sur, y Chile se consolida como plataforma logística y científica hacia la Antártida, Argentina camina -por mezquindad política y miopía estructural— a ciegas por los márgenes de su propio mapa.

 

Malvinas es la más visible y dolorosa de estas derrotas. No por falta de argumentos históricos ni de respaldo internacional, sino por la ausencia de una estrategia coherente, sostenida y eficaz. Desde 1833 se repite el reclamo, pero la constancia no es lo mismo que la coherencia.

 

Tras la derrota militar de 1982, la dirigencia política argentina adoptó una estrategia que bien podría haber sido escrita por el propio Foreign Office: desinversión en defensa, descrédito de las Fuerzas Armadas, ninguneo a los veteranos, abandono de proyectos misilísticos y navales, y finalmente, la rúbrica de los infames Tratados de Madrid.

 

En 2025, Argentina logró una resolución favorable en el Comité de Descolonización de la ONU. Pero fue un triunfo simbólico y endeble, atado con alambre, según diplomáticos en Ginebra. La política exterior argentina oscila entre la arenga ocasional y la espera pasiva. Sin hoja de ruta, sin narrativa actualizada, sin sustento logístico.

 

Mientras tanto, el Reino Unido afianza su control: militariza, explora, explota. Argentina responde con discursos. Sin inversión antártica sostenida, sin política marítima integral, sin una visión que articule Malvinas con el sistema geoestratégico del Atlántico Sur.

 

La verdadera guerra por Malvinas se libra también en las escuelas argentinas, en los presupuestos, en la diplomacia regional y, sobre todo, en el imaginario colectivo. Y ahí, también, estamos perdiendo.

 

DE ESPALDAS AL FUTURO

 

Hace un siglo, el almirante Segundo Storni advirtió que ignorar el mar era un suicidio geopolítico. Medio siglo después, el contralmirante Fernando Milia propuso el concepto de Atlantártida para definir la unidad indivisible entre el Atlántico Sur y la Antártida. No era retórica poética: era pergeñar una doctrina de Estado.

 

Esa doctrina fue ignorada. Hoy, barcos pesqueros ilegales operan impunes frente a nuestras costas, y se licitan plataformas continentales sin ningún debate estratégico. El Atlántico Sur se ha vuelto un patio trasero sin llave, sin timón y sin radar.

 

Mientras Brasil avanza con una praxis naval sostenida y Chile articula un estatuto antártico moderno, Argentina relega a Storni y Milia al olvido. Sus ideas no se enseñan, no se discuten, no se institucionalizan. El pensamiento estratégico ha sido reemplazado por la gestión improvisada.

 

EPICA SIN LOGISTICA

 

La narrativa nacional sobre el sur marítimo es defensiva y nostálgica. Se habla de “reclamos”, pero no de capacidades. De “soberanía”, pero no de alianzas regionales, ciencia oceanográfica o desarrollo naval. Es una épica sin medios, sin presupuesto, sin infraestructura.

 

Tal vez la más silenciosa -y más peligrosa- de todas porque depende de la inteligencia y conocimientos de los dirigentes políticos. Argentina ha dejado de pensarse, si es que alguna vez lo hizo, como bisagra bioceánica. El paradigma continentalista sigue rigiendo sus decisiones. Pero el siglo XXI será azul: por sus rutas, por sus riquezas subacuáticas, por la centralidad polar que se avecina.

 

La Argentina no necesita inventar una nueva doctrina. Ya la tiene. Está escrita en tinta salada, desde Storni hasta Milia. Lo que falta no es teoría, sino visión, decisión y coraje

domingo, 22 de junio de 2025

OCTOGESIMA ADVENIENS

 

RESUMEN

CARTA APOSTÓLICA

DE SU SANTIDAD EL PAPA

PABLO VI

1971

 

3. Incluso en naciones donde a la Iglesia se le reconoce su puesto, a veces de manera oficial, ella misma se ve sometida a los embates de la crisis que estremece la sociedad, y algunos de sus miembros se sienten tentados por soluciones radicales y violentas de las que creen poder esperar resultados más felices. Mientras que unos, inconscientes de las injusticias actuales, se esfuerzan por mantener la situación establecida, otros se dejan seducir por ideologías revolucionarias, que les promete, con espejismo ilusorio, un mundo definitivamente mejor.

 

9. Se puede uno preguntar… con todo derecho, si, a pesar de todas sus conquistas, el ser humano no está volviendo contra sí mismo los frutos de su actividad. Después de haberse asegurado un dominio necesario sobre la naturaleza, ¿no se esté convirtiendo ahora en esclavo de los objetos que fabrica?

