sábado, 17 de septiembre de 2022

CONTRACORRIENTE

 

 chicas, llegó la hora de defender la causa masculina

 

Claudia Peiró

 

Infobae. 17 de Septiembre de 2022

 

Lo que sigue es una ampliación de mi última newsletter, Contracorriente, donde analizo la permanente deconstrucción de nuestra cultura [para recibirla por correo, suscribirse aquí]. El feminismo de tercera ola es una herramienta de esa deconstrucción.

 

Es un feminismo andrófobo (“El violador eres tú”). Su principal hipótesis de conflicto es la guerra de sexos. El género es la medida de todo, el único criterio de análisis y de valoración, para exaltar o denostar cada cosa que sucede. El binarismo que niegan en la biología -no se nace mujer, el sexo es “asignado”- lo postulan en todo lo demás: la calidad de una actividad política, profesional, intelectual o social depende en primer lugar, cuando no exclusivamente, del cupo femenino. De la presencia o no de mujeres.

 

Lo implícito en esta premisa es que sólo las mujeres pueden representar a las mujeres. Es el apartheid sexual.

 

El dogma feminista atribuye todas las cualidades a la mujer y todos los defectos al varón. El hombre es el predador de la mujer. Y esta visión se proyecta al pasado. El feminismo sustituyó la lucha de clases por la lucha de sexos como clave interpretativa de la historia.

 

De paso, niega en bloque todo el aporte de los varones a la igualdad y a la emancipación femeninas. Un solo dato: en 1919, cuando todavía la mujer no votaba en ningún país, el papa Benedicto XV pidió el voto femenino. Un precursor.

 

Negando la historia y mintiendo sobre el presente, se acusa al varón de ser el obstáculo a los logros femeninos. Si todos los hombres fueran machistas, violadores o femicidas en potencia, jamás se hubiera aprobado el voto femenino o el cupo en los parlamentos que ellos dominaban.

 

Pregunta incómoda: cuando los homosexuales eran discriminados, ¿sólo lo eran por los varones? ¿Las mujeres no discriminaban? Se llevarían muchas sorpresas…

En función de la Ley Micaela (27499, de enero de 2019), legisladores y funcionarios públicos deben asistir a los cursitos de género que dicta el Ministerio de la Persona Gestante. Quieren hacerlo obligatorio para todos porque el dogma lleva al autoritarismo y al adoctrinamiento. Digo cursitos por lo precarios. Allí se dice que el Patriarcado existe desde hace 6000 años. La autoridad la ejercía el varón. El “colectivo” femenino dominado y explotado se completaba con los gays, las lesbianas y los trans. Todo en un mismo paquete. Tengo una pregunta algo molesta para “ellas”: cuando los homosexuales eran discriminados, ¿sólo lo eran por los varones? ¿Las mujeres no discriminaban? Se llevarían muchas sorpresas…

 

Nunca en la historia ocuparon las mujeres posiciones de poder, dicen las capacitadoras de género. La mujer no existía en el pasado. Ya escribí sobre este mito de la invisibilización de la mujer en la historia, algo que, como toda falsa hipótesis lleva a inventar lo que no existe y a negar lo que efectivamente sucedió. ¿Qué hacemos por ejemplo con una Cleopatra, mucho más inteligente políticamente que su hermano varón, al que se enfrentó, aliándose con Julio César? Ya desde la Biblia queda registrado el protagonismo de las mujeres. ¿Cómo se explica el poder que tuvieron en la Edad Media mujeres como Leonor de Aquitania, Catalina de Medici, Isabel I de Inglaterra o la propia Isabel la Católica, cuya cabeza política privilegiada marcó la impronta de la civilización hispanoamericana?

 

Postular que, a lo largo de los siglos, el estatus de la mujer fue siempre el mismo es simplemente ignorancia.

 

A los partidos de izquierda, que hoy sólo juran por el feminismo y el género, habría que preguntarles si la acumulación primitiva de capital la hizo el género masculino explotando al femenino. A lo mejor eran las mujeres las que acarreaban las piedras para construir las pirámides y otros edificios monumentales, las que servían en los barcos y remaban en las galeras, las que bajaban al socavón para extraer los minerales y las que iban a la guerra.

