al giro "geopolítico" de Javier Milei en materia nuclear tras la privatización de Nucleoeléctrica
Cecilia Degl'Innocenti
Politóloga. Licenciada en Relaciones Internacionales. Periodista.
Perfil, 2-10-2025
La privatización parcial de Nucleoeléctrica (Na-SA), operadora de las centrales Atucha I,II y Embalse, agregó un nuevo capítulo a la frenética política nuclear argentina. La medida llega en paralelo a la adhesión formal al programa FIRST de Estados Unidos y al congelamiento de otros proyectos, incluidos Atucha III y IV que habían sido negociados con financiamiento chino. En ese movimiento se lee no solo un ajuste económico o una impronta "comercial", sino una respuesta al cambio geopolítico que imprimió el gobierno de La Libertad Avanza en el corazón del sector estratégico atómico.
El giro impulsado por Javier Milei —con el asesoramiento director de Damián Reidel, su asesor estrella en materia tecnológica y nuclear— fue interpretado por especialistas, exfuncionarios y legisladores como una "entrega de soberanía tecnológica" . Críticos del oficialismo señalan que tanto la venta de Na-Sa como la parálisis del CAREM, reactor modular insignia de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), no son hechos aislados. Sino que tienen una lectura geopolítica: implica abandonar años de desarrollo local para subordinarse al "club de compradores" de tecnologías norteamericanas.
La decisión también reavivó tensiones diplomáticas de ambos lados de la grieta: tras años de negociaciones con Beijing, que ofrecía financiamiento para la central Hualong y el swap como respaldo, diez años después de que la Casa Rosada teñida de violeta puso en práctica su alineamiento total con Washington, que, bajo gestión de Donald Trump, relanzó su programa nuclear para usos civiles y así disputar el liderazgo ruso y chino en la materia en la región.
En esa línea, la visita de la embajadora interina estadounidense, Heidi Gómez Rapalo, al sur del país ya la sede de INVAP funcionó como gesto de respaldo de al nuevo rumbo el pasado 19 de septiembre. El broche, sin embargo, ocurrió tres días después, cuando Estados Unidos anunció que Argentina se convirtió en un "socio contribuyente", el primero de América Latina, en firmar el FIRST, una idea de Joe Biden que Trump siguió para garantizar el liderazgo norteamericano en el incipiente mercado de reactores modulares pequeños (SMR).
"Con el programa FIRST, entramos al rebaño, a una fila para comprar tecnología estadounidense que veníamos desarrollando nosotros y luego paralizamos. Es un escándalo", sostuvo Diego Hurtado, exsecretario de Planeamiento en Ciencia y Tecnología, en diálogo con PERFIL. "Se trata de sumarse a un club de futuros compradores".
La narrativa oficial habla de "eficiencia", "modernización" y "apertura al capital privado", pero en el ecosistema nuclear el diagnóstico es otro: vaciamiento institucional, pérdida de autonomía estratégica, fuga de cerebros y un guiño explícito a Washington, que busca revitalizar su presencia en la industria nuclear regional.
Mientras tanto, dentro del sistema nuclear local se multiplican las renuncias y la fuga de profesionales, en un clima de incertidumbre sobre el futuro del sector. En esa línea, el CAREM —único reactor modular en construcción en América Latina y con patente argentina— fue directamente paralizado, según explicaron fuentes de la central a PERFIL. Mientras tanto, el Estado planea instalar cuatro reactores ACR-300, patentados por INVAP en Estados Unidos, pero que aún están en etapa de diseño, con inversión extranjera y sin plazos claros de ejecución.
El mapa nuclear argentino siempre fue una rareza en América Latina. Una articulación entre Estado, ciencia, industria y geopolítica que logró hitos como ser el primer país del hemisferio sur en operar un reactor de investigación (1958), exportar reactores a países como Argelia o Australia a través de INVAP, y proyectar la construcción del CAREM, el primer reactor modular pequeño (SMR) de diseño nacional. Ese ecosistema se sustenta en cuatro pilares: la CNEA (Comisión Nacional de Energía Atómica), Nucleoeléctrica, INVAP y el proyecto CAREM. Hoy, tres están en pausa o desfinanciados, y el cuarto —Nucleoeléctrica— se encamina a la privatización.