 

11. Urge reconstruir, a escala de calle, de barrio o de gran conjunto, el tejido social, dentro del cual hombres y mujeres puedan dar satisfacción a las exigencias justas de su personalidad. Hay que crear o fomentar centros de interés y de cultura a nivel de comunidades y de parroquias, en sus diversas formas de asociación, círculos recreativos, lugares de reunión, encuentros espirituales, comunitarios, donde, escapando al aislamiento de las multitudes modernas cada uno podrá crearse nuevamente relaciones fraternales.

 

14. Se debe admitir la función importante de los sindicatos: tienen por objeto la representación de las diversas categorías de trabajadores, su legítima colaboración en el progreso económico de la sociedad, el desarrollo del sentido de sus responsabilidades para la realización del bien común. Su acción no está, con todo, exenta de dificultades; puede sobrevenir, aquí o allá, la tentación de aprovechar una posición de fuerza para imponer, sobre todo por la huelga ―cuyo derecho como medio último de defensa queda ciertamente reconocido―, condiciones demasiado gravosas para el conjunto de la economía o del cuerpo social, o para tratar de obtener reivindicaciones de orden directamente político.

22. Al mismo tiempo que el progreso científico y técnico continúa transformando el marco territorial de la humanidad, sus modos de conocimiento, de trabajo, de consumo y de relaciones, se manifiesta siempre en estos contextos nuevos una doble aspiración más viva a medida que se desarrolla su información y su educación: aspiración a la igualdad, aspiración a la participación; formas ambas de la dignidad de la persona humana y de su libertad.

 

24. La doble aspiración hacia la igualdad y la participación trata de promover un tipo de sociedad democrática. Diversos modelos han sido propuestos; algunos de ellos han sido ya experimentados; ninguno satisface completamente, y la búsqueda queda abierta entre las tendencias ideológicas y pragmáticas. Toda persona cristiana tiene la obligación de participar en esta búsqueda, al igual que en la organización y en la vida políticas. El hombre y la mujer, seres sociales, construyen su destino a través de una serie de agrupaciones particulares que requieren, para su perfeccionamiento y como condición necesaria para su desarrollo, una sociedad más vasta, de carácter universal, la sociedad política. Toda actividad particular debe colocarse en esta sociedad ampliada, y adquiere con ello la dimensión del bien común.

25. La acción política ―¿es necesario subrayar que se trata aquí ante todo de una acción y no de una ideología?― debe estar apoyada en un proyecto de sociedad coherente en sus medios concretos y en su aspiración, que se alimenta de una concepción plenaria de la vocación del ser humano y de sus diferentes expresiones sociales.

 

26. El hombre o la mujer cristiana que quieren vivir su fe en una acción política concebida como servicio, no pueden adherirse, sin contradecirse a sí mismos, a sistemas ideológicos que se oponen, radicalmente o en puntos sustanciales, a su fe y a su concepción de la persona humana. No es lícito, por tanto, favorecer a la ideología marxista, a su materialismo ateo, a su dialéctica de violencia y a la manera como ella entiende la libertad individual dentro de la colectividad, negando al mismo tiempo toda trascendencia al ser humano y a su historia personal y colectiva. Tampoco apoya la comunidad cristiana la ideología liberal, que cree exaltar la libertad individual sustrayéndola a toda limitación, estimulándola con la búsqueda exclusiva del interés y del poder, y considerando las solidaridades sociales como consecuencias más o menos automáticas de iniciativas individuales y no ya como fin y motivo primario del valor de la organización social.

 

27. ¿Es necesario subrayar las posibles ambigüedades de toda ideología social? Unas veces reduce la acción política o social a ser simplemente la aplicación de una idea abstracta, puramente teórica; otras, es el pensamiento el que se convierte en puro instrumento al servicio de la acción, como simple medio para una estrategia. En ambos casos, ¿no es el ser humano quien corre el riesgo de verse enajenado? La fe cristiana es muy superior a estas ideologías y queda situada a veces en posición totalmente contraria a ella, en la medida en que reconoce a Dios, trascendente y creador, que interpela, a través de todos los niveles de lo creado, a la humanidad como libertad responsable.

 

29. Si hoy día se ha podido hablar de un retroceso de las ideologías, esto puede constituir un momento favorable para la apertura a la trascendencia y solidez del cristianismo. Puede ser también un deslizamiento más acentuado hacia un nuevo positivismo: la técnica universalizada como forma dominante del dinamismo humano, como modo invasor de existir, como lenguaje mismo, sin que la cuestión de su sentido se plantee realmente.

