martes, 28 de febrero de 2017

DEUDA Y RESERVAS DEL BANCO CENTRAL


Por Héctor GIULIANO
(22.2.2017)

En la actualidad la Argentina vuelve a acercarse a tener los niveles históricos más altos de Reservas Internacionales (RI) en el Banco Central (BCRA): hoy estas reservas ascienden a 50.800 MD (Millones de Dólares - con redondeo - según datos de la prensa al 22.2).
Cuando asume el gobierno Macri, en Diciembre de 2015, el saldo de las reservas heredado de la administración Kirchner era de unos 25.000 MD.

Ergo, el quantum de tales reservas hasta la fecha se ha duplicado.
Pero ocurre que este elevado monto de divisas que constituyen las reservas de la Argentina no es propio del BCRA sino producto de haber tomado sistemáticamente deuda – directa e indirecta - para sostenerlo.

En base a la última información oficial disponible del BCRA – al 15.2 - el cuadro de situación de la posición de reservas propias del BCRA es el siguiente:
  1. El stock total de reservas es de 48.600 MD (≡ 751.800 M$-Millones de Pesos, al tipo de cambio mayorista de 15.46 $/US$). Pero:
  2.  A este importe hay que restarle los encajes bancarios depositados como cuentas corrientes en el BCRA, que suman 23.650 MD.
  3. Y también hay que restarle las deudas por Otros Pasivos (fundamentalmente el swap de monedas con el Banco Popular de China) por 12.350 MD.
  4. Descontando este subtotal de 36.000 MD (por ambos conceptos) del total de las Reservas brutas – los 48.600 MD del punto 1) - el stock neto o stock de reservas propias del BCRA queda reducido a 12.600 MD.
  5. Más si a este saldo se le resta además la deuda cuasi-fiscal por Lebac – que son pasivos de corto plazo emitidos en gran escala por el BCRA y que suman hoy 726.600 M$ (≡ 47.000 MD) - tenemos que el saldo real de reservas propias  pasa a ser ya muy fuertemente negativo: 34.400 MD (-).
¿Por qué restamos las Lebac del stock de reservas netas?
Porque estas obligaciones – cuya finalidad teórica es regular la Oferta Monetaria – en la práctica son un subproducto obligado de la política cambiaria y no de la política monetaria directa del BCRA:
a)    Porque una parte de las reservas se compran o pueden comprarse – como en los tiempos del kirchnerismo – con emisión de pesos sin respaldo, cuyo contravalor son las divisas que ingresan; pero estos pesos emitidos se absorben inmediatamente vendiendo Lebac al grupo oligopólico (u oligopsónico) de los grandes bancos que operan con estos instrumentos de deuda en la plaza argentina.
b)    Porque igualmente se utiliza en forma masiva la operación inversa, esto es, la colocación de Lebac para absorción o esterilización de los pesos que se emiten por el ingreso de divisas – que es la variante utilizada hoy esencialmente por la administración Macri – aunque con la importantísima observación de que tal ingreso de divisas corresponde no sólo a tradicionales liquidaciones de exportaciones (en su mayoría agro-pecuarias) sino fundamentalmente a moneda extranjera que entra al país por la toma creciente de deuda externa y por el ingreso de capitales especulativos o golondrina que lo hacen para lucrar con el arbitraje entre tipos de cambio y tasas de interés: con dólar estable y retrasado combinado con tasas de interés locales extraordinariamente altas (del orden del 24-25 %).
c)    Porque el aumento de la Base Monetaria (BM) derivado de la pesificación de divisas de las reservas sirve para presentar una paridad teórica – o tipo de cambio aparente – más baja que la real: 17.20 $/US$ (BM 835.300 M$ / IR 48.600 MD). (*)

Y esta última relación – sostenida artificialmente con la toma de deuda externa y la entrada de capitales financieros de corto plazo – se mantiene para aguantar la política de atraso cambiario del BCRA.     
¿Y por qué la autoridad monetaria – a cargo de Federico Sturzenegger – se empeña en sostener tal retraso del tipo de campo o política de dólar barato?

