“He visto contenidos de Educación Sexual de
muchos países; los de Argentina son los peores”
Claudia Peiró
Infobae,16 Sep,
2025
“Conozco los
contenidos de Educación Sexual de varios estados de los EEUU, de Canadá, Gales,
Australia, Nueva Zelanda, Colombia; también el material que se promueve en
muchos países a través de la ONU. Y el de Argentina es uno de los peores que he
visto”, dijo la autora de “You’re teaching my child What?” (¡¿Qué le están
enseñando a mi hijo?!), recién traducido y publicado en nuestro país).
La reconocida
psiquiatra estadounidense Miriam Grossman vino a la Argentina invitada por la
asociación Padres Unidos (contra la ideología de género en la escuela) y por
Citizen Go, que previamente le habían enviado los libros y manuales que se
distribuyen en varias provincias argentinas para el dictado de Educación Sexual
Integral (ESI) a fin de que los analizara. Grossman dio una conferencia en la
Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires, de la que la anfitriona fue la
legisladora Marina Kienast, y presentó en la UCA la flamante edición por
Hormesis de su libro en castellano. También participó de varias reuniones con
autoridades y profesionales vinculados a niñez y adolescencia, en particular de
un desayuno al que asistieron funcionarios nacionales, senadores y diputados de
diferentes sectores políticos, psicólogos, docentes, integrantes de la Sociedad
Argentina de Pediatría e investigadores.
Miriam Grossman es
muy conocida en su país y en el mundo por su prédica contra la ideología de
género y la doctrina queer, por estar basadas en creencias y no en ciencia.
Desde el año 2008
se dedica a exponer los peligros de los contenidos de ESI -detectados en la
atención a sus pacientes- y en julio de 2023 publicó Lost in Trans Nation. A
Child Psychiatrist’s Guide Out of the Madness (“Perdidos en la Nación Trans.
Guía de una psiquiatra infantil para salir de la locura”, Amazon), como
resultado de su experiencia en el tratamiento de jóvenes con angustia respecto
de su sexo.
También ha
testificado en el Congreso de los EEUU en relación a estas temáticas y ha dado
conferencias en diversas instituciones, incluyendo la Cámara de los Lores y las
Naciones Unidas. Grossman participó, entre otros, del documental “¿Qué es una
mujer?”
Lo primero que
dejó en claro es que los objetivos de la ESI no son los que proclaman sus
promotores -prevención de abusos y cuidado del cuerpo y la salud-: “El
fundamento no es la salud sino la libertad sexual a toda edad”, aseguró.
Esto se traduce en
un incremento alarmante de casos de enfermedades de transmisión sexual y de
abortos entre adolescentes. También de depresión y otros trastornos, como lo
fue constatando ella en sus años de atención a menores en consultorio.
“Los fundamentos
de la sexualidad moderna son que toda restricción sexual es mala”, dijo y en
consecuencia se debe “luchar contra todos los tabúes”. También se parte del
concepto de que “los chicos son sexuales, tienen pensamientos sexuales y
cometen actos sexuales”.
“De allí viene la
idea de que la ESI debe arrancar a muy temprana edad”, explicó. Al respecto,
citó la frase del educador Haim G. Ginott: “Los niños son como el cemento
fresco, todo lo que cae sobre ellos deja huella”. Un principio que debería
inspirar prudencia y adecuación de los contenidos a las edades, pero el enfoque
que actualmente se les da a estos temas pasa por encima de toda precaución.
“La ESI celebra la
actividad sexual a edad temprana -afirma Grossman-. Por eso tenemos una
explosión de enfermedades sexuales. El comportamiento sexual temprano está
relacionado con la depresión adolescente”.
No es sólo el
físico el que se está desarrollando, lo mismo pasa con el cerebro, que madura
hasta los 25 años. “El cerebro de un adolescente tiene un córtex prefrontal
inmaduro. Que es la parte que toma buenas decisiones, que piensa las
consecuencias de los actos”, detalló.
“Es difícil para
los jóvenes, todavía inmaduros, tener sexo casual sin involucrarse
emocionalmente”, dijo. En ¡¿Qué le están enseñando a mi hijo?!, escribió que
“las imágenes por resonancia magnética muestran que, en momentos de alta carga
emocional, los cerebros adolescentes se guían por las emociones instintivas, no
por la razón”. Y concluye: “No es la ignorancia la que está causando todos esos
embarazos e infecciones; es el cableado cerebral aún incompleto”.