 

Los movimientos históricos

30. Pero, fuera de este positivismo, que reduce al ser humano a una sola dimensión ―importante hoy día― y que con ella lo mutila, la persona cristiana encuentra en su acción movimientos históricos concretes nacidos de las ideologías y, por otra parte, distintos de ellas. Ya nuestro venerado predecesor Juan XXIII en la Pacem in terris muestra que es posible hacer distinción: «No se pueden identificar ―escribe― las teorías filosóficas falsas sobre la naturaleza, el origen y la finalidad del mundo y del hombre con los movimientos históricos fundados en una finalidad económica, social, cultural o política, aunque estos últimos deban su origen y se inspiren todavía en esas teorías. Las doctrinas, una vez fijadas y formuladas, no cambian más, mientras que los movimientos que tienen por objeto condiciones concretes y mudables de la vida, no pueden menos de ser ampliamente influenciados por esta evolución.

Por lo demás, en la medida en que estos movimientos van de acuerdo con los sanos principios de la razón y responden a las justas aspiraciones de la persona humana, ¿quién rehusaría reconocer en ellos elementos positivos y dignos de aprobación?».

 

31. Hoy día, los grupos cristianos se sienten atraídos por las corrientes socialistas y sus diversas evoluciones. Tratan de reconocer en ellas un cierto número de aspiraciones que llevan dentro de sí mismos en nombre de su fe. Se sienten insertos en esta corriente histórica y quieren realizar dentro de ella una acción. Ahora bien, esta corriente histórica asume diversas formas bajo un mismo vocablo, según los continentes y las culturas, aunque ha sido y sigue inspirada en muchos casos por ideologías incompatibles con la fe. Se impone un atento discernimiento. Porque con demasiada frecuencia las personas cristianas, atraídas por el socialismo, tienden a idealizarlo, en términos, por otra parte, muy generosos: voluntad de justicia, de solidaridad y de igualdad. Rehúsan admitir las presiones de los movimientos históricos socialistas, que siguen condicionados por su ideología de origen.

La vinculación concreta que, según las circunstancias, existe entre ellas, debe ser claramente señalada, y esta perspicacia permitirá a los grupos cristianos considerar el grado de compromiso posible en estos caminos, quedando a salvo los valores, en particular, de la libertad, la responsabilidad y la apertura a lo espiritual, que garantizan el desarrollo integral de hombres y mujeres.

 

32. Otros cristianos se preguntan también si la evolución histórica del marxismo no permitiría ya ciertos acercamientos concretos. Notan, en efecto, una cierta desintegración del marxismo, el cual hasta ahora se ha presentado como una ideología unitaria, explicativa de la totalidad del ser humano y del mundo en su proceso de desarrollo, y, por tanto, atea.

34. Si bien en la doctrina del marxismo, tal como es concretamente vivido, pueden distinguirse estos diversos aspectos, que se plantean como interrogantes a los cristianos para la reflexión y para la acción, es sin duda ilusorio y peligroso olvidar el lazo íntimo que los une radicalmente, el aceptar los elementos del análisis marxista sin reconocer sus relaciones con la ideología, el entrar en la práctica de la lucha de clases y de su interpretación marxista, omitiendo el percibir el tipo de sociedad totalitaria y violenta a la que conduce este proceso.

 

35. Por otra parte, se asiste a una renovación de la ideología liberal. Esta corriente se apoya en el argumento de la eficiencia económica, en la voluntad de defender al individuo contra el dominio cada vez más invasor de las organizaciones, y también frente a las tendencias totalitarias de los poderes políticos. Ciertamente hay que mantener y desarrollar la iniciativa personal. Pero los grupos cristianos que se comprometen en esta línea, ¿no tienden a su vez a idealizar el liberalismo, que se convierte así en una proclamación a favor de la libertad? Estos grupos querrían un modelo nuevo, más adaptado a las condiciones actuales, olvidando fácilmente que en su raíz misma el liberalismo filosófico es una afirmación errónea de la autonomía del ser individual en su actividad, sus motivaciones, el ejercicio de su libertad. Por todo ello, la ideología liberal requiere también, por parte de cada cristiano o cristiana, un atento discernimiento.

 

36. Por encima de todo sistema, sin omitir por ello el compromiso concreto al servicio de sus hermanos y hermanas, afirmará, en el seno mismo de sus opciones, lo específico de la aportación cristiana para una transformación positiva de la sociedad.