 

El Patriarcado, según el Ministerio de la Mujer y etcéteras, tuvo además una “dimensión genocida”, es decir que los varones se dedicaron por 6 mil años a aniquilar a las mujeres. Cabe pensar que se distraían parcialmente de esta ocupación cuando estaban guerreando por ahí, dado que al frente y a la trinchera siempre iban ellos, los privilegiados.

 

En Argentina, durante casi un siglo, todos los varones estaban obligados a un año de servicio militar (dos, si les tocaba la Marina). No escuché jamás a las feministas de los 60 y 70 -será porque eran pocas- reclamar su derecho a hacer el servicio militar. Y no escucho a las de ahora reconocer esa realidad.

 

En las estadísticas que esgrimen para quejarse de estar poco representadas en ciertas profesiones y sectores de actividad -aunque hoy nada impide a la mujer estudiar y ejercer cualquier oficio- nunca hablan de la recolección de basura, por ejemplo. No hay duda de que hay ocupaciones con mayor presencia masculina y otras con mayor presencia femenina, pero eso responde a razones culturales y también biológicas. No toda diferencia es desigualdad.

 

En Francia, la diputada Sandrine Rousseau, ecofeminista, que tuvo su minuto de bochorno mundial cuando propuso “cambiar la mentalidad para que comer un bife a la parrilla no sea un símbolo de virilidad”, también quiere tipificar como delito la desigualdad en el reparto de tareas domésticas. O sea, el crimen de no lavar los platos.

 

Acá viene la lloradera por todo el trabajo no remunerado que hace la mujer en el hogar. Más allá de que las costumbres han cambiado mucho, de que es algo difícil de medir y de que la contrapartida de esto es que los varones trabajan (fuera del hogar) en promedio más horas que las mujeres, pregunto: cuando un hombre lava el auto, hace arreglos de plomería, electricidad o carpintería, pinta la casa, corta el pasto, ¿no es trabajo doméstico no remunerado?

 

Hablando de lloradera -el feminismo actual es plañidero-, la nueva polémica es por quién paga la cuenta. Las feministas pasaron de ofenderse por las atenciones de un varón (abrir la puerta, ceder el paso, no son manifestaciones de caballerosidad sino de paternalismo o subestimación) a decir que ellos les tienen que pagar el café porque ganan un 30 por ciento más...

 

La perspectiva de género es la coartada, la tapadera ideal de los políticos inútiles, que tapan su falta de gestión con una dirección, secretaría o ministerio de mujeres

 

Esa es la otra gran mentira de estos tiempos: la brecha salarial de género. Ríos de tinta bien pagada corren todos los días para sustentar esta mentira. No existe en la Argentina -y posiblemente en todo Occidente- ningún rubro de actividad en el que se le pague menos a una mujer por hacer el mismo trabajo que un varón. Es inconstitucional. El salario se rige por convenios colectivos en los que el sexo de la persona no tiene nada que ver. Sí existe otra brecha salarial: la que hace que un médico -y una médica- gane poco más de 100 mil pesos teniendo 10 años de experiencia en un hospital bonaerense, por poner un ejemplo. Ni hablar de la brecha salarial que separa a un maestro de un diputado. Pero de esa brecha mejor no hablar. Porque, señoras, la perspectiva de género es la coartada, la tapadera ideal de los políticos inútiles, que crean una dirección o secretaría o ministerio de la mujer, y luego siguen con sus mediocres gestiones.

 

El varón nace privilegiado, las tiene todas consigo, afirma la androfobia feminista. Ya sabemos que no lo afecta la pobreza. Tampoco la desocupación, la injusticia o la inseguridad.

 

Nacer mujer es una suerte de maldición, pero nacer varón es un pecado. Un delito. El varón es a priori culpable de cualquier cosa de la que lo acuse una mujer porque el “yo te creo, hermana” se ha vuelto dogma en muchos juzgados al punto de barrer con pilares de la institucionalidad y la seguridad jurídica como el principio de inocencia. Ellos son a priori culpables y ellas, inocentes. Muchos jueces, temerosos de las represalias del colectivo feminista, equiparan la denuncia de una mujer a una prueba.

