lunes, 11 de junio de 2018

¿INGRESO UNIVERSAL PARA REDUCIR LA DESIGUALDAD?



Peter Goodman 

La Nación, economía, 10 de junio de 2018 

Esta ciudad en el valle central de California funcionó por mucho tiempo como muestrario de los problemas desgarradores que aquejan la vida de EE.UU. La crisis inmobiliaria que convirtió a Stockton en un epicentro del desastre nacional de las expropiaciones dejó quebrada la ciudad. Gente sin hogar hacinada en carpas junto a las vías del tren, tiendas tapiadas sobre veredas quebradas, violencia de pandillas.

Ahora Stockton es lugar de un experimento simple, pero no ortodoxo. Prepara planes para entregar sin condiciones US$500 por mes a unas 100 familias. La prueba podría comenzar en el otoño boreal y seguiría alrededor de dos años.

Como primera ciudad estadounidense en probar el ingreso básico universal, Stockton verá lo que sucede. Lo mismo harán gobiernos y científicos sociales de todo el mundo, al explorar cómo compartir más ampliamente las riquezas del capitalismo en tiempos de creciente desigualdad económica.


¿Las madres solteras usarán el dinero para pagar por el cuidado de sus niños y, así, tomar clases universitarias? ¿La gente que se enfrenta a la opción entre comprar útiles escolares y pagar la cuenta de la luz tendrá más estabilidad económica? ¿Las familias agregarán comida más sana a sus dietas?

La lógica del ingreso básico universal es que si todos reciben dinero -ricos y pobres, ocupados y desocupados- se elimina el estigma de los planes tradicionales y se asegura el sustento para todos.

No parece accidental que una ciudad de California se haya convertido en el lugar para probar la idea. El Estado ha probado desde hace mucho nuevos enfoques de gobernancia y la desigualdad económica es una preocupación.


El concepto de ingreso básico ha ganado adherentes en el mundo como potencial estabilizador, frente a una insurrección populista que acecha al orden económico liberal nacido en la Segunda Posguerra Mundial. Es abrazado por pensadores sociales que buscan reimaginar el capitalismo para distribuir mejor sus ganancias, y por tecnólogos preocupados por el poder destructor del empleo de sus creaciones. La idea cautivó a activistas e intelectuales desde hace siglos.

En el siglo XVI, la novela Utopía de Thomas More sugirió que los ladrones se verían disuadidos mejor por la asistencia pública que por el temor a una sentencia de muerte. En tiempos más modernos, el reverendo Martin Luther King Jr. proponía "el ingreso garantizado". El legado de King pesa en Stockton, gobernada por un alcalde que hace historia, Michael Tubbs, de solo 27 años.

Tubbs se crió en el sur de Stockton, donde los prestamistas y las tiendas de empeño explotan la desesperación de los pobres. Su padre estuvo en prisión por un crimen vinculado con las pandillas. Su madre trabajaba en servicios al cliente de un centro médico y tenía dificultades para pagar las cuentas y dependía de los subsidios del Estado. Su madre lo mantenía dentro de la casa, temerosa de los peligros que existían al otro lado de la puerta.

Recuerda estar parado junto al buzón de su casa abriendo una carta que anunciaba su aceptación a una universidad, mientras llegaban autos policiales, con las luces destellando, para arrestar al hijo de un vecino por tráfico de drogas. Se enroló en la Universidad de Stanford. En su anuario de la escuela secundaria, sus amigos anotaron felicitaciones por "haber escapado de aquí". Fue pasante en la Casa Blanca del presidente Barack Obama. Tras graduarse del college en 2012 enseñó estudios étnicos, gobierno y sociedad en un secundario y fue concejal de la ciudad de Stockton.

El día que fue elegido el presidente Trump, los votantes de esta ciudad de 300.000 habitantes pusieron a Tubbs al mando. Creada como centro de abastecimiento durante la quimera del oro del siglo XIX, Stockton evolucionó para convertirse en un centro de trabajadores migrantes de las explotaciones frutícolas y de vegetales del valle central de California. Para el nuevo milenio se había convertido en ciudad dormitorio, con hogares accesibles para trabajadores de lugares caros como San Francisco y Silicon Valley. La crisis inmobiliaria llegó de modo salvaje. La tasa local de desempleo subió al 19% en 2011.

Cuando asumió Tubbs, casi uno de cada cuatro residentes era oficialmente pobre. El ingreso medio de los hogares era de alrededor de US$46.000. Solo 17% de los adultos de 25 años o más tenía título universitario.

"La pobreza es el mayor problema -dijo el alcalde-. Todo lo que enfrentamos deriva de eso".

Cuando asumió, su personal recomendó el ingreso básico como un medio para atacar la pobreza. En contraste con los programas del gobierno que estipulan cómo debe gastarse el dinero, el ingreso básico supone que la gente pobre sabe cuál es el uso más apropiado del dinero. En vez de llenar formularios y esperar a ser entrevistadas, las personas pueden dedicar sus esfuerzos a buscar trabajo, capacitarse o pasar tiempo con sus hijos.

En el otro lado del mundo Finlandia iniciaba su proyecto piloto. La provincia canadiense de Ontario se preparaba para un experimento. Una organización sin fines de lucro, GiveDirectly, daba dinero a gente pobre en zonas rurales de Kenia.

En una conferencia en San Francisco, en la primavera boreal, Tubbs fue presentado a Natalie Foster, cofundadora del Proyecto de Seguridad Económica, que promueve el concepto de ingreso básico universal. Chris Hughes, cofundador de Facebook, es parte del proyecto.

En Silicon Valley, el ingreso básico se había vuelto una idea de moda para responder a la angustia colectiva por los efectos sociales de la tecnología. El Proyecto de Seguridad Económica estaba en busca de una ciudad que sirviera como base de prueba.

Stockton es diversa, con más de 40% de sus residentes hispanos, alrededor de un 20% asiáticos y un 14% afroamericanos. El grupo de Foster acordó entregar US$1millón para un nuevo proyecto: SEED, Stockton Economic Empowerment Demonstration (Demostración de Empoderamiento Económico de Stockton). Esa cifra ni de cerca basta para financiar nada universal, pero sirve como experimento.

Para quienes desarrollan el plan, si este se considera una muestra solo debe darse dinero a la gente más responsable. Pero si se trata de un experimento científico, el dinero debe dispensarse al azar, con la probabilidad de que algunos malgasten en drogas.

En una reunión en la intendencia, la jefa del proyecto SEED, Lori Ospina, urgió a diseñar el plan de modo que rinda datos científicos. Eso implica elegir participantes sobre la base de criterios demográficos estrechos.

La prueba de Stockton buscará rechazar la noción de que la gente que necesita ayuda es porque no se esforzó lo suficiente. "Se trata de cambiar la narrativa respecto de quién es merecedor", según explicó el alcalde. El tiempo dará los resultados.