“El siglo XXI no
será el siglo de América ni de China, sino el de la interdependencia.”
Zbigniew
Brzezinski -1928/2017.
Por Grl Heriberto
Justo Auel
Foro Patriótico
Manuel Belgrano, 19/10/2025
EL CAMBIO
GEOPOLÍTICO MUNDIAL EN EL SIGLO XXI
LA EUROPA QUE NO
ENTENDIÓ A TOYNBEE
LA HORA DE LAS
AMÉRICAS
1. EL CAMBIO
GEOPOLÍTICO MUNDIAL EN EL SIGLO XXI.
Vivimos en estas
primeras semanas de Oct 25 las graves consecuencias de una confrontación
vergonzosa y dramática -en algunos aspectos-, provocada por la arremetida de
quienes corporizan y representan a la compleja síntesis asociada de lo peor de
nuestro reciente pasado
-los remanentes
revolucionarios castro comunistas, el narcoterrorismo y el globalismo- que,
como fiera herida de muerte, desarrollan ataques en todos los frentes posibles
y en particular contra el débil oficialismo legislativo. El Socialismo Siglo
XXI -nombre actual del castrocomunismo- intenta evitar su desaparición o muerte
política en las elecciones del 26 Oct 25. En el último párrafo de nuestro
ensayo del pasado mes de Sep 25 (1), decíamos:
“En síntesis: la
Argentina se encuentra en un momento de alta tensión política y económica y a
pocas semanas de elecciones claves que deciden su futuro: o triunfa la
“contrarrevolución” o regresa a la “revolución narcocastrocomunista”, con el
apoyo de no pocos inconscientes “idiotas útiles”. La Argentina EN TRANSICIÓN,
–parada en el umbral del siglo XXI– puede avanzar decididamente a la nueva
etapa de la civilización posindustrial o regresar al OSCURO PASADO kk, bajo
“Cristina libre”.
La intensidad
cuantitativa y cualitativa de los bochornosos hechos preelectorales ocurridos y
de los que seguramente ocurrirán en los próximos días, nos indican la necesidad
de ampliar el encuadramiento situacional que nos ha llevado al umbral de lo que
llamamos “La Segunda Argentina Posindustrial” (2), siempre que el electorado
argentino continúe sosteniendo a la “contrarrevolución” en las próximas
elecciones de medio tiempo.
La historia de las
relaciones internacionales atraviesa hoy una de sus inflexiones más
trascendentes desde la Paz de Westfalia -1648- y de la posguerra -GM II /
1945-. Nos encontramos -como advirtiera Gramsci– en una “etapa de transición”
en la que el viejo orden liberal, hegemonizado por el Occidente Cristiano -con
núcleo fundacional en Europa- se debilita aceleradamente, sin que un nuevo
equilibrio global se haya consolidado plenamente.
Durante casi ocho
décadas el poder mundial descansó en una arquitectura atlántica y unipolar,
sostenida por la supremacía económica, militar y cultural de los EE.UU. y sus
aliados. Sin embargo, el agotamiento interno de ese modelo -la pérdida de la
cohesión cultural/civilizatoria, el desgaste de las instituciones
multilaterales y la erosión del liderazgo moral de Occidente han abierto paso a
un nuevo sistema multipolar y competitivo, en el que Oriente emerge como “nuevo
eje del poder global”.
El pensamiento de
McKinder -que veía en el control del “Heartland” la llave del dominio mundial-
recupera plena actualidad frente al reposicionamiento estratégico de Rusia, de
China y de la India. Paralelamente, el principio napoleónico de que “la
geografía es la madre de la estrategia” recobra vigencia, en un mundo donde los
corredores energéticos, marítimos y digitales son los nuevos teatros de disputa
y el pensamiento de Haushofer también regresa, con la “búsqueda de un nuevo
equilibrio de poder” entre los dos hemisferios -el talasocrático y e
telurocrático-. La expansión del BRICS+, de la OCS -Organización de Cooperación
de Shanghái- y de las iniciativas de la Franja y la Ruta de la Seda, expresan
la búsqueda de un orden alternativo al diseñado tras la GM II.