El CAREM, en particular, representa un símbolo: una central de potencia con tecnología 100% argentina, evaluada en 2023 entre las cinco más avanzadas del mundo por la Agencia Internacional de Energía. Su construcción en Lima (provincia de Buenos Aires) estaba en un 85% de obra civil, con más de 400 millones de dólares ya invertidos. Y su proyección creció en paralelo al avance de la IA, del mundo cripto que creó un mercado "interminable" de electricidad segura y limpia.
Sin embargo, hoy está paralizado. Según testimonios internos, en la empresa estatal se prohibió incluso mencionarlo. "El albertismo comenzó con la expulsión de personal del sistema científico y tecnológico, con Milei se potenció dio un salto de calidad enorme. Nunca se vio el parate que hay hoy. El proyecto está completamente parado", indicaron a este medio.
Pero el corazón del conflicto del devenir nuclear argentino no es solo económico o comercial, sino estratégico. El CAREM, desarrollado por la CNEA desde 2010, es uno de los proyectos más avanzados a nivel global en SMR . "Estamos entre los cinco reactores mejor posicionados en el mundo según la Agencia Internacional de Energía Atómica", aseguró a PERFIL Adriana Serquis, presidenta de la CNEA hasta diciembre de 2023. "No es inviable", dijo, en alusión a la frase de Reidel. "Tenía el 85% de la obra civil finalizada y fecha proyectada de finalización para 2028, antes que el resto de los competidores internacionales", agregó.
"En Nucleoeléctrica hasta se prohibió usar la palabra CAREM.”, sumó Hurtado en la misma línea, aludiendo a los bozales con lo s que cuentan los funcionarios que quieren llevarse bien con Casa Rosada.
La adhesión de Argentina al programa FIRST, el pasado 22 de septiembre, se anunció con entusiasmo desde la Embajada de EE.UU. en Buenos Aires y fue acompañada por visitas estratégicas, como la de Heidi Gómez Rápalo a Bariloche. El representante estadounidense, que oficia de embajadora interina hasta que llegue Peter Lamelas, recorrió el Instituto Balseiro, el INVAP y se reunió con el embajador rionegrino, Alberto Weretilneck, días antes.
Según el comunicado oficial, el país "se suma a un distinguido grupo de socios contribuyentes como Japón, Corea del Sur y Canadá", con la meta de acelerar el despliegue global de SMR bajo estándares de seguridad y no proliferación. Sin embargo, fuentes consultadas por PERFIL señalan que esta participación implica el congelamiento de proyectos propios para ceder prioridad al desarrollo estadounidense.
El llamado "Plan Nuclear Argentino" lanzado por Milei y Reidel el 20 de diciembre de 2024 —acompañados por Rafael Grossi, titular del OIEA— es, para algunos exfuncionarios, una puesta en escena. "Prefiero llamarlo el Plan Reidel más que 'argentino'. Está basado en un reactor que aún es una patente, el ACR-300 de INVAP", agregó Hurtado, destacando el tiempo que llevará para que estén operativos (unos 5 años). La idea es que estos cuatro reactores, explica, reemplacen a la cuarta central, de capitales chinos, que está actualmente congelados por orden de Casa Rosada. Para él, lo grave es que, además del desmantelamiento, el CAREM "dejó de mencionarse en reuniones técnicas" y usar su nombre en la CNEA se volvió tabú.
En off, voces cercanas a la gestión de Reidel afirman que el CAREM fue frenado por su "falta de viabilidad comercial" y reconocen que el objetivo es "vender conocimiento" más que construir reactores. Pero desde adentro del proyecto, una fuente describe otra realidad: "Es un elefante gris, mal gestionado por todos los gobiernos", declaró, destacando que la debacle comenzó con Alberto Fernández mientras que con el gobierno libertario se producía un verdadero "salto de calidad" en el desmantelamiento.
