que está perdiendo la Argentina
Por José Luis
Milia *
La Prensa,
26.06.2025
No son guerras con
balas, pero duelen igual. Son guerras de ideas, de presencia, de imaginación
estratégica. Mientras Brasil proyecta poder naval en un triángulo cuyos
vértices son Recife, Namibia y el Polo Sur, y Chile se consolida como
plataforma logística y científica hacia la Antártida, Argentina camina -por
mezquindad política y miopía estructural— a ciegas por los márgenes de su
propio mapa.
Malvinas es la más
visible y dolorosa de estas derrotas. No por falta de argumentos históricos ni
de respaldo internacional, sino por la ausencia de una estrategia coherente,
sostenida y eficaz. Desde 1833 se repite el reclamo, pero la constancia no es
lo mismo que la coherencia.
Tras la derrota
militar de 1982, la dirigencia política argentina adoptó una estrategia que
bien podría haber sido escrita por el propio Foreign Office: desinversión en
defensa, descrédito de las Fuerzas Armadas, ninguneo a los veteranos, abandono
de proyectos misilísticos y navales, y finalmente, la rúbrica de los infames
Tratados de Madrid.
En 2025, Argentina
logró una resolución favorable en el Comité de Descolonización de la ONU. Pero
fue un triunfo simbólico y endeble, atado con alambre, según diplomáticos en
Ginebra. La política exterior argentina oscila entre la arenga ocasional y la
espera pasiva. Sin hoja de ruta, sin narrativa actualizada, sin sustento
logístico.
Mientras tanto, el
Reino Unido afianza su control: militariza, explora, explota. Argentina
responde con discursos. Sin inversión antártica sostenida, sin política
marítima integral, sin una visión que articule Malvinas con el sistema
geoestratégico del Atlántico Sur.
La verdadera
guerra por Malvinas se libra también en las escuelas argentinas, en los
presupuestos, en la diplomacia regional y, sobre todo, en el imaginario
colectivo. Y ahí, también, estamos perdiendo.
DE ESPALDAS AL
FUTURO
Hace un siglo, el
almirante Segundo Storni advirtió que ignorar el mar era un suicidio
geopolítico. Medio siglo después, el contralmirante Fernando Milia propuso el
concepto de Atlantártida para definir la unidad indivisible entre el Atlántico
Sur y la Antártida. No era retórica poética: era pergeñar una doctrina de
Estado.
Esa doctrina fue
ignorada. Hoy, barcos pesqueros ilegales operan impunes frente a nuestras
costas, y se licitan plataformas continentales sin ningún debate estratégico.
El Atlántico Sur se ha vuelto un patio trasero sin llave, sin timón y sin
radar.
Mientras Brasil avanza
con una praxis naval sostenida y Chile articula un estatuto antártico moderno,
Argentina relega a Storni y Milia al olvido. Sus ideas no se enseñan, no se
discuten, no se institucionalizan. El pensamiento estratégico ha sido
reemplazado por la gestión improvisada.
EPICA SIN
LOGISTICA
La narrativa
nacional sobre el sur marítimo es defensiva y nostálgica. Se habla de
“reclamos”, pero no de capacidades. De “soberanía”, pero no de alianzas
regionales, ciencia oceanográfica o desarrollo naval. Es una épica sin medios,
sin presupuesto, sin infraestructura.
Tal vez la más
silenciosa -y más peligrosa- de todas porque depende de la inteligencia y
conocimientos de los dirigentes políticos. Argentina ha dejado de pensarse, si
es que alguna vez lo hizo, como bisagra bioceánica. El paradigma
continentalista sigue rigiendo sus decisiones. Pero el siglo XXI será azul: por
sus rutas, por sus riquezas subacuáticas, por la centralidad polar que se
avecina.
La Argentina no
necesita inventar una nueva doctrina. Ya la tiene. Está escrita en tinta
salada, desde Storni hasta Milia. Lo que falta no es teoría, sino visión,
decisión y coraje