Como lo señaló
Brzezinski, el siglo XXI no pertenece a una sola potencia, sino a la
“interdependencia estructural entre múltiples centros de poder”. La
globalización ya no se traduce en homogeneidad, sino en competencia sistémica y
en la coexistencia de modelos culturales y civilizatorios distintos. Al mismo
tiempo la advertencia de Toynbee resuena con fuerza: las civilizaciones suelen
caer por desgaste interno, antes que por agresión externa: “Toda gran cultura
muere por suicidio, no por asesinato”. Occidente -particularmente en su núcleo
fundacional europeo- enfrenta una grave crisis de legitimidad, fragmentación
política y pérdida de identidad cultural, que limitan su capacidad de
proyección estratégica. Está hoy ausente en las mesas de las grandes
decisiones.
En este contexto
el dominio no se define solo por el territorio o por las armas, sino -como
predijo Churchill- “por la capacidad de gobernar la mente y la información”. La
competencia por el poder cognitivo, la inteligencia artificial, los datos y el
relato mediático, configura la nueva frontera del poder global. Los imperios
del futuro son, ante todo, imperios del conocimiento. Por último, la reflexión
de Eric Hoffer nos ofrece una lección estratégica central: “solo las naciones
que sepan aprender, adaptarse y redefinir su visión del mundo heredarán el
porvenir”.
La rigidez
doctrinaria o la nostalgia por el pasado serán los verdaderos enemigos de la
supervivencia geopolítica.
El cambio
geopolítico contemporáneo no es un episodio, sino un proceso histórico de larga
duración. Su signo principal es el tránsito:
de la hegemonía a
la pluralidad,
del dominio
territorial al control informacional,
y de la ideología
universalista a la coexistencia de culturas y civilizaciones nacionales.
La humanidad
asiste al fin del “orden occidental” y al nacimiento de un “incierto orden
cultural y civilizatorio multipolar”, donde la geopolítica vuelve a ser el arte
supremo de comprender el poder, el espacio y la cultura en movimiento.
2. LA EUROPA QUE
NO ENTENDIÓ A TOYNBEE
Europa fue el
núcleo fundador del Occidente Cristiano y como tal, culturizó y civilizó a las
Américas. Toynbee -filósofo de la Historia- observó -desde su intimidad- la
caída del Imperio Británico. Vio anticipadamente el “suicidio de Europa”. Este
no fue un hecho repentino ni un colapso único, sino un proceso histórico
prolongado que se extendió desde la GM I -1914/1918- hasta la llegada de un
“nuevo Sheriff” (3) en EE.UU., que origina la transformación geoestratégica
global en curso que omite a la UE dejando a su “autodestrucción” en total
evidencia.
El poder marítimo
británico fue sustituido -luego de la GM II- por el poder aéreo y nuclear de
EE.UU. y de la URSS –“Acta del Atlántico” de por medio– . La OTAN – 1949-
convirtió a Gran Bretaña en “aliado subordinado” de Washington. El Canal de
Suez -1956– fue el punto de inflexión definitivo: el fracaso de la intervención
británica – junto con Francia e Israel- frente a Egipto, marcó el final del
papel imperial independiente. A partir de Suez Londres asumió su rol como
potencia secundaria dentro del bloque occidental. Cambio su mentalidad: del
Imperio a la Commonwealth. Se le promovió una transición “honorable” -la
independencia de las “colonias”– formando la Commonwealth: una red voluntaria
de excolonias. Fue una manera de mantener cierta influencia cultural y
diplomática, aunque ya sin poder real. Pero Londres quedó como eje del “capital
financiero internacional” y el resentimiento imperial se hizo “globalismo”,
verdadero acelerador del suicidio europeo que ha dado lugar a la presente
“batalla cultural”, con base en Washington.
Como todo cuerpo
social débil -transculturizado- la UE -contractiva y resentida- regresó a la
violencia de sus guerras civiles autodestructivas: provocó la guerra civil
rusa/ucraniana. Nuestro Instituto -en soledad- planteó de ese modo a la nueva
guerra civil europea aún en curso, frente a una desinformación generalizada que
inculpaba a Rusia como “potencia agresora”. En los últimos días hemos tenido la
oportunidad de escuchar a un testigo privilegiado de los hechos que comentamos,
que nos permiten comprobar el acierto de nuestro posicionamiento. Se trata de
una entrevista promovida por Glenn Diesen -profesor especializado en asuntos
internacionales rusos, geoeconomía y Eurasia- y de Harald Kujat -General
retirado que comandó a las Fuerzas Armadas Alemanas -Jefe de la Bundeswehr- y
luego presidió el Comité Militar de la OTAN. –https://www.youtube.com/watch?v=e3MiU4Gw-bY–
Veamos cuales son los argumentos del General Kujat:
1. Causa y provocación del conflicto:
Kujat rechaza la
idea de que Rusia haya invadido “sin provocación”. Recuerda la “agresión
terrorista” de las poblaciones de cultura rusa en el Donbás, como un componente
ignorado en muchos análisis occidentales.
