viernes, 13 de mayo de 2016

SENESTRARI, DE INVESTIGADOR A INVESTIGADO


Alfil, 12 mayo, 2016

Cuando a principios de mes el Tribunal Oral Federal Número 2 virtualmente absolvió al ex jefe de la desaparecida División Drogas Peligrosas, Rafael Sosa, por los delitos más graves que le enrostró la acusación, el fiscal Enrique Senestrari no estuvo en la sala de audiencias. Pese a su protagonismo voluntario en el denominado “narcoescádalo”, eligió ausentarse del país y visitar al papa Francisco.

En esa oportunidad, integró una comitiva junto al ex candidato a la Corte Suprema de la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner, Roberto Carlés, miembros del Consejo de la Magistratura y jueces federales.
Convenientemente, el acusador no presenció el estrepitoso fracaso de la hipótesis que mantuvo durante casi tres años y que lo llevó de investigador a investigado.

Por unanimidad, los jueces Hugo Vaca Narvaja, Daniel Herrera Piedrabuena y Mario Garzón descartaron los cargos por asociación ilícita y privación ilegítima de la libertad que el funcionario militante promovió en contra del ex comisario y le impusieron una pena leve, por incumplimiento de deberes. Sosa quedó en libertad inmediatamente, ya que estuvo detenido dos años y medio.
Al sentenciar, el Tribunal Oral recordó que sigue vigente la orden de captura de Juan Francisco “El Francés” Viarnes, cuyo testimonio originó (y prácticamente sostuvo) la causa. Incluso, le recomendó al Ministerio de Justicia que ofrezca una recompensa para quienes aporten datos que permitan dar con su paradero.

Además, ordenó que se investiguen los roles del actual concejal Tomás Méndez (presentador del programa ADN) y de Senestrari en la pesquisa.

Los fundamentos del fallo, que se leyeron el martes, explicitaron la intención del tribunal, que busca que la sociedad cordobesa tenga precisiones respectó a qué pasó durante los casi tres años que insumió la tramitación del caso.
Así, recordó que pesa sobre el Ministerio Público Fiscal (por mandato constitucional y por las leyes que rigen su actuación) el deber de llevar adelante investigaciones serias, integrales, fundadas y objetivas, requisitos que, según valoró, no se dieron en el denominado “narcoescándalo”.
A lo largo de más de 200 páginas los magistrados criticaron a la Justicia Federal y sugirieron varias pesquisas. Básicamente, hablaron de una situación de orfandad probatoria y recordaron que, pese a ello, Senestrari acusó y pidió hasta 15 años de prisión por delitos graves.

Los jueces remarcaron que la causa quedó asentada en la declaración del civil “arrepentido” Viarnes; concluyeron que la mayor parte de sus dichos no se comprobaron y que los policías lo utilizaron ilegalmente en operativos, lo cual respaldó la condena de los uniformados por incumplimiento funcional.
También subrayaron que el rol de Viarnes trascendió el de mero “buchón” y que su actuación era conocida por muchos más policías que aquellos que llegaron a juicio, lo que evidenciaba la “desorganización oficial para trabajar con informantes”. Por esa razón, pidieron que se abriera una causa más extensa, sobre agentes retirados o transferidos a otras reparticiones.

Quedó claro que para el tribunal de ningún modo se pudo esclarecer la teoría de Senestrari, quien a partir de los dichos de Viarnes sostuvo que los agentes que llevó al banquillo de los acusados pedían coimas, robaban drogas para revenderla y “plantaban” estupefacientes a inocentes.
Los vocales le reprocharon a Senestrari haber dejado en libertad a Viarnes pese a que, en base a la misma imputación, solicitó la prisión preventiva para los policías acusados.

Es muy llamativo que el investigador no tomara en cuenta el prontuario de Viarnes, sobre quien pesa una condena por robo agravado y secuestro extorsivo. A ello se suma que cuando fue detenido (y propició con sus dichos el inicio de la instrucción contra los agentes de Drogas Peligrosas) llevada en su poder dólares falsos. Sin embargo, en julio de 2013, su planilla prontuarial figuraba en blanco.
En otro tramo de los lapidarios fundamentos se explicitó la sospecha de que Senestrari usó maliciosamente la declaración de un testigo y que la incorporó a la causa extemporáneamente.
Paralelamente, los jueces quieren que se indague sobre el rol del actual concejal Méndez, el primero en divulgar el caso en su programa de Canal 10, ADN. Al declarar en el debate, el comunicador dijo estar “arrepentido” de haberse metido.
Si bien el fallo fue unánime, en su voto en solitario Garzón pidió extender la investigación contra la camarista Liliana Navarro, quien al momento de comenzar la pesquisa era secretaria.

Para Garzón, no sólo es llamativa la excarcelación concedida a Viarnes en aquel momento, sino que entiende que Navarro debió apartarse ya que tenía una manifiesta enemistad con Sosa.
Días antes, en declaraciones a Cadena 3, fue contudente: “Los que condenan no son los jueces, son las pruebas, y no existieron”.
En esa entrevista, consideró que los cordobeses deben saber qué sucedió realmente y que debe haber una investigación amplia, de la cual no deben quedar excluidos los operadores judiciales.

Garzón detalló que ese planteo de pesquisa incluye determinar por qué dijo lo que dijo Viarnes; con quién está conectado; cómo llegó a Córdoba; cómo se relacionó con Méndez y cuáles fueron los “fines y las ganancias” de los protagonistas.
Con la clausura del debate llega la hora de las consecuencias. El abogado de Sosa ya adelantó que le pedirá a la Justicia que se le reintegren a su asistido los haberes que no cobró mientras estuvo preso.

Para Senestrari habrá costas. Sin olvidar el revuelo que generó cuando reclamó y, aval de la Corte mediante, logró retener la causa por la muerte del policía Juan Alós, es oportuno recordar otros pasos que dio, como el allanamiento a la Jefatura de Policía con fuerzas nacionales, que generó una situación de conflicto institucional innecesaria, para llevar agua al molino de una teoría que no prosperó.

También deben citarse las extensas privaciones de libertad que promovió para algunos de los implicados.
Cabe pensar que el investigador nunca tuvo pruebas o que, si las tuvo en su momento, las perdió, lo cual revelaría una incapacidad funcional que lo inhabilitaría para seguir siendo fiscal. En vista de ello, es previsible que haya demandas contra el Estado por daños y perjuicios y que se pida su destitución.