lunes, 27 de junio de 2016

NUESTROS JUECES FEDERALES PENALES


De este grupo de magistrados, nacidos de lo peor de la política para juzgar a la política, sólo cabe esperar que sigan haciendo, precisamente, política y no justicia

La Nación, editorial,  26 DE JUNIO DE 2016

Resulta llamativo que los representantes del Poder Judicial que más duros cuestionamientos han recibido en los últimos años reciban ahora el elogio de cierto periodismo, de políticos y de opinadores todoterreno, que pretenden ver una mejora en la justicia federal que, según dicen, ahora estaría funcionado con mayor celeridad, eficacia e independencia. Parecen no entender el escándalo que significa esa sola afirmación. ¿Acaso ven como natural que un poder judicial pudiera haber estado maniatado durante años y ahora resulte suficiente una elección para liberarlo quién sabe de qué cautiverio?

¿Fueron a preguntarles a estos jueces qué fuerzas irresistibles los tuvieron secuestrados y les impidieron hacer su trabajo o por qué no debemos pensar que puede volver a pasarles lo mismo? Algún comunicador llamó a esta etapa mani pulite, un agravio insolente a la memoria de magistrados como Borsalino y Falcone, que lideraron las acciones contra la Cosa Nostra y murieron a manos de la mafia. Jueces de los que acá, en este reducido grupo, parece haber muy pocos.

Es notable también la poca atención que se les presta a los empresarios de la construcción; en causas como la de Báez no podría haber sobreprecios en la obra pública y posteriores sobornos sin cartelización entre "aparentes" competidores. Recordemos que en 2005, poco antes de renunciar, el entonces ministro de Economía, Roberto Lavagna, ya advertía sobre la preocupante existencia de estos últimos. No parece casual que en corrillos políticos y empresariales se bromee con que la Cámara Argentina de la Construcción debería ser llamada Cámara Argentina de la Corrupción, al margen de que en su seno haya muchos empresarios honestos y sin vinculaciones con la obra pública.

Si fuera cierto que el nuevo gobierno no opera sobre la Justicia, esta sola referencia sería, por supuesto, digna de reconocimiento. Deseamos que así sea. Pero inclusive en ese escenario, y sin una reforma en las reglas de juego, lo único que habría cambiado es el gobierno, una simple pieza transitoria. Nada impide imaginar que los mismos jueces oportunistas no estén agazapados esperando, con sus amigos los espías, a las siguientes presas que les serán señaladas por los próximos resultados electorales.

Debe abrirse urgentemente un auténtico debate sobre el perfil de jueces que necesitamos. El Consejo de la Magistratura, nacido de aquella reforma de la Constitución producto del Pacto de Olivos y que, por mucho tiempo, ha funcionado según la lógica de la peor de las pandillas, debe comenzar de una buena vez a cumplir con las funciones que motivaron su creación. Es menester que los senadores tomen en serio el escrutinio de los antecedentes de cada candidato antes de levantar la mano para darle el acuerdo y que se garantice la actuación de fiscales independientes en un sistema acusatorio, entre otras medidas necesarias para tornar decente el fuero federal penal. 

Pueden examinarse otras vías para ese urgente saneamiento, por ejemplo aumentar el número de juzgados, realizar auditorías en esos tribunales, como proponen varias de las más respetadas organizaciones de la sociedad civil lideradas por el Colegio de Abogados de la Ciudad de Buenos Aires -una tarea que, hasta ahora, nunca llevó a cabo el Consejo y, desde luego, promover la destitución de sus más impresentables y escandalosas figuras, comenzando por Rodolfo Canicoba Corral, Daniel Rafecas, Eduardo Freiler, Jorge Ballestero, Sebastián Casanello y Ariel Lijo.
En este sentido, es urgente que los magistrados federales abandonen la lógica que rige a muchos de ellos que, frente a un expediente, en lugar de preguntarse qué corresponde resolver de acuerdo a derecho, evalúan qué les conviene a ellos.

El problema de la justicia federal se extiende peligrosamente a las provincias. Se dan allí casos como el de un juez federal acusado de recibir sobornos de los narcos o el de un fiscal federal imputado por proteger a una organización de trata de personas.

Es obvio que muchos de los jueces y fiscales federales fueron designados para proteger a los funcionarios amigos del poder central, a pesar de las bajas calificaciones obtenidas en concursos amañados. En no pocos casos, esos concursos fueron, como las candidaturas de 2009, meramente "testimoniales": los fiscales eran luego trasladados por la escandalosa procuradora Alejandra Gils Carbó hacia distritos donde hacían falta funcionarios obedientes, dispuestos a librar arbitrarias batallas ideológicas. La disciplina partidaria y la militancia en la agrupación Justicia Legítima da penosa cuenta de demasiadas historias de idéntico tenor.

Lamentamos opinar que nuestro optimismo tiende a ser poco respecto de un cambio en la justicia federal penal. Hay demasiadas historias con personajes que están, disciplinadamente, en el mismo lodo, todos manoseados, y en ese póker cada tahúr tiene siempre alguna factura por cobrar.

La demora en lograr una tan imperiosa como necesaria renovación tendrá consecuencias gravísimas. Cuando la corrupción viene asociada a la impunidad que sólo asegura una Justicia gravemente viciada, aquélla se instala perniciosamente en el sistema. Se establecen así formales circuitos para el lavado de dinero que terminan garantizando el "clima de negocios" propicio para el nefasto crecimiento del crimen organizado, sobre todo del narcotráfico.


Si la dirigencia política se niega a tomar conciencia de la magnitud y la importancia del desafío, deberá ser la sociedad civil la que genere un reclamo pacífico pero implacable para que esa depuración de personas y procesos ocurra. Urge también echar luz en un seguimiento igualmente firme sobre la actuación de este fuero. De lo contrario la historia volverá a repetirse. La contribución de la prensa, en palabras de Ryszard Kapuscinski, no consiste en pisar las cucarachas sino en prender la luz para que la gente vea cómo y adónde corren a ocultarse.