“Padres -advertía
entonces- si creen que los objetivos de la educación sexual son prevenir el
embarazo y las enfermedades, los están engañando. Deben entender que estos
planes de estudio están basados en una ideología que probablemente ustedes no
comparten. Esta ideología valora, por encima de todo -de la salud, la ciencia o
la autoridad de los padres- la libertad sexual”.
Fue por lo que vio
en su consultorio que Grossman se puso a analizar los contenidos de los libros
de ESI en los que halló evidencia de sexualización infantil (“exponer a niños y
adolescentes a imágenes sexuales y enseñar conductas que no son apropiadas para
su edad”) y de grooming (“reclutar al alumno para un sistema de pensamiento opuesto
a las creencias de su familia”).
De hecho, en base
a esa evidencia Padres Unidos promueve una campaña para que las familias
rechacen el dictado de esos contenidos a sus hijos y quiere impulsar acciones
legales y demandas colectivas.
La exposición a
imágenes inadecuadas va insensibilizando al niño poco a poco, explicó. Se lo
confunde acerca de su imagen corporal y se promueve un comportamiento sexual
prematuro. Desde muy temprana edad, se les habla de la posibilidad de disfrutar
del propio cuerpo a solas y con otros. “A los niños de jardín de infantes no se
les debe hablar de placer, que es un concepto adulto”, dijo Grossman.
En la charla en la
Legislatura, organizada por Padres Unidos y Citizen Go, y de la que fue
anfitriona la legisladora Marina Kienast, Miriam Grossman proyectó imágenes
tomadas de los libros de ESI que se distribuyen en varias provincias y en
particular en las escuelas de la provincia de Buenos Aires.
A los docentes se
les dice que no deben vincular “la genitalidad al género de forma única y
lineal, o sea: no se puede relacionar nene=pene y nena=vulva; tienen que
enseñar que una persona con pene no es necesariamente un varón”, señaló. “O
sea, introducir ideología de género a los 5 años. Se les enseña que, cuando
nacieron, tal vez los adultos se equivocaron al ‘asignarles’ un sexo. ¿Una niña
se siente niña? No, lo aprendió”, agregó.
Mostró imágenes
del juego de cartas NOS, destinadas a introducir temas y preocupaciones que con
frecuencia no están en la mente de los chicos de 9 años a los que van
dirigidas. En ellas se ve a un niño con un adulto en la bañera (“¿quién es el
señor de la bañera?”), a dos varoncitos besándose en la boca (“no lo hacen a
esa edad”, dijo), etc.
En otro juego
propuesto para chicos de 10 a 14 años [N. de la R: forma parte de los
materiales del plan ENIA, destinado a prevenir el embarazo adolescente], se dan
consignas como “Dibujar un pene erecto tamaño natural”, o para chicos de 15,
explicaciones acerca de qué son los lubricantes y para qué sirven.
También mostró
imágenes de un librito que permite a niños desde 5 años “armar” su propio
cuerpo a piacere, para naturalizar la idea de la transición sexual. Un juego de
niños, al parecer, según los promotores de la ESI.
“Imágenes como
éstas normalizan el estar separado del propio cuerpo, que se puede tener el
cerebro de un sexo y cuerpo del otro. La lección es que pueden tener un cuerpo
como quieran”, dijo Grossman.
Los destinados a
preadolescentes y adolescentes no son menos perturbadores: mujeres con pene,
varones con vulva, otros con ambas cosas…
La doctora
Grossman fue categórica: “Todos los mamíferos son masculinos o femeninos. Hay
diferentes formas de ser mujer y de ser varón. Hay niñas más ‘masculinas’ y
varones más ‘femeninos’. No están en un cuerpo equivocado. Es un tema de
personalidad”.
Actualmente, a
esos menores se los incita a la transición de género y a procedimientos que no
son reversibles ni inocuos.
“Hay personas con
angustia respecto de su sexo; se trata de un desorden psicológico”, afirmó.
Pero “los niños están siendo adoctrinados en ideología de género: les dicen que
la percepción es más importante que la realidad”.
