lunes, 5 de septiembre de 2022

CRISTINA Y ALBERTO


 en la historia universal de la infamia

 

Por Roberto Azzareto

 

Foro Patriótico Manuel Belgrano, 4-9.22

 

En 1940 seis diputados nacionales, tanto oficialistas como  opositores, fueron acusados por un senador nacional cercano al gobierno,  de instrumentar una maniobra para cobrar sobornos, en la expropiación  de tierras para el aeropuerto militar del Palomar.

 

De inmediato fueron expulsados de la Cámara de Diputados y de los respectivos partidos políticos.

 

Nadie  dijo “que se expida la justicia” o que “hay presunción de inocencia” o  que “hasta que la condena este firme en todas las instancias no puede  expulsarse a nadie de la Cámara”.

 

Tampoco ninguno habló de lawfare  ni acusó a connivencias entre medios, oligarquías, grupos empresarios,  sinarquías, imperialismos varios, a que nos tienen acostumbrados desde  hace largo tiempo algunos personajes para explicar sus falencias,  fracasos, desmanes e incluso crímenes.

 

Simplemente se actuó con  celeridad y decisión, porque, aún imperaban valores que apreciaban el  prestigio social, el nombre limpio, el honor, la trayectoria, la  decencia.

 

Hoy molesta cómo ofenden la inteligencia, negando el plan de  saqueo orquestado por Néstor Kirchner y continuado por su esposa y  sucesora en la presidencia.

 

Si un secretario privado, como lo  era, Daniel Muñoz, pudo acumular una fortuna superior a los cien  millones de dólares, ¿puede negarse la corrupción de la familia  presidencial?, ¿en qué país del mundo un secretario privado de un jefe  de estado puede lograr ese patrimonio? Seguro en ninguno en que impere  el derecho y cuente con instituciones fuertes.

 

Pero sobre todo  molesta y duele que, sectores juveniles, tradicionalmente los más  cuestionadores del poder, los supuestamente más principistas y más  reclamantes de reformas por la natural frescura de la edad, plena de  esperanzas en el mejoramiento social, tengan tanta obsecuencia con la  familia que organizó el saqueo más escandaloso de la historia argentina,  además de haber desaprovechado por su incompetencia, ignorancia,  prejuicios y aldeanismo, la oportunidad más cierta que tuvo nuestro país  para iniciar un ciclo de crecimiento y desarrollo que posibilitara  abatir la pobreza y evitar la indigencia.

 

Cristina  Fernández sabe que las causas demoran, antes de una sentencia  definitiva, demasiado tiempo. Por eso lo que la irrita, no es el temor a  la cárcel, sino la exposición diaria del alegato de los fiscales, a la  que se sumarán, más pronto que tarde, otros alegatos, como, el de la  causa de los cuadernos.

 

No puede ocultar ante la sociedad la  magnitud de las conductas escandalosas de su familia y su proyecto de  apropiarse de empresas.

 

Las pruebas abrumadoras llevan a los  abogados de Cristina y cómplices a defenderla con chicanas pues no  pueden presentar nueva refutación creíble de las pruebas. Y llevan a  ella y sus genuflexos a decir disparates que agravian el estado de  derecho.

 

Su  corte de pobres gentes degradan las instituciones y a ellos mismos,  atacando a los jueces y fiscales que no consiguieron doblegar. Sólo les  queda la chicana y la amenaza.

 

Para colmo los jueces del tribunal oral y los fiscales acusadores  ocupan sus cargos a propuesta del gobierno de Cristina, que además  controlaba el Consejo de la Magistratura y el Senado. Carecen hasta de  la posibilidad de chicanear que fueron nombrados por Macri.

 

Mientras  tanto, jueces delincuentes como Walter Bento, aún ocupan sus juzgados,  como en otros tiempos no tan lejanos lo hicieron con el beneplácito de  los Kirchner y sus adulones, los Canicoba Corral o los Oyharbide y  tantos otros que están al servicio del poder en la mayoría de las  provincias argentinas.

 

Todo esto sucede en medio de una crisis  económica social consecuencia de años de no encarar el problema de la  erosión de la moneda nacional, que afecta los ingresos de los  trabajadores, impide al ahorro y como consecuencia inevitable desalienta  la inversión.

 

Hace dos décadas que la tasa de inversión es  inferior a los dos dígitos, es decir no alcanza para reponer el capital  productivo del país y su infraestructura.

 

Lamentablemente no tenemos un presidente sino un empleado de la acusada de corrupción y compitiendo para ser el más genuflexo.

 

El  que presume de ser hijo de un juez, aunque no lo sea y de ser profesor  de derecho, aunque no ganó ningún concurso de oposición, está  demostrando escasos conocimientos en lo que presume conocer con su  tendencia a opinar sobre magistrados, juicios y sentencias violando el  juramento de respetar y hacer respetar la Constitución Nacional,  empezando por su artículo 36.

 

Su participación en el programa A  dos voces y sus comentarios sobre el asesinato de Nisman, demostrado en  sede judicial, y su alusión a un posible suicidio del fiscal Luciani ya  incluye al señor Fernández por sus dichos canallescos en la historia  universal de la infamia.

 

Por otra parte, recordando la frase  “dime con quien anda y te diré quién eres”, observamos al denominado  “superministro” Sergio Massa, rodeado de los, que solo saben hacer  negocios en base a sus vinculaciones con el poder, monopolizando los  depósitos oficiales en los bancos provinciales, o vendiendo bienes y  servicios al Estado o gozando de privilegios fiscales y aduaneros como  los otorgados en Tierra del Fuego.

 

En cambio el país que genera la  riqueza y los dólares, se capacita, trabaja, innova, crea, construye  sigue ausente en el interés de la política, salvo, para expoliarlo.