viernes, 6 de mayo de 2016

LOS SINDICATOS Y EL INTERÉS NACIONAL



Por José Antonio Riesco

(-“El poder de los grupos de presión, sean empresarios, sindicales o burocráticos, queda sin toda legitimidad cuando colocan sus intereses al margen o por encima de los valores globales de la Nación” ( R. Shalde)—

“La comunidad de beneficios es una necesidad de  la sociedad moderna y democrática; pero se hace trizas cuando uno de sus estamentos impone la fuerza, el número o sus recursos contra los derechos e intereses del conjunto. De esto suelen pecar los grandes capitales y la llamada burocracia sindical.” (Paolo Sartori)                                   

El acto sindical reciente no perdió autenticidad por haber sido compartido con los muchachos de Cristina; fue obra de las organizaciones obreras expresada con cierta variedad de rótulos (dos CGT, CTA y otras, más la concurrencia de las agrupaciones de izquierda. Los dos liderazgos principales fueron de Hugo Moyano, equidistante del gobierno K en los dos últimos años de su mandato, y el metalúrgico Antonio Caló de reconocida pasión por el modelo K. La defección de Luis Barrionuevo, jefe de los gastronómicos, fue ante todo por motivos políticos y se compensó con la presencia en primera fila de Aníbal Fernández y el ex ministro Tomada. También, discreta, estuvo La Cámpora.

Moyano –muy enojado con la diputada Elisa Carrió por que le quiere exigir  que declare “su patrimonio”--  dijo, a posteriori de la concentración, que la  misma no se realizó contra el Presidente Macri sino para impugnar “la política económica”. Fue en la mesa de Mirtha Legrand donde Moyano se siente bien con la GCU (gente como uno). Allí lanzó su misilística: “Están sincerando la economía de una forma muy brutal”. O sea no cuestiona las tesis del gobierno sino el modo de su implementación: “Los aumentos de electricidad y agua debieron ser progresivos.”

Esto indica que su diferencia con el macrismo no es una cuestión de fondo, sino de aplicación del “sinceramiento”. Tampoco es hermano de Prats-Gay, apenas parientes. Para disimular y no afectar su frente interno, Moyano seguidamente acusó al Presidente de “no entender de política”, ¿fue un cargo o un elogio..? En la Argentina actual y en buena proporción, cierta política exitosa a veces huele a pestilencia, la otra no suele tener poder, o no le dura.

Para ver las cosas, como son, vale más leer a Maquiavelo que a Santo Tomás, aunque también sea sabio que, para gobernar este país, Macri debe cuidarse de no igualar a San Francisco de Asís. Aunque el poema de Rubén Darío diga lo contrario, parece cierto que al santo se lo comió el lobo.

A pesar de la prudencia de Moyano –con los años siempre algo se aprende-- hay dos temas que se vienen. Uno es la versión de que en agosto próximo se unificarán las dos o tres CGT. Otro, que estaría próximo el retiro de Moyano de la conducción de su aparato gremial para dedicarse al golf o algo parecido. En el primer caso, de concretarse, se está anunciando una sinergia de poder que nadie puede ignorar ni desmerecer. El sindicalismo unificado siempre constituyó una fuerza de negociación y, sobre todo de choque, decididamente contundente. Las demoliciones nunca le fueron extrañas. Máxime por su connubio con el peronismo donde suele haber sensatez y otras veces iracundia. Y no es justo ignorar su largo amorío con Cristina.

Esto último tiene su historia. La potencia sindical ayudó con mucho a importantes logros en la legislación social, y en otros casos a servir políticas a las cuales el destino nacional nada les debe. Fue participe de la furia que el “gorilismo” desató para voltearlo a Frondizi, luego le pasó otro tanto a Arturo Illia y sin renegar de cuanto hizo para que Lanusse lo desalojara a Onganía del gobierno. Ni cabe olvidar el rol de ciertos caciques de importantes organizaciones obreras en la designación que Isabel Perón hizo en agosto de 1975 para que Videla fuera comandante del Ejército. Un regalo que les pagó a una y a otros, con la cárcel.