 

37. se asiste al renacimiento de lo que se ha convenido en llamar «utopías», las cuales pretenden resolver el problema político de las sociedades modernas mejor que las ideologías. Sería peligroso no reconocerlo. La apelación a la utopía es con frecuencia un cómodo pretexto para quien desea rehuir las tareas concretas refugiándose en un mundo imaginario. Vivir en un futuro hipotético es una coartada fácil para deponer responsabilidades inmediatas.

Efectivamente, «la espera de una tierra nueva no debe amortiguar, sino más bien avivar, la preocupación de perfeccionar esta tierra, donde crece el cuerpo de la nueva familia humana, el cual puede de alguna manera anticipar un vislumbre del siglo nuevo» (23).

 

41. A partir del siglo XIX, las sociedades occidentales y otras muchas al contacto con ellas han puesto su esperanza en un progreso, renovado sin cesar, ilimitado.

Sin duda, se han denunciado, justamente, los límites y también los perjuicios de un crecimiento económico puramente cuantitativo, y se desean alcanzar también objetivos de orden cualitativo.

¿No está acaso el verdadero progreso en el desarrollo de la conciencia moral, que conducirá a la persona a tomar sobre sí las solidaridades ampliadas y a abrirse libremente a los demás y a Dios? Para cristianos y cristianas, el progreso encuentra necesariamente el misterio escatológico de la muerte; la muerte de Cristo y su resurrección, así como el impulso del Espíritu del Señor, ayudan a la persona a situar su libertad creadora y agradecida en la verdad de cualquier progreso y en la única esperanza que no decepciona jamás.

 

42. Frente a tantos nuevos interrogantes, la Iglesia hace un esfuerzo de reflexión para responder, dentro de su propio campo, a las esperanzas de hombres y mujeres. El que hoy los problemas parezcan originales debido a su amplitud y urgencia, ¿quiere decir que la persona se halla impreparada para resolverlos? La enseñanza social de la Iglesia acompaña con todo su dinamismo a hombres y mujeres en esta búsqueda. Si bien no interviene para confirmar con su autoridad una determinada estructura establecida o prefabricada, no se limita, sin embargo, simplemente a recordar unos principios generales. Se desarrolla por medio de la reflexión madurada al contacto con situaciones cambiantes de este mundo, bajo el impulso del Evangelio como fuente de renovación, desde el momento en que su mensaje es aceptado en la plenitud de sus exigencias. Se desarrolla con la sensibilidad propia de la Iglesia, marcada por la voluntad desinteresada de servicio y la atención a los más pobres; finalmente, se alimenta en una rica experiencia multisecular que le permite asumir, en la continuidad de sus preocupaciones permanentes, las innovaciones atrevidas y creadoras que requiere la situación presente del mundo.

 

Por una justicia mayor

43. Queda por instaurar una mayor justicia en. la distribución de los bienes, tanto en el interior de las comunidades nacionales como en el plano internacional. En el comercio mundial es necesario superar las relaciones de fuerza para llegar a tratados concertados con la mirada puesta en el bien de todos. Las relaciones de fuerza no han logrado jamás establecer efectivamente la justicia de una manera durable y verdadera, por más que en algunos momentos la alternancia en el equilibrio de posiciones puede permitir frecuentemente hallar condiciones más fáciles de diálogo. El uso de la fuerza suscita, por lo demás, la puesta en acción de fuerzas contrarias, y de ahí el clima de lucha, que da lugar a situaciones extremas de violencia y abusos ((27). Pero ―lo hemos afirmado frecuentemente― el deber más importante de la justicia es el de permitir a cada país promover su propio desarrollo, dentro del marco de una cooperación exenta de todo espíritu de dominio, económico y político.

Ciertamente, la complejidad de los problemas planteados es grande en el conflicto actual de las interdependencias. Se ha de tener, por tanto, la fortaleza de ánimo necesaria para revisar las relaciones actuales entre las naciones, ya se trate de la distribución internacional de la producción, de la estructura del comercio, del control de los beneficios, de la ordenación del sistema monetario ―sin olvidar las acciones de solidaridad humanitaria―, y así se logre que los modelos de crecimiento de las naciones ricas sean críticamente analizados, se transformen las mentalidades para abrirlas a la prioridad del derecho internacional y, finalmente, se renueven los organismos internacionales para lograr una mayor eficacia.

 

44. Bajo el impulso de los nuevos sistemas de producción están abriéndose las fronteras nacionales, y se ven aparecer nuevas potencies económicas, las empresas multinacionales, que por la concentración y la flexibilidad de sus medios pueden llevar a cabo estrategias autónomas, en gran parte independientes de los poderes políticos nacionales y, por consiguiente, sin control desde el punto de vista del bien común.

