martes, 19 de marzo de 2013

LÍDERES POLÍTICOS Y ESPIRITUALES




 Alejandro Alí Badrán*

La reciente elección del cardenal Jorge Bergoglio como papa Francisco, máxima autoridad religiosa de la feligresía católica, nos ha sorprendido más que gratamente a los miembros del Comité Interreligioso por la Paz (Comipaz).
Este flamante papa ha compartido con los que trabajamos por la paz varias tareas institucionales, como la Comisión Episcopal de Ecumenismo, Relaciones con el Judaísmo, el Islam y las Religiones (Ceerjir), y la Comisión de Ecumenismo y Diálogo Interreligioso de la Arquidiócesis de Buenos Aires.
Indudablemente, es un gran orgullo para todos los argentinos que un compatriota asuma el más alto cargo dentro del catolicismo, con la gran responsabilidad que ello implica. Sabemos de su capacidad de conducción y, por sobre todo, sus cualidades como hombre de bien, por lo que pedimos a Dios que bendiga al flamante papa Francisco y que lo guíe por el sendero de la paz.

Reflexionando sobre elecciones de guías religiosos, vemos algo que dice el islam. El liderazgo político, junto al elevado rango espiritual y las conducciones sociales, eran algunas de las funciones del profeta Mahoma (Muhammad). Con la muerte de este profeta, se cerró la puerta de la enseñanza divina de la revelación y su explicación.
Desde ese momento, y obligada esa nueva comunidad islámica a elegir un sucesor, se lo designa como califa (“jalifa”, en árabe, significa heredero de la tierra, en el sentido de que la tierra le ha sido entregada por Dios a la humanidad).
Fue elegido Abu Baker como primer califa, en un gobierno al que hoy calificaríamos de político, pues se ocupa de los asuntos concernientes a la vida mundana y material de la comunidad.

Se trata de una administración a la medida de los hombres que ya no guardan una relación especial con la divinidad, sino que buscan un líder capaz de unir y guiar a todas las personas a la verdad, a la justicia, a la defensa contra la opresión, a la paz y, en definitiva, a una vida feliz en este mundo, tanto en forma individual como social.
La visión política más común en la actualidad sostiene que el gobierno tiene como función específica sostener el orden material de la sociedad, garantizando su vida confortable, equitativa, y satisfaciendo sus necesidades elementales y naturales, al menos en teoría.
Los asuntos espirituales quedan al margen y son un ingrediente más, al que ni siquiera se da importancia, pues de esto se encargan las instituciones religiosas y no el Estado o el gobierno. En esta concepción, vemos que nos encomendamos a Dios y pedimos su ayuda en los momentos difíciles, cuando todos nuestros recursos humanos fracasan.
Un guía de los seres humanos no puede cercenar la realidad y pretender desconocer a Dios, gobernando sobre el cuerpo y sus necesidades –pan, salud y trabajo–, como las grandes metas, y descuidar el espíritu, la adoración y la obediencia a Dios. Se debe buscar la verdadera justicia, la realización plena del hombre, tener sensibilidad por los pobres y por los que más sufren, cuidar de la naturaleza y el equilibrio en el consumo.

En el islam, no está permitido que un político ejerza sus funciones independientemente de lo que establecen las leyes islámicas, contenidas en el Corán y la tradición del profeta, que son las que garantizan el orden y la armonía, de modo que la intervención del referente religioso es fundamental, por lo que rogamos al Altísimo que bendiga e ilumine a todos los gobernantes del mundo. Uassalamu Alaicum (La paz sea con todos).
*Imán, integrante del Comipaz

La Voz del Interior, 19-3-13