Rodolfo Terragno
El derecho de
autodeterminación corresponde a los pueblos, no a las poblaciones.
Así lo reconoce el
derecho internacional Un grupo que desea
pertenecer al estado colonial “no es un pueblo y, por lo tanto, no tiene
derecho a la autodeterminación” (Rosalyn Higgins, británica, ex presidente de la Corte Internacional
de Justicia).
Población y pueblo
son dos cosas distintas. Para convertirse en pueblo, los habitantes de un territorio
deben “considerarse a sí mismos como una sociedad distinta de la sociedad del
país que ocupa ese territorio” (Hurst Hannum, Berkeley).
Esos pobladores
necesitan tener una “identidad cultural” que los diferencie claramente del país
al cual pertenecen (Anthony Simpson, Comisión Internacional de Juristas,
Ginebra).
Deben ser (o
descender de) habitantes “autoctonos”; es decir, grupos que vivían en las islas
antes de la invasion colonial (Wolfgang F. Danspeck Grubel, Instituto de la Autodeterminación ,
Liechestein).
Hace falta que se
consideren “victimas” de una “opresión” y quieran “separarse” del poder
colonial. (Pete Radan, Macquarie University).
El diplomático inglés
Denzil Dunnet (Instituto Real de Asuntos Internacionales, Londres) recordó, en
un trabajo publicado por International Affaires, la posición que tuvo, sobre
este tema, el ex Primer Ministro británico Edward Heath (conservador;
predecesor de Margaret Thatcher). Basado en esos principios de derecho
internacional, dijo en el Parlamento que los habitantes de las Malvinas no
tienen derecho de autodeterminación.
Los isleños, al votar
como es previsible que voten, probarán que no reúnen ninguno de los requisitos
para gozar de ese derecho. Dirán que : Desean pertenecer al estado colonial.
No se consideran
distintos a la sociedad del Reino Unido.
No poseen identidad
cultural.
No descienden de un
pueblo autóctono.
No se sienten
víctimas de una opresión.
No quieren la
independencia.
Demostrarán, así,
algo que la Argentina
ha sostenido siempre: que ellos isleños no forman un pueblo y, por
consiguiente, carecen del derecho de autodeterminación.
Como británicos, que
son y han de proclamarse, no podrían tampoco ser árbitros en un conflicto entre
su país y la Argentina.
Llama la atención que
la Presidenta
y otras figuras políticas se hayan indignado ante el anuncio del plebiscito.
Pero hace lo
contrario.
Hablando en el Comité
de Descolonización de las Naciones Unidas, la señora de Kirchner se preguntó:
“¿Por qué [los británicos] no van a plantear un referéndum a Irak y
Afganistán?”. Esto implica que deberían hacerlo en aquellos países y, en
verdad, sería deseable que se les diera a irakíes y afganos el derecho de
elegir su destino. Esos sí que son pueblos, con genuino derecho a la
autodeterminación.
Fue poco feliz
ponerlos (o dejar creer que están) en el mismo plano que a los pobladores de
Malvinas.
Sin duda la señora de
Kirchner no quiso equipararlos. Acaso la haya traicionado su tendencia al
discurso improvisado, aun en cuestiones diplomáticas que requieren medir cada
palabra.
En todo caso, es hora
de que la Argentina
advierta cuándo las actitudes del Reino Unido y los isleños la perjudican, y
cuando involuntariamente la favorecen.
La ley británica ya
no considera a los pobladores del archipiélago, como había hecho durante largo
tiempo, “ciudadanos de un territorio de ultramar”. Los reputa ciudadanos del
Reino Unido.
Estos ciudadanos,
residentes en el Atlántico Sur, sienten el orgullo de ser británicos y ahora
podrán ratificar su pertenencia con el voto.
Cuando la ley
británica dice lo que dice, y los pobladores de las islas aceptan con su voto
tal condición, todo se vuelve a favor de la posición argentina.
Que los isleños se
declaren parte del Reino Unido no significa que pertenezca a su país el suelo
que pisan.
No pueden ser jueces
y parte.
Lo que hacen es
demostrar (sin quererlo) que el derecho de autodeterminación no les asiste.
Clarín, 17-6-12