 

Al varón se lo acusa de todo: desde el capitalismo hasta el calentamiento global. Los varones contaminan más, por esa enojosa costumbre de hacer asados.

 

La masculinidad es tóxica, ya lo sabemos. Hace poco, la American Psychological Association (APA) declaró a la “masculinidad tradicional” como “dañina”. Una peste. Y fíjense cuáles son las características de esa disease según la APA: el estoicismo, la competitividad, el dominio y la agresividad. Horrible. Pero además pregunto: ¿no hay mujeres estoicas? ¿No las hay competitivas, agresivas?

 

Eso sí, varones, algo les queda: la APA los anima a abrazar los aspectos positivos de la masculinidad tradicional: el liderazgo y el valor. Qué raro que consideren que estos valores son exclusivamente masculinos. Féminas, quéjense a la APA.

 

Los franceses no se quedaron atrás, y convirtieron el último Día de la Mujer en un Día contra el Varón. France Inter, la radio pública, anunció el 8 de marzo de 2022 que la masculinidad es muy costosa y le dio difusión a un libro feminista cuyo título lo dice todo: “Costo de la virilidad: lo que Francia ahorraría si los hombres se comportasen como mujeres”... Sin comentarios.

 

La heterosexualidad también está en la mira del feminismo andrófobo. No es natural, dicen. “¿Cómo puede alguien seguir siendo heterosexual?”, era el título de una reciente columna de Maia Mazaurette, autora de la crónica sobre sexo del diario Le Monde.

 

No es joda. En España, Beatriz Gimeno, presidente del Instituto de la Mujer en los años 2020 y 2021, decía que el lesbianismo es la verdadera liberación femenina, y que “la heterosexualidad no es la manera natural de vivir la sexualidad”.

 

En el sexo, la penetración es denostada, casi un acto contranatura, el primer gesto patriarcal de dominación de la mujer por el hombre. Parece broma, pero a estos “estudios” se dedican horas cátedra, becas, subsidios, publicaciones…. El género es un lindo curro.

 

Hay un hartazgo del feminismo actual. Acá y en el mundo. Lo sé porque sigo las opiniones de muchas feministas históricas, las de los años 60-70, y por la reacción de muchas lectoras ante las notas en las que me he expresado en ese sentido o donde he recogido opiniones análogas de otras personas.

 

Muchas mujeres no nos reconocemos en una corriente que ha convertido al feminismo en un combate contra el sexo opuesto, acusado de todos los males y condenado sin juicio.

 

Cada vez somos más las mujeres que estamos cansadas de que en nuestro nombre se promuevan políticas, cargos, ministerios, secretarías, direcciones, centros de estudios, maestrías y hasta doctorados, para luchar contra cosas que no existen mientras la sociedad de la cual somos parte, y en la cual trabajamos, luchamos y creamos codo a codo con los varones, se degrada en todos los planos: laboral, educativo, de seguridad, de convivencia…

 

Voy a cerrar esto con el mensaje de otra mujer, a quien nadie puede sospechar de no estar a favor de su género, pues es la autora de una tremenda canción (“Malo”), un hit, el himno por excelencia contra la violencia doméstica. En marzo de 2021, con motivo del Día de la Mujer, la cantante española Bebe impactó al mostrar su hartazgo del feminismo de hoy: “Feliz día a todas las mujeres que desde hace muchos años hicimos el camino para que un montón de descerebradas se lo encontraran todo hecho y pudieran salir a gritar que quieren volver solas y borrachas a casa”. Y siguió: “Feliz día a las mujeres que sabíamos que podíamos ser iguales sin odio, que estudiamos y trabajamos codo a codo con compañeros”

 

Para el final, otra frase de Bebe, que lo dice todo: “Se está sacando un poco de madre el significado real de lo que es feminismo, ahora parece que está mal nacer hombre”.

 

Sí, chicas, llegó la hora: defendamos la causa del varón.