martes, 7 de enero de 2020

CAMPING FEMINISTA




“Tomen la educación y la cultura, y el resto se dará por añadidura”. 
Antonio Gramsci


Guillermo López Guillerman


Tribuna de Periodistas, 6-3-20


Es interesante ver como ciertas ideologías están “autorizadas” a sobrepasar cualquier límite sin tener que responder por ello. Estas, si no son apoyadas y recompensadas, al menos reciben una mirada condescendiente.

Valga como ejemplo, la condena pública ejemplar que recibió un egresado disfrazado de “muerte del feminismo” (no de aprobación al femicidio como dicen las extremistas), al tiempo que una egresada de medicina muestra con total impunidad una pancarta anunciando que va a entregar drogas abortivas a “las pibas” (un delito), o que Hebe de Bonafini dice alguna animalada.

Pero este no es el tema de este artículo. Voy a referirme al “camping feminista” organizado por LatFem y avalado por Ciudad Cultural Konex, cuyo director es Andy Ovsejevich, hijo del propio fundador de Konex.

Ovsejevich, además, es miembro del Consejo Cultural de CABA, cuyo director, Jorge Telerman, hace poco agradeció a "les consejeres" por la tarea cumplida y señaló que el Consejo es un espacio plural, multidisciplinario y diverso de pensamiento, apartidario aunque no "aideológico".

Claramente este Consejo es promotor de la ideología posmodernista de género. Entre sus ejes de acción, está el “eje de género”, donde procuran “impulsar acciones que faciliten la incorporación de personas trans, travesti y no binarias” e “implementar presupuestos con perspectiva de género”.

Están muy preocupados por la cuestión de género, pero no dedican ni una palabra, por ejemplo, a los discapacitados, a los ancianos, a los niños de bajo recurso o a los aborígenes (mal llamados pueblos originarios pues en realidad todos somos originarios de África).

Cuando leo las prioridades de este Consejo me pregunto: el Consejo Cultural, ¿debe ser “ideológico”? ¿O debe elevarse más allá de ello?

Pero volvamos al “campamento feminista” de LatFem y el Centro Cultural Konex.

Dentro de su programa brinda un taller que textualmente se llama: “cómo convertirme en brujx feminista. Taller para chicxs de 5 a 12 años, por Escuela de Brujas Feministas”. Esta estrategia es metodológicamente muy parecida al adoctrinamiento del fascismo italiano aplicado a niñas de 6 años y de entre 8 y 14 llamadas las hijas de la loba y las Piccole Italiane respectivamente; o para con las jóvenes de entre 10 y 18 años, llamadas la Liga de Muchachas Alemanas, rama femenina de las Juventudes Hitlerianas.

Otra de las interesantísimas actividades del campamento será “ESI para mapadres”. Busqué por todos lados a ver qué diablos significa “mapadres” y no tuve éxito. Quizás sean madres solteras o separadas que hacen de padre y madre a la vez (¿lo contrario sería pamadre?), o quizás sean mujeres que hacen de padre en parejas homosexuales. No sé, es demasiado confuso.

Lo que es muy claro, es que ambas propuestas utilizan la posición de poder del adulto ¿responsable? para transmitir conceptos ideológicos a menores, sea en forma directa o a través de la ambigua ESI (inteligentísimo caballo de Troya usado para instalar el adoctrinamiento del posmodernismo).

Otro taller será “perreo para todas las identidades excepto hombres heterocis a cargo de Twerk Lesbiano”. Considero al perreo una versión burda y ordinaria de un baile erótico; es elevar a la sexualidad animal de un perro por sobre la sensualidad propia del ser humano. Más allá de lo nefasto que me parece este “baile”, lo cierto, es que la exclusión puntual de los hombres heterocis de este taller, demuestra que el feminismo actual destila odio hacia los hombres (misandria) y que es absolutamente discriminador.

¡Y además reniega de la estética! De más está decir que las expresiones verbales y físicas que se observan en las marchas de las feministas extremas, son mínimamente desagradables. Esto no es casual, va en línea con las premisas del posmodernismo, el cual hace culto a lo feo y vulgar. Valga como ejemplo la obra maestra del “artista” Piero Manzoni: 90 latas llenas con su materia fecal, una de las cuales fue subastada en 275.000 euros.

Ojo, creo que cada quien tiene derecho a hacer con su dinero lo que quiera. Pero de ahí a que “todos” tengamos que consentir que ESO es arte o que debamos aceptar que una persona desarreglada, sucia u obesa conforme para nosotros una expresión estética válida, hay mucha distancia.

Respeto el derecho de cada persona a hacer lo que quiera con su vida, pero de ello no se desprende que apruebe y esté de acuerdo con su posición, y mucho menos consiento que deba auto-censurarme y callar. Tengo el mismo derecho a expresarme por medio de la palabra, que el que otros tienen de hacerlo a través de sus actos y de sus cuerpos; el límite es el derecho ajeno.

En esta línea, considero autoritario el imperativo del título de la actividad: “desearás mi cuerpo, movimiento gordx y sexualidad”. Más allá de los motivos médicos (los más importantes) por los que no avalo la obesidad, estoy en contra de la exigencia del “desearás”, la que me obliga a renunciar a mis valores estéticos y a mi libre albedrío. Esto va en línea con lo de las latas de excremento y con la renuncia a mis valores éticos escondidos en la ESI.

Algunas propuestas resultan hasta simpáticas: “Astrología Queer, a cargo de Astromostra”. En cambio otras son cercanas al adiestramiento militar, por ejemplo el “taller para ir a nuestras marchas: consignas, pancartas, remeras, canciones y glitter”. Fieles discípulas de Gramsci, padre del comunismo cultural, han reemplazado el Muro de Berlín por el muro al pensamiento crítico. Ahora no encierran el cuerpo de las personas sino sus mentes.

Y la cereza del postre: “justicia feminista, redes y estrategias”, a cargo de Sabrina Cartabia. Es interesante ver cómo han olvidado (incluso esta abogada) el fundamento central de la justicia: esta debe tener sus ojos vendados para que sea imparcial, para que todos seamos iguales ante la ley.

Cada quien tiene el derecho de hacer y decir lo que quiera, mientras no afecte a un tercero. Estas personas tienen todo el derecho a llevar adelante este campamento, así como yo tengo el derecho a opinar sobre el mismo.

A lo que nadie tiene derecho, es a manipular la mente de los niños, de adoctrinarlos y de sembrar en ellos el odio hacia el prójimo.