No vale, empero, alarmarse antes de tiempo, para agosto falta tanto como lo que lleva el PRO en el poder. Y éste recién está procesando el “cambio” pro metido y con cuya bandera ganó las elecciones. La solución del grave problema con los “fondos buitres” fue fundamental para superar el aislamiento inter nacional. Con este logro, más las medidas en marcha de orden interno, se espera que desde el exterior lleguen inversiones suficientes para superar la recesión en cuanto a producción y exportaciones y curar los déficits de obras de infraestructura y otros rubros del presupuesto público.

Vale el reclamo sindical para que las medidas se apliquen progresivamente..? La respuesta la tendrán, como siempre, los hechos. Los cabecillas de cada agrupamiento (Moyano, Caló, etc) deberán lidiar con dos frentes: el gobierno y su plan económico, y, más complicado, el frente interno. Aquí operan la segunda y tercera línea, que pujan hacia arriba presionados por su propia ambición (sustituir a los actuales caciques máximos) y además por las corrientes de izquierda, que existen y hacen ruido. A veces mucho ruido y daño.

Pero el nivel de atracción de las inversiones de afuera, no será el esperado si el orden interno se reconvierte en “desorden” y afecta las condiciones razona bles que necesitan los inversores respecto al peso enorme de la inflación, a la rentabilidad y la seguridad jurídica y, algo importante, la presión impositiva y la relación entre el costo laboral interno y el propio de los mercados exteriores. Aunque sea exagerado eso de que “el capital es cobarde” tampoco debe pasarse por alto que, si se trata de negocios, nadie arriesga gratis. La experiencia anarquizante de los años 70 dejó huellas que no ayudan al respecto. Puede volver…? Al menos Cristina y La Cámpora parecen estar en eso.

Los problemas antes anotados suelen no figurar en la agenda de quienes actúan como representantes “de los trabajadores”, se conforman con que el porcentaje de la paritaria de positivo. Y una cuestión preocupante se refiere a la falta de definiciones programáticas del movimiento obrero con relación a los intereses actuales y futuros de la Nación. Algo que lo torne previsible, sin la influencia de ideólogos caprichosos, y que lo obligue en el buen sentido.

El culto al “consumismo” sirve para las paritarias y sus negocios finales “conexos”, pero nada tiene que ver con el crecimiento cualitativo de la economía de que depende el desarrollo de todas las clases que aportan al proceso y que también trabajan, a veces más que un operario. Ignorarlo siembre fue un motivo por el cual el macaneo trotskysta (Kicilloff y asociados) sólo sirvió para incentivar el desastre.  

Superar ese infantilismo y la corrupción anexa, implica que el interés de cada parcialidad socioeconómica solamente debe legitimarse en tanto y en cuanto se acomode a los valores de orden global. Nuestro sindicalismo, en el largo tiempo, tuvo influencias y fuerza para imponer o voltear gobernantes, lo hizo combinando su derecha, “los empresarios” (tipo Caló, Moyano, Cavalieri, etc), con la izquierda, “los revolucionarios” (como fueron Tosco, Salamanca, Tumini). La Nación sigue esperando algo mejor. Su carencia, sin embargo, no justifica los extremos del liberalismo decimonónico. Esos que parieron a la lucha de clases. Un vicio que suele entusiasma a los anti-populistas y que es, en el fondo, aliado estratégico del populismo.

De otro modo el sindicalismo –según en algún momento pretendió Moyano-- nunca alcanzará la jerarquía de “factor de poder”, condenado a persistir y ve getar en su mera condición de “grupo de presión”. Acaso ignorando o menospreciando que en el horizonte la tecnología de avanzada (robótica y otras), inexorable como otras veces en la historia, lo puede privar de su principal capacidad de acción o sea de la cantidad movilizable.-

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