Porque la administración Macri se encuentra total y absolutamente condicionada por su política institucional de gobernar con deuda – primordialmente nueva deuda externa – y para ello necesita un tipo de cambio bajo ya que el Estado Argentino recauda en pesos y tiene que convertir esos pesos a moneda extranjera para pagar los servicios de las deudas con el extranjero.

De allí que el gobierno dependa de mantener el retraso del tipo de cambio porque, caso contrario, no podría garantizar el pago de esos servicios de la deuda externa – servicios de los que sólo se abonan los intereses porque el capital o principal se refinancia totalmente (hasta el último centavo) y además se coloca deuda adicional -  de modo que la actual política de dólar barato queda atada al cordón umbilical del capital especulativo internacional, cuyo flujo determina así el sentido de toda la política financiera local del BCRA en materia monetaria, cambiaria y bancaria.

Por eso decimos que el gobierno Macri no defiende hoy el valor del peso argentino – gravemente carcomido por un proceso inflacionario que su administración no sabe frenar y que, como agravante, retroalimenta con la falta de controles de precios, con el aumento extra-ordinario de las tarifas de servicios públicos y con el nivel elevado de las tasas de interés – sino que, en lugar de preocuparse por el valor del peso su objetivo central es defender el valor del dólar a través de la apreciación del peso.

Debido a que si el gobierno incurre en una nueva macro-devaluación – después del fracaso de la devaluación de Diciembre de 2015, que se licuó con el traslado masivo a precios de dicha devaluación – nuestro país no sólo corre el riesgo de quedar desubicado dentro del circuito perverso de refinanciación permanente de su deuda en moneda extranjera sino que arriesga además la posibilidad cierta de caer en un nuevo default o cesación de pagos.
Éste es el principal problema de fondo financiero-fiscal de la administración Macri, un problema que las autoridades tratan de ocultar a la opinión pública en complicidad con todos los grandes medios de prensa del establishment y también – salvo honrosas pero minoritarias excepciones - con la complicidad de la partidocracia política con representación parlamentaria; asociados todos en el enmascaramiento de la nueva crisis de Deuda que vive nuestro país.
Esta dependencia estructural o institucional del Sistema de Deuda perpetua – como lo venimos observando hace tiempo – compromete no sólo la estabilidad financiera sino también la estabilidad política del gobierno Macri; con el agravante que esta vulnerabilidad se acentúa en el presente año electoral.
    

(*) NOTA:

En los hechos, la deuda por Lebac expresa el costo financiero de la política de contención del tipo de cambio por parte del BCRA dado que si éste no mantuviera su régimen de altas tasas de interés locales tales fondos migrarían en masa al mercado del dólar, provocando la suba de la paridad, con riesgo cierto de una nueva macro-devaluación del peso para tener que corregir o blanquear el retraso cambiario que hoy se sostiene con deuda.
Esta política de altas tasas de interés para frenar la corrida hacia el dólar produce y agrava el cuadro de situación económico-financiero de la Argentina:
a)    Porque – con el argumento de la lucha anti-inflacionaria – se incrementan las tasas de interés, que son también un factor de inflación porque se trasladan al sistema de precios a través del costo financiero de las empresas.
b)    Porque esta política tiene efectos recesivos directos sobre la actividad productiva, manteniendo el esquema de estanflación (estancamiento con inflación) que sufre nuestro país. Y
c)    Porque sustrae enormes sumas de dinero de capacidad prestable a la actividad privada productiva, que va a parar así a sostener el sistema de servicios de la Deuda Pública y a subsidiar el negocio y la rentabilidad de los bancos.

La deuda cuasi-fiscal del BCRA por Lebac constituye así la fuente de sangría financiera más relevante del Estado Argentino después de la Deuda de la Administración Central.