 

45. Hoy los hombres y mujeres desean sobremanera liberarse de la necesidad y del poder ajeno. Pero esta liberación comienza por la libertad interior, que cada quien debe recuperar de cara a sus bienes y a sus poderes. No llegarán a ella si no es por medio de un amor que trascienda a la persona y, en consecuencia, cultive dentro de sí el hábito del servicio. De otro modo, como es evidente, aun las ideologías más revolucionarias no desembocarán más que en un simple cambio de amos; instalados a su vez en el poder, estos nuevos amos se rodean de privilegios, limitan las libertades y consienten que se instauren otras formas de injusticia.

 

46. es cosa de todos sabida que, en los campos social y económico ―tanto nacional como internacional―, la decisión última corresponde al poder político. Este poder político, que constituye el vínculo natural y necesario para asegurar la cohesión del cuerpo social, debe tener como finalidad la realización del bien común.

La política ofrece un camino serio y difícil―aunque no el único―para cumplir el deber grave que cristianos y cristianas tienen de servir a los demás. Sin que pueda resolver ciertamente todos los problemas, se esfuerza por aportar soluciones a las relaciones de las personas entre sí. Su campo y sus fines, amplios y complejos, no son excluyentes. Una actitud invasora que tendiera a hacer de la política algo absoluto, se convertiría en un gravísimo peligro. Aun reconociendo la autonomía de la realidad política, mujeres y hombres cristianos dedicados a la acción política se esforzarán por salvaguardar la coherencia entre sus opciones y el Evangelio y por dar, dentro del legitimo pluralismo, un testimonio, personal y colectivo, de la seriedad de su fe mediante un servicio eficaz y desinteresado hacia la humanidad.

 

48. En nuestra encíclica sobre el desarrollo de los pueblos insistíamos para que todos se pusieran a la obra: «Los seglares deben asumir como su tarea propia la renovación del orden temporal; si la función de la jerarquía es la de enseñar e interpretar auténticamente los principios morales que hay que seguir en este campo, pertenece a ellos, mediante sus iniciativas y sin esperar pasivamente consignas y directrices, penetrar del espíritu cristiano la mentalidad y las costumbres, las leyes y las estructuras de su comunidad de vida» (33). Que cada cual se examine para ver lo que ha hecho hasta aquí y lo que debe hacer todavía. No basta recordar principios generales, manifestar propósitos, condenar las injusticias graves, proferir denuncias con cierta audacia profética; todo ello no tendrá peso real si no va acompañado en cada persona por una toma de conciencia más viva de su propia responsabilidad y de una acción efectiva. Resulta demasiado fácil echar sobre los demás la responsabilidad de las presentes injusticias, si al mismo tiempo no nos damos cuenta de que todos somos también responsables, y que, por tanto, la conversión personal es la primera exigencia. Esta humildad fundamental quitará a nuestra acción toda clase de asperezas y de sectarismos; evitará también el desaliento frente a una tarea que se presenta con proporciones inmensas.

 

 

martes, 17 de junio de 2025

POPULORUM PROGRESSIO

 

 

CARTA ENCÍCLICA

POPULORUM PROGRESSIO

DEL PAPA

PABLO VI

1967

 

1. El desarrollo de los pueblos y muy especialmente el de aquellos que se esfuerzan por escapar del hambre, de la miseria, de las enfermedades endémicas, de la ignorancia; que buscan una más amplia participación en los frutos de la civilización, una valoración más activa de sus cualidades humanas; que se orientan con decisión hacia el pleno desarrollo, es observado por la Iglesia con atención.

5. Por esto hoy dirigimos a todos este solemne llamamiento para una acción concreta en favor del desarrollo integral del hombre y del desarrollo solidario de la humanidad

6. Verse libres de la miseria, hallar con más seguridad la propia subsistencia, la salud, una ocupación estable; participar todavía más en las responsabilidades, fuera de toda opresión y al abrigo de situaciones que ofenden su dignidad de hombres; ser más instruidos; en una palabra, hacer, conocer y tener más para ser más: tal es la aspiración de los hombres de hoy, mientras que un gran número de ellos se ven condenados a vivir en condiciones que hacen ilusorio este legítimo deseo. Por otra parte, los pueblos llegados recientemente a la independencia nacional sienten la necesidad de añadir a esta libertad política un crecimiento autónomo y digno, social no menos que económico, a fin de asegurar a sus ciudadanos su pleno desarrollo humano y ocupar el puesto que les corresponde en el concierto de las naciones.

