una justa
rehabilitación de Colón, víctima del wokismo y la ignorancia histórica
Por Claudia Peiró
Foro Patriótico
Manuel Belgrano, 19/10/2025
“We love
italians”, dijo el presidente Donald Trump al firmar el pasado 9 de octubre una
orden ejecutiva para restituir el Columbus Day, día festivo que conmemora la
llegada de Cristóbal Colón a América. En los Estados Unidos, ha sido la
comunidad italiana la que ha mantenido vivo el recuerdo de la hazaña del navegante
genovés, apadrinada y financiada por Isabel de Castilla y Fernando de Aragón,
los Reyes Católicos.
El día seguía
siendo no laborable, pero el predecesor de Trump, Joe Biden, a tono con el
indigenismo ambiente, le había adicionado la mención “Día de los Pueblos
Indígenas”. Los críticos de Trump dicen que la medida tiene más de simbólico
que de efecto práctico. Es cierto, pero no por simbólica la medida es menos
trascendente.
Por otra parte, va
acompañada de un mensaje potente. En el texto del decreto, se describe a
Cristóbal Colón como “un titán de la Era de los Descubrimientos” y se lo llama
“héroe original de América” y “gigante de la civilización occidental”. Por si
no bastara con estos conceptos, revulsivos para la “sensibilidad” woke, el
documento también dice que el viaje de descubrimiento del genovés en 1492
representó el principio de “la herencia orgullosa de fe” de los Estados Unidos.
El texto nombra
incluso a los Reyes Católicos: “Por encargo de Fernando e Isabel de España,
Colón y su tripulación embarcaron en tres pequeños barcos –la Niña, la Pinta y
la Santa María– para zarpar en un peligroso viaje a través del Atlántico. Le
guiaba una noble misión: descubrir una nueva ruta comercial hacia Asia, traer
gloria a España y difundir el Evangelio de Jesucristo en tierras lejanas».
Trump tampoco se
privó de apuntar contra los promotores de la iconoclasia anticolombina que ha
arrasado con estaturas del navegante y de otros protagonistas de la
colonización española.
En efecto, el
documento denuncia la “campaña despiadada de la izquierda” para borrar el
nombre de Colón y promete “recuperar su legado extraordinario de fe, valor y
virtud”.
Fue el presidente
Franklin D. Roosevelt el que en 1934 convirtió en feriado nacional esta
celebración tradicional de los italianos en los Estados Unidos. Se celebra cada
segundo lunes de octubre. Este año será el 13.
Varios
comentaristas dijeron que no había nada que recuperar porque el feriado nunca
había sido cancelado. Pasan por alto no sólo la vandalización de las estatuas
sino también la prohibición en varias ciudades de los tradicionales desfiles
que ese día organiza la comunidad ítaloamericana.
Una de las
ciudades que canceló el festejo fue Los Ángeles, paradójicamente, fundada por
españoles.
En Nueva York, en
cambio, la estatua de Colón en Columbus Circle se salvó por poco del desguace
que intentaron varios activistas y referentes que encuentran más cómodo luchar
contra supuestos agravios del pasado antes que resolver las injusticias del
presente.
No tuvo la misma
fortuna el hermoso conjunto escultórico que adornaba el terreno de la Casa
Rosada en la Argentina en homenaje a Colón, por el capricho de una Presidente
que con un solo gesto ofendió a dos colectividades: la española, víctima de un
juicio anacrónico, y la italiana, que había donado el monumento.
Fake news
históricas
A lo largo de
estos años, se vivió una verdadera exacerbación del indigenismo que desembocó
en ataques a las figuras de Cristóbal Colón y del misionero franciscano fray
Junípero Serra (1713-1784), que evangelizó la costa oeste de los Estados
Unidos.
En el año 2017 por
ejemplo, hubo actos de vandalismo contra los monumentos que en California
recuerdan la obra misionera de Serra; son muchos, porque el franciscano es el
fundador de la mayor parte de las ciudades de la costa oeste de los Estados
Unidos, que por eso llevan nombres católicos: San Francisco, San Diego, Santa
Mónica, Los Ángeles, Sacramento, etc, etc.
El 19 de
septiembre de 2017, la estatua de San Junípero Serra en la misión Santa Bárbara
fue decapitada y bañada en pintura roja. El Santo misionero es acusado de
genocidio, algo tan falso como lo que se le atribuye a Cristóbal Colón, que no
era ningún santo pero tampoco fue un genocida.