El otro gran actor del drama es silencioso pero no menor: China. En 2014, durante el segundo mandato de Cristina Kirchner, Argentina firmó un acuerdo para construir dos centrales: una con tecnología con patente nacional (tipo CANDU, uranio natural, agua pesada) y otra con tecnología china (Hualong, uranio enriquecido). Atucha III y Atucha IIV respectivamente. Según la lectura de ese momento, el pacto se interpretó como una jugada audaz: obtener infraestructura y fondos, pero también preservar la capacidad de diseño e industria local.
Ese equilibrio se perdió con la llegada de Cambiemos al poder en 2015 y se desdibujó definitivamente con la gestión de Milei. Para Federico Basualdo, exsubsecretario de Energía Eléctrica durante la presidencia de Cristina Kirchner, el viraje no es técnico, sino ideológico. "La asociación con China no era política, era comercial", sostuvo a AM530, advirtiendo la débil posición argentina ante la escasez para financiar el sector nuclear (y la necesidad de buscar fondos afuera).
En ese punto también coincidió Hurtado, quien describió la maniobra realizada para terminar el proyecto en ese momento: China financiaría un cambio de la venta de la central Hualong, la primera de esas características a ser instalada en la "prestigiosa" potencia nuclear latinoamericana. "Argentina no tenía para poner el 15% acordado mientras que China quedó a la espera. Gustavo Béliz no lo pidió. Fue una paralización. Tras la salida de Béliz, no se destrabo tampoco. Yo creo que el gobierno de Fernández fue débil sensible a las presiones de EEUU. Tuvo una política exterior, invirtió pero no hubo una política nuclear convergente".
La disconformidad con el decreto 695/2025 que habilita la privatización del 49% de NA-SA —44% vía licitación internacional y 5% al personal— saltó la grieta y despertó alertas incluso en sectores tradicionalmente favorables a la participación privada. Julián Gadano, exfuncionario del área durante la presidencia de Mauricio Macri, advirtió en un hilo de X que "la forma y el momento son inadecuados". Aunque relativiza el concepto de "soberanía" en una empresa que "no diseña ni exporta tecnología", considera que la operación, tal como está planteada, podría terminar en un "precio ridículo" por la falta de incentivos reales para inversores sin control accionario.
Sin embargo, el punto de contacto vuelve a ser la paradoja que representa CAREM, un punto en el que el kirchnerismo y el macrismo confluyen. "La idea es generar las condiciones para atraer capitales y vender el conocimiento, el diseño. Por lo que es necesario terminar de construirlo", indicó una fuente cercana al expresidente que siguió el tema y aseguró que durante esa gestión hubo una inversión de 400 millones de dólares por parte del estado nacional.
Reidel, por su parte, dejó en claro que no habrá inversión pública en función de la motosierra libertaria. "El financiamiento (de las centrales) vendrá de un capital extranjero", afirmó. Pero, a casi un año del anuncio del "Plan Reidel", que incluyó la paralización del CAREM y el congelamiento de la cuarta central nuclear, no hay señales de esos inversores que le prometió la figura que encandiló a Milei con sus contactos en Silicon Valley, previendo la posibilidad de que la Patagonia se transformara en un polo de IA.
En tanto, el relanzamiento de la agenda nuclear argentina bajo el paraguas de Estados Unidos no solo marca un reordenamiento geopolítico, sino una redefinición profunda del rol del Estado en sectores estratégicos. En nombre del déficit fiscal, algunos denuncian que se frena una tecnología nacional en pleno desarrollo, mientras que el Gobierno, como "socio contribuyente" del programa nuclear de EEUU, destinará recursos que apuntan a posicionar a EE.UU. como proveedor global. Con un sector privado todavía renuente a invertir, sin garantías de rentabilidad ni infraestructura concreta, el plan nuclear, por ahora, más una promesa de marketing que una política de estado.