“Pero la realidad
fundada en la biología es que el sexo es binario”, aseguró. “La meta de la ESI
es hacernos cambiar la forma de pensar sobre el sexo. ¿Crees que alcanza con
ver los genitales para determinar el sexo?, preguntan, por ejemplo, y afirman
que la lista de autopercepciones es infinita y que existen tantos cuerpos como
identidades”.
“No les hacemos un
favor a los adolescentes al decirles que la genitalidad no cuenta -advirtió-.
Se los pone en camino de extirparse órganos sexuales sanos, de esterilizarse”.
Llegan al extremo
de decir que “no hay órganos sexuales masculinos o femeninos, que los cuerpos
no tienen género, que lo que cuenta es la identidad”.
Siguió proyectando
imágenes tomadas de los libros de ESI locales -(“Perdón por mostrar esto, pero
esto es lo que ven sus hijos”, dijo) como la imagen de dos adultos desnudos en
un vestuario, destinada, señaló, a normalizar situaciones que no lo son. “Se
les dice a las niñas que borren las banderas rojas, se les enseña a reprimir el
reflejo de alerta ante una presencia extraña, adulta, masculina”.
Hizo una pausa y,
mirando al público, declaró: “Estoy dispuesta a ir a la cárcel para que mi
nieto no vea esto”.
“En los años 80 y
90 los padres se preocupaban porque sus hijos estaban teniendo sexo y
consumiendo drogas. Esos eran días buenos -dijo Grossman, no sin ironía-. Ahora
no pueden dormir porque sus hijos son víctimas de una psicosis colectiva: creen
que mujer y varón son conceptos inventados por hombres blancos heterosexuales.
Creen que sus mentes y cuerpos no coinciden y que con fármacos y operaciones
los pueden cambiar y ser felices. ¿Cómo traigo a mi hijo de nuevo a la
realidad? era su dilema. Por eso escribí Lost in Trans Nation”.
También señaló que
esta “cruzada de ideas falsas y peligrosas” ha sido “muy exitosa”, en buena
medida porque “instituciones en las que confiamos priorizan las ideas y la
política por encima de verdades biológicas básicas”.
En referencia a la
“explosión de transgenerismo” que se vive en los últimos años, contó el caso de
una joven de 15 años, Ema, que se hacía llamar Oliver, convencida de que era un
varón atrapado en un cuerpo de mujer y cuyo padre le pidió a ella que
interviniera.
Grossman le dijo a
Ema que, “aunque su malestar -su angustia respecto a su sexo- era real, la
causa era psicológica”.
“Por decir eso a
mis pacientes me acusaron de estar haciendo terapias de conversión. Fui investigada
por decirle a Emma que ella nunca será un varón”, contó.
“En 2008 -dijo
Grossman- vi cómo Planned Parenthood les decía a los alumnos que el sexo está
entre las piernas y el género entre las orejas. Vi decirles que es normal que
no coincidan, y que lo que cuenta es el género. Masculino y femenino son
creaciones arbitrarias. La idea de la humanidad binaria es falsa y opresiva. El
género es un espectro y se puede cambiar. Los varoncitos no serán
necesariamente hombres en la adultez”.
“La verdad es que
el sexo es binario desde la concepción misma. La nueva vida es femenina o
masculina para siempre”, sostuvo. Pero se enseñan estas ideas falsas como
verdades, como certezas, agregó, y aseguró que se trata de “una receta para
problemas físicos y emocionales” que hoy son evidentes, en referencia al
incremento exponencial de casos de adolescentes -mayoritariamente mujeres- que
sufren de disforia de género. “No me da placer decir que estaba en lo cierto”.
“Las falsedades
que vi en la educación fueron endosadas por mis colegas psiquiatras”, dijo, en
lo que constituye una de las razones de la extensión de este fenómeno. Al
respecto, evocó el término groupthink (pensamiento de grupo), del psicólogo
Irving Janis -inspirado a su vez en el “1984” de George Orwell-, que alude al
mecanismo por el cual los integrantes de un grupo -de toda una sociedad en
ocasiones- adaptan su opinión a la del conjunto, aceptando incluso
proposiciones irracionales.
Esto está pasando
con la ideología de género. “Las autoridades silencian los debates -dijo
Grossman-. Organizaciones como la Sociedad de Endocrinología, la Academia
Americana de Pediatría, y la de Psiquiatría, abandonaron la atención basada en
evidencia que es la base práctica de la medicina”.