Entre las cien
estatuas que en el hall del Capitolio recuerdan a importantes figuras de la
historia estadounidense, está la de Junípero Serra, considerado padre fundador
de muchas de sus ciudades. Juan Pablo II lo beatificó en septiembre de 1988. Y
el papa Francisco lo canonizó durante su visita a Estados Unidos.
Este “indigenismo
de salón”, según la definición de la historiadora española María Elvira Roca
Barea, autora de Imperiofobia y Leyenda Negra, “es furor en los departamentos
universitarios” buscando “enemigos destructores de los pueblos nativos a los
que agraviar” gratuitamente.
Como destacaba
esta ensayista en una entrevista en el diario El Mundo, los blancos de estos
ataques son principalmente figuras o símbolos del mundo hispanocatólico.
En una conferencia
dictada en mayo de 2014, el historiador Carlos Martínez Shaw, catedrático y
académico de la Real Academia de la Historia, afirmó que “la hecatombe de los
indios californios no se produce ni en el período español ni en el período
mexicano, sino cuando se desata la fiebre del oro y (…) es cuando esos indios
van a ser completamente diezmados y reducidos a muy poca cosa”.
El mito de la
conquista de México
Los últimos
presidentes mexicanos también se han embarcado en estos juicios hacia el
pasado, hasta el punto de exigir disculpas por parte de los actuales
gobernantes españoles. Y ofenderse cuando no las reciben.
De hecho, el
predecesor de Claudia Sheinbaum, Andrés Manuel López Obrador, se ofendió cuando
el politólogo argentino Marcelo Gullo dijo que México no fue conquistado sino
liberado por Hernán Cortés, en alusión al cruel dominio que los aztecas
ejercían en la región.
El historiador
mexicano Juan Miguel Zunzunegui apuntaba en el mismo sentido al decir: “Nos
molesta mucho que los españoles hayan llegado a Mesoamérica y 200 años antes
llegaron los mexicas (aztecas) que invadieron, sometieron, impusieron su dios y
saquearon, hacían sacrificios humanos, sacaban corazones y devoraban muslos.
¿Por qué esa parte no nos molesta? ¿No eran mexicanos los pueblos que estaban
aquí?”
Y enumeraba:
tlaxcaltecas, cholultecas, huejotzincas, xochimilcas, chalcas, totonacas,
tarascos…
“¿Por qué solo los
mexicas cuentan como México?”, preguntaba. Y definía a la conquista como un
“mito”: “Como siempre digo, 100 mil guerreros tomaron Tenochtitlán: ¡99.000
eran indígenas! ¿En qué mente perturbada asumes que los que sacan 40
corazones por día, los que así matan a más de 10.000 personas al año son los
buenos de la Historia y los que acaban con esta masacre son los malos?”
Pensar así, decía,
es creer que “los pueblos mesoamericanos que se unieron a los españoles eran
pendejos (sic) o traidores”. Y concluía: “Si todos los pueblos de Mesoamérica
prefirieron aliarse con el desconocido Cortés con tal de librarse de los
mexicas, ¿por qué no nos atrevemos a contar una historia en la que tal vez
todos odiaban a los mexicas por algo? No es que todos eran traidores o
pendejos, no es que todos se entregaron al extranjero porque eran malinchistas;
es que todos llevaban 100 años de sometimiento a sangre y lodo por los
mexicas”.
La historia como
herramienta de fragmentación
Contextualizar la
colonización española no implica negar el choque cultural que se produjo ni el
sufrimiento que implicó para algunos pueblos indígenas.
Pero el encuentro
entre ambos continentes, y entre civilizaciones muy dispares, tarde o temprano
se iba a producir y nada, salvo la ignorancia histórica, autoriza a pensar que
una conquista por otras naciones europeas hubiera sido una empresa caritativa.
O que América, antes de la llegada de los españoles era el paraíso terrenal.
Por otra parte,
una primera causa de muerte entre los nativos fueron las enfermedades contra
las que los indios no tenían inmunidad: el choque bacteriológico. Una variable
que no guardaba relación alguna con la nacionalidad del colonizador.
En cualquier caso,
los ataques de políticos y referentes de izquierda contra Colón serían risibles
de no ser porque deforman la historia y, sobre todo, desvalorizan el mestizaje
que fue la marca distintiva de la colonización española, patente en la
composición étnica de las naciones hispanoamericanas, y que debería ser motivo
de orgullo y no excusa para la fragmentación.
Como señala el
historiador francés André Larané, director de la revista Hérodote, “la
ignorancia salió al asalto de las estatuas y de la Historia, en la calle y en
las redes, los incultos parecen haber tomado el poder; pretenden reescribir la
Historia, pero deberían primero tomarse el trabajo de estudiarla”.