Causas del resultado del 14 de agosto
Por Rosendo Fraga
Se puede plantear un modelo de análisis político de acuerdo al cual, si en un país la economía está creciendo bien, el consumo es alto y la oposición está dividida, el oficialismo es imbatible.
Revisando las elecciones presidenciales en América del Sur de los últimos años, este modelo se cumplió acabadamente en Brasil con la elección de Rousseff, en Colombia con la de Santos, en Uruguay con Mujica y en Bolivia con la reelección de Evo. En los dos primeros países fueron tres triunfos sucesivos del oficialismo -como parece que sucederá en la Argentina el 23 de octubre- y en Uruguay y Bolivia dos. Como toda regla de análisis político tiene excepciones. En Chile y Perú el buen crecimiento de la economía no alcanzó para que oficialismo se impusiera.
Puesto en este modelo, el resultado del 14 de agosto es lógico.
Pero dos años atrás, en junio de 2009, el oficialismo sufría una dura derrota en las elecciones legislativas. Ese fue el año de peor crecimiento económico desde la crisis 2001-2002, ya que el PBI cayó casi 3% a consecuencia de la crisis global. La única elección que perdió el kirchnerismo, fue la que tuviera lugar en el único año de su gestión en el cual la economía no creció.
En cambio, cuando la Presidente ganó en 2007 con el 45%, el crecimiento económico era similar al de hoy.
Ahora, en las primarias abiertas y obligatorias, obtuvo 5 puntos más que en aquel entonces.
Una explicación política de ello, puede ser la diferente calidad de la oferta de la oposición. Entonces Carrió, que obtuvo el 23% y Lavagna 18%, sumaban entre ambos 41% de los votos, mientras que ahora Alfonsín y Duhalde reúnen sólo 25%. Los candidatos opositores en 2007 tenían una representatividad política -cada uno con su estilo- que los principales candidatos opositores de hoy no tienen, y esto puede explicar que entonces la diferencia en puntos a favor de Cristina Kirchner fuera de 22 puntos sobre el segundo y ahora se haya ampliado a 37.
En cuanto al voto del campo, pareciera que el oficialismo lo ha recuperado. Pero igualmente cabe señalar que salvo la particular excepción de San Luis, donde Cristina sacó 28% y se impuso el gobernador y candidato a Presidente Alberto Rodríguez Saa, de los tres distritos en los cuales obtuvo menos del 40% en dos el voto del campo es relevante (Santa Fe y Córdoba) y en el otro, la Ciudad de Buenos Aires, obtuvo su porcentaje más bajo después de San Luis, con el 30%. En los otros tres en los cuales la candidata oficialista superó el 40% pero no llegó al 50% fueron Entre Rios, La Pampa y Mendoza, donde el voto del campo también tiene relevancia. El voto de las ciudades y pueblos de las áreas rurales volvió al Gobierno, sin que ello implique necesariamente que lo haya hecho también el de los productores. Donde vota el campo el porcentaje del oficialismo ha sido claramente menor, aunque igual haya ganado.
Estos tres distritos grandes (Ciudad de Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba) fueron los tres que realizaron elecciones en las semanas previas al 14 de agosto y crearon un clima político más favorable hacia la oposición. El porcentaje en la Capital del país muestra que la Presidente obtuvo en este distrito prácticamente los votos de su candidato derrotado (Filmus): 3 puntos más que en la primera vuelta y 5 menos que en la segunda. Es claro que el voto de Macri no fue a Cristina sino a la oposición, pero en sus diferentes versiones.
En los restantes diecisiete distritos la Presidente superó el 50%; el record lo obtuvo en Santiago del Estero con el 80% (donde también lo obtuvo cuatro años atrás, con el 77%).
Desde el reestablecimiento de la democracia en 1983 hubo tres olas de voto nacional rondando el 50%: Alfonsín ese año, Menem diez años más tarde y ahora Cristina Kirchner. Son oportunidades en las cuales la adhesión cruza todos los segmentos sociales en mayor o menor medida y se gana en casi todos los distritos.
En este marco, hay tres factores que concurren a explicar el rotundo triunfo del 14 de agosto: el primero y obvio es la economía; el segundo y más discutible es la falta de calidad de la oferta opositora, tanto en cuanto a sus candidatos como en la construcción de una verdadera alternativa; la tercera y más sutil es que los factores emotivos juegan un rol cada vez más importante en todo el mundo al momento de definir el voto y la Presidenta los manejó con eficacia, mientras que este factor no estuvo en la visión de los candidatos opositores.
Por último, en mi opinión, el kirchnerismo está derivando en cristinismo y así, se votó a un gobierno de diez meses y no tanto a uno a uno de ocho años y medio.
