Mons. Héctor Aguer
La Prensa,
29.06.2025
En todo país, la
organización social incluye la institución del Estado, que ha de armonizarse
con las diversas instituciones constituidas por los ciudadanos. La historia
muestra cómo en todos los tiempos se ha verificado esa armonía o su contrario,
lo cual identifica las características del Estado en las distintas épocas y
regiones del mundo.
El Estado puede
erigirse en una soberanía abusiva, que puede alcanzar la figura de la dictadura
y aun la tiranía. Hay ejemplos históricos desde la antigüedad. En esos casos,
las instituciones, familias e individuos quedan a merced de la omnipotencia
estatal, la que puede ejercerse en diversos grados.
Dentro de la
estructura del Estado cabe el orden militar, las Fuerzas Armadas, cuyo designio
principal es la defensa nacional, y que por la resolución del Estado asumen un
rol ofensivo y se entrenan en el arte mortífero de la guerra. Esta es una de
las posibilidades humanas.
GUERRAS MUNDIALES
Guerra y paz
jalonan la historia: en el ámbito interior de cada país, en las relaciones
internacionales, y cuando estas son múltiples, en lo que se ha llamado “guerras
mundiales”. Así, por ejemplo, hablamos de la Primera y la Segunda Guerra
Mundial. Los medios de comunicación, desde los más elementales hasta los más
sofisticados, y recientes, registran esas situaciones y muchas veces asumen una
posición. Detrás de todo esto se mueven el dinero y los más diversos intereses.
Los sucesos
mencionados pueden, asimismo, ser interpretados en términos religiosos, ser
vistos desde el orden sobrenatural, y en su relación con la vida de la Iglesia.
Iglesia y Estado: la relación de estas dos realidades constituye uno de los
capítulos más interesantes de la Historia.
El liberalismo,
desde sus orígenes modernos, que están en la Revolución Francesa de 1789, se
caracteriza por su índole individualista; el individuo es una especie de Dios.
El Estado, entonces, se ha visto siempre como opresivo. El liberalismo tiene su
historia y sus matices.
El siglo XIX
conoció un supuesto “liberalismo católico”, que es una contradicción en sus
términos. La doctrina católica es un “tertium quid” por elevación, entre el
estatismo –realizado duramente en los regímenes comunistas- y las diversas formas
de liberalismo.
En la concepción
católica, entonces, el Estado ocupa su lugar en la organización de la sociedad.
En cambio, el protestantismo en sus diversas formas y etapas, se encuentra más
cerca del liberalismo. De allí el equívoco acerca de la libertad, una bandera
agitada especialmente en las revoluciones.
Un caso
prototípico es la Revolución Rusa de 1917, de la que surgieron los diversos
regímenes comunistas, en los que la libertad es menoscabada y hasta suprimida.
El absolutismo
estatista prepara, misteriosamente, la ruina de la libertad. En una recta
organización social, el Estado y la persona cumplen con la respectiva función,
y se asocian para constituir la prosperidad y la felicidad del pueblo. El
liberalismo y su fórmula “neoliberal” pretenden liquidar al Estado. Una utopía
dañina.