2. Crítica a Occidente, la OTAN y las
narrativas dominantes:
Una parte
importante de la entrevista gira en torno a cómo Occidente utiliza ciertos
conceptos, por ejemplo: “invasión a gran escala”, “agresión desprovista de
provocación”– con fines políticos y mediáticos. También analiza el rol que
algunas potencias occidentales habrían desempeñado para obstaculizar
negociaciones de paz, citando el caso del ex primer ministro británico Boris
Johnson y su visita a Kiev para evitar la firma de un Acuerdo de Paz ya
pactado. Asimismo habla del sabotaje a los Acuerdos de Minsk y de la dificultad
de mantener un diálogo serio entre Occidente y Rusia, dada la falta de
confianza acumulada.
3. Visión sobre la diplomacia y las
negociaciones de paz:
Kujat analiza los
intentos de arreglo diplomático -conversaciones en Estambul- y señala que, en
su perspectiva, las partes no estaban dispuestas a ceder o negociar en serio
ciertos puntos fundamentales. También subraya que los costos estratégicos de
seguir el conflicto han ido escalando de forma muy significativa.
4. Revisión de narrativas militares y
estratégicas:
Kujat cuestiona a
ciertos supuestos estratégicos occidentales: la intencionalidad rusa de ocupar
todo el territorio ucraniano, por ejemplo. También discute la incompatibilidad
entre los compromisos de seguridad europeos, el papel de la OTAN y las
ambiciones rusas, en un contexto de escalamiento verbal sistémico, que llega a
la amenaza nuclear.
Esta guerra civil
europea -clara manifestación de su debilidad cultural- se constituye un hito
final de su larga agonía por suicidio -en términos de Toynbee- del núcleo
fundador del Occidente Cristiano. No solo el poder imperial ha migrado por
sobre el Atlántico, luego de la GM II. La guerra ruso/ucraniana y la llegada de
Trump a Washington han trasladado a las Américas el meridiano central del
Occidente Cristiano y la responsabilidad de su recuperación, imprescindible
para enfrentar el desafío que plantea el resurgimiento del Oriente Asiático.
Ello fue lo que obligó a EE.UU a recuperar a
Iberoamérica, prioritariamente. Rusia, con un pie en Occidente y el otro en
Oriente, es el natural y actual “pivote estratégico”. La cumbre de Alaska ha
precedido naturalmente a la de Trump/Xi Jinping. Con la Paz encaminada en Medio
Oriente, EE.UU./China tratarán el fin de la guerra europea y este es el
encuadramiento político/estratégico de la inédita alianza estratégica de Buenos
Aires/Washington.
¿SE ENTIENDE CUÁL ES LA IMPORTANCIA -EN
NUESTRA PATRIA- DE LAS PRÓXIMAS ELECCIONES DE MEDIO TIEMPO?
3. LA HORA DE LAS
AMÉRICAS.
La llegada de
Donald J. Trump a la presidencia de los EE.UU. -en Ene 17- marcó un punto de
inflexión en el sistema internacional surgido tras el fin de la Guerra Fría
-1991-. Durante más de dos décadas, la hegemonía norteamericana había sostenido
un orden unipolar articulado en torno a la expansión del libre comercio, las
instituciones multilaterales y la proyección global del modelo
liberal-democrático. Sin embargo ese consenso comenzó a resquebrajarse ante el
ascenso de China, la reemergencia de Rusia, la fragmentación europea y el
creciente desgaste interno de la sociedad estadounidense. En ese contexto la
administración Trump inauguró un giro geoestratégico profundo, caracterizado
por el retorno del realismo nacional, la revalorización de la soberanía estatal
y la competencia entre grandes potencias como principios estructurantes del
nuevo orden mundial.
Desde 1991 el
sistema internacional se configuró bajo la égida de un “momento unipolar” –
Krauthammer, 1990-, en el cual EE.UU. ejerció un liderazgo global casi
incuestionado. A través de la OTAN, las instituciones financieras
internacionales y la diplomacia liberal, Washington definió las reglas del
comercio, la seguridad y la gobernanza global.