8. El desequilibrio crece: unos producen con exceso géneros alimenticios que faltan cruelmente a otros, y estos últimos ven que sus exportaciones se hacen inciertas.

 

11. En este desarrollo, la tentación se hace tan violenta, que amenaza arrastrar hacia los mesianismos prometedores, pero forjadores de ilusiones. ¿Quién no ve los peligros que hay en ello, de reacciones populares violentas, de agitaciones insurreccionales y de deslizamientos hacia las ideologías totalitarias? Estos son los datos del problema, cuya gravedad no puede escapar a nadie.

18. el crecimiento personal y comunitario se vería comprometido si se alterase la verdadera escala de valores. Es legítimo el deseo de lo necesario, y el trabajar para conseguirlo es un deber: «El que no quiere trabajar, que no coma»). Pero la adquisición de los bienes temporales puede conducir a la codicia, al deseo de tener cada vez más y a la tentación de acrecentar el propio poder. La avaricia de las personas, de las familias y de las naciones puede apoderarse lo mismo de los más desprovistos que de los más ricos, y suscitar en los unos y en los otros un materialismo sofocante.

19. Así pues, el tener más, lo mismo para los pueblos que para las personas, no es el fin último.

20. Si para llevar a cabo el desarrollo se necesitan técnicos, cada vez en mayor número, para este mismo desarrollo se exige más todavía pensadores de reflexión profunda que busquen un humanismo nuevo, el cual permita al hombre moderno hallarse a sí mismo, asumiendo los valores superiores del amor, de la amistad, de la oración y de la contemplación[15]. Así podrá realizar en toda su plenitud el verdadero desarrollo, que es el paso, para cada uno y para todos, de condiciones de vida menos humanas a condiciones más humanas.

 

 

23. «Si alguno tiene bienes de este mundo y, viendo a su hermano en necesidad, le cierra sus entrañas, ¿cómo es posible que resida en él el amor de Dios?» (1Jn 3, 17). Sabido es con qué firmeza los Padres de la Iglesia han precisado cuál debe ser la actitud de los que poseen respecto a los que se encuentran en necesidad: «No es parte de tus bienes —así dice San Ambrosio— lo que tú das al pobre; lo que le das le pertenece. Porque lo que ha sido dado para el uso de todos, tú te lo apropias. La tierra ha sido dada para todo el mundo y no solamente para los ricos»[17]. Es decir, que la propiedad privada no constituye para nadie un derecho incondicional y absoluto. No hay ninguna razón para reservarse en uso exclusivo lo que supera a la propia necesidad cuando a los demás les falta lo necesario. En una palabra: «el derecho de propiedad no debe jamás ejercitarse con detrimento de la utilidad común, según la doctrina tradicional de los Padres de la Iglesia y de los grandes teólogos». Si se llegase al conflicto «entre los derechos privados adquiridos y las exigencias comunitarias primordiales», toca a los poderes públicos «procurar una solución con la activa participación de las personas y de los grupos sociales»[18].

 

25. Necesaria para el crecimiento económico y para el progreso humano, la industrialización es al mismo tiempo señal y factor del desarrollo. El hombre, mediante la tenaz aplicación de su inteligencia y de su trabajo, arranca poco a poco sus secretos a la naturaleza y hace un uso mejor de sus riquezas. Al mismo tiempo que disciplina sus costumbres, se desarrolla en él el gusto por la investigación y la invención, la aceptación del riesgo calculado, la audacia en las empresas, la iniciativa generosa y el sentido de responsabilidad.

 

26. Pero, por desgracia, sobre estas nuevas condiciones de la sociedad ha sido construido un sistema que considera el lucro como motor esencial del progreso económico; la concurrencia, como ley suprema de la economía; la prosperidad privada de los medios de producción, como un derecho absoluto, sin límites ni obligaciones sociales correspondientes. Este liberalismo sin freno, que conduce a la dictadura, justamente fue denunciado por Pío XI como generador del «imperialismo internacional del dinero»[21].

 

27. De la misma manera, aunque a veces puede llegarse a una mística exagerada del trabajo, no es menos cierto, sin embargo, que el trabajo ha sido querido y bendecido por Dios. Creado a imagen suya, «el hombre debe cooperar con el Creador en la perfección de la creación y marcar, a su vez, la tierra con el carácter espiritual que él mismo ha recibido»[23]. Dios, que ha dotado al hombre de inteligencia, le ha dado también el modo de acabar de alguna manera su obra; ya sea el artista o artesano, patrono, obrero o campesino, todo trabajador es un creador. Aplicándose a una materia que se le resiste, el trabajador le imprime un sello, mientras que él adquiere tenacidad, ingenio y espíritu de invención. Más aún, viviendo en común, participando de una misma esperanza, de un sufrimiento, de una ambición y de una alegría, el trabajo une las voluntades, aproxima los espíritus y funde los corazones; al realizarlo, los hombres descubren que son hermanos[24].