NuevoEncuentro,19-8-11
Por Rosendo Fraga
Se puede plantear un modelo de análisis político de acuerdo al cual, si en un país la economía está creciendo bien, el consumo es alto y la oposición está dividida, el oficialismo es imbatible.
Revisando las elecciones presidenciales en América del Sur de los últimos años, este modelo se cumplió acabadamente en Brasil con la elección de Rousseff, en Colombia con la de Santos, en Uruguay con Mujica y en Bolivia con la reelección de Evo. En los dos primeros países fueron tres triunfos sucesivos del oficialismo -como parece que sucederá en la Argentina el 23 de octubre- y en Uruguay y Bolivia dos. Como toda regla de análisis político tiene excepciones. En Chile y Perú el buen crecimiento de la economía no alcanzó para que oficialismo se impusiera.
Puesto en este modelo, el resultado del 14 de agosto es lógico.
Pero dos años atrás, en junio de 2009, el oficialismo sufría una dura derrota en las elecciones legislativas. Ese fue el año de peor crecimiento económico desde la crisis 2001-2002, ya que el PBI cayó casi 3% a consecuencia de la crisis global. La única elección que perdió el kirchnerismo, fue la que tuviera lugar en el único año de su gestión en el cual la economía no creció.
En cambio, cuando la Presidente ganó en 2007 con el 45%, el crecimiento económico era similar al de hoy.
Ahora, en las primarias abiertas y obligatorias, obtuvo 5 puntos más que en aquel entonces.
Una explicación política de ello, puede ser la diferente calidad de la oferta de la oposición. Entonces Carrió, que obtuvo el 23% y Lavagna 18%, sumaban entre ambos 41% de los votos, mientras que ahora Alfonsín y Duhalde reúnen sólo 25%. Los candidatos opositores en 2007 tenían una representatividad política -cada uno con su estilo- que los principales candidatos opositores de hoy no tienen, y esto puede explicar que entonces la diferencia en puntos a favor de Cristina Kirchner fuera de 22 puntos sobre el segundo y ahora se haya ampliado a 37.
En cuanto al voto del campo, pareciera que el oficialismo lo ha recuperado. Pero igualmente cabe señalar que salvo la particular excepción de San Luis, donde Cristina sacó 28% y se impuso el gobernador y candidato a Presidente Alberto Rodríguez Saa, de los tres distritos en los cuales obtuvo menos del 40% en dos el voto del campo es relevante (Santa Fe y Córdoba) y en el otro, la Ciudad de Buenos Aires, obtuvo su porcentaje más bajo después de San Luis, con el 30%. En los otros tres en los cuales la candidata oficialista superó el 40% pero no llegó al 50% fueron Entre Rios, La Pampa y Mendoza, donde el voto del campo también tiene relevancia. El voto de las ciudades y pueblos de las áreas rurales volvió al Gobierno, sin que ello implique necesariamente que lo haya hecho también el de los productores. Donde vota el campo el porcentaje del oficialismo ha sido claramente menor, aunque igual haya ganado.
Estos tres distritos grandes (Ciudad de Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba) fueron los tres que realizaron elecciones en las semanas previas al 14 de agosto y crearon un clima político más favorable hacia la oposición. El porcentaje en la Capital del país muestra que la Presidente obtuvo en este distrito prácticamente los votos de su candidato derrotado (Filmus): 3 puntos más que en la primera vuelta y 5 menos que en la segunda. Es claro que el voto de Macri no fue a Cristina sino a la oposición, pero en sus diferentes versiones.
En los restantes diecisiete distritos la Presidente superó el 50%; el record lo obtuvo en Santiago del Estero con el 80% (donde también lo obtuvo cuatro años atrás, con el 77%).
Desde el reestablecimiento de la democracia en 1983 hubo tres olas de voto nacional rondando el 50%: Alfonsín ese año, Menem diez años más tarde y ahora Cristina Kirchner. Son oportunidades en las cuales la adhesión cruza todos los segmentos sociales en mayor o menor medida y se gana en casi todos los distritos.
En este marco, hay tres factores que concurren a explicar el rotundo triunfo del 14 de agosto: el primero y obvio es la economía; el segundo y más discutible es la falta de calidad de la oferta opositora, tanto en cuanto a sus candidatos como en la construcción de una verdadera alternativa; la tercera y más sutil es que los factores emotivos juegan un rol cada vez más importante en todo el mundo al momento de definir el voto y la Presidenta los manejó con eficacia, mientras que este factor no estuvo en la visión de los candidatos opositores.
Por último, en mi opinión, el kirchnerismo está derivando en cristinismo y así, se votó a un gobierno de diez meses y no tanto a uno a uno de ocho años y medio.
NuevoEncuentro,19-8-11