viernes, 23 de septiembre de 2022

BILLETA


 ¿seguirá matando galán?


por Enrique Guillermo Avogadro

23-9-22

 

"La política es el arte de conseguir que tus intereses egoístas parezcan intereses nacionales". Thomas Sowell

 

Ayer, quienes esperábamos un renovado show mediático en el que la “abogada exitosa” desplegaría su innegable arte escénico y nos regalaría profundas perlas de su pensamiento, quedamos absolutamente frustrados. La multiprocesada PresidenteVice sólo repitió esos clichés a los que nos tiene tan acostumbrados: lawfare, yo no fui, me persiguen por ser mujer, no sabía qué hacían mis socios ni mis funcionarios, pregunten a los jefes de Gabinete de Néstor y míos, sólo hicimos negocios legítimos con Lázaro Báez, el Poder Judicial no es democrático, el Congreso aprobó todo, la culpa es de Mauricio Macri y sus amigos del fútbol, etc.. Recordó las sospechadas piedras que rompieron los vidrios de su despacho en el Congreso y, por supuesto, no olvidó el atentado mortal que dice haber sufrido; fue cínica en extremo cuando dijo que la única puerta de un político que se conocía era la suya, después de haber convocado en su domicilio, por años, manifestaciones de apoyo, complicando la vida de tantos vecinos.

 

Lo más notable de su rara y endeble defensa, tanto en las palabras de sus letrados (confío en que le hayan resultado carísimos) cuanto de ella misma, es que nunca negaron la existencia de delitos y, por el contrario, sostuvieron que todos habían robado, refiriéndose a la administración de Macri; pretendieron que sus actos ya fueron juzgados y sobreseídos por la colonizada Justicia de Santa Cruz y por otro Tribunal que la absolvió sin juzgarla -está impugnado ante Casación- o como Norberto Oyarbide, que confesó que lo habían “agarrado del cogote” (sic) para obligarlo a dictar la sentencia que exculpó a ambos Kirchner del delito de enriquecimiento ilícito.

 

Pero ya se vio el truco, y ni siquiera un raro revólver a escasos centímetros de su cara le permitieron, según todas las encuestas, recuperar la magia perdida. El pánico a una grave condena -la sociedad mayoritariamente la reclama- que la embarga, surge claramente de sus propios dichos y los de sus principales lenguaraces, se llamen Alberto Fernández (auto-percibido Presidente de la República), Martín Soria (Ministro de Justicia y Derechos Humanos) o Gregorio Dalbón (su abogado patotero) contra los fiscales Diego Luciani y Sergio Mola, que incluyeron desde profecías de sumarios y despidos hasta veladas amenazas de asesinato al compararlos con el Fiscal Alberto Nisman.

 

La semana que comienza traerá los alegatos de las defensas Carlos Kirchner, el enriquecido primo, y de José López, el lanzador de bolsos, a quien la emperatriz hotelera dijo odiar como nunca ha odiado a nadie; habrá que ver entonces si éste acepta deglutir solo esta sopa de sapos. Luego, será la hora de las “palabras finales” de todos los encausados y, muy probablemente, antes de fin de año conoceremos la sentencia del Tribunal oral, que será apelada a Casación y, más tarde, a la Corte Suprema; o sea, falta mucho para que quede firme y se ordene su cumplimiento.

 

El jueves logró unificar, tras sus necesidades personales, a todo el peronismo que, así, renunció a cualquier matiz que lo diferenciara del kirchnerismo. Con el voto de tres legisladores aliados -Alberto Weretilnek (Río Negro), Magdalena Solari Quintana (Misiones) y Clara Vega (La Rioja), la tránsfuga que ingresó en la lista de Juntos por el Cambio- convencidos sin duda con algunas “efectividades conducentes” salidas de los bolsos del saqueo, el Senado dio media sanción al proyecto de ampliar la Corte Suprema, llevándola a 15 miembros. En el debate, los caraduras del H° Aguantadero adujeron que el desprestigio de la Justicia justificaba su voto, olvidando que ellos están muchísimo peor en la consideración ciudadana.

 

Otra vez este episodio –más la lujosa gira presidencial a Estados Unidos con 50 acompañantes y las dos horas de reunión de funcionarios para discutir el ¿problema? de las figuritas del mundial- mostró cuán lejos están los intereses personales de Cristina Fernández de las necesidades más urgentes de la sociedad, abrumada por la inflación, la pobreza y la inseguridad.

 

Si bien hoy parecería que esta iniciativa –tanto como la de suprimir las PASO- no pasaría el filtro de Diputados, donde las elecciones de 2021 redujeron sensiblemente el poder de fuego de la émula local de Nicolás Maduro, no deberíamos descartar que aparezcan oportunas billeteras capaces de “motivar” a ciertos opositores, en especial aquéllos dependientes de algunos gobernadores que mantienen llamativas asociaciones con Sergio “el Aceitoso” Massa.

 

A esta altura resulta lícito preguntarse para qué Cristina Fernández, su familia y los miembros de su banda robaron –y lo siguen haciendo- tanto, si no podrán llevar nunca más una vida razonable (abordar aviones comerciales, viajar al extranjero, caminar por la calle, comer en restaurants, ir al cine o al teatro, etc.) y ella no tiene ningún amigo –sólo cómplices- con quien compartir sus penas y alegrías.

 

Pero nada nos debe hacer olvidar, puesto que está en juego el futuro de la Argentina, que estamos ante la mayor tentativa de demolición de la República desde 1983, ya que quienes la conducen están encaramados en lo más alto del Estado, disponen de los mayores medios económicos acumulados con el impar latrocinio y la asociación con el narcotráfico y tienen en sus manos los principales resortes del Estado.