30. Es cierto que hay situaciones cuya injusticia clama al cielo. Cuando poblaciones enteras, faltas de lo necesario, viven en una tal dependencia que les impide toda iniciativa y responsabilidad, lo mismo que toda posibilidad de promoción cultural y de participación en la vida social y política, es grande la tentación de rechazar con la violencia tan grandes injurias contra la dignidad humana.

 

Revolución

 

31. Sin embargo, como es sabido, la insurrección revolucionaria —salvo en caso de tiranía evidente y prolongada que atentase gravemente a los derechos fundamentales de la persona y dañase peligrosamente el bien común del país— engendra nuevas injusticias, introduce nuevos desequilibrios y provoca nuevas ruinas. No se puede combatir un mal real al precio de un mal mayor.

 

32. Entiéndasenos bien: la situación presente tiene que afrontarse valerosamente, y combatirse y vencerse las injusticias que trae consigo. El desarrollo exige transformaciones audaces, profundamente innovadoras.

 

33. La sola iniciativa individual y el simple juego de la competencia no serían suficientes para asegurar el éxito del desarrollo. No hay que arriesgarse a aumentar todavía más las riquezas de los ricos y la potencia de los fuertes, confirmando así la miseria de los pobres y añadiéndola a la servidumbre de los oprimidos. Los programas son necesarios para «animar, estimular, coordinar, suplir e integrar»[29] la acción de los individuos y de los cuerpos intermedios. Toca a los poderes públicos escoger y ver el modo de imponer los objetivos que proponerse, las metas que hay que fijar, los medios para llegar a ella, estimulando al mismo tiempo todas las fuerzas agrupadas en esta acción común. Pero han de tener cuidado de asociar a esta empresa las iniciativas privadas y los cuerpos intermedios. Evitarán así el riesgo de una colectivización integral o de una planificación arbitraria que, al negar la libertad, excluiría el ejercicio de los derechos fundamentales de la persona humana.

 

37. Es cierto que muchas veces un crecimiento demográfico acelerado añade sus dificultades a los problemas del desarrollo; el volumen de la población crece con más rapidez que los recursos disponibles y nos encontramos, aparentemente, encerrados en un callejón sin salida. Es, pues, grande la tentación de frenar el crecimiento demográfico con medidas radicales. Al fin y al cabo, es a los padres a los que les toca decidir, con pleno conocimiento de causa, el número de sus hijos, aceptando sus responsabilidades ante Dios, ante los hijos que ya han traído al mundo y ante la comunidad a la que pertenecen, siguiendo las exigencias de su conciencia, instruida por la ley de Dios auténticamente interpretada y sostenida por la confianza en Él [32].

 

45. «Si un hermano o una hermana están desnudos —dice Santiago— si les falta el alimento cotidiano, y alguno de vosotros les dice: "andad en paz, calentaos, saciaos" sin darles lo necesario para su cuerpo, ¿para qué les sirve eso?» (Sant 2, 15-16). Hoy en día, nadie puede ya ignorarlo, en continentes enteros son innumerables los hombres y mujeres torturados por el hambre, son innumerables los niños subalimentados. hasta tal punto que un buen número de ellos muere en la tierna edad; el crecimiento físico y el desarrollo mental de muchos otros se ve con ello comprometido, y regiones enteras se ven así condenadas al más triste desaliento.

 

47. No se trata sólo de vencer el hambre, ni siquiera de hacer retroceder la pobreza. El combate contra la miseria, urgente y necesario, es insuficiente. Se trata de construir un mundo donde todo hombre, sin excepción de raza, religión, o nacionalidad, pueda vivir una vida plenamente humana, emancipado de las servidumbres que le vienen de la parte de los hombres y de una naturaleza insuficientemente dominada; un mundo donde la libertad no sea una palabra vana y donde el pobre Lázaro pueda sentarse a la misma mesa que el rico (cf. Lc 16, 19-31).

48. El deber de solidaridad de las personas es también el de los pueblos. «Los pueblos ya desarrollados tienen la obligación gravísima de ayudar a los países en vías de desarrollo»[43]. Se debe poner en práctica esta enseñanza conciliar. Si es normal que una población sea el primer beneficiario de los dones otorgados por la Providencia como fruto de su trabajo, no puede ningún pueblo, sin embargo, pretender reservar sus riquezas para su uso exclusivo.