Pero hacia
mediados de la década de 2010, este modelo comenzó a erosionarse:
La República
Popular China se consolidó como potencia económica y tecnológica.
La Federación
Rusa, bajo Vladimir Putin, retomó una política exterior de afirmación
geopolítica.
La Unión Europea
enfrentó crisis de legitimidad, soberanía y cohesión -Brexit, migraciones,
populismos-.
En UU. se amplió
la brecha entre las élites globalizadas y las clases trabajadoras desplazadas
por la desindustrialización y las guerras interminables. Este escenario preparó
el terreno para un replanteo estratégico de la función de EE.UU. en el mundo
con un giro geoestratégico de la Globalización al Realismo Nacional – “America
First”.
Trump propuso
abandonar la lógica del “orden liberal internacional” para reinstalar un
realismo de poder: el Estado-Nación como unidad soberana que actúa en función
de su interés nacional.
Su lema “America
First” sintetizó una política exterior transaccional: los compromisos
multilaterales se subordinan al beneficio directo de los EE.UU.. Esto se
tradujo en:
La salida del
Acuerdo Transpacífico (TPP) y del Acuerdo de París -sobre el clima-.
La renegociación
del NAFTA -convertido en USMCA-.
La revisión
crítica del gasto militar estadounidense en apoyo a la
Trump cuestionó la
utilidad estratégica de alianzas tradicionales y presionó a Europa para
aumentar su gasto en defensa. Al mismo tiempo buscó una aproximación táctica
hacia Rusia, con el fin de concentrar recursos frente al verdadero competidor
sistémico: China. El Documento de Estrategia de Seguridad Nacional de 2017 -NSS
2017- estableció un cambio doctrinal decisivo: la “guerra contra el terrorismo”
dejaba de ser el eje central de la política de defensa, reemplazada por la
“competencia entre grandes potencias”. Desde entonces, Washington comenzó a
delinear una arquitectura de contención del poder chino en el Indo- Pacífico,
fortaleciendo alianzas como el QUAD -EE.UU., India, Japón y Australia- y el
AUKUS -EE.UU., Reino Unido y Australia-. La atención estadounidense se trasladó
del Atlántico al Indo-Pacífico, desplazando el centro de gravedad del poder
mundial. Ello implicó una reconfiguración de la jerarquía internacional: Europa
perdió relevancia relativa, mientras Asia se consolidó como el epicentro de la
competencia global.
Las consecuencias sistémicas del giro fueron
las siguientes:
Fin del
unipolarismo: se consolida una transición hacia la multipolaridad, con la
emergencia de varios polos de poder -EE.UU., China, Rusia, India, UE-.
Reaparición del
pensamiento geopolítico clásico: los factores espaciales, energéticos y tecnológicos
vuelven a dominar el análisis estratégico.
Fragmentación del
Occidente político: Europa busca autonomía estratégica frente a la dependencia
de Washington.
Transformación de
la guerra: la competencia se expresa en dominios híbridos – ciberespacio, inteligencia
artificial, control de cadenas tecnológicas-.
Reconfiguración
institucional: proliferan organismos y bloques alternativos – BRICS+,
Organización de Cooperación de Shanghái, acuerdos energéticos en monedas
locales-.
Con posterioridad
-2021/2025- aunque la administración Biden restauró un discurso
multilateralista, la estructura del giro estratégico iniciado por Trump
permaneció intacta. El enfrentamiento sistémico con China se profundizó, la
guerra en Ucrania reactivó la OTAN y el sistema internacional quedó polarizado
en torno a dos bloques:
el Occidente
ampliado liderado por EE.UU.,
y el eje
euroasiático sino-ruso con creciente influencia en el Sur Global.
El orden mundial
posterior a 2017, por tanto, puede definirse como competitivo, fragmentado y
tecnológicamente conflictivo, con la geoeconomía y la seguridad como ejes de
poder. El giro geoestratégico inaugurado por Donald Trump significó el fin de
la era globalista y el retorno del poder como categoría central de la política
internacional. EE.UU. abandonó la pretensión de gobernar un orden liberal
universal para defender su posición relativa en un entorno multipolar. Con
ello, la geopolítica reemplazó al idealismo normativo y la rivalidad entre
grandes potencias volvió a ser el motor de la historia internacional. En
síntesis, desde 2017 el mundo transita una fase de reconfiguración estructural,
en la que la estabilidad ya no depende de instituciones universales, sino del
equilibrio dinámico entre centros de poder regionales. Este proceso -aún en
curso- redefine las nociones mismas de hegemonía, soberanía y seguridad en el
siglo XXI.
