miércoles, 9 de abril de 2014

AUTORITARISMO Y SOBERBIA DE UNA IZQUIERDA OFICIAL



 JULIO BÁRBARO
EX DIPUTADO NACIONAL (PJ)
8/04/14

Escuchar a la Presidenta o a algunos funcionarios implica soportar amañados discursos que repiten consignas de pertenencia a supuestas izquierdas. Son todos tan de izquierda que el resto, nosotros, cualquiera fuera nuestra posición y nuestra historia, quedamos siempre denostados entre las oligarquías, los imperios y los monopolios.
Y lo dicen sin ponerse colorados. Como si ellos, los que gobiernan y viven como nuevos ricos, se hubieran comprado entre otras cosas también un pasado. Como si el poder y sus prebendas ocuparan el lugar de lo heroico y lo digno, y la resistencia al autoritarismo actual fuera solo tarea de elegantes conservadores.

Quiero recordar que los que tenemos derecho a hablar de la dictadura somos los que sufrimos sus consecuencias sin haber sido partícipes de la guerrilla en la democracia.
Aquellos que optaron por la violencia en democracia carecen de autoridad para hablar de dictadura cuando buscaron la confrontación. Ellos se equivocaron al creerse en condiciones de vencer a las fuerzas armadas, y sería hora de que asuman sus propios errores. Por eso cuando el senador Rodolfo Terragno se negó a votar el pliego de juez de Zaffaroni pudo, con dignidad, decir que se negaba a hacerlo por sus antecedentes en la dictadura. El juez demuestra su coherencia cuando se desvive por defender el autoritarismo actual.

El pasado no se puede inventar, y no fuimos muchos los que sufrimos la dictadura sin pertenecer jamás al campo de la violencia. No era lo mismo buscar la violencia que defender la democracia.
No habrá dos demonios, pero los violentos eran enemigos del pueblo cualquiera fuera el motivo que los impulsaba. Se creían superiores al derecho del ciudadano a votar. Ambos, los de derecha como los supuestos de izquierda. Reivindicar la guerrilla del pasado en la dictadura es un acto de justicia y respeto, hacerlo cuando enfrentó a la democracia es caer en la tesis de la minoría lúcida que guía a los pueblos.

El juez Zaffaroni expresa a buena parte del Gobierno: pasados oficialistas en la dictadura, verso liberal y revolucionario cuando la coyuntura lo vuelve beneficioso. Los intelectuales siempre se han sentido más convocados por los autoritarismos -que son elitistas- que por las democracias, que son más humildes y sinceras. Se dio con Hitler y con Stalin, a nosotros nos tocan errores residuales.

El oficialismo actual odia con saña al disidente.

Obra pública y tragamonedas, medios oficiales y burocracia, prebendas y aplausos mutuos: todo en nombre de un pasado falsificado y un presente deformado. La inflación de la moneda refleja la devaluación del discurso. Zaffaroni es la expresión transparente del Gobierno, un pasado sin revisar y un presente de los que se aplauden sólo para obedecer, y una ideología del todo vale. Y todo con mucha bibliografía. Como debe ser para un intelectual oficialista.