 

49. Hay que decirlo una vez más: lo superfluo de los países ricos debe servir a los países pobres.

 

56. Los esfuerzos, realmente considerables, que se han hecho para ayudar en el plano financiero y técnico a los países en vía de desarrollo, serían ilusorios si sus resultados fuesen parcialmente anulados por el juego de las relaciones comerciales entre países ricos y países pobres. La confianza de estos últimos se quebrantaría si tuviesen la impresión de que una mano les quita lo que la otra les da.

57. Las naciones altamente industrializadas exportan, sobre todo, productos elaborados, mientras que las economías poco desarrolladas no tienen para vender más que productos agrícolas y materias primas. Gracias al progreso técnico, los primeros aumentan rápidamente de valor y encuentran suficiente mercado. Por el contrario, los productos primarios que provienen de los países subdesarrollados sufren amplias y bruscas variaciones de precio, muy lejos de esa plusvalía progresiva. De ahí provienen para las naciones poco industrializadas grandes dificultades cuando han de contar con sus exportaciones para equilibrar su economía y realizar su plan de desarrollo. Los pueblos pobres permanecen siempre pobres y los ricos se hacen cada vez más ricos.

 

 

59. La enseñanza de León XIII en la Rerum Novarum conserva su validez: el consentimiento de las partes, si están en situaciones demasiado desiguales, no basta para garantizar la justicia del contrato, y la regla del libre consentimiento queda subordinada a las exigencias del derecho natural[45]. Lo que era verdadero acerca del justo salario individual, lo es también respecto a los contratos internacionales: una economía de intercambio no puede seguir descansando sobre la sola ley de la libre concurrencia, que engendra también demasiado a menudo una dictadura económica. El libre intercambio sólo es equitativo si está sometido a las exigencias de la justicia social.

 

62. Otros obstáculos se oponen también a la formación de un mundo más justo y más estructurado dentro de una solidaridad universal: nos referimos al nacionalismo y al racismo. Es natural que comunidades recientemente llegadas a su independencia política sean celosas de una unidad nacional aún frágil y se esfuercen por protegerla. Es normal también que naciones de vieja cultura estén orgullosas del patrimonio que les ha legado la historia. Pero estos legítimos sentimientos deben ser sublimados por la caridad universal, que engloba a todos los miembros de la familia humana. El nacionalismo aísla los pueblos en contra de lo que es su verdadero bien. Sería particularmente nocivo allí en donde la debilidad de las economías nacionales exige, por el contrario, la puesta en común de los esfuerzos, de los conocimientos y de los medios financieros para realizar los programas de desarrollo e incrementar los intercambios comerciales y culturales.

 

66. El mundo está enfermo. Su mal está menos en la esterilización de los recursos y en su acaparamiento por parte de algunos que en la falta de fraternidad entre los hombres y entre los pueblos.

 

76. Combatir la miseria y luchar contra la injusticia es promover, a la par que el mayor bienestar, el progreso humano y espiritual de todos, y, por consiguiente, el bien común de la humanidad. La paz no se reduce a una ausencia de guerra, fruto del equilibrio siempre precario de las fuerzas. La paz se construye día a día, en la instauración de un orden querido por Dios, que comporta una justicia más perfecta entre los hombres [51].

 

78. Esta colaboración internacional a vocación mundial requiere unas instituciones que la preparen, la coordinen y la rijan hasta construir un orden jurídico universalmente reconocido. De todo corazón, Nos alentamos las organizaciones que han puesto mano en esta colaboración para el desarrollo y deseamos que crezca su autoridad. «Vuestra vocación —dijimos a los representantes de la Naciones Unidas en Nueva York— es la de hacer fraternizar no solamente a algunos pueblos, sino a todos los pueblos (...). ¿Quién no ve la necesidad de llegar así progresivamente a instaurar una autoridad mundial que pueda actuar eficazmente en el terreno jurídico y en el de la política?»

 

LLAMAMIENTO FINAL

81. Nos conjuramos en primer lugar a todos nuestros hijos. En los países en vía de desarrollo no menos que en los otros, los seglares deben asumir como tarea propia la renovación del orden temporal. Si el papel de la Jerarquía es el de enseñar e interpretar auténticamente los principios morales que hay que seguir en este terreno, a los seglares les corresponde, con su libre iniciativa y sin esperar pasivamente consignas y directrices, penetrar de espíritu cristiano la mentalidad y las costumbres, las leyes y las estructuras de la comunidad en que viven de justicia y de equidad.