En la Segunda
Administración Trump se reactiva la recuperación del Hemisferio Occidental y
EE.UU. prioriza al “patio de atrás”. En mayo de 2024 se realizaron en el Atlántico
Sur los ejercicios “Gringo-Gaucho II”, con la participación del portaviones USS
George Washington y unidades de la Armada Argentina. Posteriormente un decreto
presidencial argentino autorizó el ingreso de oficiales del Naval Special
Warfare Command estadounidense, para entrenamientos combinados -Operación
“Tridente”- en bases de Mar del Plata, Puerto Belgrano y Ushuaia durante 2025.
Estos movimientos consolidan la interoperabilidad militar entre ambos países y
la apertura de corredores logísticos en el Atlántico Sur, área clave para el
control de rutas bioceánicas y el acceso antártico.
La dimensión
política y estratégica de estas actividades combinadas están sostenidas por la
afinidad ideológica entre Milei y Trump, que ha favorecido una alianza político-doctrinaria
sustentada en tres pilares:
Defensa del mundo
occidental y de la democracia liberal frente a regímenes
Rechazo del
intervencionismo chino y ruso en América
Promoción de la
seguridad hemisférica compartida, bajo liderazgo
En el plano económico
Washington ha brindado a Buenos Aires respaldo financiero y diplomático en
paralelo con acuerdos de cooperación en materia de energía, defensa y lucha
contra el crimen organizado. El eje Ushuaia–Atlántico Sur–Antártida: La
posición argentina ofrece a EE.UU. una proyección estratégica hacia el
Atlántico Sur y la Antártida, espacios de creciente competencia global por
recursos naturales, tránsito marítimo y posicionamiento científico. Las
negociaciones sobre infraestructura logística conjunta en Ushuaia -aunque
sujetas a debate interno- reflejan el interés de ambos gobiernos por establecer
una presencia permanente en la zona austral. La recuperación de las Is.
Malvinas es un objetivo insoslayable. El fortalecimiento del eje
Washington-Buenos Aires, tiene efectos múltiples:
Reequilibrio
hemisférico: consolida un polo de poder atlántico-suramericano alineado con
UU., en contraposición al bloque bolivariano y a la influencia extrarregional
de China.
Disuasión y
contención: contribuye a limitar la expansión de redes ilícitas, pero también
funciona como elemento de presión sobre Caracas y La Habana.
Riesgos de
soberanía: en Argentina, sectores políticos y académicos advierten sobre la
posibilidad de una dependencia estratégica excesiva o cesión de espacios sensibles.
Reacciones
internacionales: China, Rusia e Irán han manifestado su rechazo a la
militarización creciente del hemisferio, previendo respuestas diplomáticas.
Conclusiones: La
segunda presidencia de Donald Trump representa la consolidación de un nuevo
orden geoestratégico hemisférico. El retorno de la doctrina de poder nacional,
la proyección naval en el Caribe y la alianza preferente con Argentina
constituyen manifestaciones concretas de un modelo basado en la seguridad, la
disuasión y la competencia estructural entre potencias. Este proceso redefine
la arquitectura del Atlántico Sur y marca el inicio de una etapa donde
Iberoamérica vuelve a ser escenario de rivalidad global. Si el ciclo 2017/2021
significó la ruptura del globalismo liberal, el ciclo 2025/2029 encarna su
institucionalización geoestratégica, con una Casa Blanca que ya no busca
administrar un orden universal, sino asegurar su hegemonía relativa en un mundo
crecientemente multipolar. En ese marco, la alianza argentino-estadounidense se
perfila como uno de los vectores más significativos de la política
internacional contemporánea: un punto de convergencia entre el nacionalismo
estratégico norteamericano y la aspiración argentina de reposicionarse como
actor relevante del Hemisferio Sur.
“El siglo XXI no será el siglo de América ni
de China, sino el de la interdependencia.”
CITAS Y ACLARACIONES:
J. Auel. “Las
crisis que nos asedian y las que nos ocultan”. 06 Sep 25. www.ieeba.org
J. Auel. “La
“Segunda Argentina Posindustrial” está llegando”. 15 Ene 25. www.ieeba.org
J. Auel. “Hay un
nuevo Sherif en Washington”. 25 Feb 25. www.ieeba.org