jueves, 22 de enero de 2009

Los tiempos terribles reclaman gasto público rápido, intenso y prolongado

Paul Samuelson
Premio Nobel de Economía

Una lección dejó la Gran Depresión de 1929-1937. La reacción lenta y débil del presidente Herbert Hoover permitió que lo que era una endeble recesión en 1930 se transformara en una metástasis del cáncer maligno de la depresión duradera. Los tres años que siguieron al colapso del mercado de valores mundial y de los Estados unidos en 1929, fueron tiempo desperdiciado y se requirieron otros varios años para salvar el capitalismo a través del New Deal de Franklin Roosevelt.
No hay que creer en la elocuente oratoria acerca de que la confianza, por sí misma, lanzará a la economía real a la recuperación del empleo y al aumento del salario real. La charla, si no se sustenta en acción genuina, sólo engendra decepción.
Obama y el Congreso necesitarán reconstruir un nuevo gasto que, en última instancia, sea autosustentable.
Aprendí todo esto en 1932, cuando iniciaba mis estudios de economía en la famosa pero conservadora Universidad de Chicago. Mis profesores eran conocidos mundialmente. Por desgracia, fue necesaria una Depresión para enseñarles que jamás ningún sistema de mercado puede estar siempre estable y autocurarse.
Los actuales padecimientos nos remiten directamente a la victoria electoral de Ronald Reagan en 1980. Un presidente envejecido fue rodeado por “radicales de derecha partidarios del ofertismo” que sembraron las semillas de la desregulación a la Bush.
Ambos Bushes llegaron a la Casa Blanca con la crasa visión de Reagan que el Estado es el problema, no la solución. Este ha sido el mantra de los ultraliberales de Milton Friedman. Ese tipo de republicanismo ha sido malo para la prosperidad de la gente.

Extractado de Clarín, Ieco, 18-1-09