martes, 16 de agosto de 2011

MISTERIOS ELECTORALES


a la luz del Yin y el Yang

por
Jorge Raventos


El sábado 13, uno de los encuestadores serios que el oficialismo consulta (para enterarse de la realidad que otros encuestadores suelen dibujar), adelantó que la señora de Kirchner podía alcanzar los 50 puntos en las primarias del domingo 14. Leído el lunes 15 ese estudio parece visionario, pero el sábado, cuando el entorno de la candidata lo examinó, algunos de los miembros de ese círculo estimaron que se encontraban ante “una exageración”, “un delirio”, incluso.

Ni los propagandistas más febriles de la tesis de que “Cristina ya ganó” que venía esgrimiendo el oficialismo imaginaban la oleada de votos sobre la que surfeó la señora de Kirchner por todo el territorio nacional (con excepción de la San Luis de los Rodríguez Saa). El domingo, ya cerrado el comicio, los medios oficialistas sólo se atrevían a hablar de "un porcentaje superior a los 40 puntos".

Más allá de las prevenciones que el gremio de los encuestadores ha suscitado, por sus debacles, en todos sus clientes, aquel escepticismo tenía su justificación. No parecía plausible pronosticar aquel porcentaje (y mucho menos la cifra absoluta de sufragios que alcanzó la señora de Kirchner: más de 10 millones) a la luz de antecedentes cercanos: el voto del campo y del peronismo en Santa Fe y Córdoba había castigado a la política y los candidatos del oficialismo nacional.
Además, hasta que se empezaron a contar los votos, después de las seis de la tarde del domingo, en el gobierno temían que durante la jornada se hubiera materializado la revancha de los jefes territoriales del conurbano bonaerense. Se maliciaba una “traición de los barones”. Que no ocurrió: basta observar las cifras que la Presidente obtuvo en los partidos del Gran Buenos Aires y compararla con los votos que cosecharon los intendentes peronistas a nivel local para verificar que, salvo excepciones, coinciden. El fantasma del corte de boleta para vengar las ofensas recibidas en la confección de listas no se produjo.
El otro fantasma –el voto del campo- tampoco se hizo presente, No en la provincia de Buenos Aires: en Carmen de Areco, Chacabuco, Chivolcoy, González Chávez la señora de Kirchner superó con holgura el 50 por ciento de los votos y , nunca con menos de 40, ganó en todos los pueblos agropecuarios de la provincia.
Pero también triunfó en los pueblos santafesinos y cordobeses (en rigor: en casi todos) que una o tres semanas atrás castigaron a sus candidatos y votaron por hombres y mujeres que rechazan su política (y específicamente su actitud hacia el campo desde el año 2008).
¿Cómo explicar esa aparente contradicción? Haría falta acudir a ese principio básico de la filosofía taoista que explica la convivencia y complementación de los contrarios, la unidad del yin y el yang (“Todo tiene dentro de sí ambos, yin y yang y de su ascenso y descenso alternados nace la nueva vida”). Lo cierto es que, en un estudio de opinión pública de hace un mes, una empresa muy sería descubría que el 70 por ciento de los entrevistados expresaba su acuerdo con la idea de que “se necesita un gobierno nacional fuerte, que resista presiones” y una cifra idéntica afirmaba que “se necesita una oposición fuerte que no se deje llevar por delante por el gobierno nacional”. Esa combinación de respuestas también parecía contradictoria, salvo que uno las interpretara así: los entrevistados estaban señalando la necesidad de tener –simultáneamente- un gobierno nacional y una oposición fuertes. Es decir, aspiraban a un sistema político fuerte.


No estaría mal recordar que los argentinos aún llevan en sus retinas la memoria de la crisis del 2001, cuando el país orilló la anarquía y los partidos políticos volaron por los aires.
Lo que hoy está a la vista es que los partidos políticos no se han reconstituido. Los argentinos quieren una democracia fuerte (votan masivamente hasta en una encuesta a cielo abierto como las primarias) pero no encuentran consistencia en los partidos: el oficialismo es, básicamente, el partido del gobierno nacional; los otros, carecen de vida, son pobres de conceptos, giran alrededor de personalidades fuertes o, en el mejor de los casos, son expresión de gobiernos provinciales.
Si es posible encontrar una opción fuerte del lado del gobierno nacional, el arco partidario opositor defraudó a la sociedad por su impotencia para expresar fuerza, para balancear el sistema y controlarlo: había yin, pero no había yang.


El eje ejecutivo-gobierno / oposición legislativa-control perdió relevancia. La adquirió, en cambio, el eje poder central unitario-poder federalista-provincias. En verdad, ese eje ya adquirió actualidad en 2008, cuando el a la luz del conflicto del campo el federalismo fue la bandera frente a la concentración de recursos en la caja central.
Miradas desde esa perspectiva (y con la ayuda del yin-yang), las contradicciones entre los comicios de distrito y la elecciones primaria encuentra una lectura diferente: las sociedades que este domingo votaron a Cristina Kirchner expresaron su deseo de un Ejecutivo fuerte, que pueda garantizar gobernabilidad. Las mismas sociedades respaldaron gobiernos provinciales fuertes y autónomos, observaron en ellos el poder capaz de balancear a un poder central que puede tentarse (ya lo ha hecho) con un desborde que asfixie las producciones y lógicas locales.


Si esta fuera una interpretación cercana a la realidad, lo que se espera de unos y otros es la convivencia y la construcción de un poder en el que los dos principios (el poder y el control, el gobierno y la participación) se potencien y complementen. Que haya gobernabilidad y equilibrio.
El poder federalista se expresa hoy de un modo plural: hay gobernadores (y los habrá en mayor cantidad cuando termine el proceso electoral de las provincias) de diferentes signos partidarios (peronistas, socialistas, provincialistas, radicales, Pro). El sistema de partidos necesita renovación (es de esperar que ocurra, tras el golpe sufrido por la mayoría de las fuerzas opositoras, donde el sector de Binner y el Partido Obrero de Altamira aparecen hoy como módicas excepciones). Entretanto, la sociedad parece derivar a los poderes territoriales la tarea de fortalecer la República y controlar al centralismo, mientras con su voto a CFK subraya la necesidad de un poder que gobierne. Quizás, entre otros mensajes, la elección primaria del 14 dejó este. Hay que leerlos todos con mucha atención.