Estas asociaciones
permiten que en nombre del conjunto de sus integrantes se difundan ideas
erróneas y no admiten debates ni responden a las críticas.
No es muy distinto
de lo que sucede aquí, donde la comisión directiva de la Sociedad Argentina de
Pediatría (SAP) expresó su “profunda preocupación”, por el Decreto de Necesidad
y Urgencia (DNU) 62/2025, de febrero pasado, que prohibió los tratamientos
hormonales y las cirugías de cambio de sexo en menores de 18 años. La SAP
invocó la “autonomía progresiva” del menor, llamó “avance” a la Ley de
Identidad de Género y reiteró toda la doctrina que justifica estos
tratamientos, es decir que no aplicarlos “aumenta la prevalencia de depresión,
ansiedad e intentos de suicidio”. Está claro que los 20 mil pediatras que
integran la SAP no fueron consultados para esta toma de posición.
El DSM (Manual
Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales de la Asociación Americana
de Psiquiatría), en su 5a edición, cambió el término “desorden de género”, por
el de “disforia de género”. Es decir, dejó de ser un trastorno psiquiátrico
para ser un “malestar”, una “disconformidad”. Ahora bien, explicó Miriam
Grossman, este cambio no fue resultado de nueva evidencia científica, sino de
la presión de un lobby. Y no fue excluido del todo del DSM para que no perdiera
la cobertura de los seguros médicos. O sea, un criterio financiero y no médico.
“La psiquiatría
siempre consideró que era un desorden de identidad”, dijo Grossman. Y aclaró
que esto no tiene nada que ver con la orientación sexual: “Los gays o lesbianas
son personas que están en paz con sus cuerpos”.
“Pero hacia los
años 2000, la idea de que lo masculino y lo femenino están en la cabeza se
volvió movimiento social. Los activistas decidieron que había que normalizar y
que llamarlo ‘desorden’ equivalía a estigmatizar”, dijo.
“No se pueden
tomar decisiones médicas por compasión. Fue una capitulación ante fuerzas
políticas y culturales y así se montaba el escenario para que las Emas dijesen
‘soy varón’ -siguió diciendo-. Los pacientes confían en la medicina, asumen que
hubo un debate serio para tomar estas decisiones y la mayoría de los médicos
piensan eso”.
Pero en realidad
los métodos aplicados a estos casos (el gender affirmative care, que equivale a
seguir la autopercepción del menor) parten de la base de que “Emma sabe bien
quién es y qué tratamiento necesita sin importar su edad ni su estado mental”.
“Aseguran que esto
está basado en evidencia. ¿pero cuál es la evidencia para interrumpir el
desarrollo normal de un niño? -preguntó-. Cuando los profesionales dicen que
esto está respaldado por décadas de estudios y experiencia, están mintiendo”.
Los riesgos de
estos tratamientos superan los beneficios. Pero los médicos no pueden expresar
su discrepancia. “Las cirugías llamadas de reasignación hacen falsas vaginas y
falsos penes. El próximo paso será nada, eunucos, y dirán que eso es normal”,
predijo.
“Los adolescentes
son alentados a esto, se los llama valientes, héroes, se los incita a la
transición. Al comienzo se sienten bien pero luego de un tiempo el malestar
vuelve porque su origen es otro”, señaló.
“Esto es una
guerra contra la humanidad -agregó-. Buscan generar una infertilidad que
requerirá de fecundación asistida, de tecnologías de reproducción muy
sofisticadas. Esto es tan grande y oscuro que no es normal. ¿Castrar menores?”
Finalmente, llamó
a enfrentar esto: “En el mundo hay luz y oscuridad. Si enciendes una pequeña
llama traes luz en esta oscuridad”.
A los padres los
alentó a ser combativos, a tener coraje, a no tener miedo, a estar convencidos:
“Tenemos que expresar la verdad, la realidad, la moral. Nuestros hijos esperan
eso de nosotros. Esta es una guerra espiritual y por eso quiero dejarles una
frase de Proverbios 12:19 que dice que la verdad permanecerá para siempre, pero
la mentira solo por un momento. Las mentiras van a caer; está en nosotros hacer
que esto suceda antes. Espero con ansias escuchar pronto buenas noticias de
ustedes”.